El reto parecía una locura: Sostener, junto con otra persona, una varilla de construcción, cada extremo apoyado en en el cuello de una de nosotras. Luego, doblarla. Sí, una varilla de construcción.
Antes de enfrentarme al desafío había mucha desconfianza y, desde luego, muchísimo temor. Sin embargo, después de recibir una dosis extrema de empoderamiento, la varilla se dobló como si fuera de hule. Con la fuerza del cuello (y voluntad).
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El poder de la mente es un tema del que se ha hablado mucho, y del que aún no se conoce todo. Se sabe de personas que en momentos de gran adrenalina llevan la fuerza de su cuerpo a niveles inesperados, y eso fue lo que pasó conmigo y con mi compañera, la periodista Magdalena López, el día que experimentamos el reto de la varilla de hierro.
Fuimos dirigidas por el coach José Miguez, costarricense que vive en México por negocios desde hace varios años. Miguez está certificado como coach en Firewalking Latinoamérica, una organización que se dedica a realizar este tipo de actividades extremas –como la caminata sobre fuego o sobre pedazos de vidrio quebrado– como mecanismos para llevar a las personas a confiar en ellas mismas, vencer miedos, derribar barreras y romper paradigmas; todo con el fin de empoderarlas.
Entre estas actividades destacan las caminatas, el ejercicio de la varilla, también quebrar una flecha de madera con el cuello, y una tabla –también de madera– con la palma de la mano.
Y si bien animarse a hacer algunos de estos desafíos es algo interesante y que genera curiosidad, ya al momento de enfrentarse a ellos surge la pregunta inevitable y lógica: ¿para qué?
Magdalena y yo estábamos en contra de hacer el ejercicio de la varilla, pero presenciamos una muestra de que querer es poder y que, como en la vida, lo que importa es animarse a hacer las cosas. Rolando Leitón, compañero también de trabajo, no dudó en aceptar el reto cuando se le propuso.
En setiembre de este 2023 José Miguez traerá al país uno de sus seminarios de empoderamiento, en esa ocasión los participantes podrán realizar la caminata sobre fuego.
Rolando agarró fuerza cuando el coach Miguez comenzó a explicarle qué era lo que tenía que hacer: ponerse la punta de la varilla (que para seguridad estaba cubierta con un tapón) en el hueco que se forma en la garganta, unos milímetros sobre la tráquea, y con una persona frente a él en la misma posición y sosteniendo de la igual forma la vara metálica, y avanzar hasta que el hierro se doblara.
“Yo soy muy ‘mandado’, pero cuando el coach estaba explicando sí sentí un poco de temor. Sin embargo, cuando nos iba dando más información se me fue quitando el miedo. Confirmo que la varilla es real, es de hierro, de las que se usan en construcciones. Cuando fui viendo que se dobló tan fácil solo solté la energía, sentí una dosis de adrenalina increíble”, explicó Rolando sobre su vivencia.
Este hombre de 47 años es atleta y jamás se imaginó que con su cuerpo pudiera hacer semejante hazaña. Incluso, Rolando contó que, como parte del ejercicio de concentración que tuvo antes y durante la actividad, se dio cuenta de que hay una analogía con la vida: todo se puede.
“Conforme la varilla se fue doblando, me sentí más seguro y solo quería seguir caminando hacia adelante. Al final, uno siente un gran orgullo por uno mismo, por haber confiado y no defraudarse. Al principio, pensé en asociarlo a trabajar por el bien de mi hijo; al final, me sentí completamente realizado”, dijo.
El cierre del ejercicio se da con un abrazo de fraternidad y confirmación de la confianza que se depositó también en la persona que estuvo al frente.
Después de ver a Rolando, Magdalena y yo nos llenamos de emoción, y quisimos intentarlo.
Ambas somos bajas de estatura, así que éramos perfectas para acompañarnos la una a la otra. La varilla de hierro pesa bastante y tomen en cuenta que solo la estábamos sosteniendo con nuestro cuello.
Nos colocamos una frente a la otra con plena confianza. Las manos cubren la varilla por aquello de que haya un fallo y poderla sostener, pero no fue necesario.
El coach nos pidió que expresáramos en voz alta un sueño, un anhelo o una meta que tenemos en nuestras vidas y que por esa razón fuéramos hacia adelante. Magdalena sueña con comprarse su casa propia; yo, por mi parte, el bienestar de mi sobrino.
Ambas gritamos nuestros mantras. Nos dijimos que confiábamos. Contamos hasta tres y avanzamos. ¡Qué adrenalina! ¡Qué emoción! Cuando la varilla cedió a nuestros pasos y se hizo doblo abajo como en una curva, no lo podíamos creer. No dolió, no se sintió ninguna presión. Lo único que hubo fue intensidad personal, física y mental. Al final, nos topamos en el camino y riendo a carcajadas –con una combinación de éxtasis y nervios– nos fundimos en un abrazo de victoria.
