“Yo lo que recuerdo son gritos de dolor”. “Fue un sonido seco. Vi una luz incandescente que se hizo presente. Esa luz que nos envolvió a todos era como de llamas. Cada uno fuimos cayendo en nuestras diferentes circunstancias”. “Fue un gran estruendo, sentí que se me venía encima una llamarada azul como de cocina de gas. Tuve una sensación como de electricidad que me recorrió todo el cuerpo”.
Estos tres recuerdos son de diferentes personas. De tres comunicadores que vivieron en carne propia –nunca mejor dicho– el estallido de una bomba en el atentado de La Penca, del cual se conmemoran 40 años este 30 de mayo. El fotógrafo José Antonio Venegas y los periodistas Édgar Fonseca y Nelson Murillo son sobrevivientes de aquella fatídica noche cuando un grupo de comunicadores se reunió ante el llamado del comandante Edén Pastora, líder de la guerrilla de los contrarrevolucionarios al sur de Nicaragua. El Comandante Cero hablaría con los enviados de los medios de comunicación ticos y extranjeros sobre la situación que vivía en medio del enfrentamiento con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
La rueda de prensa se hizo de manera improvisada en una casucha ubicada en territorio nicaragüense, a pocos metros del fronterizo río San Juan. La idea era que el encuentro se diera hasta el día siguiente, pero la pericia periodística llevó a que las preguntas comenzaran a lloverle a Pastora apenas llegó al lugar. Habían pasado si acaso 10 minutos desde que el guerrillero comenzó a hablar con los periodistas que se habían agrupado a su alrededor, cuando la bomba estalló.
Un hombre que se había hecho pasar por un fotógrafo danés fue quien llevó la bomba oculta en una maleta que parecía de equipo de grabación. Bajo el nombre falso de Per Anker Hansen, el terrorista asistió a la conferencia ayudado por el periodista y cineasta sueco Peter Torbiörnsson, a pedido del FSLN. Después se supo que Per Anker en realidad era un mercenario argentino llamado Roberto Vital Gaguine y quien murió en 1989 en su país natal.
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Por causa de la explosión murieron cuatro comunicadores y cuatro guerrilleros. También resultaron heridas de gravedad otras 20 personas. La periodista estadounidense Linda Frazier, de The Tico Times, y el camarógrafo Jorge Quirós Piedra, de Canal 6, fallecieron en el lugar. Unos días después, por causa de las lesiones, perdió la vida Evelio Sequeira Jiménez, asistente de cámara de Notiseis. Años más tarde falleció Roberto Cruz, de la agencia Xinhua, quien resultó gravemente herido en el atentado.
Las historias de los fallecidos siguen en el corazón de sus allegados. Amigos, compañeros y familiares los recuerdan con cariño, pero también con dolor y duelo. Las luchas de los sobrevivientes no se acaban; cada herida les recuerda todos los días el sufrimiento, la angustia y la desazón de que no se ha hecho justicia cuatro décadas después de que una bomba cambió sus vidas.
Linda, una madre y esposa extraordinaria
Linda Frazier tenía dos años de vivir en Costa Rica. Estaba casada con el también periodista Joe Frazier, quien era corresponsal para Latinoamérica de la agencia de noticias AP. Fue por ese trabajo que la familia se instaló en nuestro país. Linda, de 38 años, era madre de Christopher, quien tenía apenas 10 años cuando su mamá murió en el atentado.
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Joe y Linda se conocieron mientras estudiaban en la Universidad de Oregon. Él tenía 22 años y ella 21; Linda estudiaba para ser profesora de inglés, mientras que Joe ya enfilaba su rumbo hacia el periodismo.
En una entrevista con La Nación, desde Oregon, Estados Unidos, el señor Frazier recordó con mucho cariño a quien fuera su esposa durante 17 años. “Era una excelente cocinera y una gran madre y esposa. Tuvimos un matrimonio muy bueno”, comentó Frazier, quien ya no ejerce el periodismo y disfruta de su jubilación.
Linda era curiosa, siempre quería descubrir cosas y cuando lo hacía escribía al respecto. Eso fue lo que la llevó a sumarse al equipo de comunicadores de The Tico Times en Costa Rica. Hasta que llegó a nuestro país, no había ejercido la profesión.
