Revista Dominical

Barbas y bigotes, pelo por pelo

En el plano histórico, se sabe que los neandertales gozaban de un vigoroso pelo facial y que, las primeras afeitadas ocurrieron hasta por ahí del año 2.000 a. C. En varias culturas, la acción de rasurarse se veía a menudo como un castigo, o como un imperativo porque la barba empezó a ser vista como diabólica o libidinosa.

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Apareció en la pubertad, apenas comenzando el sexto grado. Exageraría si dijera que aquello era un bigote pues, en honor a la verdad, hay que aceptar que era más bien una sombra sobre el labio superior.

Tras casi nueve meses de parecer una mala imitación cantinflesca, era necesario despedirse del remedo de mostacho, mas la situación resultó peliaguda: hubo sangre y ardor, señales infaltables de la primera pasada de navaja por el rostro. Afeitarse tenía su precio de dolor, pero a la vez era un tiquete que celebraba el ingreso a la adolescencia.

Con la mutilación de aquel vello incipiente y delgado de la pubertad, ocurrió lo mismo que cuando se caen los dientes de leche: los sustituyó una materia más pronunciada, resistente y duradera. Ahora sí, que venga la barba.

Al año siguiente, se asomaron los primeros pelos en el mentón. Eran escasos, tanto que casi se le podía dar nombre propio a cada uno. Luego aparecieron vellos debajo del labio, bajo las comisuras, y nacieron en los límites del cuello y las mejillas. La barba había llegado.

En los últimos años, el vello facial ha recuperado espacio perdido en los rostros de muchos hombres alrededor del mundo, un espacio que había gozado de gran fama a principios de siglo como señal de elegancia, o en los años 60 e inicios de los 70 como símbolo de rebeldía contra el sistema imperante.

Un estudio realizado por la compañía Gillette en el 2012 determinó que un 70% de los hombres en Estados Unidos se sentían a gusto dejándose crecer los pelos de la cara. Entre la población europea, ese porcentaje era de 50%. Pero de ambos lados del charco, los vellos han venido creciendo en los últimos tiempos.

Acá, en la barbería Barboza , en Los Yoses, un grupo de hombres de bigote o barba conversan sobre eso que ocupa sus rostros. Los cinco coinciden en que, entre la juventud, estos han tomado fuerza como tendencia.

Sin embargo, entre ellos hay un hombre canoso de bigote fértil. Dice que lo lleva desde hace más de medio siglo, cuando la moda respondía a la influencia que llegaba gracias a los mayores exponentes de la música ranchera o las películas aztecas.

Miguel Acevedo Mejía, Jorge Negrete, Luis Aguilar o Pedro Infante portaban los bigotes más atractivos de la era, recuerda Bolívar Céspedes, de 70 años.

Vladimir Durán se acicala su extenso bigote desde hace siete años. (Jorge Navarro)

“El bigote es parte de la carta de presentación, se convierte en parte de la psiquis de uno. Yo no me hallo sin él”, dice este administrador público que cuenta que, en la época de sus abuelos, había hombres que, en vez de firmar documentos, se arrancaban un bigote para llegar a un acuerdo, como señal de cabalidad y ética.

Se cree que los primeros bigotes crecieron en el antiguo Egipto, donde los hombres pretendían adquirir una imagen felina en una cultura que adoraba a los gatos.

Más tarde, este bigote (llamado así cuando es delgado) o mostacho (si es más grueso) se ha recortado de diferentes formas, entre ellos el estilo mosquetero (casi como trazado con un lápiz), imperial (que se extiende más allá de las comisuras) o el de estilo Dalí , extenso y elegantemente enrollado al final.

Trato con cuidado

Vladimir Durán – DJ y periodista de 39 años– lleva los últimos siete dándole forma a su nutrido bigote con un estilo singular. No tiene reparo en aceptar que solo él toca su bigote, y que si no se lo sostiene con cera, tiene problemas para comer.

Tampoco oculta que el estilo de los vellos que adornan su cara atrae miradas de hombres y mujeres, especialmente de jóvenes, mientras que en su casa, su madre le ruega que se quite “esa ridiculez”. Sin embargo, Vladimir no afloja y más bien disfruta de acicalárselo, cuidándolo a diario y cargando por doquier su cera fijadora y un peine, ambos especiales para bigote.

“Lo uso así para mantenerme joven . El vello es una de las pocas formas en las que un hombre puede acicalarse para verse atractivo ”, acepta y cuenta que en el colegio se aplicaba aceite de bergamota con la intención de fertilizar la zona del bigote que para entonces le salía muy ralo.

Don Bolívar, por su parte, se aplicaba el gel de la hoja de tuna, ya que se decía que esto ayudaba a que el vello empezara a abundar en cuestión de días.

Ambas recetas parecen ser más mitos que otra cosa pues, de hecho, no hay forma de incidir en el crecimiento del vello donde no sale, según comenta la dermatóloga Laura Garzona . Su aparición y abundancia –explica– obedece meramente a factores genéticos o hereditarios.

A la barbería Barboza llegan muchos hombres preguntando si es cierto eso de que, si se afeita el pelo en sentido opuesto al de la dirección del vello, este crecerá más vigorosa y rápidamente.

En su barbería, Barboza sigue un proceso estricto al recortar vello facial. (Jorge Navarro)

Nada de cierto hay, comenta Adrián Barboza, propietario del establecimiento especializado en recortes tradicionales.

“La barba, al igual que el cabello, va creciendo hasta que puede quemarse en las puntas. Si se corta, agarra un poco más de fuerza, pero no se puede hacer nada más para ayudarlo”, explica.

