A Johan las bicimotos le dejan un sabor agridulce. Su experiencia al respecto ha tenido beneficios, pero también bemoles.
En contexto: Johan trabaja como barbero en Moravia y vive en Desamparados. Desde hace cuatro años labora en una cadena comercial de barberías que tiene distintas sedes. Antes trabajaba en Curridabat y no tenía problemas para desplazarse; el trabajo le quedaba cerca de su casa.
Pero hace poco fue trasladado hasta Moravia y su situación cambió. Tomó la calculadora e hizo cuentas: si sacaba en una tienda una bicimoto, gastaría aún menos que en buses. No había razón para huirle a esa estrategia.
Los primeros meses fueron de ensueño. Johan me contaba su felicidad de ahorrar en pasajes y de valerse por sí mismo; no tener que esperar el bus e irse a su casa directamente después del trabajo.
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Pero un problema surgió. Asegura que a otros amigos suyos no les ha pasado, pero que en su caso, el motor de la bicimoto se dañó. Fue a la tienda que lo compró, se lo cambiaron, pero a los meses volvió a darle problemas y la garantía no le cubría dos motores.
En esa ocasión, me contó que pretendía vender su bicimoto, pero a las semanas me di cuenta que no lo hizo. Lo supe porque me contaron que estaba incapacitado: en la barbería me dijeron que tuvo un accidente.
Muchos, pero muchos meses después nos volvimos a ver y me contó que el seguro del trabajo cubrió el accidente (porque iba de camino a la barbería), pero que de no haber tenido un patrono hubiese quedado a la deriva porque no podía asegurarse al no tener una motocicleta inscrita en el registro de la propiedad.
Descubriendo la historia
Las bicimotos son una solución y, simultáneamente, un problema para muchos. Desde la pandemia, han sido un recurso valioso para quienes trabajan independientemente (como los repartidores de comida, por ejemplo) y para personas como Johan que desean desplazarse sin tener que sacar una licencia para conducir, ni pagar derechos de circulación.
También, se “salvan” de multas al atravesar bulevares y otros pasos peatonales porque son contadas como bicicletas ante los ojos de la ley, aunque tengan motor. En otras palabras: cualquier moto con pedales se puede camuflar como una bicicleta, sin importar el cilindraje.
La historia contemporánea de las bicimotos recorre estos problemas, pero sus inicios datan de mucho tiempo atrás.
Las bicimotos se originaron en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, cuando se inventaron los primeros motores de gasolina pequeños y ligeros. La primera bicimoto conocida fue patentada en París en 1868 por el inventor francés Pierre Michaux: era esencialmente una bicicleta a la que se había añadido un motor de vapor, y se utilizaba para fines recreativos y de carreras.
A medida que se desarrollaron motores más avanzados, las bicimotos evolucionaron para convertirse en vehículos prácticos para el transporte personal, especialmente en países donde el transporte público era limitado o inexistente. Durante la década de 1920, las bicimotos se hicieron populares en Japón como un medio de transporte económico y eficiente para las zonas rurales.
Las bicimotos son un fenómeno que ha ido ganando popularidad en todo el mundo en los últimos años. Se trata de una bicicleta equipada con un motor que le permite alcanzar velocidades mayores que las que se pueden lograr con el pedaleo convencional.
Este tipo de vehículos se utilizan tanto para fines recreativos como para desplazamientos urbanos y rurales, especialmente para quienes tienen rutas definidas, como la ida y la vuelta del trabajo.
Es por esa razón que las bicimotos se han convertido en una alternativa económica y práctica para la movilidad diaria.
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En algunos países, como Estados Unidos, las bicimotos son consideradas como vehículos motorizados y están sujetas a las mismas regulaciones y restricciones que los vehículos a motor convencionales. Sin embargo, en otros lugares, como en algunos países de América Latina, las bicimotos son consideradas como bicicletas y no están sujetas a las mismas regulaciones. Así sucede en Costa Rica, donde no se requiere licencia para conducirlas.
En el país, las bicimotos quedan fuera de cualquier normativa vigente.
Juan Rodríguez, subjefe de operaciones de Tránsito, expresa su preocupación. Según señala, no existe una sanción en estos casos porque la Ley 9960 de Movilidad Cicística no detalla en ningún escenario la existencia de “bicimotos”. Aparece el nombre de “bicicleta asistida” pero, en palabras de Rodríguez, “la ley no dice asistido por qué cosa, así que bicis con motores eléctricos y de combustión quedan fuera de la ley”.
En la Ley 9078 de Tránsito y Seguridad Vial dice que las motocicletas deben estar registradas, pero el hecho de que las bicimotos tengan pedales hacen que no se pueda regular y sean tomadas como bicicletas.
