Cuando tenía 15 años, la mamá de Javier se dio cuenta de que él tenía novia. Javier es un muchacho transgénero de buen humor, chispa –como se dice popularmente–, que escoge sus palabras con cuidado. Entre sus sueños está ser actor, chef, periodista o abogado, pero la vida le puso en el camino otra idea: el activismo.
“Mi familia biológica es muy conservadora, llevan su vida a riendas de una religión”, contó el joven, de 17 años.
“Esta religión dice que todo es muy de hombre con mujer y mujer solo con hombre, que tienen hijos y la que nace mujer se queda mujer... Entonces la diversidad no era un tema, porque para ellos eso nunca iba a pasar y cuando pasó, fue la bomba, hasta los primos y tíos que nunca supe que tenía se dieron cuenta...”, narró.
La mamá de Javier empezó a castigarle. Empezó prohibiendo salidas, luego quitándole el celular y después limitándole el contacto con el exterior. Cada restricción fue rebatida por Javier, porque a esas edades –recuerda– no hay muchas medidas que tomar si un joven quiere ir a pasar tiempo con los suyos, más aún si se trata de una novia.
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Las tensiones en casa se volvieron insostenibles y así Javier decidió irse del hogar, a ver cómo se ganaba la vida. A los 16 años quedó en una de las situaciones más difíciles de su vida.
“En un grupo de WhatsApp alguien me contactó y me dijo que conversara con Shi, que ella tenía un proyecto muy chiva con otro muchacho”, contó.
Shi Alarcón y Roig Brenes son los fundadores de Casa Rara, una organización que desde el 2017 acompaña y ayuda a jóvenes LGTBI en el desarrollo de su identidad.
Casa Rara fue declarada como mariscal de la Marcha de la Diversidad que cruzará la capital este domingo 23 de junio.
La organización no solo forma espacios seguros para que jóvenes diversos conversen, sino que le da casa a muchachos y muchachas que –como Javier– deben partir de sus hogares para poder ser ellos, identificarse con el género que los caracteriza mejor y vivir una vida más plena.
Con el apoyo de Casa Rara y la venia del PANI, Javier vive desde hace un año con una familia que le recibió y le apoya mientras termina el colegio. “Puedo decir que porque acepté esa ayuda, es que yo estoy aquí”, dice Javier tajante.
Apoyo
Shi Alarcón Zamora y Roig Brenes Pochet, fundadores de Casa Rara, se conocieron en una mesa de diálogo organizada por Carmen Muñoz. Así como a Javier, el activismo ha atravesado el desarrollo de sus vidas, desde el momento en que decidieron no ser amedrentados por declararse personas diversas.
Antes de Casa Rara, Alarcón formó un grupo de jóvenes que al igual que ella tenían que aprender a navegar el mundo con la etiqueta de raros y así formó Persona, Sexualidad y Género, un espacio seguro de conversación y para organizar expresiones artísticas que hablaran de la población LGTBI.
“No era solo hablarles del VIH o uso del condón, se trataba de un lugar seguro para ellos, donde la gente contaba qué le pasaba, sobre su día a día”, recordó Alarcón.
“Ahí nos dimos cuenta que alguna gente la única comida que tenía fija era el refrigerio que nosotros dábamos o que estaban en situaciones de violencia y no sabían cómo afrontarla. Lo que empecé a hacer fue a ofrecerle a gente espacio en mi casa”, añadió.
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Shi Alarcón no tiene idea de cuántas personas se quedaron en su apartamento en Guadalupe en el transcurso de unos 4 o 5 años, pero cuando llegó la hora de mudarse (ahora vive en San Carlos) recogió 18 juegos de llaves que fueron usadas por múltiples huéspedes.
La gente iba y venía, las ayudas iban y venían... La suma de esas personas y apoyos dibujaron los planos para un proyecto más grande y formal que llegaría pronto.
Más que una casa
Aunque el nombre lo indica, Casa Rara no es un hogar ni un techo común, pero sí una red de apoyo para jóvenes que han tenido que irse de sus casas. Para muchos es una familia.
“La idea era tener una casa pero primero teníamos que completar dos pasos: generar un espacio seguro para estos chiques y luego buscar cómo darles acompañamiento. La cosa es que tuvimos que hacer las primeras dos etapas al mismo tiempo”, contó Roig Brenes.