Su esposo la retrató como una buena periodista, siempre comprensiva con todas las personas y con un sentido de responsabilidad y verdad muy presentes en sus trabajos y coberturas.
Como madre, Linda se preocupaba profundamente por el pequeño Christopher, le leía libros y le enseñaba sobre la vida. Frazier también recordó que como familia, se unían a grupos para ayudar a los animales.
La comunicadora poseía un gran sentido del humor y le apasionaba la jardinería.
Su estancia en Costa Rica la disfrutó mucho. Los Frazier se sentían tranquilos en el país porque lo consideraban un lugar feliz, pese a la convulsión política y armada que se vivía en la región. “Es un país generoso al que simplemente ambos amábamos”, dijo el viudo.
Acerca de Linda como profesional habló el periodista estadounidense John McPhaul Fournier, quien trabajó mano a mano con ella en The Tico Times. McPhaul fue editor de Frazier en los meses previos al atentado.
“Fue una persona muy alegre, le gustaban mucho los chistes. Era muy vivaz. Si no estaba trabajando en el periódico, estaba organizando fiestas con los amigos o participando en actividades de la comunidad estadounidense en el país”, narró McPhaul en una entrevista virtual desde Puerto Rico, donde vive ahora.
El comunicador recordó que Linda dedicó mucho tiempo a escribir artículos sobre el medio ambiente, un tema que le interesaba mucho. Redactó notas sobre la deforestación y los esfuerzos de Costa Rica para cambiar esta problemática que en aquellos años era muy grave. También cubrió con intensidad el conflicto de Nicaragua entre el Frente Sandinista de Liberación Nacional y la guerrilla de Edén Pastora. “Como redactora era muy cuidadosa y rigurosa con la información”, manifestó McPhaul.
“Era una excelente cocinera y una gran madre y esposa. Tuvimos un matrimonio muy bueno”
— Joe Frazier, esposo de Linda Frazier
El día del atentado, el señor Frazier se encontraba en Managua realizando algunos trabajos correspondientes a su labor en la AP. Ahí se enteró de que una bomba había estallado en la conferencia de prensa donde participaba su esposa.
“Alguien me informó de la situación. Tomé el teléfono y llamé a mis amigos para conseguir más información. Lo que supe es que ya había un equipo de reporteros subiendo al río San Juan a bordo de barcos”, recordó.
Cuando se enteró de que Linda había fallecido, él cayó en una fuerte depresión. “No podía y no quería hacer nada. Me fui del país después de eso, me transfirieron a El Salvador. Mi hijo ingresó a una buena escuela y tuvimos muchos cuidados con él. Fue una situación que nos costó mucho manejar”.
De acuerdo con la cobertura de La Nación sobre el suceso, Lilliam White, madre de Linda, le había dicho en varias ocasiones a su hija que cambiara de trabajo porque era muy riesgoso; sin embargo, la reportera siempre le respondía: “Amo a Costa Rica. Las cosas están bien aquí. No quiero salir de este país”.
Debido a la explosión de la bomba, Linda sufrió la amputación de sus dos piernas y murió por la hemorragia. 40 años después, quienes la conocieron la recuerdan como una reportera comprometida y una madre amorosa.
Jorge Quirós y Evelio Sequeira, su primera gran cobertura noticiosa
El camarógrafo Jorge Quirós tenía apenas 26 años cuando la bomba que explotó en la conferencia de prensa de La Penca le quitó la vida. Era un joven entusiasta que estaba ilusionado con la primera cobertura de alta importancia que le asignaron en Notiseis.
El equipo enviado del noticiero estaba conformado por Nelson Murillo (periodista), Jorge Quirós (camarógrafo) y Evelio Sequeira (asistente). Murillo recuerda que sus compañeros y él estaban muy emocionados por viajar a la frontera para entrevistar a Pastora.
Jorge y Nelson tenían una fuerte amistad desde que el reportero ingresó al canal, ya que Jorge trabajaba allí como chofer. En su labor como periodista de sucesos, Murillo departió mucho tiempo con Quirós y contó que el joven se esforzó por aprender a utilizar las cámaras de televisión con la intención de ser ascendido a camarógrafo en algún momento, lo cual ocurrió exactamente 15 días antes del atentado.
