Andrea Narváez está sentada en una silla de su casa y frente a ella está su terapeuta. Él quiere que ella haga algo que desde hace tres años ella no puede hacer: ponerse en pie sola.
A la joven, de 29 años, le da temor caerse, pero no puede negar que le emociona el poder lograrlo, pues de una u otra forma representa recobrar una parte suya.
Sabe que levantarse sola conlleva un esfuerzo enorme, pero está decidida a hacerlo. Si Andrea algo tiene claro es que nada, ni nadie, le va a impedir cumplir su deseo de volver a caminar.
Tras muchos intentos y años de terapias, el momento finalmente ha llegado. Con mucha cautela pero con un objetivo claro, Andrea, animada por el especialista y su pareja -quien está allí grabando el momento-, toma impulso una y otra vez… hasta que lo consigue.
Fueron tan solo unos segundos, pero Andrea logró volver a estar en pie, firme y sin ayuda de nadie; eso fue suficiente para continuar luchando.
Desde ese día ha pasado un año y medio. Aún ve los videos y no puede evitar sonreír. Recuerda perfectamente lo desafiante pero alegre que fue ese 1.° de setiembre del 2019: su terapeuta, Jorge Ramírez, la felicitaba; su pareja, Judith Obando, lloraba; y sus papás, Sergio Narváez y María Elena Chávez no ocultaban lo emocionados que estaban, mientras aplaudían la hazaña.
“Hicimos un fiestón”, afirma la joven, quien reside en San Francisco de Dos Ríos.
No es para menos: en el 2014 la vida de Andrea cambió radicalmente, tras ser diagnosticada con esclerosis múltiple.
Esta es una enfermedad progresiva que se produce en el sistema nervioso y que daña el recubrimiento que protege las neuronas. Tales procesos provocan una disminución funcional del cerebro y de la médula espinal.
“Yo empecé a sentir mareos, a arrastrar el pie y tenía dolores de cabeza siempre. Entonces fui al Ebais; ahí me diagnosticaron vértigo y me mandaron pastillas para el dolor de cabeza, pero yo seguía igual, entonces mi hermana mayor me dijo: -‘No, vamos para un médico privado’-.
“Ahí me tomaron exámenes y me diagnosticaron con una esclerosis múltiple muy agresiva y empecé a decaer mucho, muy rápido”, relata.
Andrea esperaba que esta fuera una enfermedad pasajera y no un padecimiento con el que tenía que aprender a vivir.
“Al inicio yo no quería que dijeran que estaba enferma, ni tampoco que dijeran lo que tenía, porque yo decía: -‘No, ¿para qué? yo ahorita me recupero’- pero no fue así, las cosas no salieron como yo pensaba y ahora no le veo nada malo al asunto”, afirma.
Cambio de vida
Hasta el 2014, Andrea se desempeñaba como una joven normal. Trabajaba dibujando y diseñando tapas con técnicas de repujado para libros, los cuales llevaba a Chicago, Estados Unidos, donde los dejaba para vender.
Además, estudiaba Turismo en el Colegio Universitario de Cartago (CUC), carrera que le apasionaba.
Solía ser muy sociable, tenía muchos amigos y salía frecuentemente con ellos.
Sin embargo, de repente, comenzaron a aparecer mareos sin ninguna explicación. Después Andrea notó que estaba arrastrando su pierna, ya no podía contenerse a la hora de ir al baño y se tuvo que acostumbrar a usar pañales.
“Fue muy triste cuando me diagnosticaron esclerosis múltiple. Sentí que se me venía una ola, porque en ese momento yo estudiaba y trabajaba, y de un pronto a otro yo estaba en silla de ruedas, sin poder trabajar; también tuve que dejar la universidad”, recuerda.
Producto de la esclerosis múltiple perdió el equilibrio y la marcha. Primero caminaba con bastón y posteriormente solamente se movilizaba en silla de ruedas.
También perdió las habilidades de la motora fina, ocasionando, por ejemplo, que dejara de escribir. Tampoco podía sostener un vaso, ya que se le caía y lo quebraba.
Se tuvo que acostumbrar a las frecuentes visitas al Hospital México, donde se encontraba principalmente señoras, quienes al ver que ella no podía caminar, le decían: -“Ay, pobrecita... tan joven”-.
“Cuando me diagnosticaron la enfermedad me hicieron muchos estudios y estuve muy mal un tiempo. A esto hay que añadirle los comentarios de personas que me decían: -‘Ay, ella ¿cómo va aguantar? Si es tan flaquita’-, pero yo hacía oídos sordos a eso.
“Sin embargo, la enfermedad siempre se me fue haciendo más agresiva, entonces no podía aguantar las ganas de orinar. Incluso, hubo un tiempo que no aguantaba el defecar y los mareos me mataron, al punto que pasaba durmiendo todo el día y ya yo no podía salir”, explica.
La enfermedad le ha provocado afectación en su memoria, fatiga crónica (que le producía dolor de cabeza y vómitos), ataxia (sus manos no dejan de temblarle) y en el 2017 perdió gran parte de la visión en el ojo derecho y este se le desvió.
Como si fuera poco, los doctores le aseguraban una y otra vez que ella no iba a mejorar.