Él asegura que la urgencia de ofrecer estas oportunidades vino en el 2017 tras enterarse de un joven diverso que se quitó la vida al no tener apoyo. Luego, conocieron el caso de otro muchacho que necesitaba con urgencia salir de su casa y decidieron tomar acciones.
“Nos contactó una orientadora porque él tenía buenas notas pero la situación en la casa era muy complicada, él tenía que salir de ahí”, explicó Brenes, que dice que el rechazo familiar a las personas LGTBI lleva a que los expulsen de sus casas de forma directa o indirecta.
El muchacho de Cartago finalmente logró recibir atención psicológica y fue referido a un hogar donde lo recibieron con los brazos abiertos. Al igual que con Javier, Casa Rara se encargó de ubicarlo y el joven ya logró terminar su carrera y es un profesional.
“Uno de los puntos más importantes es la autodeterminación”, apuntó Shi Alarcón. “Cada chico y chica que se nos acerca tiene dudas, preguntas y situaciones, y queremos empoderarles para que puedan ser las personas que quieran ser”, agregó.
Oportunidades
Hay muchachos que se acercan solamente a los talleres de Casa Rara, donde se tratan temas como riesgos y desafíos de las redes sociales, sexualidad segura, autoestima o la historia del movimiento LGTBI. Otras, como Arantza, de 23 años, cuentan con un apoyo económico de Casa Rara para atención médica, psicológica y hogar.
“En este momento no puedo estudiar y estoy tratando de conseguir trabajo”, contó esta mujer transgénero nicaragüense, que está con Casa Rara desde hace mes y medio.
Fue en febrero del 2017 que Arantza llegó al país. Ser trans e inmigrante le deparó violencia y dificultades, aunque prefirió no ahondar en el tema. Arantza cayó en un hospital y preguntó por un albergue donde pudieran recibirla. Fue ahí cuando la pusieron en contacto con Casa Rara.
“Yo no los conocía a ellos pero me han ayudado mucho. Una de las cosas que me pidieron fue siempre sinceridad para que pudiesen darme la ayuda y me han brindado casa y comida porque yo no tenía cómo conseguirlo”, expresó.
Con la ayuda de Casa Rara obtuvo una identificación en la Dirección General de Migración y Extranjería con su nombre real y han procurado traer sus notas de secundaria de Nicaragua. Ahora la organización se concentra en conseguir un trabajo para Arantza.
“Ojala más personas aprovechen esta oportunidad, porque no todo el mundo quiere ayudar”, señaló ella.
Dejar huella
Javier dice que ahora vive más cómodo, aunque el mundo que le rodea aún lo ve diferente. Es el primer chico trans que recibe el colegio donde estudia y aunque la institución no sabía muy bien cómo abordar el tema, sus administrativos se pusieron a las órdenes del Ministerio de Educación Pública para conocer el protocolo.
“Llegué con miedo a hablar con la orientadora porque yo tenía 16 años y tenía que pedir entrada a sétimo y le conté que yo era trans. Me dijo que ella iba averiguar y una semana después estaba matriculado con mi nombre, tenía profe guía, orientadora y todo listo”, explicó Javier.
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En el colegio se ha topado con profesores que le niegan su identidad de género, por lo que decidió junto a otro muchacho transgénero de la institución tomar acciones legales. El día de la entrevista venía de una audiencia con autoridades del MEP.
“Creo que vamos a dejar huella. Nosotros nos lanzamos para el gobierno estudiantil y ganamos y vamos a dar un buen ejemplo siempre”, señaló Javier.
Roig Brenes y Shi Alarcón también están convencidos de que su proyecto cambia y salva vidas.
“Hoy me llamó un muchacho a contarme que le dieron trabajo y me alegré como si fuera yo misma”, contó Alarcón. “Él me dijo que quería que yo fuera la primera en saber y estas cosas te llenan y te impulsan a ser mejor”, añadió la activista.
“Con tanto que hablamos de vivir en un país polarizado, dividido, a mí Casa Rara no me deja de devolver la fe en la humanidad. Todos los días aprendo de estos chiques, siento que me da un propósito”, señaló Roig Brenes.
En los planes de los organizadores sigue tener una casa, un lugar físico para reunión y apoyo. Pero mientras tanto, Casa Rara –dicen sus fundadores– seguirá siendo una oportunidad para vivir la vida como se quiere y tener una familia como ninguna.