Flor Vargas trabaja en silencio y con detalle. Sus manos son precisas y cuidadosas mientras revisa paquetes de jabón, artículos de limpieza y de cuidado personal para asegurarse de que estén en buenas condiciones o bien, hacerles alguna reparación con cinta adhesiva. Es viernes y dedica su día a rescatar productos. Meses antes “salvó” comida.
A sus 71 años, esta señora es voluntaria del Banco de Alimentos y sabe que su trabajo ayuda en sus necesidades más básicas a miles de personas que viven en pobreza extrema y situaciones de vulnerabilidad.
Doña Flor, vecina de El Llano, Alajuelita, es voluntaria por gusto y agradecimiento. Le gusta servir a los demás y también reconoce el valor del Banco de Alimentos: cuando más lo necesitó, ella recibió ayuda por medio de Fundeso (organización que tiene un albergue gratuito para pacientes de cáncer de mama que viven lejos y vienen a los hospitales centrales a recibir su tratamiento oncológico), una de las 316 organizaciones sin fines de lucro que se benefician de este proyecto que nació hace 10 años con la intención de aprovechar toneladas de alimentos de primera necesidad que muchas veces tienen como destino el basurero.
Vargas es sobreviviente de cáncer de mama y ha sido parte de Fundeso por mucho tiempo. La señora se recuperó desde hace ocho años, pero continúa asistiendo a talleres de la fundación y en tiempos de covid-19 recibió ayuda que venía del Banco de Alimentos.
“Yo vengo a ayudar una vez por semana de 8 a. m., a 3 p. m. Empecé en marzo del 2022. Conocí de este lugar porque ellos le dan ayuda a Fundeso para que asista a mujeres que luchan contra el cáncer y necesitan apoyo. Por agradecimiento es que vengo a colaborar”, comentó.
Doña Flor trabaja en el área de aseo, allí clasifica productos que han sido donados y que pronto serán aprovechados. Ella acude a la sede del banco en Pavas, una bodega de 2.100 metros cuadrados que en mucho se parece a un gran supermercado.
Mientras ella se enfoca en detergentes, en otras áreas del lugar hay quienes seleccionan frutas y verduras, alimentos perecederos que por su fragilidad deben de ser bien revisados para así rescatar manzanas o papas que puedan consumirse.
Por otro lado, están quienes revisan fechas de expiración para descartar lo vencido y también están los colaboradores que reparan bolsas de arroz, frijoles o azúcar que tienen algún agujero y que se salvan con un trozo de cinta.
Las verduras que parecen “deformes” o las latas con alguna abolladura son consumibles, pues aunque estéticamente no sean las más llamativas y por ello no son adquiridas o no pueden ser vendidas, estas conservan todas las propiedades como alimento y es aquí donde radica la importancia de salvar en lugar de desechar, sobre todo, en un país en el que en el 2022, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), un 6.4% de hogares (110.631) viven en pobreza extrema. Esta población es el principal foco de ayuda del Banco de Alimentos.
Tener una alimentación nutritiva y suficiente es un derecho humano al que muchas personas no tienen acceso.
Una alacena inmensa
Otra colaboradora que sobresale en el área de artículos de limpieza era Patricia Monge, de 56 años, y quien pertenece a una iglesia evangélica.
“Vengo porque trabajo por misericordia. Dios nos manda a hacer esto, a ayudar, a servir. El Banco de Alimentos nos ayuda con alimentos y nosotros les retribuimos así”.
Así como doña Flor y Patricia, decenas de personas más asisten cada día a colaborar en este lugar que se asemeja a una alacena inmensa. Al día, el Banco de Alimentos requiere entre 50 y 70 personas voluntarias que asistan entre cuatro y ocho horas para poder funcionar.
Si bien en Costa Rica el Banco de Alimentos existe desde hace una década, lo cierto es que la idea de un proyecto así nació en Estados Unidos en los años 70 como iniciativa de empresas privadas para disminuir el desperdicio y aportar en la eliminación “del hambre de un país”. En en el caso tico, es justamente el sector privado el que realiza las donaciones.
“Todos los bancos de alimentos del mundo funcionan igual: las empresas se unen, forman el capital y donan el producto: que son tanto alimentos como no alimentos para el banco”, explicó Francia Linares Orozco, directora ejecutiva de esta organización no gubernamental que cuenta con sedes en Pavas y Guanacaste.
Lamentablemente, antes de que el Banco funcionara en Costa Rica, muchos alimentos que no se vendían tenían como destino un relleno sanitario, agregó Linares.
La directora recalca que los alimentos recibidos por ellos son aptos para el consumo humano, solamente que por estética no pueden estar en los supermercados o son rechazados por los compradores a quienes les pueden parecer “feos” (sobre todo en el caso de las frutas o verduras).
