Y todo comenzó bailando…
Esa frase musical es verídica en la vida de Amanda Chuprine (28) y Alejandro Zamora (29), dos amigos de años que por mucho tiempo no se vieron con ojos románticos y que hoy son esposos.
El 22 de abril cumplen cuatro años de casados y todavía se ríen contando su historia de amor.
“Es una locura. Estuvimos en el mismo colegio. Teníamos amigos en común. Mis primos mayores que son como mis hermanos conocían a los primos de él. De 16 años empecé a salir con primos de él. Ahí lo conocí. Íbamos a un bar restaurante que hacía bailes. Yo bailaba con el primo de él y con él. Empezamos a salir como compas. Eso fue como en 2009”, cuenta Amanda.
“Yo le conocí a los novios. Siempre que salíamos a bailar ella tenía novio, quizá por eso nunca la vi con otros ojos”, agrega Alejandro.
Por varios años la relación fue solamente de amistad. En el 2011, ambos estaban solteros. Un día, como de costumbre salieron Amanda, Alejandro y un primo de él. El otro muchacho no quiso continuar en el lugar, ellos fueron a dejarlo y volvieron a bailar solo ellos dos.
“Ese día seguimos bailando solos. A mí me quedó la espinita.
“Amanda es el tipo de mujer que siempre me ha gustado. Yo la veía como amiga, pero después de esa noche empecé a cambiar la historia. Yo estaba en los últimos años de U. Pero pensaba que pronto saldría de la U, empezaría un trabajo y la verdad no pensaba en compromisos”, recuerda Alejandro.
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Luego de aquella vez, la afluencia de mensajes de texto, infaltables de la época, empezó a crecer.
“Yo con la frase típica le decía: ‘mirá y vos has pensado en mí como algo más’. Yo no me iba a ir de pollo. Me daba miedo, porque yo ya sentía algo y no me iba a arriesgar”, cuenta él.
A Amanda le pasaba similar. Estaba en la universidad, trabajaba y disfrutaba de su libertad. Hacía un tiempo que había terminado una relación de dos años.
“Creo que fue bailando. Así nos enamoramos. Ese sábado éramos los únicos bailando. Después de ahí todo cambió. Empezamos a hablar y ella se hacía la rogada. El lunes siguiente ella salía de clases a las 8 p. m. Le dije que la iba a traer a la U para hablar. Recuerdo que pasé el fin de semana con miedo. No sabía qué iba a suceder. La recogí y fuimos a tomar helado. Ese mismo día yo iba con un miedo horrible, de eso que a uno le tiemblan las piernas. En la heladería había una familia conocida, eso lo empeoró. Fue el helado más raro de la vida. Salímos, yo le iba a dar un beso y ella empezó a reírse”, confía Alejandro.
Amanda interviene: “Yo no le dije que no, es que era raro. Fueron muchos años en que lo vi como compa. No en ese aspecto amoroso. Era extraño para mí besarnos y todo”, dice. Finalmente, esa noche, en diciembre del 2011, sí hubo beso.
“Luego me entró la pensadera. Que qué hago, le di un beso y no sabía qué hacer. Ahora qué hago, me decía. Pensé que Amanda va en serio. Sabía que ella era de relaciones serias. En mi caso sería mi primera novia oficial. Yo pensaba y pensaba, porque uno siempre tiene idea de que puede vivir cosas mejores con otras personas. Pensaba: ‘me voy a comprometer con la edad que tengo’... Pero hoy no me arrepiento nada. Uno se queda pensando y me decidí”, dice con franqueza.
Amanda y Alejandro salieron desde diciembre hasta abril, mes en el que se hicieron novios.
“Nuestras vidas se cruzaron desde hace años. La tía abuela de él me cuidó a mí desde pequeña. Cuando yo fui con Alejandro a una fiesta familiar todos se quedaron impactados”, recuerda Amanda.
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Un matrimonio joven
Tras cinco años de noviazgo, Amanda y Alejandro se casaron… eso sí, ella tuvo que incentivar la propuesta.
“Nos casamos el 22 de abril del 2017. En febrero del 2016 le dije: ‘le doy de aquí a noviembre para que me pida matrimonio, o si no, que Dios lo acompañe”, detalla entre risas.
Él dice que en temas familiares siempre ha necesitado como ese aliciente de “hagamos algo”.
“Vale la pena arriesgarse. En Amanda encontré a esa persona que va a buscar que usted sea mejor. No trata de opacar. Se aprende que el matrimonio no es competencia. Ella es buena en algo y yo malo en otras cosas y viceversa. El éxito se define desde la perspectiva de cada persona. El éxito para algunos puede ser estar bien y tener apoyo de ella, para ella puede ser diferente. Todo ha sido un proceso: al principio competíamos para ver quién tenía más salario, o quien hacía mejor las fiestas (risas). Hay que arriesgar, pero sabiendo que se hará con la persona apropiada”, asegura Alejandro.
Hoy ellos viven la alegría de ser padres de Mariluz Zamora Chuprine, una saludable y sonriente pequeña de 11 meses que llegó como una bendición. Desde hace varios años a Amanda le habían dicho que le costaría tener hijos.
“Desde el día uno que empezamos yo le dije a él que no sabía si iba a poder tener hijos, que si era determinante podía irse. Yo sí quería ser mamá, por eso desde el día en que nos casamos dejé de usar métodos de anticoncepción. Tardamos tres años en convertirnos en papás”, cuenta Amanda.
Alejandro continúa: “Cuando me enteré fue la sensación más bonita. En esos días que las cosas están mal, la vida se encarga de definirle a uno porqué está aquí. Usted tiene un día pésimo de trabajo, pero le ve la sonrisa (a Mariluz) y todo lo demás valió”.
También, la administradora y el ingeniero mecánico tienen seis perros a quienes llaman perrihijos. Ellos han sido, en su mayoría, protagonistas de divertidas historias en la vida de la pareja.
Amanda y Alejandro son esposos, pero no han dejado de ser amigos. Disfrutan de su matrimonio joven y lo recomiendan.
“Quiero compartir con personas inseguras de casarse de que el matrimonio es bonito siempre y cuando busquen a alguien que no quiere competir, que no ande por belleza. Que te acompañe en la vida. Algunos matrimonios son express. Pero el sueño de nosotros es llegar juntos al último día de vida”, dice Amanda, quien quiere seguir bailando con Alejandro.