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“Estaba muy contento por ir a la gira porque sería su primera cobertura grande como camarógrafo. Cuando íbamos de camino a Boca Tapada me dijo que se esforzaría mucho en su trabajo para hacerlo de la mejor manera y que si yo tenía algunas observaciones, que se las indicara para que el trabajo fuera impecable, ya que esa sería su carta de presentación con un tema y un escenario riesgoso. Me dijo que se iba a pulir”, recordó Murillo.
Lamentablemente, Quirós perdió la vida a causa de la bomba. Murillo recordó que su compañero sufrió la amputación de un pie y que se desangró en el lugar. Durante la emergencia, algún compañero intentó aplicarle un torniquete a Quirós para detener la hemorragia; sin embargo, la ayuda no funcionó. “Antes de morir le dejó un mensaje a su mamá con el colega José Rodolfo Ibarra, le mandó a decir que no sufriera, que pensara que iba a estar bien en la otra vida, que tuviera coraje. Él estaba consciente de que estaba muriendo”, contó el reportero.
En la cobertura del suceso, La Nación entrevistó a doña Rosario Piedra, madre del camarógrafo, quien aseguró que le pidió insistentemente que no fuera a la conferencia, pero su hijo le contestó que debía de cumplir con su responsabilidad. Esa fue la última vez que hablaron por teléfono.
En el caso de don Evelio, también hay una historia que contar. Él tenía poco tiempo de trabajar en el canal 6 como chofer, pero siempre mostró mucho interés en la cobertura de noticias, así que también se propuso forjar un camino en la comunicación y fue enviado a la conferencia como asistente de camarógrafo. Era su primera salida en esa labor.
Sequeira había ingresado a Notiseis cerca de un mes antes del atentado, comentó Murillo. Era un chofer con mucha experiencia, ya que hasta había manejado autobuses escolares. Su excompañero lo retrató como un hombre con una madurez mucho más avanzada que sus compañeros de gira.
“En la reunión de editores antes del viaje pidió que le dieran la oportunidad de hacer esta gira fuera de San José. Como el transporte nos lo daban los organizadores de la conferencia, él fue en calidad de asistente de cámaras. Era una persona muy servicial, colaborador, de buen carácter y siempre estaba atento a todos los detalles”, narró Murillo.
Don Evelio salió con vida de La Penca pero falleció por causa de las lesiones una semana después. “Murió al lado mío en la sala de terapia intensiva en el hospital México, pero por mi estado de salud no me enteré hasta muchos días después. Me dolió profundamente saber que perdió la batalla”, finalizó Murillo.
José Antonio Venegas, el fotógrafo ángel que ayudó a sus colegas
Para el fotógrafo José Antonio Venegas, hoy de 74 años, recordar los sucesos de La Penca todavía le remueve el corazón, no solo por la emergencia que se vivió y por las muertes y las heridas que provocaron la bomba, sino porque siente que esta tragedia sigue viva debido a que no se ha hecho justicia para las víctimas.
Desde su casa en la Zona de los Santos, don José Antonio, quien cubrió la conferencia para La Nación junto al periodista Édgar Fonseca y el chofer Miguel Sánchez, recordó lo dolorosa situación que vivieron sus colegas y él.
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Venegas trabajaba en el diario desde 1975 y ya acumulaba buena experiencia en coberturas noticiosas de todo tipo, pero nunca imaginó que una conferencia de prensa cambiaría el resto de su vida.
“Lo que recuerdo son gritos de dolor. El impacto fue muy cerca y muy grande”, cuenta sobre el momento en que estalló la bomba en aquella casucha montada sobre pilones en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica.
Don José Antonio fue uno de los “afortunados” a los que la explosión no les dio de lleno. Dice que eso fue una cuestión de segundos y del destino, ya que el lugar que él ocupaba en torno a Pastora se lo cedió a Jorge Quirós, el camarógrafo de Notiseis. “Momentos antes me había movido a un metro y medio para colocarle un flash a la cámara. Le dije que le daba el campo, pero que en un rato me volvería a colocar ahí. De pronto, el estallido”, recordó en una entrevista telefónica con La Nación desde su casa, donde vive con su esposa.
Por causa de la explosión quedó sordo, una situación con la que ha cargado el resto de su vida. Sin embargo, en medio de todo, él estaba bien, así que tomó la decisión de ayudar a los malheridos. Después de los segundos de aturdimiento, supo que tenía que salvar a los otros, así que se dedicó a movilizar a otras víctimas.
