Destacados expresidentes, educadores, científicos y numerosos ciudadanos ilustres de Costa Rica yacen en un mismo lugar: el Cementerio General de San José. Este camposanto sobresale como ningún otro, no solo por ser el más grande del país, sino por su valor histórico, artístico e impresionante arquitectura repleta de esculturas y mausoleos.
Son tantos los personajes reconocidos cuya última morada está en el Cementerio General que incluso se implementó un sistema de identificación: a un costado de sus tumbas se erige un cartel, detallando su fecha de nacimiento y fallecimiento, así como un breve sumario de su legado, pues sabido es que el lugar se ha convertido en un punto de referencia turístico y para entusiastas de la historia y el arte.
Sin embargo, más allá de la élite que ocupa los mausoleos en lo más alto del cementerio, el terreno también cuenta con una faceta menos notoria. Se trata de las catacumbas, un espacio subterráneo con más de 600 bóvedas usualmente destinadas para personas de bajos recursos, cuyas familias optan por arrendar un nicho, dada la imposibilidad de adquirir una propiedad en otro camposanto.
Bajo estas dos aristas, el Cementerio General se posiciona como una radiografía del estado de la capital. Así lo explica Andrés Fernández, arquitecto, investigador y cronista urbano, quien examina el valor social del camposanto en capas que se hilan entre sí.
Primero está la índole histórica, puesto a que en este “condominio de muertos”, como le llama Fernández, “residen” algunos de los costarricenses más notables de sus respectivos ámbitos. Además, muchas tumbas reciben notoriedad por su atractivo visual, calidad escultórica y arquitectónica.
De tal manera, los pasillos del camposanto también son un representativo del perfil urbano del San José de antes, porque incluyen los estilos de la arquitectura neoclásica, ecléctica, art nouveau, neocolonial, art deco, neogótica y la moderna.
“En los cuadrantes del norte se ubican las familias de abolengo. Conforme nos vamos yendo hacia el sur, el asunto se va ralentizando cuando se llegan a las casas de alquiler del subterráneo. En ese sentido, el cementerio es una radiografía”.
— Andrés Fernández, arquitecto y cronista de San José
De aquí viene otra particularidad sobre el valor del Cementerio General, ya que dentro de su territorio se reconocen piezas de prestigiosos artistas, como la escultura de San Francisco hecha por Juan Manuel Sánchez o la imagen de la novia, del venezolano Eloy Palacios.
A la vez, la belleza plástica del lugar se compone por piezas que no tienen precisión en su autor. Esto surge porque algunas familias importaban el arte desde otro país o las adquirían por un catálogo genérico; es decir, el marmolista o artesano ofrecía un sinfín de figuras, como ángeles, cruces o vírgenes, y los compradores escogían la que más les gustaba, pero en el resultado final no se detallaba la autoría del artista.
Además, estas figuras volumétricas y decorativas destacan por su frecuente uso del mármol, según explicó Fernández.
“Esto nos habla de un anhelo muy europeo de parte de las clases altas en este país, porque aquí perfectamente se pudo haber utilizado materiales propios, ya que desde los años 30 se manejaba la andesita, lo que llamamos granito”, agregó.
Historia y recorrido por el Cementerio General de San José
El Cementerio General tuvo su primer establecimiento en 1845, en el terreno ubicado al costado sur del Hospital San Juan de Dios, ya que en aquel entonces ambas instituciones eran administradas por la Junta de Caridad (hoy Junta de Protección Social).
Unos años después, en 1862, tuvo que ser trasladado por los altos niveles de humedad y se instaló frente a la avenida 10, entre las calles 22 y 24 de San José, donde se mantiene en la actualidad.
A partir de ese momento, la muralla de calicanto en su fachada principal ha recibido a miles de visitantes que se acercan para indagar sobre la historia del país o para rendir homenaje a los difuntos ahí sepultados.
Figuras indispensables de la historia patria, como Juan Rafael Mora, José María Castro Madriz y Pacífica Fernández, descansan en este repositorio. Ahí también se encuentran las sepulturas de beneméritos al estilo de Aquileo J. Echeverría, Carmen Lyra y Fernando Centeno Güell.
