Imagínese la figura de un samurái en color negro que sostiene una espada y a su lado izquierdo, una frase que dice: “Si están detrás mío los protegeré, si están a mi lado los voy a respetar, pero si están delante mío los voy a derrotar”.
Justo debajo de la leyenda hay un kanji (caracter japonés) de coraje, en color rojo.
Así es el tatuaje que varios médicos del Centro Especializado de Atención de Pacientes con covid-19 (Ceaco) se hicieron como muestra de protección, de unión y de que diariamente están dispuestos a enfrentar con coraje la amenaza que representa el coronavirus.
“Este es nuestro reto, la fuerza del samurái somos nosotros apoyándonos con las luchas que hemos tenido que enfrentar para dar recurso humano, transporte y todo lo que se necesite a los pacientes. Es una manifestación muy fuerte a la enfermedad y de que la vamos a derrotar”, afirma el doctor Marco Vargas, jefe del Ceaco.
Han pasado más de siete meses desde que el 1.° de abril de este 2020 la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) puso a funcionar su “hospital escudo” para tratar a las personas con covid-19, en las instalaciones del Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare).
Desde entonces, todo ha sido difícil. De hecho, el doctor Vargas reconoce que en el Ceaco “todos los días son malos, pero hay días que son peores”.
Las 88 camas que están allí acondicionadas para pacientes en cuidado crítico se mantienen ocupadas y diariamente se reciben hasta 125 llamadas de otros centros médicos preguntando si les pueden trasladar enfermos.
Y aunque en un principio de la pandemia algunas personas cuestionaban la necesidad de este hospital especializado, tomando en cuenta que pasaban los días y el centro no se llenaba, hoy la historia es muy diferente. Hasta esta semana, en el Ceaco, ubicado en La Uruca, se han atendido 895 personas por covid-19.
“Al principio casi que nos peleábamos los pacientes, pero ahora no sabemos qué hacer con ellos. Al inicio todos querían tener pacientes para desarrollar las habilidades de su equipo de trabajo”, recuerda el médico.
El doctor Marco Vargas llegó al Ceaco proveniente de la Unidad de Trauma del Hospital Nacional de Niños (HNN), donde labora desde hace 19 años, tras una petición de la Gerencia Médica de la CCSS.
Este cambio representó pasar de ser un funcionario operativo a dirigir al menos cinco divisiones: la clínica, la hospitalaria, la de transporte, la de comunicación y la de funciones académicas, administración y auditoría.
Además, aceptar la jefatura significó dejar de lado las maratones y las prácticas de saxofón que tanto le entretienen. Ahora sus jornadas son extenuantes y aprende diariamente de un enemigo que llegó para quedarse.
“Yo he sido bastante ‘inquieto’ y he tratado de mantener mi estilo de vida, sin embargo, es muy cansado, y sí hay un trasfondo familiar donde no se te perdona eso, porque si yo me muero en el trabajo alguien me va a sustituir, pero en mi familia nadie lo va a hacer”, se sincera el jefe.
No obstante, el médico, quien desempeña su profesión desde 1995, está agradecido con la oportunidad que tiene actualmente y se ha entregado por completo al Ceaco y a aprender de la covid-19.
De hecho, considera que en estos meses ha cambiado como profesional y que la pandemia vino a recordarle a la población que nadie es invencible.
“Me ha permitido ver y desarrollar oportunidades de atención, me reta todos los días a cambiar mi conducta individual y tratar de inferir en la conducta de muchas personas en las cosas más sencillas como lavarse las manos. Este es un animal de muerte que no le importa absolutamente nada, ni credo, ni tamaño, ni color, ni edad y que ha permitido que el país encuentre personas dedicadas y responsables”, dice el médico.
Dentro del Ceaco se ven muchas imágenes difíciles y pese a que ya han pasado algunos meses el doctor Vargas afirma que las escenas no dejan de ser estremecedoras.
Los pacientes en muchas ocasiones están inconscientes, no pueden hablar y no se les permite tener contacto con sus familiares, lo que complica la estadía en el centro médico. Muchos de ellos fallecen sin poder despedirse de sus seres queridos.
“Hay gente muy temerosa, gente que no puede hablar mucho porque no respira, entonces a veces las comunicaciones no son tan efectivas pero la gente de enfermería es muy dedicada a este tema humanístico”, afirma el médico.
Contrarreloj
En total se tardaron 234 horas y 39 minutos en acondicionar el centro médico con 88 camas para pacientes en cuidado crítico y severo.
En el Ceaco se cuenta con ventiladores pulmonares, equipo de rayos X, aspiradores de secreciones, termómetros infrarrojos sin contacto, red de gases de uso médico y sistemas de oxígeno, sistema de extracción para generar presión negativa y equipos de aire acondicionado.