“Cuando el señor comenzó a explicarnos lo que íbamos a experimentar, me dio mucha curiosidad. Incluso llegué a pensar que era una broma, no lo creía. Pero cuando dijo que íbamos a trabajar en la confianza en uno mismo, me gustó.
”Sentí mucha adrenalina por lograr eso que tal vez puede considerarse imposible. Me llamó mucho la atención el acto de confianza, me impactó y despertó más seguridad en mí”, comentó López.
Cabe aclarar aquí que ni Madgalena ni Rolando ni yo teníamos idea de lo que íbamos a enfrentar. De hecho, a Magdalena y a Rolando los buscamos apenas minutos antes en la oficina para que nos ayudaran con las pruebas sin haberles comentado antes de qué se trataba. Creímos y confiamos plenamente en el coach y en nosotros mismos.
El turno de la madera
Los otros dos ejercicios de estas técnicas extremas para trabajar en la confianza tuvieron que ver con madera.
Hay una frase que es muy importante: ‘Los vacíos del alma no se llenan con el tener’
— José Miguez, coach de Firewalking
La primera prueba se trataba de quebrar una flecha de este material. Es una flecha rígida y dura, de esas que se usan para tirar con arco. La segunda era romper con la mano una tabla de madera de dos centímetros de grosor.
Ambos ejercicios también tienen un significado y una razón. Rolando y yo nos animamos a quebrar en dos, cual karatecas, la tabla de madera.
Para empezar, en una de las caras de la tabla ambos escribimos aquellas situaciones o acciones que creíamos que nos tienen atados para lograr cumplir nuestras metas. En solitario y con un buen rato de análisis propio, expresamos en la madera nuestras situaciones personales.
No sé qué escribió Rolando, pero puedo contarles que entre mis ataduras está la inseguridad. Sobre estas ataduras escribimos el título: “A partir de hoy mando todo esto para la mierda”; así, con fuerza.
Del otro lado de la tabla tocó poner aquello que nos inspira a seguir adelante y a trabajar por nuestras metas, así como lo que creíamos que necesitamos para lograrlas. En mi caso: el amor de mi familia, la estabilidad en mi trabajo y la salud.
La tabla fue colocada sobre una base de dos torres; es decir, el centro quedaba expuesto. Al contar tres, con la palma de la mano y con todas las ganas de romper con las ataduras, golpeamos en seco la madera y, para sorpresa nuestra, se partió en dos como si nada.
“Uno está concentrado en todo eso que escribió en la tabla, lo que uno quiere romper y mandar para la mierda. Todo eso ayuda mucho a la mente. Pensé en que tenía que terminar con esas ataduras por mí y por mi familia. Sentí que todo lo que escribí lo quería superar, eso me ayudó porque la mente es muy poderosa y no pensé en el tamaño de la madera, solo en que tenía que quebrarla”, narró Rolando.
En mi caso, le di con toda la fuerza que tenía y, simplemente, la tabla cedió, quedó en dos pedazos.
Ahora, es el turno de la flecha. Este ejercicio también se hace con el cuello. Además, implica un análisis interno sobre los anhelos que se tienen.
En un papelito se escribe cuál es el sueño más grande que se tiene y, alrededor de la flecha de madera, cuáles son los obstáculos que nos impiden cumplirlo. El papel se pega en la pared, a la altura del cuello. Un extremo de la flecha se coloca en la garganta y el otro contra el papel. “Concéntrese, vea su sueño, no piense en todo lo que dice en la flecha porque es lo que le impide alcanzarlo”, dijo Miguez mientras yo sostenía la flecha con el cuello.
“Póngase en posición de poder. Piense en su sueño, en que lo va a alcanzar, destruya los obstáculos y avance”, me dijo el entrenador.
Solo fue necesario un paso hacia adelante, un grito de fuerza y confianza; de inmediato, la flecha se partió en dos. Una vez más no hubo dolor ni miedo.
¿Para qué?
Miguez explicó para qué sirven estas actividades extremas y también habló ampliamente de otro reto que genera muchísima curiosidad: caminar descalzo sobre el fuego, un desafíopara generar confianza.
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“Te da confianza, compromiso, seguridad, esas ganas de echar para adelante y vencer los temores que muchas veces se alimentan de creencias limitantes y tóxicas que no nos dejan ser felices. Pero hay que preguntarse y cuestionarse: ‘¿soy feliz?’”, explicó el coach, quien se certificó en la organización Firewalking Latinoamérica hace unos años, cuando se encontró en un momento de su vida en el que necesitaba cambios.
