A sus casi 33 años, los que cumplirá el próximo 29 de enero, Athina Onassis-Roussel, la única descendiente directa y nieta del fallecido magnate griego Aristoteles Onassis, ha estado en el ojo público del planeta porque, desde los tres años, tras la trágica muerte de su madre, se convirtió en la potencial heredera de la que entonces se consideraba la fortuna más grande del planeta, a la cual la niña tendría acceso en el momento en que cumpliera 18 años.
La infelicidad, fatalidades y escándalos precedieron su nacimiento desde varias décadas atrás, y también se ensañaron con ella durante su infancia. Ríos de tinta marcaron titulares incontables veces cuando se le señalaba como la “pobre niña rica”, quien podía pagarlo todo pero, a la vez, parecía no tener nada... al menos nada estable o duradero.
Hasta que, con la mayoría de edad, apareció lo que sería una suerte de príncipe azul que la rescató de todas sus desgracias y, a pesar del escándalo y la oposición de la familia de Athina, el galán, Álvaro Alfonso Doda de Miranda, un experto en equitación de origen brasileño, logró desposar a la joven apenas dos años después de “el día de los millones”, como llamó la prensa mundial al 29 de enero del 2003.
En aquella fecha, Athina heredó unos $2.700 millones y la isla griega de Skorpios, que estaba a su nombre desde que tenía tres años.
Solo dos años después, en diciembre del 2005, la joven se casó con Álvaro Alfonso. Ella tenía 20 y él 32, un divorcio y dos hijos.
Aquella fue una de las más lujosas que se recuerde en Brasil, según reportaron medios mundiales.
Aunque se prohibió el acceso a los periodistas, en aquel momento trascendieron detalles que daban una idea del lujo en cada detalle: la boda se realizó en una propiedad de 75.000 metros; hubo 1.500 invitados, la famosa novia llevó un elegante vestido del diseñador italiano Valentino y se descorcharon unas dos mil botellas de champaña Veuve Clicquot.
A pesar de los malos augurios de muchos, por la inexperiencia de la joven, la diferencia de edad y el escandaloso divorcio previo de Doda, poco a poco la prensa rosa se acostumbró a ver a la pareja en diversos eventos ecuestres del más alto nivel.
Durante varios años, Athina pareció alejarse de las tragedias que marcaron a su familia y, conforme fueron pasando los años, hubo titulares que aseguraban que la famosa heredera, había logrado, por fin, romper con la maldición.
Durante once años de matrimonio se mantuvieron yendo y viniendo entre Bélgica, Brasil y Estados Unidos, además de viajar para competir en numerosos concursos de saltos por todo el mundo.
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Con ellos vivía Viviane, la hija de Doda fruto de su primer matrimonio con la guapa actriz Cibele Dorsa, quien a la postre se suicidó y dejó cartas con terribles señalamientos contra Doda. La familia la completaba Fernando, el otro hijo de Cibele, de una relación anterior y que, tras el fallecimiento de sus padres, fue adoptado por Doda. Athina se comportó desde un principio como una verdadera madre con ambos niños.
Pero el castillo de cristal empezó a trastabillar –y de qué manera– cuando, a principios del 2016, Onassis se enteró de una infidelidad cometida por el jinete brasileño en su casa de Florida (EE.UU.), esto tras haber sido alertada por su personal de seguridad.
Todas las alertas se encendieron y Athina, asesorada por abogados y hasta investigadores de primer nivel, empezó a auscultar la vida de su marido, todo para constatar una cruel realidad que salió a la luz pública justo en enero del 2017: gracias a las pesquisas del vocero de la familia durante décadas, Alexis Mantheakis, se supo que Doda Miranda no solo era infiel esporádicamente, sino que llevaba una doble vida paralela a la que tenía junto a Athina y que habría comenzado cuando la pareja apenas tenía un mes de casada.