De acuerdo con el doctor Vargas, la forma en que corrieron para poder levantar el Ceaco es indescriptible, ya que fueron jornadas de 24 horas completas en las que participó personal de diferentes instituciones del Estado comprometidas con el proyecto, en el que actualmente laboran más de 1200 profesionales.
Sin embargo, al inicio fue complicado que el personal entendiera que dentro de los cambios que estaba experimentando el Cenare, se contemplaban muchas muertes.
“En el Cenare el año anterior se murió solamente una persona y nosotros ya vamos por 168 personas fallecidas, entonces eso significó un cambio de paradigma, porque cuando empezamos y decíamos que iba a morir gente, las personas se consternaban mucho y había mucha gente preocupada porque aquí no se moría nadie, pero ahora la muerte es una cotidianidad”, resalta el jefe.
Quien ha experimentado esa sensación de primera mano, ha sido el doctor Roberto Aguilar, director del Cenare y del actual Ceaco.
“Ha sido un cambio bastante importante y si usted me pregunta qué si yo me imaginaba que esto iba pasar, yo le puedo decir que jamás. Uno se prepara como médico, como administrador de un hospital, pero nadie lo prepara a uno para una pandemia y una gestión como la que hay en este momento, donde hubo que cumplir plazos que parecían imposibles. Realmente nos tomó por sorpresa”, comenta.
El director afirma que cuando llegó la pandemia él imaginó que de una u otra manera el Cenare, centro que suele atender personas con discapacidad, iba a tener que ponerse a disposición para lo que eventualmente se requiriera, sin embargo, jamás pensó que allí se instalaría el Ceaco.
No obstante, tan pronto le dieron la noticia el personal puso manos a la obra y aunque por momentos hubo angustia, conforme pasaron los días se fueron adaptando.
De acuerdo con el doctor Aguilar, el personal ha ido aprendiendo sobre la marcha y ha adaptado la nueva normalidad a su cotidianidad; esto ha permitido que en el hospital no haya un ambiente caótico, sino que “es un ambiente bastante controlado donde esa paz y esa atención se le transmite a los pacientes”.
“Todos los días salen situaciones, problemas diferentes que hay que ir resolviendo y el personal si está un poco cansado, porque las personas se agotan, pero nadie se queja. Para mí ha sido muy satisfactorio desde el punto de vista personal ver el compromiso de los funcionarios del Cenare y yo estoy orgulloso de todo el personal que trabaja acá”, dice.
Eso sí, el médico explica que aunque fuera de las instalaciones el ambiente se vea muy tranquilo, la realidad adentro es muy diferente y si bien no es un entorno caótico, lo cierto es que hay personas muriendo.
“En las afueras usted no va a ver como si fuera una emergencia pero dentro hay personas muy graves, recibiendo tratamiento de la manera más profesional que se puede, de la mejor manera, como se daría en cualquier parte del mundo”, añade.
El doctor de 43 años espera el momento en que la pandemia pase y que el Cenare vuelva a recibir a sus pacientes habituales, sin embargo, tiene claro que para que eso pase todavía falta mucho.
Su tranquilidad es saber que a los pacientes del Cenare se les sigue atendiendo de forma virtual; algunos reciben terapia en Instituto Nacional de Seguros (INS) o en el anexo del hospital México.
De frontera a frontera
La enfermera Sofía Córdoba todavía recuerda el día en el que el doctor Vargas la llamó a las 4 a. m. para pedirle que se uniera al grupo de Primera Intervención Médica Especializada (Prime) del Ceaco.
Ella era enfermera en el Hospital Nacional de Niños y no tuvo mucho tiempo para pensar su decisión, pero el apoyo de su familia le permitió sentirse segura aceptando unirse al equipo de medicina de transporte, el día del cumpleaños de su hija.
“Fue un cambio muy radical; yo tenía 11 años de estar viendo niños y no voy a negar que me ofrecieron una gran oportunidad para hacer lo que más me gusta qué es la medicina de transporte, pero sí me asusté. Además, era el cumpleaños de mi hija y me ocupaban ya, pero todos son sacrificios”, afirma Córdoba.
La enfermera forma parte del equipo que viaja a lo largo y ancho del país diariamente, atendiendo y trasladando personas con covid-19.
Le ha tocado ir en avioneta a Limón, en lancha por la costa de Puntarenas y vía terrestre a diferentes puntos de Costa Rica, sin importar el clima o las circunstancias. Incluso debió esperar hasta seis horas para que el clima cambie.
