En sus 66 años, el actor Carlos Alvarado Andrés ha habitado infinidad de vidas juntas: desde el famoso Camacho, al que siempre le salía el tiro por la culata en la serie de televisión La Pensión, el solidario reo Cristino en La isla de los hombres solos, el adulto mayor que catalogaron de loco por querer volar en Un viejo con alas hasta el cascarrabias de Ebenezer Scrooge que recibe una gran lección y otra oportunidad en Un cuento de Navidad.
Todo eso ha sido en el set de televisión o en los escenarios. En la vida real, él ha tenido dos vidas. A mediados de los años 90, este hombre que estudió Aviación y Derecho renació para dedicarse al teatro y dejar atrás el alcohol. Tiene 25 años de estar sobrio y concentrado en el teatro y la familia, sus claras prioridades.
Actualmente, el actor corre entre los ensayos de la obra que estrenará en octubre en la Compañía Nacional de Teatro y las vueltas para pensionarse por la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). Aclara que se jubila, pero que no se retira: actuará hasta que le dé la memoria, asegura.
En medio de esa intensa agenda suya, lo pescamos para conversar acerca de su cambio de 180 grados, su camino antes y después del teatro y cómo es la vida luego de 21 años de interpretar a Camacho. Aquí la conversación:
“Yo quería y quiero hacer muchas cosas más, sobre todo en el teatro. Además, me estoy jubilando por la CCSS porque tengo la edad y las cuotas. No es que me estoy retirando; voy a seguir trabajando”
— Carlos Alvarado, actor
¿Cómo ha sido la vida después de Camacho?
–Buena pregunta porque todavía no termino de aterrizar con eso. Hace un año que se acabó el programa. Nosotros (el elenco) nos hicimos un poco viejos allí en La Pensión. Estaba consciente de que tenía que terminar. Las generaciones nuevas ya venían empujando desde hace rato. Yo me fui dando cuenta de eso.
“Han sido sentimientos encontrados: por un lado me dolió mucho porque fue un programa de éxito por muchos años y, además, ganaba unos honorarios fijos, pero por otro lado creo que ya teníamos que bajar nosotros. No es sano tantos años en una sola cosa de esas, incluso artísticamente.
“Yo quería y quiero hacer muchas cosas más, sobre todo en el teatro. Además, me estoy jubilando por la CCSS porque tengo la edad y las cuotas. No es que me estoy retirando; voy a seguir trabajando. Sin embargo, sí se abre otra etapa de mi vida: puedo hacer las obras de teatro con más tranquilidad. Quiero ser feliz haciendo lo que hago, no quiero sufrir”.
Me había contado que al principio no le encantaba Camacho por machista; sin embargo, lo entendió como una caricatura y le agarró cariño. ¿Qué le agradece a Camacho y qué le reprocha? Al final, ¿quedaron en paz?
–Quedamos en paz. Ya nos llevábamos bien. La edad nos fue acercando. A Camacho, yo le agradezco muchas cosas: en mi oficio es importante cierta imagen para que la gente sepa lo que hace uno y él me trajo mucho trabajo fuera del programa: en audiovisuales y en el mismo teatro. También en la parte económica, me ayudó a salir adelante porque tuve un sueldo fijo. Eso me permitió un poco de amplitud en el teatro para hacer las cosas, sin estar tan apretado. Eso se lo agradezco.
“A mi hija (Carolina, quien vive en Estados Unidos) pude darle los estudios a punta de Camacho: desde primaria hasta que se graduara (estudió Relaciones Públicas). El programa fue una gran bendición en ese aspecto. Yo se lo agradezco mucho a la familia Castillo, en especial a la figura de Óscar Castillo, y a la familia Soley. Siempre les estaré agradecido porque me tomaron en cuenta durante muchos años; eso me dio mucha tranquilidad y pudo hacer muchas cosas.
“No, reproches no. Como me di cuenta de que era una caricatura no me azoté tanto por eso. A Camacho siempre le iba mal; era un perdedor. Era parte de la dinámica del programa, en que casi todos (los personajes) éramos perdedores. Los últimos 10 años le tuve más cariño que al principio”.
Luego de décadas en el teatro y la televisión, ¿cómo toma que la gente lo identifique solo por ese personaje y hasta lo llame así: Camacho?
–Yo sabía que ese era un riesgo y que eso me iba a pasar. Cuando me contrata la gente o cuando me llama alguien de teatro, nunca ha sido un impedimento. Claro, tengo que hacer muchos esfuerzos en el teatro para no parecerme a Camacho. He armado mis personajes para que no se vayan a parecer a eso porque no quiero que digan: ‘Es Camacho vestido de (Ebenezer) Scrooge’ (risas) o Camacho vestido de cualquier otra cosa que esté haciendo uno. He hecho un esfuerzo para la diferenciación.
