A Manuel Fresno no le hace falta nada. Tampoco le hizo falta vivir al troche y al moche: su vida ha transitado en medio de un humor campesino y campechano, aderezado por su malicia indígena con el que se divierte y divierte a los suyos. Sin embargo, aunque parte de sus oficios en el pasado han estado vinculados con la bohemia y la vida nocturna, Manuel Fresno no sabe lo que es pegarse una borrachera.
Excepto por la ocasión en que tenía como siete años y se “cachó” una botella de vino que su papá, de origen español, tenía para acompañar el almuerzo o cena con una copita, como es habitual en la Madre Patria. Pero ya llegaremos a eso.
Conversar con quien sigue siendo un referente de la televisión ochentera y noventera, gracias a la conducción del recordado espacio La rueda de la fortuna, es un deleite para los sentidos. En medio de sus reflexiones de vida a cada rato suelta una frase ingeniosa, un “dichillo” de antaño, una chota hacia sí mismo, todo con humor del bueno.
El anecdotario de vida que lo acompaña, sin duda, sería digno de una recopilación.
Como se dijo, a Manuel Fresno no le falta nada. A sus 76 años recién cumplidos, el pasado 10 de setiembre, quien repartiera fortuna a centenares de participantes en el popular espacio de la Junta de Protección Social, vive con lo justo. Si ‘alguito’ sobra, pues aprovecha para darse sus paseos dentro y, si se puede, fuera del país, pues le encanta viajar.
Pero lejos de endeudarse, prefiere recurrir a clubes de viaje (cada vez más en desuso), aunque hace año y medio se quedó “guindando” con un periplo planeado con su familia a México y a Houston, el cual hoy está en veremos porque la compañía aérea en la que viajaría quebró.
La posibilidad de volverse millonario está en el cucurucho de una cometa, pero viene al caso porque, aunque actualmente Fresno no consume mucha televisión nacional, sí es fiel seguidor de Quién quiere ser millonario y, tal cual lo hizo él muchos años atrás, ahora disfruta a mares con la conducción de Ignacio Santos. Le encanta la sana y divertida interacción con la que el experimentado periodista se conduce con sus participantes y claro, también se reta a sí mismo -como todos en nuestras casas- tratando de atinarle a las respuestas correctas.
En su ritual de los martes por la noche, lo acompañan su esposa desde hace más de 30 años, María Eugenia Vega Li y la hija de ambos, Estefanía Fresno, de 28 años, extrovertida criminóloga y aeromoza, quien heredó en mucho la personalidad del papá. Es ella quien insiste en postular a su papá como participante del famoso espacio, aunque Manuel entre risas bromea: ”¡N’hombres, el otro día no pasé de la primera pregunta!”. Lo que es un hecho, es que si accede a la postulación y la pega, iría fascinado a participar, en lo que sería un manjar de entretenimiento y humor del bueno para la teleaudiencia.
La fortuna del buen vivir
Producto de su primer matrimonio nacieron Mónica, Manuel Alejandro y Sofía, hoy todos adultos, y además es abuelo de dos nietas. A “Maru”, su esposa actual, y con quien procreó a Estefanía, la conoció no exactamente en el mejor escenario, mientras él trabajaba en una estación llamada Metrópolis, de la empresa Teleproducciones Costarricenses, en la que ella se desempeñaba como secretaria ejecutiva.
“A mí me caía mal Fresno. Es que era demasiado serio. No hablaba. Pero es que no lo soportaba”. La cosa realmente pasó de castaño a oscuro, pues María Eugenia sentía tal animadversión por Fresno que terminó renunciando.
“Pero lo que está para uno, está para uno”, filosofa Fresno por experiencia propia, pues el azar hizo que ambos se toparan en una fiesta y ahí todo cambio. O como dice Fresno, mientras ella celebra al marido, para no variar: “¡Se volvió loca por mí!”.
Fresno, quien fue hijo único, nació en Río Segundo de Alajuela -apenas a dos horas de Miami, bromea-. Fue criado en el barrio josefino de Cristo Rey, donde tuvo que abortar su sueño de convertirse en piloto ante los ruegos de su madre. Fue así como la vida lo dirigió hacia la comunicación, en un principio, en la radio.