“Empecé a dar órdenes, a decirles a los que estábamos menos afectados que intentáramos sacar a los afectados. En el momento pensé que era un ataque”, recordó. Precisamente en esta labor de rescate, José Antonio y el fotógrafo Juan Carlos Ulate de La República, se convirtieron en ángeles que resguardaron la vida de Nelson Murillo, quien había quedado herido de gravedad en el estallido.
Además de los guerrilleros que habían salido ilesos, varios comunicadores se encargaron de sacar a los heridos, pero los nicaragüenses, al ver el estado de Murillo, decidieron dejarlo en la casucha y sacar a otras personas. Después de 40 años, don Nelson sigue estando muy agradecido con sus compañeros, ya que de no haber sido por ellos, él hubiera muerto en el lugar. “A eso de las 11 de la noche se armó un debate sobre a quiénes seguir sacando porque ya solo quedaba la última panga para salir de La Penca por el río San Juan. José Antonio y Juan Carlos se plantaron en que yo era de la familia de la prensa y que no me iban a dejar morir ahí”, narró Murillo.
Los fotógrafos, con mucha dificultad debido a las heridas del periodista, lo montaron en una camilla rústica y lo llevaron a la lancha. “Todo el trayecto en el río lo llevé agarrado de la mano y con la cabeza en mi regazo dándole aliento para que aguantara porque estaba muy mal”, contó José Antonio, quien fue enfático en decir que salvar a quienes pudiera era su obligación como ser humano.
Después de recuperarse de las lesiones de La Penca, aunque nunca sanaron del todo porque aún tiene secuelas en su sentido del oído, el fotógrafo siguió trabajando unos años más en La Nación y después ejerció su profesión en el Diario Extra, gracias al apoyo que recibió por parte de la directora, Iary Gómez. Tiempo más tarde se pensionó de manera adelantada por razones de salud, superó un cáncer y además varias cirugías por causa de otras dolencias.
Las víctimas de la prensa en La Penca
Fallecidos:
- Linda Frazier.
- Jorge Quirós Piedra.
- Evelio Sequeira Jiménez .
- Roberto Cruz Sandoval.
Los heridos:
- Arturo Masís Zapata.
- Carlos Vargas Gené.
- Édgar Fonseca Monge.
- Édgar Ulate Cruz.
- Fernando Prado González.
- Gilberto Lopes de Castro.
- Joaquín Da Silvia.
- José Antonio Venegas Cordero
- Juan Carlos Ulate Moya
- José Rodolfo Ibarra Bogarín
- Miguel Ángel Sánchez Castro
- Nelson Murillo Murillo
- Reid Miller
- Susan Morgan
- Tony Avirgan
- William Céspedes Chavarría
- Williet Koar
- Bengt Hasenberg
- Peter Torbiörnsson
“En cuanto al caso y el asunto de que la Comisión de Derechos Humanos no haya resuelto nada, creo que el Estado también debe de responder y buscar una resolución porque hubo negligencia por parte de las autoridades en la investigación y todo lo que sucedió ese día”, comentó el fotoperiodista, quien afirma que recibió una pensión que considera baja con respecto a los años que como trabajador cotizó en el seguro social.
Ahora vive tranquilo en su hogar, es apoyado por sus hijos y por sus nietos y sigue amando la fotografía. Incluso afirma que, de poder hacerlo, sería corresponsal de guerra en Ucrania.
Édgar Fonseca recuerda como si fuera ayer el día del atentado
El periodista Édgar Fonseca tenía 29 años cuando fue víctima del atentado de La Penca. Trabajaba en sucesos para La Nación y durante varios años había cubierto los incidentes fronterizos desde que en 1979 cayó en Nicaragua la dictadura de Anastasio Somoza. Estuvo presente en ese momento, en la etapa previa y en los eventos posteriores a la toma de poder por los sandinistas.
“Había un movimiento de resistencia guerrillera encabezado por Edén Pastora en contra del régimen de Daniel Ortega. Pastora comandaba un frente sur fronterizo con Costa Rica en contra del régimen, ya que cuando llegó al poder, Ortega lo marginó a un viceministerio de defensa, con lo cual Pastora no estuvo cómodo y por eso renunció y se distanciaron”, explicó Fonseca sobre los sucesos previos al atentado.