Este barbero, quien por cierto también lleva barba, tiene conocimiento de técnicas que permitan que el recorte del vello facial favorezca la apariencia en vez de ir en detrimento de ella.

Si alguien es cachetón, le recorta la barba de forma un poco cuadrada para emparejar la forma de la cara, mientras que en otras ocasiones más bien el recorte inferior de la barba ayuda a disimular una papada. Estar consciente de la proporción entre barba y cara podría ser de gran beneficio para quien la tenga.

En el 2013, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Nueva Gales del Sur buscó averiguar qué percepción generan las barbas en materia de sex appeal .

La investigación –llevada a cabo con cerca de 300 mujeres y 170 hombres heterosexuales– llegó a la conclusión de que una barba de cerca de 10 días hace más atractivo y agraciado a su portador, en comparación con los recién afeitados.

Sobre las barbas más largas, ellas dijeron que los hace verse desaseados, mientras que los hombres opinaron que les daba aspecto de ser más fuertes y masculinos.

El estudio, publicado en la revista Evolution & Human Behavior , agrega además que a aquellos hombres de barba bien definida se les considera mejores padres potenciales, con mayor capacidad de proteger a la descendencia.

Eso sí, otro estudio señala que una barba genera que el hombre parezca entre cinco y ocho años mayor de lo que en realidad es.

Otras barbas nacen sobre la piel de algunas mujeres. Siglos atrás, se creía que las féminas con vello facial eran víctimas de brujería y se les veía como un fenómeno. Los cánones no han cambiado tanto, pero al menos hoy una mujer con vello no resulta tan ridiculizada ya que puede recibir atención profesional para tratar esa condición. El hirsutismo es el crecimiento de vello en zonas como la barba y el bigote, pero en mujeres. Este problema responde a un trastorno hormonal, a un posible efecto secundario de ciertos medicamentos o a un síndrome metabólico.Otros pacientes, tanto masculinos como femeninos, pueden padecer de hipertricosis, una condición conocida también como “Síndrome del lobo”. El síntoma principal es que el pelo abunda en todo el cuerpo, exceptuando las palmas de manos y las plantas de los pies; sin embargo, hasta ahora solo se han registrado 50 casos de esta enfermedad.

De larga data

En el plano histórico, se sabe que los neandertales gozaban de un vigoroso pelo facial y que, las primeras afeitadas ocurrieron hasta por ahí del año 2.000 a. C. En varias culturas, la acción de rasurarse se veía a menudo como un castigo, o como un imperativo porque la barba empezó a ser vista como diabólica o libidinosa, según explica el libro One Thousand Beards ( Mil barbas ), del investigador Allan Peterkin.

Los judíos, por orden religiosa, evitaban afeitarse pues si lo hacían se consideraba un acto de humillación y traición. Entretanto, los bárbaros (que quería decir “los que llevan barba”) durante sus ataques afeitaban barbas y bigotes a los enemigos. En el Islam, los musulmanes más ortodoxos mantienen la barba por imitación a Mahoma y su eventual remoción es considerada una ofensa para Alá y su mensajero divino.

En el 2001, tras los atentados a las Torres Gemelas en Nueva York, la barba se convirtió en un sinónimo del terrorismo talibán, según los cánones de seguridad que manejaban las autoridades estadounidenses y los prejuicios que se desencadenaron en ese momento.

El costarricense Eduardo Chacón –quien va a la barbería Barboza cada 15 días a mantener recortada su barba– residía en Denver, Colorado en el 2001 y vivió en carne propia el castigo de usar barba en aquella coyuntura.

“En centros comerciales, escuchaba a gente que hacía comentarios negativos sobre mí y estoy seguro de que era por mi apariencia. También tuve problemas en los aeropuertos cuando me detuvieron para hacerme una revisión adicional”, comenta.

Adrián Barboza recomienda cuidar la barba con champú, acondicionador y aceite. Acá, recorta el bigote de Bolívar Céspedes. Foto: Jorge Navarro (Jorge Navarro)

Fabio Estrada, quien tiene 21 años, asegura que en su caso, su barba no le ha generado problemas en los diversos trabajos que ha tenido aquí. Solo que en cada empleo terminan poniéndole “Jesús” como apodo, pero de ahí no han pasado las bromas. Sin embargo, es común que le pregunten muy seguido si su barba se debe a una promesa o a una apuesta.

“Si a usted le sale barba, entonces debería tratar de lucirla. Es algo distintivo de uno como persona”, justifica, mientras que don Bolívar coincide en que se debe respetar y hacer valer el deseo de la naturaleza, que dotó al hombre de vello facial.

Aunque la afeita de vez en cuando (con la intención de recordar cómo es el rostro que está detrás del vello), la barba de Fabio, rojiza y frondosa, podría ser motivo de envidia para los lampiños.

Para ellos, quizá haya un posible consuelo: Gilberto Cisneros, médico cirujano y director médico de la Clínica y Spa Esthétique , asegura que en el extranjero son cada vez más comunes los trasplantes de pelos para la cara.

Se extraen de la parte baja posterior de la cabeza y se implantan en las mejillas o la zona del bigote.

Si bien esta técnica no se usa para formar barbas o mostachos completos, sí sirve para pacientes que quieren recubrir una cicatriz o delinear mejor los espacios vacíos. Lo que sí es que pelos implantados presentan una textura distinta y un crecimiento más veloz.

Entre la comunidad velluda, hay varias máximas que celebran la presencia del pelo en cara. Entre ellas, se resalta que, a diferencia de otros rasgos sobre los que no se tiene control alguno, la barba y el bigote pueden ser tan largos como su dueño quiera.

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