Miguez es empresario. Vive en México desde el 2001 cuando se trasladó ahí para establecer junto a otros socios una empresa de software. Después de muchos años en la compañía, un día sintió que algo le faltaba a su vida y comenzó a cuestionarse qué estaba haciendo con ella.
“Hay una frase que es muy importante: ‘Los vacíos del alma no se llenan con el tener’. Me salí de la parte operativa de la empresa y empecé a darle rienda suelta a todo lo que siempre había querido hacer y una de esas cosas era certificarme como coach de Firewalking”, recordó.
Miguez conoció esta práctica en el 2019. Desde hacía tiempo era admirador del motivador estadounidense Tony Robbins, quien en sus eventos pone en práctica la caminata sobre fuego para que sus seguidores lleven al máximo su potencial físico, y después de asistir a uno de los eventos del motivador, Miguez se animó a certificarse como coach.
La idea es que cada una de las prácticas se relacione con la otra. En el caso de quebrar las tablas de madera, los restos son parte de lo que se quema para formar el camino del fuego. “Vas a caminar sobre toda la mierda que no quieres, por eso la quebraste. Cuando se convierten en brasas, vas a caminar sobre las metas que quieres y vas a avanzar”, profundizó Miguez.
Aunque Miguez advirtió que la ciencia explica las razones por las cuales las personas no se queman los pies al caminar sobre el fuego, él indicó que hay un tema de seguridad y confianza que se genera desde el cerebro para evitar que esto suceda. Además, es preciso aclarar que nadie está obligado a hacerlo.
Hagamos un punto y aparte en este momento para brindar una explicación física y científica del por qué los pies no se queman al realizar estas caminatas ardientes. De acuerdo con una nota publicada por la BBC de Londres, la ciencia explica que el no quemarse “tiene que ver con el tiempo de contacto entre el pie, la temperatura de las brasas, la capacidad de las diferentes sustancias de absorber calor y la conductividad de este”.
En la misma nota el doctor David Willey, profesor de física de la Universidad de Pittsburgh y quien asegura ha realizado muchas caminatas sobre fuego, afirmó que el acto no tiene que ver con el poder mental o con armarse de valentía para hacerlo.
“Las brasas de madera o carbón son muy malas conductoras de calor y básicamente los pies no están el tiempo suficiente en contacto para quemarse”, explicó el físico a la BBC.
Volviendo a Miguez y el poder de la mente, él hace referencia al fuego como sanador. “Qué revelación más grandiosa cuando el ser humano descubrió el fuego. Con el fuego cocinamos, nos calentamos, nos iluminaba en la noche. El fuego es extraordinario. No hay que tenerle miedo, pero sí respeto. El fuego tiene esa connotación de que transforma”, dijo.
El coach explicó que las brasas sobre las que caminan las personas en sus seminarios de confianza y superación, están a 850 grados centígrados. “Si piensas que te vas a quemar, te quemas. Si piensas que no te vas a quemar, no te quemas. Punto. Así es la vida”, agregó.
Caminar sobre el fuego no es una práctica reciente. Hay datos de civilizaciones ancestrales que realizaban (y realizan) esta actividad con fines diferentes: sanación, iniciación en rituales o para rendir tributo al fuego. Entre ellas destacan los Dao Rojo en Vietnam, pobladores de las islas Fiji, habitantes de la localidad de San Pedro Manrique en España e incluso hay registros de esta práctica en Grecia y Bulgaria.
“Conocemos muchos casos de personas que llevan la resistencia de su cuerpo al extremo. Los faquires que se acuestan sobre camas de clavos o tragan vidrios, los que expulsan fuego por la boca. Todas estas prácticas existen, lo que nosotros hacemos es una manera, digamos domesticada, de mostrarle a la gente lo que se puede hacer”, aseveró Miguez.
Estas prácticas, para los coaches que las incentivan, tienen metáforas muy poderosas.
“El camino hacia lo que se quiere lograr siempre está lleno de espinas y problemas. Con la flecha: la diana es la meta que quieres lograr. En el caso de la varilla, una vez una pareja no pudo completar el reto porque la esposa dijo que no confiaba en su marido”, afirmó Miguez.
Al final, más allá de si se puede o no se puede realizar el reto, siempre hay una enseñanza. Si se logra: todo lo demás sí se puede alcanzar. Si no: hay que trabajar en corregir y superar los obstáculos.
Rolando, Madgalena y yo todavía seguimos “enfuerzados” con las experiencias que vivimos. A cada uno nos sirvió de una manera diferente, todos aplicamos esa energía en nuestras vidas y aprendimos a soltar mucho de lo que nos detiene en la búsqueda de cumplir nuestras metas.
Aclaración: Las técnicas extremas expuestas en este artículo pueden implicar peligro. No recomendamos su práctica y aquí se reseñan solo con fines periodísticos.