Rodríguez cuenta que hace unos días estaba trabajando en un control de tránsito en Orosí. Allí detuvo a una motocicleta con pedales que se había saltado un semáforo. Al revisarla, vio que la moto que tenía 97 centímetros cúbicos, un cilindraje bastante alto. “Eso es una carebarrada porque eso es una moto con pedales, pero justo por tener pedales no se pudo sancionar”, explica.
Otra de las preocupaciones de Rodríguez es que en la Ley 9078 se especifica que los ciclistas deben andar casco y chaleco, pero no existe ninguna sanción si no lo hacen. Entonces, muchos usuarios de bicimotos no usan protección y quedan expuestos a accidentes.
Precisamente, la falta de regulación es uno de los motivos por el que muchos las eligen, pero es donde también se originan sus riesgos.
El uso de bicimotos ha generado debates y controversias, especialmente en lo que se refiere a la seguridad vial. Algunos argumentan que estas bicicletas motorizadas son peligrosas y que deberían estar prohibidas en las vías públicas, mientras que otros defienden su uso como una alternativa práctica y económica para la movilidad.
Ante un deterioro del transporte público y un encarecimiento de otros tipo de medios de movilización, no hay duda que la popularidad de las bicimotos y otros medios de transporte alternativos continúe en aumento en los próximos años, a pesar de los peligros que implica evadir la legislación.
De hecho, durante el tiempo de elaboración de este reportaje, el fotógrafo Alonso Tenorio y yo hemos atestiguado en decenas de ocasiones cómo conductores de bicimotos se colocan en bulevares del centro de San José a la vista y paciencia de oficiales de tránsito que no pueden hacer nada para multarlos por andar en vía peatonal.
Por supuesto, no se trata de satanizar la utilización del medio de transporte. El nivel de peligrosidad de andar en bicimotos puede variar dependiendo de varios factores, como la habilidad del conductor, la velocidad a la que se conduce, las condiciones de la carretera y el cumplimiento de las normas de tránsito.
“En general, las bicimotos pueden ser más peligrosas que las bicicletas convencionales debido a su mayor velocidad y peso, lo que puede hacer que sea más difícil de controlar y detener en situaciones de emergencia”, señala Heiner Osorio, oficial de tránsito con más de 30 años de experiencia.
Para el oficial, algunos conductores de bicimotos pueden tener menos experiencia y capacitación en el manejo de vehículos motorizados que los conductores de automóviles y motocicletas, lo que aumenta el riesgo de accidentes. “Es normal que alguien de 18 años que quiera hacer una platita con entregas use una de estas sin haber andado nunca en la calle”, dice.
Un factor de peligro es que las bicimotos a menudo se conducen en carriles para bicicletas y en carriles compartidos con automóviles, lo que puede aumentar el riesgo de colisiones con otros vehículos.
Otro de los problemas es a la hora de asegurarse, donde no siempre queda claro a qué clase de póliza debe recurrir el usuario, ni existen seguros para bicimotos en específico. Actualmente, en Costa Rica, los seguros para motos no las contemplan, pero hay seguros para bicicletas a los que se puede recurrir en caso de robo, pero que no cubre lesiones ni accidentes.
Por otro lado, tampoco hay manera de contabilizar los accidentes a los que son expuestos los bicimotociclistas. Según un comunicado enviado por el Hospital del Trauma (el cual pertenece al Instituto Nacional de Seguros), los accidentes se registran según número de placa y, como las bicimotos no tienen, es imposible hacer una radiografía de su siniestralidad.
Esto inquieta a oficiales de tránsito, como Osorio, a quien le preocupa la seguridad de quienes anden en bicicleta, así como los vacíos legales que hay al respecto.
“Si andás en bicimoto y te caés, no hay nada que te respalde. En la moto, al ser asegurado, te caes y tenés una poliza del INS para que te atiendan y te puedan pagar lo que requieras”, explica el tráfico.
“Y hay que pensarlo en caso contrario”, menciona el subjefe de operaciones Rodríguez, “si yo voy en vehículo y me rayan el carro, que es algo que puede costar más de ¢300 mil, ¿cómo procedo a registrar al infractor”, agrega.
El oficial Osorio tiene una historia al respecto. Hace un par de fines de semana fue a atender una colisión. El infractor era una bicimoto de 60 centímetros cúbicos. El conductor la dejó tirada y se dio a la fuga. La bicimoto se la llevaron a Pavas y vieron que era una motocicleta adaptada para verse como bicimoto.