Del día de la conferencia, el comunicador recordó que el equipo de La Nación viajó por sus propios medios, pero que el resto de periodistas que iban a asistir al encuentro fueron trasladados desde el hotel Irazú con destino a Ciudad Quesada. De ahí viajaron a Boca Tapada, donde se sumaron los de La Nación al grupo para abordar los botes que los guerrilleros dispusieron para pasar el San Juan hasta llegar a La Penca. “Es interesante el tema de los botes, porque viajamos sin control por parte de las autoridades de Costa Rica, algo que refleja o complacencia o ignorancia de control fronterizo para circular por el río San Carlos hasta la desembocadura del San Juan”, comentó.
Llegaron a eso de las 5 de la tarde al rancho donde Pastora tenía una base de municiones. Era una tarde muy lluviosa. Ingresaron a la casucha para acondicionarse con el fin de atender la conferencia de prensa que sería hasta el día siguiente, jueves 31 de mayo.
“De imprevisto, algunos de los dirigentes del grupo comentaron que iban a atender esa misma tarde noche. Ese es uno de los grandes misterios, el porqué se dio la orden de mover la rueda de prensa a ese mismo día por la noche”, se cuestionó Fonseca.
La conferencia comenzó a eso de las 6:30 p. m. No habían pasado ni siquiera 10 minutos de conversación cuando explotó la bomba. Curiosamente, Pastora estaba contestando la segunda pregunta que le realizó Nelson Murillo de Notiseis cuando se dio el estallido.
“Recuerdo un sonido seco. Mi vivencia más sensorial fue ver cómo una gran luz incandescente se hizo presente. Esa luz que nos envolvió a todos era como de llamas. Cada uno fuimos cayendo en nuestras diferentes circunstancias”, narró Fonseca. La onda expansiva de la bomba lo lanzó unos tres metros y pegó con su espalda en una pared; a su lado había caído también malherido Nelson Murillo. Nunca perdió la consciencia y se dio cuenta, en medio del caos absoluto, que había personas a su lado agonizando, entre ellas Linda Frazier y Jorge Quirós.
“Estaban en condiciones muy dolorosas, era algo dramático y desgarrador. No había capacidad de respuesta médica, estábamos en medio de un sitio guerrillero”, contó. Después de unos 10 o 15 minutos, el reportero comenzó a recobrar la plenitud de sus sentidos y, con la ayuda de un guerrillero y otros colegas, pudo caminar fuera del rancho a esperar la salida de aquel lugar.
Fonseca tuvo lesiones por varias esquirlas que se incrustaron en sus piernas y aún conserva las cicatrices. Además, tuvo una lesión permanente en su oído, por lo cual no escucha bien.
El experimentado periodista afirmó que ese fue un episodio nefasto y oscuro en la historia, máxime que después de 40 años los hechos no han sido esclarecidos. Aunque sabe que el escenario de la conferencia fue elegido para atacar a Pastora, afirmó que es escalofriante saber que se vieron afectadas personas que estaban en el ejercicio del periodismo, lo cual significa también un ataque a la libertad de prensa y de expresión.
Nelson Murillo estuvo a punto de morir en La Penca
Con apenas 24 años y un año de haberse graduado como periodista, Nelson Murillo, de Notiseis, mostró gran entusiasmo por un reto profesional cuando lo asignaron como encargado de cubrir la conferencia de Edén Pastora en La Penca.
El equipo que envió el noticiero a la cobertura era relativamente joven en experiencia. Murillo, el camarógrafo Jorge Quirós y el asistente Evelio Sequeira tenían poco tiempo en el canal y ser asignados a este trabajo fue una muestra de confianza y respeto por sus trabajos.
El día del viaje a la frontera con Nicaragua, él había llegado a laborar como si fuera un día normal al noticiero. Iba con traje y corbata y, por la premura de la salida, así viajó. Se reunió con sus colegas en el hotel Irazú a la hora acordada, pero la salida se atrasó y los guerrilleros les dieron un refrigerio. El grupo viajó hasta Ciudad Quesada, luego llegó a Boca Tapada y de ahí se movilizó por el río hasta La Penca.