“Tal vez ahora que se acabó el programa a la gente se le vaya olvidando la cara de uno. Sin embargo, en un año no se le ha olvidado a nadie, siento el mismo afecto como cuando el programa estaba”.
— Carlos Alvarado, actor
“Ya cuando ando en la calle, diay, ya no hay quite. Es Camacho, Camacho, Camacho. Incluso la gente que me va a ver al teatro, que, de pronto quiere una foto, le dicen: ‘es que a mí usted siempre me recuerda a Camacho’. Al final hay un recuerdo muy lindo, con mucho cariño, de la gente. Nunca me ha pasado nada feo con la gente para ser franco.
“Tal vez ahora que se acabó el programa a la gente se le vaya olvidando la cara de uno. Sin embargo, en un año no se le ha olvidado a nadie, siento el mismo afecto como cuando el programa estaba
“También he cambiado mucho físicamente, ya no soy igual que Camacho, ya soy un viejillo.
“Van pasando etapas y las voy dejando. No me gusta vivir en las glorias del pasado. Esto me da la oportunidad de hacer cosas nuevas. Quiero hacer mucho, pero de una manera más relajada y también más profunda. Quiero sentir la profundidad del oficio”.
Fue parte de la compañía de repertorio del Teatro Espressivo y ya está preparando una nueva temporada de ‘Un cuento de Navidad’, en que interpreta a Ebenezer Scroge… ¿Qué otros proyectos tiene en escena?
–Sí, exacto. Acabo de terminar una obra escrita por Kyle Boza que se llama Santiago, que tocaba el tema de la pedofilia. Es una obra con una denuncia muy fuerte. Es más o menos por allí que quisiera hacer un poco más de teatro que diga algo importante como cuando montamos Mamita Yunai o La isla de los hombres solos, un tipo de teatro más de contenido, de mensaje y social. Quiero que deje algo en la gente. La situación mundial y del país está para hacer un teatro que diga más cosas.
“Ahora en octubre, voy a estrenar la obra Tesla: Delirios de un sueño en la Compañía Nacional de Teatro, que es un pasaje de la vida de Nikola Tesla cuando él llega a Estados Unidos. Voy a hacer el personaje de Tesla ya viejo, que es cuando está en las últimas y comienza a contar la historia. Es una obra muy interesante porque está basada en hechos reales”.
Tiene más de cuatro décadas en el teatro, ¿cómo ha sido vivir de eso?
–Toda una experiencia (ríe). He hecho de todo porque no todo el tiempo estuve trabajando 100% en el teatro, sobre todo al principio tenía que tener un trabajo alterno. Todo mundo en teatro tenía otra cosa porque no siempre se podía vivir de esto. Esto fue cambiando con los años. Ya hacíamos radio y comenzamos a hacer programas de televisión
“No ha sido una vida lineal. Yo estudié aviación; yo soy piloto comercial. Cuando entré al Taller Nacional de Teatro, eso es lo que estaba haciendo: estaba terminando de sacar mi licencia. Comencé a trabajar en el teatro y me metí a estudiar Derecho; estuve como cuatro años y nunca me gradué; me salí de la Universidad y me quedé con el teatro porque es lo que quería hacer bien”.
“Así fue hasta 1995 o 1997 que tuve un cambio radical en mi vida. Yo me dije: ‘me voy a dedicar 100% al teatro pero en serio’. Fue un riesgo. Yo ya estaba casado; mi hija tenía 5 o 7 años”
— Carlos Alvarado, actor
¿Estudiaba Derecho porque no estaba convencido de que pudiera vivir del teatro?
–Exactamente. También por tradición porque mi papá era abogado, mi abuelo era abogado, mis tíos eran abogados. Todo mundo era abogado y todo mundo quería que yo fuera abogado. Pero me fui por la aviación y por el teatro, que fue donde me quedé. Hasta trabajé medio tiempo en un bufete. Medio día estaba en el bufete y, durante la tarde y la noche, me dedicaba al teatro.
“Así fue hasta 1997 que tuve un cambio radical en mi vida. Yo me dije: ‘me voy a dedicar 100% al teatro pero en serio’. Fue un riesgo. Yo ya estaba casado; mi hija tenía 5 o 7 años.