“No le voy a mentir: cuando se viene una turbulencia siento el corazón en la garganta, pero en ese momento usted va tan concentrado dándole asistencia al paciente que el miedo de uno pasa a segundo plano. Pero ya tengo tantos vuelos que me emociona mucho saber que puedo ayudar de esa manera y que en este país tenemos ese servicio”, relata.
La labor del equipo Prime ha sido tan indispensable durante la pandemia, que a la fecha se han realizado 618 traslados y se habían recorrido más de 105 mil kilómetros.
Los equipos para cada traslado están conformados por un médico, un enfermero y un terapista respiratorio, quienes saben cómo actuar en todo tipo de situaciones y cómo manejar un paciente en distintos ambientes.
La enfermera Córdoba, de 36 años, recuerda que entendió la gravedad de la pandemia cuando pasó de hacer uno a seis traslados por día de un pronto a otro.
"En un momento yo dije ‘¿Qué es esto?’ y sí se asusta uno, pero lo más impactante es cuando usted ve a los familiares en los portones llorando, o cuando pregunta por la cantidad de muertos o por tal paciente y le dicen que murió, entonces uno lo que dice es ‘pero ese lo traje ayer y venía bien’ y no deja de ser doloroso.
“Lo más triste es que hay mucha gente que no quiere creerlo todavía y si supieran el sacrificio que lleva estar aquí, lo duro que es ver esas familias ahí en el portón llorando, ver los cuerpos salir en esas cajas que van totalmente cerradas y no se pueden ni despedir porque mueren solitos y ver los compañeros que se ponen sumamente afectados, es realmente impactante”, detalla.
La enfermera afirma que aunque las escenas generalmente son dolorosas, hay días que esa tristeza se aplaca cuando los pacientes logran vencer el coronavirus y afuera del hospital está la familia esperando con globos y muchas sonrisas. En ese momento solo puede sentir emoción y orgullo.
Y aunque aún debe lidiar con los repartidores de comida que le cancelan el pedido cuando ven que la entrega es en el Ceaco, la motiva saber que la pandemia pasará y ella será una mejor personas y profesional.
Desgaste
Si al principio de la pandemia lo que se percibía en los hospitales era miedo, ahora el sentimiento se ha transformado. Conforme pasan los días el personal de salud se acostumbra a convivir con el virus con menos temor, pero con el mismo respeto de siempre.
Ahora lo que abunda es el cansancio. Desde julio, la carga laboral es intensa para todo el equipo, las jornadas han sido largas y agotadoras: hay menos tiempo para descansar y más trabajo por hacer.
Sin embargo, en el Ceaco se han ido habituando a su rutina y entienden que el trabajo en equipo y el apoyo mutuo es más indispensable que nunca para enfrentar el desgaste físico y emocional.
Han aprendido que uniéndose como grupo, cada uno aportando su conocimiento desde su área, tienen más posibilidades de que las cosas salgan bien.
“Estamos todos en la misma batalla entonces eso empuja a los diferentes equipos a trabajar de forma coordinada. Internamente tratamos de darnos mucho apoyo en la parte laboral y emocional porque es lo que uno también siente y a veces ve compañeros del equipo que están desgastándose y uno inmediatamente trata de apoyarlos, entre nosotros ver cómo una persona tiene una carga menor transitoriamente y ahí vamos tratando de que el desgaste sea menos”, comenta el doctor José Acuña, jefe del área médica del Ceaco.
El médico reconoce que aunque en un principio prepararon todos los protocolos y pudieron, de cierta forma, entrenarse dada la poca cantidad de pacientes que tenían inicialmente, nunca pensaron que verían brotes a esta magnitud, en la que diariamente las autoridades sanitarias anuncian más de mil personas contagiadas de covid-19.
No obstante, considera que la pandemia les ha permitido ir fortaleciendo el carácter y generando aprendizajes a través de diferentes experiencias.
Para Acuña, la familia ha sido fundamental en todo este proceso, pues siempre están ahí motivando a ese ser querido que forma parte del personal de salud y que está en la primera linea de defensa contra el coronavirus.
Desde marzo se ha sacrificado el tiempo en familia, hay menos fines de semana libres y por ende menos tiempo para compartir, pero sus seres queridos comprenden que es una situación que pasará. Ellos son los que al final del día motivan al personal de salud a seguir de pie, pues dentro del hospital siempre hay escenas que generan impotencia entre los médicos, especialistas y enfermeros.
“Lo más difícil es saber que a pesar de esfuerzos médicos, a los pacientes, sobretodo cuando están más críticos, es muy difícil sacarlos adelante, es una situación triste y frustrante. Uno no está acostumbrado a la alta mortalidad, a ver esto. En la parte médica generalmente nosotros actuamos, iniciamos tratamiento y vemos un efecto positivo sobre el paciente y logramos recuperarlos pero en este caso no ha sido tan fácil y es emocionalmente desgastante.