Hay otro ejemplo curioso en torno a la legislación. Por ejemplo, las patinetas y los patines sí pueden recibir infracciones por andar en carretera y en bulevares, pero no pasa eso con las bicimotos porque son consideradas bicicletas. “Es un terreno muy complicado”, subraya Osorio.
Entonces, ¿por qué elegirlas?
“Diay lo principal que yo pensé fue en no pagar placas”. Así de rotundo habla Maynor, quien en realidad no se llama Maynor, pero ha preferido mantener su identidad oculta.
Maynor, de 31 años, trabaja como repartidor de un servicio de entregas a domicilio, un trabajo al que optó desde el 2021. Abatido por la pandemia, perdió su empleo como parte del equipo de Servicios Generales de un edificio en San José y, al no encontrar trabajo, decidió inscribirse en la aplicación.
Su caso es más que particular porque Maynor tenía un carro del 2011. Le gustaba mucho, pero al hacer cuentas y en vista de que vive solo y sin hijos, supo que sería mejor vender el carro, sacar una bicimoto, ahorrar gasolina y abrir la puerta de este trabajo.
A su criterio, la falta de legislación sí los deja expuestos a algún accidente, pero el saber que no tiene que gastar en derechos de circulación ni ningún otro rubro que se le cobraría a una moto o a un carro hacen que el riesgo sea “recompensado”.
“Lo que uno hace es cuidarse”, dice, “andar con cuidado. A mí mi papá me enseñó a andar moto y conducir carro desde que era adolescente, entonces siento que ya llevo rato manejando y entiendo la calle”.
Si uno se pone a disertar al respecto, hay varios beneficios para el usuario de bicimoto.
Por supuesto, el hecho de ser económicas y de bajo consumo (se calcula que con un litro de combustible anda 60 km promedio) hace que sean tentadoras.
Quienes necesitan un desplazamiento veloz y no quieren costear un gasto diario de transporte para ir al trabajo, por ejemplo, pueden entender este beneficio. La bicimoto usa una mezcla de combustible y aceite sintético o semi-sintético que la hace más rentable.
También, son más cómodas y livianas que una moto normal. Por su peso y tamaño, ofrecen más facilidad de adelantarse en la carretera cuando hay presas o es hora pico. Además, no son pesadas de cargar ni de mover (en promedio pesan entre 15 y 18 kilos), son fáciles de parquear por su tamaño y pueden soportar cargas de hasta 180 kilos.
Por otro lado, algunos tipos son amigables con el ambiente. Además de las bicimotos eléctricas, existen otras que son impulsadas por gasolinas: Y si bien una bicimoto contamina menos que un carro, ya que emite menos gases de escape y consume menos combustible, el nivel de contaminación producido por una bicimoto puede variar dependiendo del modelo específico, la calidad del combustible utilizado, la forma en que se conduce y otros factores.
En general, las bicimotos emiten menos dióxido de carbono (CO2), óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas contaminantes que los carros. Según un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud, las bicimotos pueden emitir hasta un 90% menos de CO2 que los coches, y un 70% menos de NOx y partículas finas.
Además, las bicimotos suelen tener motores más pequeños y eficientes que los coches, lo que significa que consumen menos combustible y emiten menos gases de escape. Por ejemplo, una bicimoto típica puede tener un motor de entre 50 y 125 centímetros cúbicos, mientras que un carro promedio puede tener un motor de más de 1.6 litros.
Precios y precios
Hablemos, entonces, de costos de estos medios de transporte. En Latinoamérica, las bicimotos más básicas y económicas pueden costar alrededor de $500 a $800 dólares, mientras que las bicimotos más avanzadas y de alta calidad pueden andar de los $2.000 a los $3.000.
Por ejemplo, en una muy famosa empresa que comercia estas bicimotos en Costa Rica, su sitio web le ofrece a uno un rango de precios que va desde ₡248.900 hasta ₡798.900.
En esa misma empresa, si uno abre el catálogo de motocicletas, los precios oscilan entre ¢768.900 hasta ¢1.600.000; una diferencia notable.
Miguel, quien no se llama Miguel por razones que se conocerán más adelante, trabaja como mecánico en un taller josefino.
Las bicimotos han sido un paciente cada vez más frecuente en su taller. Cuenta que no es una cifra menor la cantidad de personas que le tocan la puerta para modificar motocicletas y adaptarle pedales que las haga parecer bicicletas.
“Diay, es que uno se ahorra demasiado. Así no tenés que andar licencia ni siquiera”, dice Miguel. “A mí lo que me tranquiliza es que di, es gente que ya sabe manejar porque andan en moto, entonces es solo para evadir esos costos, pero yo siempre les digo: ‘tenga cuidado’... En todo sentido”.