
El libro que lanzó al británico Stephen Hawking hacia el estrellato universal tiene poco más de 200 páginas de grosor.
Breve historia del tiempo (1988) no es un mamotreto técnico ininteligible para nadie que no sea un físico teórico o, al menos, un investigador inquieto.
Es un tratado sobre las posibilidades del cosmos, un inventario de las profundas preguntas que motivaron a Galileo Galilei, Isaac Newton, Albert Einstein y, también, a Stephen Hawking a convertirse en los genios que fueron y seguirán siendo para los anales de la historia humana.
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Carl Sagan escribió la introducción de la la primera edición del best seller que acuñó Hawking tras arduos años de investigación sobre la teoría general de la relatividad, las singularidades de los agujeros negros y el enlace entre la macroestructura del universo con las partículas más pequeñas dentro de él.
Pero Sagan no habló sobre el extenso conocimiento de Hawking ni su portentosa prosa científica.
El científico estadounidense escribió sobre la curiosidad, sobre el significado de la creación cósmica.
“Transitamos nuestras vidas cotidianas sin entender nada del mundo. Le entregamos pocos pensamientos a la maquinaria que hace posible que el sol se ilumine y que haga la vida posible, a la gravedad que nos mantiene pegados a la tierra y que, sin ella, saldríamos volando hacia el espacio, o a los átomos de los que estamos hechos y de cuya estabilidad, fundamentalmente, dependemos”, escribió Sagan.

Breve historia del tiempo es esa pausa tan necesario para cuestionar físicamente lo que el ser humano se ha preguntado filosóficamente desde siempre.
Muchas veces, Hawking dijo que sabía que por cada ecuación que mencionara en el libro sus lectores disminuirían por la mitad. Así que solo incluyó la de la equivalencia entre la masa y la energía: E=mc².
A su muerte, el pasado 14 de marzo, Hawking deja un legado laborioso de investigación académica y literatura de divulgación científica. Abundantes ecuaciones pasaron por mente y su cabeza, antes de plasmar la lógica de su investigación en un primer libro.
“Hasta ahora, la mayoría de científicos han estado muy ocupados desarrollando nuevas teorías que describen qué es el universo como para preguntarse el por qué. Por otro lado, quienes se preguntan el por qué, los filósofos, no han podido ponerse al día con las teorías científicas avanzadas (...) Sin embargo, si descubrimos una teoría completa, debería ser comprensible para todos, no solo para los científicos”, concluía Hawking.
Antes que un autor que fue traducido a más de 35 idiomas, Hawking siempre estuvo seguro de ser un maestro. Así fue como se convirtió en un divulgador científico.
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El editor de Time, Jeffrey Kluger, escribió de Breve historia del tiempo en el 2011: “Hay muchas cosas más fáciles que escribir un libro que pocos van a comprender para responder preguntas que la mayoría de personas ni siquiera se estaban preguntando, y luego vender 10 millones de copias con él (...) El genio de Hawking fue entender que, aunque mucha gente no estaba perdiendo sueño por temas como el horizonte de eventos, la geodésica del espacio-tiempo y la contracción del universo, sí estaban interesados en preguntas como ¿por qué el universo se toma la molestia de existir?”.