A partir del estudio del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio Cultural –recopilado por los historiadores Carlos Zamora y Santiago Quesada en el 2008– le presentamos un recorrido por el Cementerio General de San José.
Catacumbas
Las catacumbas del Cementerio General se ubican, como su nombre lo indica, en el subterráneo de la capilla católica. Al descender por las empinadas escaleras, lo primero –y único- que se encuentra es un pasillo extenso, iluminado por el cielo raso, con cientos de nichos a ambos lados, uno encima del otro.
Ingresar a las catacumbas es descubrir un lugar completamente separado del Cementerio General. La más notable diferencia es que acá no hay estatuas ni esculturas, ni mucho menos lápidas de mármol, sino que predominan las historias anónimas de personas sepultadas sin nombre.
Mientras se avanza, es común encontrarse con imágenes recién colocadas o bien desgastadas por el tiempo, así como con flores falsas, peluches, juguetes, cartas y globos; objetos que reflejan el cariño y el amor hacia los difuntos.
El precio de alquiler de estos nichos también denota otra clase social distinta a la que yace en la superficie del camposanto: el arrendamiento para estas bóvedas, por un lapso de cinco años, se consigue con un único pago de ¢153.000. Así lo informó Mileidy Jiménez, administradora financiera de los camposantos de la JPS.
José María Castro Madriz (1818-1892) y Pacífica Fernández (1828-1885)
Al ingresar por el costado norte del Cementerio, en el primer bloque a la derecha de la entrada, se distingue la bóveda de José María Castro Madriz y Pacífica Fernández, expresidente y ex primera dama de Costa Rica, respectivamente.
Durante su primer mandato, Castro Madriz declaró a Costa Rica como una nación independiente y le confirió el estatus de República en 1848. Por ello, fue el último jefe de Estado y el primer presidente del país.
En su gestión también se decidió la construcción del Hospital San Juan de Dios y del Cementerio General de San José, ante la necesidad de un espacio fúnebre que contara con las condiciones óptimas de salubridad.
Otro hecho relevante que surgió durante su gobierno es que el 12 de noviembre de 1848 se izó por primera vez la bandera nacional; símbolo confeccionado por su esposa Pacífica Fernández, quien se inspiró en la bandera de Francia para representar a Costa Rica con los mismos tres colores: azul, blanco y rojo.
Además, Fernández se convirtió en la primera dama más joven de la historia costarricense, cuando tomó este título con tan solo 18 años, en 1847.
Juan Rafael Mora (1814-1860)
En el bloque contrario, en la primera sección a la izquierda de la entrada, descansa otro expresidente de Costa Rica: Juan Rafael Mora Porras. Su tumba destaca por el busto de bronce del expresidente, el cual se observa ligeramente dañado por el tiempo.
Mejor conocido como Juanito Mora, este político ocupó la presidencia del país en tres ocasiones durante la década de 1849 a 1859. En su gobierno encabezó la guerra contra los filibusteros norteamericanos, la cual marcó la historia de Centroamérica.
Mora también impulsó una renovación urbana en la ciudad de San José y ratificó el decreto de límites con la República de Nicaragua, a través del Tratado Cañas-Jerez.
El expresidente murió fusilado en Puntarenas, luego de ser exiliado a El Salvador en 1859. Cuando regresó al país por las costas de la provincia porteña se enfrentó en combate con las fuerzas residencialistas, hasta que fue apresado, sometido a consejo de guerra y condenado a muerte, en 1860.
Pío Víquez Chinchilla (1850-1899)
Periodista, poeta y profesor son algunos de los títulos de Pío Víquez Chinchilla, el célebre fundador del periódico El Heraldo de Costa Rica, autor del libro Miscelánea y exdirector de la Imprenta Nacional.
Por su labor de calidad en el periodismo nacional, en su nombre se bautizó el Premio Nacional de Cultura en este ámbito.