“Todo fue a raíz de la muerte de mi papá, mi papá murió muy feo. Él (Carlos Alvarado Ramírez) fue presidente de Japdeva y presidente de la Municipalidad de Limón y estando allí en la municipalidad, a él lo mataron en 1995. Fue un guarda de la municipalidad por una denuncia que había hecho mi papá… A partir de ese acontecimiento, mi vida dio un giro de 180 grados y fue cuando decidí dedicarme a esto, pero ya totalmente en serio. Claro, haciendo de todo, teatro, televisión, radio, audiovisuales y eventos. así que siempre ha sido alternado con algo. En estos 21 años, La Pensión me dio ese descanso, esos honorarios que tenía fijos me quitaron un montón de preocupaciones y nervios”.
“Mi papá decía: hacete abogado. Cuando él murió, no sé si fue psicológico, sentí una cierta liberación de decir: voy a hacer lo que quiero hacer sin ninguna presión. Y lo hice jugándomela muy feo porque decidí hacer teatro y nada más”.
— Carlos Alvarado, actor
Sin duda, la muerte de su padre fue terrible y ese tipo de luto es muy duro. ¿Por qué decidió dar ese giro tan grande en ese momento?
–Es interesante esa pregunta. Todavía tengo ciertas lagunas para redondear esa decisión mía. Aunque ya papá estaba divorciado de mi mamá, ya yo estaba casado y papá y yo teníamos muy buena relación, creo que a veces sentí que había cierta presión psicológica, por lo menos de que él quería que yo fuera abogado. Nunca me dijo nada por lo del teatro; en realidad, me iba a ver al teatro; le gustaba mucho el teatro. Recibí apoyo de él; ni él ni mi mamá me reclamaron nunca nada.
“Pero mi papá decía: hacete abogado. Cuando él murió, no sé si fue psicológico, sentí una cierta liberación de decir: voy a hacer lo que quiero hacer sin ninguna presión. Y lo hice jugándomela muy feo porque decidí hacer teatro y nada más.
“Como te dije, yo siempre lo combiné con otras cosas. Hasta 1996 o 1997, ya me dediqué directamente a esto. Luego de que tomé esa decisión, el primer trabajo que encontré fue en Pueblo Antiguo como actor y seguía haciendo teatro aquí en San José. Estuve como tres años en Pueblo Antiguo; cuando salí de ahí, ya estaba muy conectado. Luego, vino el programa La Pensión. Todo coincidió. Me quedé haciendo lo que quería hacer. Estaba en La Pensión y hacía el teatro que hacemos todos de jueves a domingo en los teatros de San José; nunca me desligué. Era lo que me gustaba en realidad”.
“Dejé de tomar licor 100%. En junio cumplí 25 años de haber salido de eso. Aparte de que estaba tomando mucho, hay que ser claros, también pensaba en que no me iba a ayudar en lo que quería hacer, era un freno. Nunca terminan bien las cosas cuando uno está en una adicción de esas”
— Carlos Alvarado, actor
Sin embargo, ese cambio de vida no solo incluyó esa apuesta por el teatro, sino que también dejó de tomar alcohol, según me contó…
–Sí, dejé de tomar licor 100%. En junio cumplí 25 años de haber salido de eso. Aparte de que estaba tomando mucho, hay que ser claros, también pensaba en que no me iba a ayudar en lo que quería hacer, era un freno. Nunca terminan bien las cosas cuando uno está en una adicción de esas.
“A partir de la muerte de papá y del golpe tan fuerte que fue, decidí dar un vuelco. Dije es el momento de ponerme serio, de dejar estas cosas que son un obstáculo.
“En ese momento, ya me habían dado un premio a mejor actor cuando pasó lo de papá. Fueron las dos cosas juntas y, en realidad, no disfruté el premio porque estaba arrastrando eso de mi papá, que fue muy dramático.
“Decidí hacer un cambio en mi vida. Al haberse apagado la vida de papá, sentí que yo también moría en algo. Necesitaba renacer, por decirlo así; que naciera otro Carlos, ya con una meta más clara: hacer lo que quería hacer sin nada de por medio. También mi hija estaba creciendo en ese momento; tenía 5 años y no quería tampoco darle mal ejemplo. Quería ver a mi hija crecer sana, sin ver malos ejemplos. Nunca más volví a eso (el alcohol). Me dediqué a trabajar y a la familia”.
“No puedo negar nada; estaba pegado con el alcoholismo. Me metí a un programa y todo de los Alcohólicos Anónimos. Incluso, estuve en un internamiento voluntario 15 días en un lugar. De allí nunca más”
— Carlos Alvarado, actor
¿Ya era una adicción?