Murillo tiene muy claros los recuerdos de lo que pasó segundos antes de que estallara la bomba. Al principio de la conferencia de prensa, él tenía en la mano una libreta y un lapicero; dos bombillos iluminaban con poca fuerza la casucha. En un momento, don Evelio se le acercó para decirle que no podían usar el micrófono porque los cables estaban enredados y no podían soltarlos. “Le dije que íbamos a cubrir esa conferencia como registro, pero que después quería hacer una entrevista con Pastora en solitario. Al momento llegó Evelio y me dio el micrófono. Cuando Pastora me estaba respondiendo la segunda pregunta, estalló la bomba”, dijo.
“Fue un gran estruendo, sentí que se me venía encima una llamarada azul como de cocina de gas. Tuve una sensación como de electricidad que me recorrió todo el cuerpo. No sabía qué estaba pasando. Entre el dolor y el ardor me sentía como electrocutado”, narró Murillo.
El periodista salió “volando”. No sabe contra qué pegó, pero se le quebró el fémur de la pierna izquierda. Cayó al lado de Édgar Fonseca. En medio de la falta de luz y del aturdimiento, pensó que había sido una ráfaga de ametralladoras que los había atacado, imaginó que todo era un ataque aéreo por parte de los sandinistas al campamento de la contra.
El dolor de su pierna era insoportable. Escuchaba pasos sobre el piso de madera de las personas que corrían para ayudar a los demás. “Alguien pasó y sin querer, como no se veía nada, me majó la pierna. Sentía que no podía aguantar más, sentía el hilo de vida yéndose quién sabe para dónde”, contó.
Fue un gran estruendo, sentí que se me venía encima una llamarada azul como de cocina de gas. Tuve una sensación como de electricidad que me recorrió todo el cuerpo. No sabía qué estaba pasando. Entre el dolor y el ardor me sentía como electrocutado”
— Nelson Murillo, sobreviviente del atentado de La Penca
Cuando las luces se encendieron se vio toda la ropa destruida, las manos las tenía en carne viva pero forradas en una capa de polvo. Se le quemó el cabello, el bigote, las cejas y las pestañas. De sus manos brotaba líquido por causa de las quemaduras. “Cuando me vi tirado en aquel piso me resigné a morir. Empecé a rezar”, dijo.
En pleno desastre, una guerrillera se acercó a ayudarlo, pero no podía hacer mucho. Murillo se estaba quedando dormido y no podía respirar bien, ya que en su garganta se habían metido dos estacas de clavos del zinc de la casucha. “Ella con un pedazo de cartón me hacía viento. Se inclinó sobre mí, empezó a llorar y a rezar. Me gritaba que por favor no me muriera. Estaba en un estado de histeria”, explicó el periodista.
Pasó el tiempo y a las 11 de la noche se armó un debate sobre quiénes tenían que abordar la última panga que estaba dispuesta para atravesar el San Juan en busca de ayuda en territorio costarricense. Los fotógrafos José Antonio Venegas y Juan Carlos Ulate se plantaron en no dejar a Nelson en La Penca, ya que los guerrilleros lo vieron tan malherido que pensaron que pronto iba a morir y que era mejor dejarlo ahí.
Después del atentado, le quitaban constantemente la pólvora de las heridas y estuvo siete meses inmóvil para que la fractura de su pierna soldara. A Murillo le han realizado 32 cirugías en estos 40 años.
Volvió al trabajo a mediados de 1985. No avisó a sus compañeros que regresaría a Notiseis, solamente apareció un día y volvió al ruedo. Tiempo después Murillo recibió una propuesta para trabajar en La Nación, ahí fue reportero también de la revista Rumbo y de El Financiero. Además, estuvo durante unos ocho meses en La República.
Nelson Murillo ejerció el periodismo durante 24 años y se pensionó por invalidez debido a las secuelas del atentado. Desde aquel día en La Penca se ha encargado de recordar una y otra vez que el primer ataque terrorista en el mundo durante una conferencia de prensa se ensañó con comunicadores costarricenses y que los responsables nunca han sido llevados a la justicia. Él y otros sobrevivientes no dejan de contar su historia, ni permiten que los nombres de Linda Frazier, Evelio Sequeira, Jorge Quirós y Roberto Cruz desaparezcan de la memoria de Costa Rica.