“Esta es una enfermedad que es de muy alta contagiosidad, que nos ha puesto en una situación impensable en cuanto a demandas del servicio de salud y que genera una mortalidad mucho mayor que otros procesos infecciosos. Es tan dolorosa: los enfermos que realmente se ponen graves, las familias no pueden verlos, no pueden contactarlos, compartir con ellos, inclusive cuando están agónicos o críticos y es desgastante, realmente ha sido una carga emocional y física alta para todas los grupos involucrados en el manejo de estos pacientes”, afirma el doctor Acuña.
Cuestión de fe
En el Ceaco no solo hay médicos, enfermeras, especialistas; también hay personal de aseo y de muchas otras áreas.
Por ejemplo, allí brinda su servicio Guido Villalobos, sacerdote de la Arquidiócesis de San José y quien fue enviado a ese centro médico cuando comenzó la pandemia.
Villalobos ha sido capellán por más de 10 años, específicamente en el hospital San Juan de Dios y, antes de la pandemia, en el hospital México.
“Es un nombramiento muy particular porque al aparecer el virus se vio que el padre que estaba atendiendo el Cenare tenía unas condiciones de riesgo que ya no le permitía estar en esa capellanía. De esta manera es que la administración del Ceaco pide al Hospital México que les apoye con el padre capellán en algunos momentos. Nos reunimos y acordamos la forma para atender el hospital”, relata el sacerdote.
Según explica, sus visitas al Ceaco para la atención de pacientes no son tan frecuentes dado a que solo se atiende a los nuevas personas que ingresan al centro médico, pero esto no ocurre tan a menudo ya que cada paciente en promedio permanece internado 12 días.
Sin embargo, el sacerdote afirma que en estos meses quienes más acompañamiento han requerido son quienes laboran ahí. Esta es una atención que conlleva más tiempo y por ello asiste diariamente a asistir en lo que pueda, a escuchar y dar su consejo. Además, afirma que siempre está disponible al llamado que le haga el personal de salud del Ceaco.
Eso sí, cuando lo hace, al igual que todo el personal, el cura debe portar el traje de protección completo.
“Para mí esta ha sido una gran oportunidad para replantearme mi vida, metas, la forma de ejercer mi ministerio sacerdotal, todo esto ha significado una gran oportunidad para detenerse y replantearse alguna forma de estar llevando la vida”, asegura.
De acuerdo con el sacerdote, hasta ahora no ha sentido temor por contagiarse al ingresar al centro médico, sin embargo, sí ha tenido que lidiar con otros sentimientos que también invaden al personal de salud, como la ansiedad.
Explica que en el ambiente se percibe mucho cansancio y eso “en algún momento también repercute sobre mi persona, pero miedo como tal no, porque desde el momento mismo de mi ordenación sacerdotal ya sabía que estábamos dispuestos a darlo todo por amor al hermano”.
Para el religioso esta ha sido una etapa retadora, en la que lo más difícil ha sido mantener la distancia con los pacientes.
“Ha sido sobre todo difícil con los pacientes que están conscientes, porque ellos saben que es el padre capellán quien está ahí cerca, pero nada más eso: cerca. El contacto físico no se puede tener como con el resto de los pacientes a quienes uno les puede ofrecer la mano”, detalla.
Para el padre Villalobos estos meses han sido de muchas enseñanzas.
“He aprendido que la vida es muy frágil, que la vida es muy pasajera, que esta vida se va pronto. La sagrada escritura dice que ‘el que mucho vive, vive 80; el más robusto 90 o 100’, pero son años que van a prisa y vuelan y cuando se enfrenta uno a una realidad como la que estamos viviendo con esta enfermedad, ve lo frágil que es la vida y de cómo debemos estar preparados”, añade el sacerdote.
Al final del día, el doctor Vargas, jefe del Ceaco, afirma que lo que motiva a todo el grupo y que les permite salir adelante es saber que “todavía nos hace falta uno o dos años de esto, de saber que uno puede hacer el cambio, de saber que nadie quiere que se mueran pacientes en la calle”.
“Tenemos un sistema salud robusto pero nuestros médicos, enfermeros y demás son gente que se cansa y ya están cansados y cuando usted ve que todos los días tenemos más de 1000 pacientes, es una presión constante del sistema, una presión que algún día no va a aguantar, por escasez, por que el personal médico se enferma, entonces hay que cuidarse y eso es una responsabilidad individual”, finaliza.