En cuanto a los amigos y amistades con los que frecuentemente salía, muchos se alejaron tan pronto llegó la enfermedad.
“Ya yo no tenía la libertad de estar afuera como antes y la gente que estuvo allí antes, no sentí que me estaban dando el apoyo que yo necesitaba con el diagnóstico de la enfermedad. Pero yo estoy bien con eso, han quedado atrás amigos y muchas personas”, afirma.
Una nueva oportunidad
A Andrea le han cambiado el tratamiento en varias ocasiones, pues ninguno le daba resultados positivos y el padecimiento se estaba volviendo cada vez más agresivo.
Al punto que llegó a poner un Recurso de Amparo ante la Sala Constitucional para que le suministraran Natalizumab, un tratamiento farmacológico para las personas con esclerosis múltiple y que le ayuda a mantener la enfermedad controlada, o “dormida”.
De acuerdo con Andrea, este tratamiento se lo inyectan una vez al mes en el brazo y le ha ayudado mucho a estabilizarse. No obstante, ahora se encuentra en un proceso para cambiar el medicamento, porque este genera efectos secundarios.
Además, en octubre del 2020, surgió una nueva luz para la joven. A Andrea le regalaron unos boletos para viajar a Suiza, donde hay un tratamiento especial para personas con esclerosis múltiple.
En el país europeo estuvo dos meses y medio y le suministraron un tratamiento a base natural, que contempló vitaminas como Omega 3, B3 y B12 (que ella no tenía), la desintoxicaron de metales, le realizaron una dieta y le fortalecieron el sistema inmunológico, pues estaba muy débil.
En Suiza, además, determinaron que una infección llamada borreliosis es la que le provoca la esclerosis. Este diagnóstico ha ayudado a los médicos para tratarla mejor.
A su regreso a Costa Rica pudo traer tratamiento para seis meses, sin embargo, los cambios que ha experimentado hasta ahora son muy positivos: camina con andadera, puede caminar hasta 800 metros, ha ganado masa muscular, recuperó parte de la visión y no ha vuelto a tener fatiga crónica.
Asimismo el pasado mes de febrero fue a Jacó, algo que no hacía desde hace muchos años, no solo porque el sol y el calor le afectaban, sino porque de camino se vomitaba y le daban mareos. En esta ocasión, Andrea afirma que hasta pudo nadar.
“Yo creo que gran parte de mi avance ha sido que nunca he querido renunciar, siempre veo hacia adelante, porque a pesar de todos los comentarios y del ‘pobrecita, está muy joven’ nunca he pensado en dejar esto. Yo soy muy ambiciosa y quiero hacer muchas cosas”, asegura.
Ese positivismo no es nuevo, de hecho su familia se sorprende de la buena actitud que tiene Andrea para superar cada día de este largo proceso. Es positiva y siempre busca el lado bueno de las cosas.
De hecho, Andrea afirma que está agradecida por haber tenido esta enfermedad, pues le mostró muchas cosas que antes ella no hubiera podido ver, como su fortaleza y las personas que realmente la quieren por como es.
Además, la joven afirma que son precisamente sus papás, su pareja, sus seis hermanos, sus sobrinos y sus más allegados quienes la mantienen en pie, luchando.
“Yo siempre pienso que estoy cada vez más cerca de la que era yo antes y no me puedo rendir ahora. Me impulsa saber que ya casi lo logro, que ya casi termino este inmenso obstáculo en mi vida. Mi familia y toda la gente a mi alrededor me ha impulsado mucho para esto, estoy muy agradecida con ellos y no los puedo defraudar, ellos son mi ejército”, detalla.
De hecho, hace pocos meses, Andrea abrió el Facebook y el Instagram Andre viviendo con esclerosis, con la intención de mostrar su día a día entre terapias, visitas al hospital y consejos para quienes atraviesan por la enfermedad.
Para ella es importante inyectar positivismo. Desea ser ejemplo de que sí se puede salir adelante a pesar de las circunstancias y que es cuestión de tener fe y esforzarse.
“Mucha gente me preguntaba que por qué yo siempre estaba tan motivada, tan feliz y por qué siempre sonreía (en las publicaciones). Yo siempre les decía que es porque yo no veo nada malo (en estar feliz) y, además, las redes sociales me permiten llegar a mucha más gente”, asegura.
Sin embargo, este es un proceso que no termina y cada día hay un nuevo reto.
Actualmente Andrea recibe tres horas de terapia física en su casa; así como una hora de terapia cognitiva en el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare), donde realiza ejercicios que le permiten agilizar la memoria. De hecho, pasa muchas horas en su casa haciendo tareas, que cada vez se le facilitan más.
En ese sentido Andrea afirma orgullosa: “ya empecé a escribir. Parezco una chiquita de primero, pero por lo menos ya es un avance”.
Su mayor anhelo es volver a caminar sin ayuda de andadera ó bastón, para poder, eventualmente, trabajar, terminar sus estudios en Turismo y cumplir su sueño de viajar por el mundo, algo que en algún momento creyó ya no iba a suceder. Pero eso lo pensaba antes, la Andrea de ahora cree que la misma enfermedad le enseñó que todo es posible si se lo propone.