De acuerdo con las pericias, Álvaro sostuvo durante ocho años y medio relaciones íntimas con una atractiva mujer belga, quien sería señalada como una escort o prostituta de lujo, la que incluso viajaba –sin que Athina siquiera lo sospechara– a los mismos destinos alrededor del mundo, donde Doda podía tener acceso a ella al alojarla en lujosos hoteles cercanos a los parajes en los que él se hallaba junto a su familia.
Pero el intenso dominó de infidelidad se le derrumbó a Álvaro, ya con todas las de la ley, cuando la belga, despechada porque Doda decidió cortar toda relación con ella tras el incidente de Florida, se dio a la tarea de revelarle directamente a Mantheakis todos los detalles de su prolongado amorío, sus viajes, detalles y hasta documentos que avalaban sus decires.
Athina, entonces, sufrió una humillación planetaria con la que tuvo que lidiar durante todo el 2017, hasta que por fin, en noviembre pasado, habría finiquitado un amargo divorcio.
Al principio del escándalo Álvaro se mostró arrepentido y dijo en algunas entrevistas que iba a luchar por recuperar a su mujer.
Entretanto, ella se preparaba para la dura lucha legal que implicaba el divorcio, a pesar de que había un acuerdo prenupcial: en el 2005, días antes de contraer matrimonio, la pareja firmó un contrato prematrimonial por el que, en caso de divorcio, ninguna propiedad, empresa, obra de arte, títulos o acciones de Onassis serían para Doda. Así, la fortuna Onassis quedaba blindada. O bueno, más o menos.
Finalmente, hace mes y medio, los representantes de la pareja ofrecieron la siguiente declaración a los medios: “La señora Athina Hélène Onassis y el señor Álvaro Alfonso (Doda) de Miranda Neto anuncian que han llegado a un consenso mutuo en relación a su divorcio. Han concluido de forma amigable todos los términos del proceso y piden, gentilmente, que su privacidad sea respetada. No sé hará ningún comentario más sobre el tema”, afirmaba la escueta nota publicada por el diario brasileño Época.
Sin embargo, prestigiosos medios mundiales aseguran que, si bien Athina no le puso nada fácil el proceso a su exmarido, al final este siempre logró obtener, como ironizan algunos, “conformarse”, con 100 millones de euros.
Eso sí, según Jet Set. prestigiosa revista colombiana, la venganza de la escort, exrival de Athina, le sirvió a esta para no tener que darle a Doda una buena tajada de su riqueza. El acuerdo prenupcial preveía que en caso de divorcio ella debía pagarle 1 millón de dólares por cada año de matrimonio. SegúnGreek World Reporter, él también pedía más de 300.000 dólares mensuales de pensión conyugal, utilidades de sus negocios juntos, la custodia de sus carísimos caballos y las propiedades que compraron en los años que estuvieron casados, valoradas en unos 400 millones de dólares. Pero bueno, como ya se dijo, tras un teje un maneje de arduo litigio, el brasileño se quedó con la bicoca de sus 100 millones de euros.
Al exmarido le fue bastante bien, si se toma en cuenta que, de las lágrimas de perdón pasó, durante el último año, a exhibirse en redes sociales con su última conquista, Denize Severo, una hermosa periodista brasileña con la que pasó presumiendo su relación mientras se hallaba en pleno litigio por los bienes. Entretanto, la prensa rosa contaba cómo a Athina se le había venido el mundo encima al mismo tiempo, pues su adorado caballo tuvo que ser sacrificado tras quedar seriamente herido en una caída, lo que tuvo a la heredera al borde de un colapso, que calmó un poco al comprar un nuevo caballo por el que pagó 12 millones de euros.
Era demasiado bueno para ser cierto que, la nieta de Aristóteles Onassis, lograra salir ilesa del engranaje de sufrimiento que parece estar en el estampado de la familia desde que el magnate griego empezó a aparecer en la prensa mundial, por cuenta de su fortuna, a partir de los años 50.
