Con un poco de miedo, pero con las ganas de aprender algo nuevo me aventuré a tomar una clase de ballet.
Tengo 38 años, trato de mantenerme activa haciendo deporte, pero jamás imaginé que en solo una hora iba sentir cómo algunos músculos, que no sabía que existían, comenzaban a estirarse. En minutos sentí cómo mis articulaciones de codos, muñecas, rodillas y tobillos hicieron movimientos que jamás esperé que pudieran hacer.
Fue una liberación, un tiempo en el que mi cuerpo y mi mente fueron uno con la suave música clásica que impregnó la sala de clases, en la academia Darlington Ballet School, en Tres Ríos.
Cinco mujeres de edad adulta me enseñaron que los años no importan cuando las ganas son muchas. Cada una de ellas, con una delicadeza envidiable, me mostraron que los años solo son un número y que ni el peso, ni la edad y ni siquiera las lesiones, son impedimento para practicar este dulce arte, que también es exigente, lleno de retos y cosas nuevas por aprender.
Bien agarrada de la barra, junto a la pared, intenté hacer los primeros pasos y las posiciones más sencillas (que exigían mucha concentración) y me dejé llevar por la música. El ejercicio es una prueba de coordinación, de memoria, de concentración y de agilidad... pero no crea que es imposible, no.
Cada movimiento tiene su respectiva técnica y razón de ser, pero la maestra toma su tiempo para explicar la delicadeza que se debe de poner en cada posición. Con paciencia y buena intención, los espejos en la sala reflejaban la belleza de cada giro, de cada pequeñísimo salto, de la soltura de las piernas y de los brazos. Son los testigos silenciosos del esfuerzo.
¿Qué hago con el brazo?, pensé más de una vez mientras me daba cuenta de que había descuidado la posición del pie derecho. En definitiva, fue una prueba a la concentración. Experimenté cómo los músculos se estaban despertando ante la acción y los movimientos.
“Son posiciones, dicen, antinaturales. Uno pensaría que son dañinas para el cuerpo, pero si se hacen bien no hay problema. Hay mitos de que las bailarinas se lesionan las rodillas u otras partes del cuerpo, pero eso pasa si se hace mal el ejercicio”, explicó Carolina Obregón, la maestra de la clase.
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Ella, de manera constante, vigilaba que las posiciones de sus alumnas fueran las correctas: poner todos los dedos sobre el piso y sostenerse firmemente de la barra, por ejemplo.
Tras una hora disfrutando de música clásica como Battement Frappé, Adage y Grand Battement En Cloche; llegó el momento de finalizar la clase y, una vez más, poner la concentración y la agilidad a prueba. En grupo, al centro del salón, las bailarinas aplicaron una técnica de coordinación en conjunto, un ejercicio que fue retador y divertido a la vez.
La verdad es que realizar una experiencia así, a los 38 años, puede sonar intimidante, pero no. El resultado después de la clase fue un sentimiento de alegría y satisfacción, además de muchas ganas de volver a intentarlo.
No importa la edad
En el grupo de aprendices estaba Paola Castro, una relacionista pública de 35 años. Ella apenas tiene tres meses de haber ingresado a la academia y asegura que la experiencia ha sido retadora, pero muy satisfactoria.
“Es un ejercicio de baja intensidad. Para mí es un buen deporte porque trabaja todos los músculos, la postura y la disciplina”, explicó esta mujer, quien afirmó que desde pequeña sus papás la metían a clases de todo tipo de deporte: natación, porrismo, gimnasia y hasta ballet; pero que hasta ahora es que le tomó el verdadero gusto.
“Lo que más disfruto es trabajar la memoria, porque cada ejercicio se hace por el frente, por detrás, con una pierna y con la otra. Para uno como adulto es importante trabajar con los dos hemisferios del cerebro”, agregó.
En su experiencia, Paola afirma que lo más retador es mantener el equilibrio y la fuerza muscular en las piernas. Asegura además que ha notado muchos cambios físicos en su cuerpo, ha tonificado más sus músculos y cuenta que después de clases siente más energía durante el día.
“La música es algo que me encanta, es una hora y media escuchando música clásica, la más divina que puede existir”, concluyó.
Otra de las compañeras que estaba en clase es Fabiola Ruiz, de 42 años. La relación de Ruiz con el ballet se dio porque su hija es bailarina y practica esa disciplina desde muy pequeña.
Ser bailarina de ballet era un sueño incumplido para Fabiola. Desde pequeña le llamaba la atención este arte, pero afirma que no tuvo las oportunidades para practicarlo, así que cuando su hija dio las primeras señas de tener pasta de bailarina, no dudó en llevarla a clases.
Así, Fabiola vio su sueño hecho realidad, pero en su pequeña.
Sin embargo, no era lo mismo. Fabiola quería verse hacer esos movimientos con estilo. Ella quería bailar y encontró en la academia la oportunidad de quitar sus miedos para intentarlo.
“A uno como adulto le quita todos los males, las viejeras”, dijo Fabiola entre risas.
“Es un ejercicio exigente, pero se puede empezar de cero, a la edad que sea. El ballet es muy paciente, uno empieza en el nivel en el que está: si sabe o no, no hay problema. Se puede empezar con una clase muy básica. A mí me tuvieron que enseñar las posiciones, aprendí desde cómo pararme, cómo usar los pies y cómo hacer las posiciones de manera adecuada”, agregó.