“A mí me sorprende ver cómo la efervescencia de la gente, el cariño por mí, no ha pasado, a pesar de tantos años. Creo que es porque yo siempre he buscado hacer el bien. Disfrutaba y me alegraba muchísimo cuando los participantes de La Rueda de la Fortuna se iban con un buen premio para la casa. Además fueron 16 años de muchas anécdotas y cariño, yo esperaba que pasara la semana con una gran ilusión para ir al programa”.
— Manuel Fresno
En 1963 se inició como locutor en La voz de América, que luego mutó a Atenea 900, después a Radio X y desde hace años hasta 94.7, como se le conoce en la actualidad. Su estilo gustó y pronto lo llamaron de Radio Titania. “Llegar a Titania era como llegar a la BBC de Londres. Era lo máximo. Después de eso no había nada más”, narró en una entrevista anterior con la Revista Dominical.
Poco a poco se fue acomodando a los requerimientos de la industria. Por ejemplo, en Titania tenía, por obligación, que vestir de traje entero. “Era parte del caché, de la presencia. De la esencia”. Igual le ocurriría cuando asumió el rol de conductor estrella, el infaltable, el eje de La Rueda de la Fortuna, que tantísimo disfrutó. “Lo que para los jugadores o los aficionados es esperar un partido el fin de semana, para mí eso era el programa: pasaba toda la semana ansioso porque se llegara el momento”, rememora.
Él recuerda esos 16 años con un tenor idílico, excepto por detallillos que llegaron a convertirse en un pequeño martirio para él, pues la producción le requería que se tiñera las canas y debía pasar por ese proceso todas las semanas. Él, desprolijo de vanidades, tenía que explicarle a todo el que le preguntaba lo que era obvio, que su cabello negro había pasado por la palangana del tinte el día anterior por obligación.
Por supuesto, hoy lo cuenta muerto de risa, máxime porque hace ya varios lustros que no ve un tinte pero ni en pintura, más bien peina canas orgullosamente porque, eso sí, ni calvicie prematura ha tenido.
En este 2021 Fresno asume con donaire sus 76 años y agradece su robusta salud, excepto por su condición de hipertenso diagnosticado, medicado y controlado con “una pastillita al día”. De ese padecimiento se percató hace unos años, cuando se realizó un chequeo médico con el fin de renovar la licencia de conducir.
“Según me dijo el doctor, yo estaba a un paso de sufrir un ataque cardíaco o un derrame. Me mandó a internarme, pero yo me fui para la casa porque no sentía nada y apenas le conté a la familia me hicieron fletado para la clínica”, recordó Fresno.
“Y bueno, después de estabilizarme me medicaron. Yo soy obediente, pero no le pongo mucha mente a las enfermedades, yo me siento bien, tengo hábitos saludables y a mi edad te digo que yo jamás, nunca, he añorado la juventud ni los tiempos idos”, agrega.
Profundizando un poco más Fresno agrega: “Yo vivo el día a día, le saco provecho a lo que tengo, que es mucho, no en lo material, pero sí vivo tranquilo. Tengo mi casa desde hace años, mis hijos son muy unidos, ahí nos juntamos cuando se puede los domingos a almorzar, yo hace mucho aprendí a aplicar aquello de que cada día tiene su propio afán y tampoco pienso mucho en la muerte, creo que cada uno tiene el día y hora ya fijado, yo lo que hago es vivir el día hasta el momento en que me bajen el switch” dice, para no variar, con ese humor tan suyo.
Pero, entre risa y risa, su voz inconfundible me transporta a mí a aquellos años en los que La rueda de la fortuna era esperada con ilusión por miles en el país y en un mundo sin Internet, acaso con el arribo de la televisión por cable, por lo que los canales nacionales eran reyes y señores.
Y le cuento que mi papá, don Cosme, en sus últimos años (murió tempranamente a los 55) basaba su tremenda ilusión en ver y oír a Fresno y sus ocurrencias para con los participantes. Y también recordé las dos ocasiones en que Papi llegó a la casa super contento porque Manuel Fresno había pasado por el puesto de verduras y golosinas que tuvo en la esquina del antiguo Cine Omni, y no solo le respondió el saludo, sino que conversó unos minutos con él.
Los dos tragamos grueso ante la anécdota pero Fresno, mente rápida e ingeniosa, retoma la “chiroteada” hablando de cómo el cariño de la gente lo llenaba tantísimo, entonces y hasta la fecha. Además, agrega a su confesión una anécdota reciente, relacionada con la vacunación anti-covid.
