
Yo estaba muy chiquilla cuando corría detrás del padre Alfaro hasta la sacristía, recién terminada la misa del domingo a las 11 de la mañana.
No era la única: siempre había personas que querían saludarlo. Muchas se acercaban con la intención de tentarlo para que levantara el estandarte de alguna lucha social. Otras pedían su ayuda para encontrar empleo, una casa digna o educación. A veces escuchaba con mucha atención y otras no tanta, pero casi siempre ayudaba. Su generosidad no tenía límites.
Armando Alfaro Paniagua nació el 3 de diciembre de 1923 y quedó huérfano a los ocho años. Sus hermanas se encargaron de su crianza. Ahí empezó a formarse el extraordinario ser humano. Una de sus más grandes habilidades era la de sembrar ideas en las mentes de los jóvenes. Yo creo que lo planeó así desde que estudiaba en el colegio Seminario y, después, cuando fue ordenado sacerdote en diciembre de 1948.
Monseñor Víctor Manuel Sanabria lo envió a estudiar Periodismo y Educación Técnica en Estados Unidos. Ni se imaginó los efectos positivos y duraderos que tal decisión provocaría en la sociedad costarricense. El padre Armando regresó con la visión de que la educación técnica mejoraría las condiciones de vida de las familias más pobres. En 1949, monseñor Sanabria lo nombró coadjutor en la parroquia La Inmaculada de la ciudad de Heredia, asignándole una tarea muy específica: crear una escuela vocacional para preparar al grupo de jóvenes limpiabotas.
Yo lo conocí en mi pueblo natal, San Rafael Arriba de Desamparados. Ahí llegó para ejercer la capellanía de la cárcel de mujeres El Buen Pastor. Como la comunidad no tenía sacerdote, ofreció sus servicios a los párrocos de Desamparados centro para suplir la necesidad de un pastor en aquel distrito.
Después de su llegada el desarrollo comunal podría decirse que explotó. Formó grandes líderes y llevó bienestar a las familias más necesitadas de la comunidad. Sus homilías dominicales eran invitaciones a trabajar por un futuro mejor, un llamado a luchar por la igualdad social. Creía que la educación es la mejor herramienta para sacar de la pobreza a las personas, y que la práctica de alguna actividad artística debía ser un requisito, y no una opción.
Siempre contaba historias de países lejanos donde los avances tecnológicos y de conocimiento impulsaban el desarrollo, y de cómo en Costa Rica podíamos lograr lo mismo. De él escuché por primera vez hablar sobre Martin Luther King, de la perestroika y el ecumenismo.
Su liderazgo fue fundamental para que se consolidara en Costa Rica la educación técnica vocacional. Después de formar la Escuela Vocacional de Limpiabotas, el padre Armando asumió el reto de crear un colegio vocacional en Heredia (lo logra en 1953). Un año más tarde asume la dirección del Colegio Vocacional Monseñor Sanabria. Se le reconoce como el fundador de radio Fides y fue director del Eco Católico entre 1956 y el 2007. Fue presidente ejecutivo del Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS), presidente del Colegio de Periodistas, en el que creó el Fondo de Mutualidad. También ocupó la presidencia de la Cámara Nacional de Radio (Canara).
El padre Armando Alfaro dejó muchas obras materiales pero las más valiosas son las intangibles. Incluso las generaciones presentes lo recuerdan y reciben réditos de la profunda transformación que provocó el sacerdote en la sociedad costarricense. Si hay alguien que enseñó a la gente a pescar, fue este cura reformador.