–¿El alcohol? Sí, claro. No puedo negar nada; estaba pegado con el alcoholismo. Me metí a un programa y todo de los Alcohólicos Anónimos. Incluso, estuve en un internamiento voluntario 15 días en un lugar. De allí nunca más. Son como esas decisiones en la vida que uno dice: necesito matar esto. Siempre creo que para buscar lo nuevo, necesitás matar lo viejo. No podés arrastrar esas cosas; hay que matarlas. Decidí pulverizar eso; fue un cambio y empezar de nuevo, pero ya sin ese velo, sin ese freno…
–¿Fue difícil dejarlo?
–Sí. Yo tuve una infancia y una juventud muy bonitas. Lo mío fue por abuso del alcohol; no fue porque estaba traumado ni ninguna de esas cosas. Es un sentimiento muy fuerte despegarse de algo que ha estado tantos años con vos; además, de cierta manera yo lo utilicé contra la timidez.
“Yo soy muy tímido, por eso entré al Taller Nacional de Teatro; era para quitarme un poco la timidez. Nunca pensé en ser actor; ya estando allí fue que me enamoré de esto y no quise salir más.
“Gracias a Dios, tengo 25 años ya de haber dejado el alcohol”.
¿Aún sigue en el grupo de Alcohólicos Anónimos?
–No; yo me hice teósofo. Te cuento: estuve yendo muchos años a Alcohólicos Anónimos, pero en esas épocas, en los 90, ingresé a la Sociedad Teosófica. Me hice teósofo activo, activísimo. Tuve que dejar de ir a las logias cuando comenzó La Pensión por la hora a la que se grababa; no pude volver. Siempre seguí en contacto con ellos.
“Gracias a la teosofía pude entender muchas cosas del alma y del espíritu; al entrar en esa filosofía se me aclararon muchas cosas de mi vida. Y decidí practicar las buenas acciones simplemente. No es difícil practicar las buenas acciones y obviar muchas cosas que te pueden hacer daño en el camino. Es ver la vida muy diferente. Además, los años lo hacen a uno cambiar: ya no hay que pelearse con nadie; quiero vivir en pura paz. No quiero molestarme por nada”.
¿Qué pasó en el Taller Nacional de Teatro que se convenció de cambiar su vida y dedicarla al teatro?
–Yo estudiaba aviación en esa época; todavía estaba sacando la licencia y entré al Taller Nacional de Teatro por esos motivos de timidez que te comenté. Yo venía de otro ambiente totalmente diferente, que no tenía nada que ver con el teatro ni con el arte. Cuando entré al Taller, ese primer año, comencé a conocer gente que yo no sabía que existía. Era la gente más increíble que había conocido en mi vida: gente muy inteligente, intelectuales con posiciones muy claras sobre situaciones sociales y sobre el ser humano. Eso me volvió loco y más al ver a esa gente contar historias de la manera en que las ibas a contar y cómo las contaban. Una vez que me comencé a dar cuenta de todo eso, yo me dije: no quiero irme de aquí, del teatro en general.
“De hecho, me fui saliendo de la aviación poco a poco. Además, tuve mucha suerte y comencé a trabajar muy rápido en el teatro. Mi padrino en el teatro, por decirlo así, fue Nico Baker; él fue el que mandó al Taller Nacional de Teatro y el primero que me dio trabajo cuando egresé del Taller con Un tranvía llamado deseo haciendo un extra; trabajaba yo con los grandes actores y actrices de esa época. Terminé de alucinar al trabajar con esos profesionales. Me fui quedando y quedando en el teatro; nada fue planeado”.
“Lo más duro han sido los sacrificios con la familia. Todos los fines de semana que sacrifiqué con mi esposa y con mi hija; a los años, me agarró mucha culpa. Cuando mi hija ya había crecido y se había graduado, yo me dije: ‘Pucha, cómo sacrifiqué a mi familia por años y años’”.
— Carlos Alvarado, actor
¿Qué ha sido lo más lindo de este camino en el teatro y, por otra parte, qué ha sido más duro?
–Lo más duro han sido los sacrificios con la familia. Todos los fines de semana que sacrifiqué con mi esposa y con mi hija; a los años, me agarró mucha culpa. Cuando mi hija ya había crecido y se había graduado, yo me dije: ‘Pucha, cómo sacrifiqué a mi familia por años y años’. Nunca podíamos salir los fines de semana porque siempre tenía función. No era lo normal; todo mundo se iba los fines de semana para algún lado y nosotros no podíamos salir o teníamos que salir en días en que la gente estaba trabajando. Falté a muchos compromisos familiares o de amigos por el teatro. Todas esas cosas me dolieron por muchos años.
“No hice plata, no me hice millonario, pero sí tengo la satisfacción de hacer lo que me gusta, y que, además, la gente te responda y poder seguir. Espero seguir hasta que me dé la memoria”.