“Vieras cómo me impresionan a mí esas historias, yo no entiendo por qué todavía tantísima gente me tiene en la retina. Te puedo decir que después de tantos años la cosa no ha cambiado y si bien yo me he guardado en la casa más de lo habitual a partir de la pandemia, desde antes siempre que salgo a la calle la gente me reconoce y me muestra un gran cariño, ahí nos ponemos a volar pico y me cuentan anécdotas lindísimas”, dice, antes de citar lo que le ocurrió recientemente en Puntarenas.
“Diay, resulta que teníamos que vacunarnos todos y en eso habilitaron una jornada de vacunación en el hospital Monseñor Sanabria, así que nos fuimos para el puerto los tres. Cuando ya terminó la cosa y de regreso veníamos saliendo del puerto, ya casi en la carretera principal me llama una enfermera: ‘Don Manuel, habla fulanita de tal, es que le contamos al director (del hospital) que usted había venido y me pide que si puede devolverse para hacerle una entrevista y que así nos ayude con la campaña de divulgación”, cuenta Fresno muy contento.
Muy activo, pero en casa
El día a día de Manuel Fresno termina tipo 10 u 11 de la noche, cuando va buscando el nido, y suele levantarse entre las 6 o 7 de la mañana. El desayuno se lo turnan entre todos, pero luego él se afana en la siembra de chayote y pepinos que tiene en el patio de su casa o busca qué hacer lijando alguna pared de su casa para luego pintarla. Su gran complemento es la emisora que tiene en Internet, www.tusmejoresmomentoscostarica.com.
Ahí realiza una recopilación que incluye música de varias décadas. “Ahí encontrás desde clásicos de Elvis Presley hasta Madonna, y también incluyo música nuestra de conjuntos como Canela, Los Hicsos, Los Tunder Boys... y de día por medio incluyo un segmento de Costa Rica es así”, en referencia al reputado espacio que se transmitió en décadas pasadas, fundado por Fresno, y que mostraba distintos rincones del país.
A pesar de que Fresno tuvo una activa participación, en una faceta hoy poco recordada como promotor musical y cofundador de grupos como La Selección o mánager de Jaque Mate (época del chiqui-chiqui), nunca sucumbió ante el ambiente fiestero y nocturno habitual en este tipo de trabajo.
Claro, no se arroga mucho mérito, y es aquí donde regresamos a la anécdota de infancia cuando “se mandó” una botella de vino... y para qué lo hizo.
“Como mi papá era español siempre acostumbraba a tomarse una copa de vino al almuerzo y a la cena. Un día terminamos de almorzar y en lo que recogían la mesa tomo yo la botella apenas empezada y me voy para mi cuarto. Luego empecé a darle y a darle al vino”, cuenta con esa capacidad que tiene de introducir a su interlocutor como en el corto de película.
“Estaba yo todo contento ya, dele y dele, y en eso entra mi mamá al cuarto y le gritó a mi papá ‘¡Manuel, venga vea lo que está haciendo ese bicho!’. Y entra mi papá al cuarto y me dice: ‘Está bien, dele. Pero se tiene que terminar la botella’. ¡Qué te digo que pasé tres días en cama, completamente descompuesto enfermo!”, recordó.
“Desde entonces hasta ahí, nunca más, el olor al licor me produce náuseas, allá cada seis meses me tomo media cerveza. Lo que sí me gusta es un baileys, pero también muy de vez en cuando, la verdad es que ¡quedé curado con el licor!”, dice aún con un resabio de admiración, por la sabiduría que acopió su padre ante la travesura infantil.
Por lo demás, Fresno se solaza en su hermosa familia y en el día a día de los tres. “Fijate que nosotros nos llevamos super bien, cada quien tiene su espacio, respetamos mucho la independencia de cada uno pero somos muy unidos y disfrutamos mucho. Con decirte que nosotros ya teníamos nuestra propia burbuja incluso mucho antes de que se viniera el covid, o sea, no nos cambió mucho la rutina”.
Al final de la extensa conversación le pido la ubicación exacta de su casa y Manuel me la da muy “a la tica”. Entonces, de inmediato le pregunto que si me la puede enviar por WhatsApp para pasársela al fotógrafo y me dice: “De inmediato”.
--¡Ay Manuel, diay estás en todas vos con la tecnología! yo hasta hace poco aprendí a enviar la ubicación...
“Callate”, me responde. “No habías terminado de pedírmela cuando ya yo estaba pidiendo asistencia aquí”, agrega, para no variar, entre sabrosas risotadas.
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