Pirámide de tragedias
Hasta para generaciones que han ido atestiguando las fatalidades que han acompañado a los Onassis desde que el audaz y humilde trabajador griego se fue convirtiendo en un rico y opulento magnate, por cuenta de su habilidad para los negocios, cuesta seguir el hilo de las muertes accidentales, los suicidos, las depresiones y demás nubes negras que han cobijado a Aristóteles Onassis y su prole.
Ya desde antes de que se decantara el escándalo por la doble vida que, al parecer, llevó Álvaro Doda durante casi todo su matrimonio con Athina, en el 2011 los medios internacionales hicieron eco de un duro episodio que salpicó directamente a la heredera y hablaron de que “la maldición había vuelto”.
La revista Vanity Fair, entre otros medios mundiales, develó los detalles sobre el suicidio de Cibele Dorsa, modelo a la que muchos llamaban la Cindy Crawford brasileña, exesposa y madre de Vivienne, la hija de Doda de la que después se haría cargo Athila.
En mayo del 2011, Cibele acababa de sufrir el suicidio de su novio, Gilberto, y no pudo soportar su pérdida.
Antes de arrojarse al vacío desde un sétimo piso quiso dejar las cosas claras y dejó escrita una carta que envió a la redacción de la revista brasileña Caras para su publicación, en la que atacó sin piedad a Doda:
“Que un día Dios te perdone por lo que hiciste y haces conmigo, con Athina y con los niños. Intenta ser alguien mejor. Me da pena Athina, ella nunca va a conocer un hombre de verdad, un amor. Yo sufro ahora, aunque fui plenamente feliz al lado de Gilberto, un hombre de verdad, que da la cara, que no miente, no disimula y así es como él fue hasta el final. Él saltó del apartamento por la vergüenza que le producía haber sido vencido por las drogas, una pena. Quien debería matarse no se mata...”
Cibele se arrojó exactamente del mismo balcón del que se lanzó Gilberto, su pareja. En su momento, los medios reseñaron que hasta ellos habían sucumbido a la maldición de los Onassis, donde el nivel de riqueza parece ser tran estrafalaria como el calibre de sus tragedias.
De cómo todo comenzó
Sus biógrafos coinciden en que Aristóteles Onassis, nacido en 1906, en el seno de una familia acomodada de Grecia, fue el magnate más famoso de la industria naviera del siglo XX y también el más rico del mundo de su época.
Al final de la Primera Guerra Mundial, su familia quedó en la ruina y Onassis fue enviado a Argentina en 1923, donde se involucró en el negocio de importación de tabaco oriental y logró convertirse en millonario ya para finales de esa década.
Su buen olfato y destreza para los negocios fueron sus sellos personales desde su más temprana infancia.
Mientras la Depresión de los años 30 destrozó la economía de millones, él aprovechó para construir a bajo precio buques de carga que, a la postre, comercializó durante la Segunda Guerra Mundial y fue entonces cuando se convirtió en un líder mundial de la industria naviera.
Tal como lo reseñó la revista Love.es, en el contexto del divorcio de Athina, Aristóteles conquistó tres corazones: el de Athina Mary Livanos –hija del magnate naviero Stavros de quien Aristóteles aprendió el negocio que le haría ‘de oro’–, el de la cantante de ópera María Callas y de la mismísima viuda del expresidente de los Estados Unidos, Jacqueline Kennedy.
Sin embargo, solo se casó con Athina (madre de sus dos hijos, Alexander y Christina), aunque se dice que el verdadero amor de su vida fue María Callas.
Onassis adoraba a sus hijos y estaba fascinado de inducir a Alexander, nacido en 1948, al entonces boyante mundo de sus negocios en la época de los 60 y 70.
Sin embargo, en lo que sería el arranque “oficial” de la tortuosa vida de la familia, el millonario heredero, con solo 23 años, falleció en un accidente de aviación en 1973. Las teorías de conspiración no tardaron en surgir y nunca se aclararon, aunque oficialmente se determinó que se trató de un accidente fatal.
Aristóteles se sumió en la tristeza, pero su esposa, Athina, no pudo superar el dolor de la pérdida de su hijo y falleció dos años después, víctima de una sobredosis de barbitúricos. Totalmente deprimida, siempre quedó la duda de si se había tratado de un accidente o de un suicidio.