“Son productos aptos para el consumo humano pero que por razón estética de empaque o demás, no se pueden vender en supermercados o ferias. Son totalmente consumibles, solo que es un alimento rechazado por consumidores o empresas, pero tienen la misma cantidad de nutrientes, vitaminas y minerales que cualquiera. En Costa Rica hay mucha gente en pobreza. Se estima que son cerca de 400.000 personas en pobreza extrema”, dijo Linares.
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En total, el Banco de Alimentos recibe 4 millones de kilogramos al año. Cada una de las provisiones se revisa, especialmente la fecha de vencimiento y el estado del empaque. Posteriormente los que están para consumo se colocan en cajas plásticas, la cantidad se ingresa a un sistema digital y es allí donde las 316 organizaciones beneficiadas ven el inventario disponible y hacen su pedido mensual. Con este sistema se busca ser equitativos.
¿Quiénes se benefician? El Banco no entrega alimentos directamente a las familias, sino que la ayuda se canaliza a través de las distintas ONG afiliadas.
“El banco le dona hogares de adultos mayores, hogares que atienden a niños, a mujeres jefas de hogares, personas en pobreza, personas que se rehabilitan contra las drogas, personas refugiadas, personas indígenas o personas en condición de vulnerabilidad”, añadió la directora.
A cambio de la donación se solicita “una contribución simbólica” para que el banco pueda cubrir cargas sociales, alquileres y el salario de sus funcionarios. La retribución de las ONG a esta organización es de máximo un 10% del valor total que se pagaría en algún comercio por los productos.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la donación de alimentos es una oportunidad para evitar el desperdicio. Un informe de julio del 2021 indicó que “se estima que un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial acaba perdiéndose a lo largo de la cadena de suministro; esto equivale aproximadamente a 1.300 millones de toneladas de alimentos que cada año terminan en la basura”.
Ayuda que cambia vidas
Andrea Meoño es la directora de Hope Home, una organización no gubernamental enfocada en la atención de niñez entre 0 y 12 años. En este centro, que pertenece a la Red de Cuido pero que además brinda educación, asisten niños y niñas que viven en condición de vulnerabilidad o en pobreza extrema en San José y Puntarenas.
Hope Home es una de las ONG que se benefician del Banco de Alimentos desde hace tres años. Allí atienden a los pequeños desde las 7 de la mañana y hasta las 5 p. m., en el caso de San José, y de 7 a. m. a las 7 p. m. en Puntarenas.
“Todas las semanas recibimos alimentos perecederos como frutas y verduras y mensualmente los granos: arroz, frijoles; pasta; artículos de limpieza y cuidado personal; también lo que ellos llaman tarimas y que son esos artículos como vasos y platos”, comentó la directora.
Mensualmente 160 niños se benefician de la donación al banco, a la que esta ONG retribuye con un 8% del costo total de lo recibido.
“Nosotros damos un monto por cargo administrativo, yo aquí traigo un camión completamente lleno con productos que están en buen estado: ni dañados, ni vencidos”, comentó.
Estos alimentos, en palabras de Meoño, resultan claves para el desarrollo de los niños, pues la ayuda representa una mejor nutrición.
“Mucho niño vive en pobreza extrema, lo que significa que los alimentos que realiza al día son los que les damos aquí. Estos alimentos, según la nutricionista, ha permitido que algunos hayan salido de la desnutrición. A veces en el pedido nos entregan fórmula, una alimento (para los más pequeños) que muchas veces es inaccesible para las familias”.
La directora de Hope Home enfatizó en que una alimentación balanceada no solamente contribuye con la salud de la niñez, sino que permite que se concentren adecuadamente.
“El beneficio no solamente es la alimentación, también es el estado de ánimo y todo lo que tiene que ver con que se encuentren bien”.
Tanto Andrea Meoño, como otras colaboradoras asisten a realizar voluntariado al banco cada vez que tienen oportunidad y se sienten comprometidas con un proyecto que ayuda a que muchas personas tengan alimentos cada día.
Otras formas de beneficio
Fundeso, organización sin fines de lucro que apoya a mujeres que luchan contra el cáncer de mama, también es parte de las iniciativas que pueden obtener provisiones a través del Banco de Alimentos.
Según Eugenia Gutiérrez, presidenta de esta fundación, ellas adquieren algunos meses ciertos productos como galletas, jugos o enlatados, entre otros, que se le proporcionan a las mujeres que estén viviendo (a veces hasta por un mes) en su albergue, espacio que les habilitan mientras reciben sus tratamientos oncológicos.