Algo que le encanta a Fabiola es que el ballet es estético, pero se enseña de una manera lúdica, divertida y con entretenimiento. “He descubierto que es el ejercicio más completo que he hecho en mi vida, ni nadar, correr, el gimnasio o el baloncesto lo fueron”, aseveró Ruiz, quien durante muchos años fue jugadora de baloncesto.
Justamente, por jugar baloncesto, es que Ruiz tiene lesiones en sus rodillas. Ambas se las han operado y afirma que con el ballet ha dejado de necesitar la terapia física para fortalecerlas.
“En realidad nunca es tarde para empezar. Sí, esta disciplina es muy demandante, pero tiene muchos grados en los cuales se puede practicar. Las niñas y los niños pequeños son como esponjitas, absorben todo, pero la experiencia de enseñar a adultos me ha demostrado que no hay límites. Cuando un adulto viene lo hace por decisión propia y eso es un aliciente para el aprendizaje”, comentó la maestra Obregón.
“Es una motivación. Venir a clases es su momento de relajación, se sienten seguras, disfrutan lo que hacen”, agregó.
La experta confirmó que quienes deseen empezar a bailar no tienen, necesariamente, que tener experiencia, pues en su academia han recibido niños, niñas, jóvenes, adultos y adultos mayores.
“Aceptamos hombres y mujeres, también niños pequeños que cuesta más que aparezcan. Incluso tenemos chicos grandes que toman la decisión de empezar. Los hombres tienen muchas condiciones físicas que ayudan para el ballet, porque su musculatura es diferente, saltan más alto y hacen giros más intensos, por ejemplo”, afirmó Obregón.
Beneficios
La flexibiliad del cuerpo, el fortalecimiento de los músculos, la memoria, la movilidad... así podemos seguir enumerando muchos de los beneficios que el ballet le ofrece a las personas.
La ventaja es que el aprendizaje del ballet se trabaja de manera progresiva, pues las clases van mostrando -según las habilidades y posibilidades de cada alumno o alumna- lo que se puede o no hacer.
“En mi trabajo paso muchas horas sentada y el dolor de espalda prácticamente se me fue con el ballet. A la hora de dormir siento cómo la espalda se acomoda mejor, las vértebras se ajustan más porque los ejercicios nos hacen estirar el cuerpo”, explicó Ruiz.
Un estudio realizado por la BBC explica que los beneficios del ballet se notan pocas semanas después de asistencia regular a clases. “La sensación de bienestar de las lecciones será visible casi inmediatamente, pues además de la actividad física, el ballet es excelente para la salud mental”, afirma el medio británico.
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Es que, sin duda, el ejercicio mental es una de las partes más importantes del ballet. Durante la clase hay que prestar mucha atención, memorizar los movimientos y hasta tener consciencia del espacio físico en el que se está para evitar chocar con algún otro bailarín.
Debido a estos ejercicios mentales, hay estudios que indican que el ballet puede ayudar a reducir el riesgo de sufrir demencia, destaca la BBC. Además, ayuda a quienes sufren de la enfermedad de Parkinson, pues se trabajan ejercicios de equilibrio y concentración que pueden aliviar temporalmente dichos problemas.
La revista Hola!, además, confirma que la práctica del ballet ayuda a estilizar el cuerpo y, si se practica con regularidad y disciplina, también ayuda a bajar de peso. Además se movilizan todos los músculos del cuerpo, se fortalecen piernas y glúteos, se afina la cintura y se trabaja la musculatura profunda; puntualiza la publicación.
La música es otra parte fundamental en la disciplina del ballet. Obviamente el baile no sería nada sin tener con qué practicarlo; pero las notas de la música clásica juegan un papel muy importante en aspectos de relajación.
“La música marca el tiempo, pero también es un estímulo para el cerebro porque además de que es más fácil bailar siguiendo una melodía; cuando se escucha la música se empiezan a despertar emociones muy importantes, como la tranquilidad”, aseveró Obregón.
“La danza es una experiencia multisensorial, porque su ritmo está marcado por estímulos auditivos, visuales, y táctiles, que la mayoría del tiempo se combinan entre sí”, explica la Escuela de Danza de Sevilla en su sitio web.
¿Qué se necesita?
La enseñanza y práctica del ballet en personas adultas derriba los estereotipos de que las bailarinas o los bailarines deben de empezar desde edades tempranas. También deja en el olvido eso de que los practicantes deben de ser personas esbeltas o con cuerpos musculosos y torneados.
No se busca a una prima ballerina, ni tampoco a una nueva Isadora Duncan, lo que se quiere es que los adultos venzan sus miedos y que muchos cumplan sus sueños.
“No hay que tener pena, nadie nace aprendido. No hay que decir que no se sabe, solo intentarlo. Lo recomendable es tener un poco de constancia y disciplina”, finalizó la maestra Obregón.
La experta explicó que, cuando se presentan algunos impedimentos físicos o lesiones, las clases se ajustan a las posibilidades de cada persona. Los ejercicios son amigables y una persona con poca flexibilidad puede ir aprendiendo, poco a poco.
Cabe aclarar que si la intención es volverse un bailarín o bailarina profesional, lo mejor es que la práctica empiece en edades tempranas. Pero definitivamente, si lo que usted busca es salir de la rutina, aprender algo nuevo y mejorar la salud, el ballet es una muy buena opción de entrenamiento. ¿Se atreve a intentarlo?.