Estos galardones se otorgan anualmente por parte del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), según lo indica la ley Nº 9.211, a personas u organizaciones que hayan aportado al fortalecimiento del campo periodístico en Costa Rica.
Su sepultura permanece en el mismo bloque de Juanito Mora, cerca de la fachada principal del camposanto. La tumba es fácil de identificar por su material de piedra, escultura de ángel y el tallado en mármol con el rostro del insigne comunicador.
Aquileo J. Echeverría (1866-1909)
Otro de los escritores más prominentes del país es Aquileo J. Echeverría, una figura del costumbrismo literario que publicó los volúmenes Concherías (1905) y Romances (1909).
En estos poemarios, el autor hace un retrato de la escena local de Costa Rica con los personajes campesinos “conchos”, que se caracterizan por el uso del lenguaje popular.
Su nombre también es meritorio de un Premio Nacional Cultura, en cuanto al trofeo que distingue a las novelas, cuentos, poesías, ensayos y dramaturgias.
Si bien la sepultura de don Aquileo es un poco menos llamativa que otras, dado que no tiene esculturass, si sobresale por su forma de óvalo. También se encuentra en el bloque derecho de la entrada, en las cercanías de Pacífica Fernández y José María Castro Madríz.
Carmen Lyra (1888-1949)
María Isabel Carvajal Quesada, mejor conocida como Carmen Lyra, fue una cuentista, novelista, activista y educadora; también autora del clásico infantil Cuentos de mi tía Panchita (1920) y recordada por su impacto social.
Lyra fue una destacada dirigente comunista, expulsada del país en 1948 por militar en el Partido Vanguardia Popular. La querida autora murió en el exilio en la ciudad de México, en 1949.
Por su legado, fue declarada benemérita de la cultura en 1976, y cuarenta años después, benemérita de la Patria, en el 2016.
Aunque está ubicada en el centro del cementerio, existe un grado de dificultad para encontrar su tumba. Bajo la sombra de los árboles, se debe recorrer un estrecho camino entre múltiples y altas bóvedas para dar con su cartel, el cual explica brevemente su aporte al país.
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Además de los ya mencionados casos de Juanito Mora y José María Castro Madriz, el Cementerio General alberga también las tumbas de muchos de los expresidentes de Costa Rica. Tres de las bóvedas más sencillas de encontrar, porque están cerca de la entrada del camposanto, son las de Rafael Ángel Calderón Guardia, Rafael Yglesias y Bernardo Soto.
La lista de los hombres que dirigieron al país ahí enterrados la completan León Cortés Castro, Cleto González Víquez, Ricardo Jiménez Oreamuno, Julio Acosta García, Francisco Aguilar Barquero, Bruno Carranza, Carlos Durán Cartín, Próspero Fernández, José Rafael Gallegos, Vicente Herrera Zeledón, Santos León Herrera, Juan Mora Fernández, Francisco Orlich Bolmarcich, Federico Tinoco Granados y Daniel Oduber.
Por otra parte, pese a que sus tumbas no son tan sencillas de localizar, en este cementerio también yacen figuras cuyos aportes resultaron tan significativos al país que hoy hospitales, universidades, centros de investigación o escuelas llevan sus nombres. Estos son los casos de Raúl Blanco Cervantes, Rodrigo Facio Brenes y Clodomiro Picado.
De igual manera, uno de los músicos destacados que descansa en el camposanto es Manuel Melico Salazar Zúñiga, el tenor costarricense que se presentó en múltiples escenarios internacionales a inicios del siglo XX.
Al hacer un recorrido por este museo a cielo abierto, se puede encontrar el sitio final de descanso de un médico, algún dirigente político, de la educadora y el pintor. Sin duda alguna, en el Cementerio General cada tumba cuenta una historia.
“Es algo realmente fantástico e impresionantemente rico. Por ejemplo, vaya solo a ver placas, ángeles o vírgenes y se va a encontrar los motivos más hermosos y más llamativos, en una enorme cantidad y con una riquísima calidad. Eso es un museo, como si fueran curadurías de colecciones”.
— Andrés Fernández, arquitecto y cronista de San José