Gutiérrez celebra el rescate de los alimentos y que voluntarias de Fundeso acudan a ayudar al Banco, requisito que les solicitan para poder acceder a los productos.
Terapia en ayuda
Jesús Mora Gamboa tiene 25 años y acude de lunes a sábado como voluntario al Banco de Alimentos.
Con energía y entusiasmo, el muchacho contó cómo ha sido su experiencia. Él se unió a este proyecto luego de ingresar, hace seis meses, a Caleb, un centro de rehabilitación de sustancias que crean adicción.
Jesús ve como un privilegio servir en la Banco de Alimentos, pues le permite “pagar” su estancia en el centro. “Un requisito es que hagamos voluntariado. El centro se beneficia del banco y yo me beneficio haciendo el voluntariado y cubro mi estadía donde recibo comida, terapias, entre otras”, comentó.
Para el vecino de Desamparados, la experiencia ha sido transformadora, pues le ha permitido tener una rutina. “Para mí el trabajar es una terapia, es muy importante, me ha ayudado bastante”.
Él asiste al banco de 7:30 a. m. a 3:30 p. m., y ahora colabora en el área de alimentos, aunque antes estuvo en la sección de limpieza, de entarimado de granos, pesaje de productos, o en un espacio de cartón, que describe como muy importante.
El proceso también ha sido de reflexión para Jesús. Mientras realiza ensimismado su labor, analiza que no solamente él “tiene problemas”.
“Hay problemas de quienes no tienen que comer, o se les dificulta poder tener alimentos. El mundo no gira alrededor de uno. Hay personas que padecen necesidades y pienso en que yo gasté tiempo viviendo una vida desordenada. Ahora veo la realidad del mundo: hay niños, niñas, personas adultas que padecen necesidades. Uno es un eslabón en la cadena, con lo que aporto con tiempo y trabajo se benefician muchas personas. Esto me ha abierto los ojos y me ha ayudado. No todo soy yo. Hay gente que realmente necesita ayuda y me alegra poder aportar algo”.
¿Quiénes donan?
Son muchas las empresas privadas que realizan las donaciones al Banco de Alimentos. La principal es la cadena Walmart, de la que esta organización obtiene un 80% del total de lo que recibe. Para este artículo se intentó conversar con representantes de la compañía, sin embargo, al cierre de edición no fue posible.
Por otro lado, hay fabricantes de alimentos, como Pozuelo y Demasa, que cada mes entregan productos con la intención de que lleguen a las mesas de quienes más los necesitan.
Elizabeth Miranda Núñez, jefa de Cultura y Comunicaciones de Pozuelo, comentó que la empresa realiza donaciones al banco desde el 2014 oficialmente, aunque la primera entrega se realizó en el 2012.
Entre los aportes están galletas, café, bebidas en polvo, chocolates y algunos productos a base de plantas.
“Nuestra compañía se caracteriza por donar productos que cumplan con todos los requisitos de calidad o inocuidad para satisfacer las necesidades de nutrición, bienestar y placer”, comentó Miranda.
Durante el 2022, esta empresa donó 65.000 kilos de galletas a los bancos de alimentos de Costa Rica, Guatemala y Nicaragua.
Sobre qué pasaría si estos productos no fueran hacia los bancos de alimentos, la profesional mencionó que la mayoría se destinarían a ONG ya definidas.
En el caso de Demasa, otra de las donadoras y que es una de las empresas socias fundadoras desde el 2012, esta firma entrega alimentos de primera necesidad como harina de maíz, arroz, frijoles, tortillas, entre otras, al banco. Sus colaboradores también donan de su tiempo para hacer voluntariado.
Anualmente se donan entre 4.000 y 5.000 kilos de estos productos, informó Ivannia Alpízar, encargada de comunicación y sostenibilidad de Demasa.
Alpízar enfatizó en la importancia de poder rescatar alimentos. Dice que si bien la mayoría de donaciones son “productos terminados y libres para ser comercializados”, hay casos en los que estos no podrían venderse por “defectos mínimos”.
“Nuestro objetivo es contribuir con la erradicación del hambre y el desperdicio de alimentos en Costa Rica. La pérdida y el desperdicio excesivos de alimentos son retos cruciales a los que se enfrentan las empresas del sector alimenticio a nivel mundial.
“Organizaciones como el Banco de Alimentos permiten, a empresas del sector, contribuir con productos aptos para el consumo humano, impactando favorablemente a miles de personas”.
¿Le interesa ser voluntario?
Al Banco de alimentos asisten colaboradores miembros de las ONG, de las empresas privadas o personas individuales que deciden donar su tiempo. Si usted desea ser voluntario puede escribir al correo voluntariado@bancodealimentos.or.cr