— Carlos Alvarado, actor.
“Acerca de lo otro, me ha dado satisfacción hacer lo que me gusta hacer. Cuando uno hace lo que le gusta, hasta se convierte en una cosa placentera. He disfrutado mucho lo que he hecho.
“No hice plata, no me hice millonario, pero sí tengo la satisfacción de hacer lo que me gusta, y que, además, la gente te responda y poder seguir. Espero seguir hasta que me dé la memoria. He tenido la satisfacción de decir algunas cosas por medio del teatro”.
¿Se arrepiente de cambiar la aviación y el derecho por el teatro? ¿En dónde quedaron las horas de vuelo y su paso como asistente por los bufetes ?
–No, no me arrepiento de nada. Tal vez hace unos años me quedaba pensando si estaría o no en lo correcto con el teatro. Cuando uno hace lo que le gusta y con amor, ya está. También es importante estar con la gente indicada y en el lugar indicado. Hay una dosis de suerte en eso.
“En la aviación, yo saqué la licencia, pero cogí eso y lo metí en la gaveta. Desde hace 10 años, me fui haciendo un simulador de vuelo profesional, más o menos como los que tienen las escuelas de aviación. Me he ido trayendo los aparatos. Tengo ya armada una cabina con el software y todos los datos. Está conectado a la Cessna. Ahora me estoy dando gustos con un simulador de verdad en mi casa”.
Usted es un actor de teatro que ha hecho televisión y no solo series. Háblame de su paso por los anuncios… Me recordaron el otro día que usted fue pintor en un comercial de Pinturas Sur.
–¿Te acordás? “One coat”, me decía Rick; “suave, suave, eso es Sur”. Ese anuncio fue el que me marcó mi entrada a la televisión.
“Ya había hecho otros anuncios, pero pasaron desapercibidos. Ese anuncio lo grabó la empresa Imagen, de Walter Fernández Astúa y lo dirigió Enrique Nieto. Luego de ese comercial, me llamó Óscar Castillo para hacer unos capítulos de El Barrio, donde yo hacía el malo. Después, me llamó Marcia Saborío para el programa Caras vemos que tenían con Leonardo Perucci e hice unos capítulos. Estando con ellos fue cuando empezó La Pensión y me llamó Óscar (Castillo) para el segundo año. En el 2000, me dieron 18 capítulos y en el 2001 ya me quedé en el elenco. También trabajé en la película Asesinato en El Meneo, yo era uno de los detectives junto con Alonso Venegas.
“Ese anuncio fue un pegue, en todos los partidos de fútbol lo pasaban. Eso me dio una exposición enorme”.
¿Qué significa ser famoso en Costa Rica?
–Yo no me veo así; me veo como alguien popular o alguien que la gente reconoce por su actividad. Famosos son Obama, los Beatles o Jesús (carcajadas).
“Con la Sociedad Teosófica, lo que más he matado en mi vida es el ego; es de lo que más lo puede afectar a uno. He trabajado mucho en no juzgar y estar en paz.
“Soy consciente de mi trabajo y de lo que provoca, la gente lo conoce a uno, pero trato de que eso no me afecte en mi trabajo. Si dejás que te afecte te llenás de velos, de vanidades y entonces no hacés lo que tenés que hacer por estarte creyendo el cuento. No creerme el cuento me da mucha libertad”.
Sus próximos trabajos en el teatro
♦Carlos Alvarado participará en Tesla: Delirios de un genio, escrita por José Arceyut y dirigida por Manuel Ruiz, del 13 al 30 de octubre de este 2022. Esta obra trata acerca de la vida del inventor e ingeniero eléctrico Nikola Tesla (1856-1943). Este trabajo es presentado por el Colectivo Tesla en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro. Las funciones del espectáculo, que será para mayores de 15 años, serán de jueves a sábado, a las 7 p. m., y los domingo a las 5 p. m. en el Teatro de la Aduana Alberto Cañas. Los precios de la entrada serán ¢8000 general, ¢4000 para estudiantes y adultos mayores.
♦Posteriormente, Alvarado interpretará a Ebenezer Scrooge por octava vez en el tradicional Un Cuento de Navidad, obra de Charles Dickens presentada por el Teatro Espressivo en su sala en Momentum Pinares. La temporada será del 22 al 28 de diciembre. Hasta el 1.° de noviembre, esa compañía de teatro tiene una promoción de 4x3 en la compra de los boletos a este espectáculo. Los interesados pueden ingresar a la boletería del Espressivo o escribir por medio de Whatsapp al número 6360-9158.