Entre la avenida 9 y la calle 3A –es decir, diagonal al INVU, en San José– en el histórico barrio Amón, una edificación en la esquina suroeste se roba la atención de todos (transeúntes y conductores sensibles) con la elaborada ornamentación de su fachada, en especial ahora que recuperó el esplendor de su mejor época: se trata de la casa Álvarez Melgar.
Destaca por varios méritos: es un ejemplar centenario construido en 1910 que ha sobrevivido a los cambios y degradación de la ciudad, es una vivienda que muestra la influencia de la estética neomudéjar en la arquitectura josefina y es una casa recién restaurada por su dueño apostándole a su conservación y a recuperar el brillo de su historia. Sí, es una de esas historias que no abundan.

Además, es un inmueble que se ha quedado en la familia de su dueño original: el abogado español Mariano Álvarez Melgar, quien fue vicecónsul de España en Costa Rica y tuvo su oficina allí; incluso, hay una imagen de 1912 que muestra el pabellón de España ondeando en el antejardín de la vivienda.
Casado con Mercedes Iraeta Guzmán, Álvarez Melgar migró al país y se asentó, luego de un breve paso por El Salvador. El abogado fue un muy activo entre los migrantes españoles, tanto que tuvo un periódico de la colonia española en Costa Rica.
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La casa que mandó a construir en el barrio Amón fue residencia familiar hasta 1980. Hay que recordar que Amón fue el primer residencial de la élite urbana en San José; a partir de 1897 se dividió en lotes, que fueron adquiridos por la burguesía y, entre sus calles, se levantaron hermosas viviendas inspiradas en corrientes arquitectónicas europeas, como detalla un libro sobre el distrito Carmen de San José publicado por el Centro de Investigación y Preservación del Patrimonio Cultural.

“(...) fue construida en ladrillo en 1910 siguiendo una planta, una distribución y una volumetría netamente criollas, mas decoradas por entero en una estética neomudéjar que da a entender su referente”, detalló el arquitecto Andrés Fernández, cronista de la historia de la ciudad, en un artículo sobre la huella de esta estética historicista española en San José.
Este sincretismo en una sola edificación fue bastante común a principios del siglo XX. “En San José, los lenguajes historicistas se adoptaron muchas veces en las fachadas, mientras que la distribución interior de las viviendas seguía siendo la tradicional”, agregó Fernández.
Luego de su construcción, la residencia fue intervenida en diferentes momentos y por diferentes causas. Uno de las primeras fue un reforzamiento para proteger la estructura de los movimientos sísmicos.

“Sus arcos de medio punto nos conducen al corredor frontal de la vivienda. Según Marta Álvarez, hija de Mariano: “después del terremoto de 1924 la forraron por dentro en madera, dejando las paredes de afuera en ladrillo. Adentro tenían vidrios pintados a mano por operarios que vinieron al Teatro Nacional.”, detalló la historiadora Florencia Quesada en el libro En el barrio Amón: arquitectura, familia y sociabilidad del primer residencial de la elite urbana de San José, 1900-1935.
Otras de las modificaciones realizadas con el paso de los años fueron un patio interior techado a causa de la lluvia que se transformó en un gran salón, una ampliación y un apartamento en una segunda planta, con un ingreso aparte, en la parte trasera.
En las últimas cuatro décadas, la casa Álvarez Melgar dejó de ser una vivienda y albergó oficinas, incluso tuvo un oficentro durante algunos años.

Nueva vida
El paso de los años, el cambio de uso y sus adaptaciones y una filtración de aguas negras desde el apartamento le generaron importante daños a la insigne vivienda. Estos problemas se corrigieron en un proceso de restauración de ocho meses, liderado por el arquitecto Sergio Sáenz, de la empresa Íconos.

El interés de Mariano Álvarez Cañas, quien lleva el mismo nombre de su abuelo español y es el propietario del inmueble, fue “devolverla a su estado original”, el que conoció cuando era niño, detalló el hombre de 81 años. La intervención costó unos $150.000.
La edificación no cuenta con una declaratoria como patrimonio arquitectónico e histórico, aún así su dueño optó por el camino de la conservación. ¿Por qué decidió restaurarla? “Había varias alternativas. Me incliné por restaurarla sabiendo lo que había significado para la familia y sobre todo para mí, más como disfrutamos la casa”, aseguró este graduado de Ciencias Económicas en Alemania.

Incluso contó que amigos y familiares suyos están de acuerdo en que se le ha regresado “la atmósfera” que tenía a mediados del siglo pasado, cuando él aprendió a patinar en el largo pasillo principal de la casa.
El arquitecto Saénz detalló que en el remozamiento no solo se restauró, sino que también se acondicionó para las necesidades actuales, ya que la edificación será alquilada.

Los mayores desafíos fueron cambiar la instalación eléctrica y renovar el sistema de cañería para el agua; además, de asegurarse que no se vieran. Por ejemplo, contó Sáenz, debajo del rodapié está escondido el cableado de electricidad, teléfono e Internet.
Se hicieron infinidad de trabajos: se removieron alfombras y un tablilla vertical en las paredes de la casa, se repelló el zócalo de concreto dañado por la humedad, se cambiaron los pisos de los baños, se resanaron paredes y cielorrasos, se eliminó una pared para hacer un gran salón multiusos, se le quitó la pintura en las puertas y ventanas de madera, se reemplazaron tablas podridas de los pisos de madera y se imitaron los hermosos pisos originales en zonas donde estaban dañados, entre algunas de la obras.

Uno de los cambios más evidentes para los transeúntes es la restauración de las fachadas, donde se eliminaron 10 capas de pinturas y se destacaron los ornamentos tan característicos de esta histórica residencia. Ahora, las fachadas muestran cinco tonos de grises.
“Hoy lo volvería a hacer: la casa ha quedado verdaderamente muy bonita”, asegura Álvarez Cañas, quien está valorando ofertas para alquilar este valioso inmueble.
Otra casa histórica de barrio Amón se salva y sigue dando su testimonio en el histórico barrio josefino.

¿Qué es el estilo neomudéjar?
A finales del siglo XIX, el estilo arquitectónico neomudéjar emergió como parte del movimiento romántico europeo hasta convertirse en la manifestación de lo hispánico durante el siglo XX.
El neomudéjar recupera el estilo mudéjar, que se desarrolló en España entre los siglos XIII y XVI y, en simple, se distingue por conservar elementos del arte cristiano y usar la ornamentación árabe.

Es más, se debe recordar que “mudéjar” (del árabe hispánico mudaÿÿan ) era el musulmán a quien se permitía seguir viviendo entre los cristianos –vencedores en la reconquista de la península ibérica–, sin mudar de religión y a cambio de un tributo, explicó Andrés Fernández, arquitecto costarricense y cronista de la ciudad de San José.
“Como parte que era del gusto por lo exótico propio del romanticismo, las principales características del mudéjar fueron el uso del ladrillo visto como elemento constructivo, y la decoración con motivos islámicos, tales como lazos, rombos, arcos de herradura, etcétera”, agregó el especialista en un artículo acerca del neomudéjar en San José.