El caso es que la familia se hizo trizas y solo quedaron el padre y su hija, Christina, nacida en 1950 y apenas dos años menor que Alexánder.
De paso, fue ella quien quedó como única heredera de Aristóteles, quien para el momento de su fallecimiento, en 1975, ya estaba casado con Jackie Kennedy, lo cual generó una pugna por la herencia entre la esposa y la hija.
Sin embargo, el conflicto terminó resolviéndose con la trágica muerte de Christina, en 1988, víctima de una sobredosis de píldoras para adelgazar. Su hija, Athina, tenía solo tres años de edad.
Solo seis años después de la muerte de Christina, Jackie Kennedy también fallecería, en 1994, víctima de un cáncer.
En ese momento, Athina quedó como heredera universal de la fortuna que amasó su famoso abuelo, a quien nunca llegó a conocer, pues ella nació exactamente 10 años después de la muerte de Aristóteles.
Huérfana de madre a tan tierna edad, Athina creció en una vida llena de privilegios junto a su padre, todavía vivo, Thierry Roussel, el último de los cuatro maridos de Christina. Pero no era feliz a su lado.
Apenas saliendo de su adolescencia, Athina rompió relaciones con su padre, su madrastra y hermanastros cuando conoció a Álvaro de Miranda y es así como retornamos al principio de esta nota.
"Una muñeca de acero"
Así describió, según reseña ABC.es, el empresario griego Alexis Mantheakis a una niña rubia y menuda llamada Athina Roussel Onassis, cuando tan solo tenía 13 años de edad.
Mantheakis ejerció durante décadas como portavoz de la familia Roussel, contratado por el padre de Athina, el acaudalado playboy francés Thierry Roussel, cuarto y último marido de la malograda Christina Onassis.
Deste entonces, Mantheakis definía, con aquella metáfora, el fuerte carácter de la riquísima heredera con aspecto frágil. También predijo que, a los 18 años, Athina sorprendería a todos.
Y acertó, pues precisamente a esa edad, la joven heredera le dio un viraje total a su vida por Doda.
Fue el fiel amigo y servidor de la familia quien asumió la investigación que culminó con el descubrimiento de la doble vida del hoy exesposo de Athina.
Ahora, con una mirada privilegiada a íntima, se prepara para escribir el libro, el de “Una muñeca de acero”, que publicará en pocos meses, con múltiples detalles sobre la vida y el divorcio de Athina, que pasó de ser Athina Roussel a tener los apellidos Miranda Onassis y, ahora, solo Onassis.
Quienes la conocen de cerca, que son muy pocos, aseguran que Athina --quizá a fuerza de golpes-- es una mujer valiente y pujante, y que saldrá de esta como acostumbró a hacerlo desde que perdió nada menos que a su madre, de la que apenas guarda algunos recuerdos, según se supo desde que notas periodísticas seguían a Athina durante toda su niñez y adolescencia.
¿Está en Athina romper con la maldición que parece estar marcada indeleblemente en su apellido?
Visto lo visto, si lo logra, le dará un viraje total a una cronología de dramas dantescos que ya sobrepasa el medio siglo de noticias terribles.
Quizá acá se imponga el decir de sus allegados cuando ni todo el dinero del mundo pudo salvar a Athina de uno de sus dolores más recientes, el de la muerte de su caballo.
En 2012, como un preludio de lo que ocurriría después, Athina se cayó de su amado animal y se fracturó dos vértebras, una lesión que le impidió competir durante varios meses.
Dos años después, su caballo, Ad Camille Z-Zang se estrelló contra un obstáculo de saltos y se rompió una pierna trasera. Desgarrada, tuvo que optar por acabar con la vida del animal.
En aquel momento, sus allegados aseguraron estar tranquilos porque, a pesar de lo reservada de su personalidad, saldría adelante. “Ella es brillante y fuerte, nadie toma decisiones por ella. Es quien marca su propio camino”.
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