Dice la ciencia que la materia no se destruye ni se crea, solo se transforma. En ese caso, el Gran Centro Comercial del Sur es algo así como una anomalía en el sistema: es un centro comercial quesí ha cambiado en sus 40 años de existencia y que también ha mantenido genuina su esencia desde el primer día.
Ya hace un tiempo que no es el centro comercial más grande de Centroamérica y posiblemente no sea el primer “mall” en el piensen los más pequeños cuando se le ofrece ir a dar una vuelta. Pero el Centro Comercial del Sur tiene algo que muchos otros espacios se desean: una clientela fiel.
Basta darse la vuelta un viernes o un martes cualquiera y el centro comercial tiene suficientes ojos curiosos recorriendo sus 105 locales. Está el Perimercados que no falla, la Pops que antoja a los que esperan bus y la zapatería ADOC, pero este centro comercial también se ha vuelto casa de nuevos locales de empresarios que han visto un valor en un mall con una identidad propia.
Fue en noviembre de 1979 cuando el Gran Centro Comercial del Sur abrió sus puertas con una retreta y ahora se aproxima con fuerza a sus 40 años, cuatro décadas de ser el mall del pueblo. No es un título despectivo: quizá no haya un centro comercial que entienda mejor a su gente.
Recuerdos vivos
Cuando se habla de los 40 años del Centro Comercial del Sur afloran los recuerdos y muy poca gente se asombra de saber que sigue activo. “Yo todavía paso por ahí y veo la Pops y a la gente saliendo con compras”, me dice un compañero de trabajo. “Ahí fue donde me enamoré de los videojuegos: tenían un arcade de Súper Nintendo”, me dice otro.
La ubicación siempre ha sido un detalle importante para este centro comercial: los vecinos de Barrio la Cruz, La Vasconia, Quesada Durán, Zapote, Plaza Víquez y San Francisco de Dos Ríos están cerca y han vuelto parte de su rutina pasar por ahí.
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Visitamos el centro comercial un viernes por la mañana y había personas de todas las edades haciendo un sinfín de mandados: comprando carne, haciéndose las uñas, buscando juguetes para algún regalo o simplemente dando vueltas con un cono en la mano.
“Es un centro comercial casi de conveniencia, aquí la gente sabe que resuelve el mandadito”, cuenta Andrea Cerdas, actual administradora del Gran Centro Comercial del Sur (GCCS).
Ella recuerda que en su infancia siempre visitaba este lugar como el paseo del fin de semana. “Antes casi no había malles ni espacios así. Darse la vuelta era casi que un premio”, explica.
Ahora, Cerdas tiene 8 años como administradora del lugar, y se encarga de mantener todo en orden, las áreas comunes, la seguridad. Ella cuenta con orgullo que este centro comercial fue el primer lugar en tener un cajero automático fuera del Banco de Costa Rica en San José y el primero en contar con gradas eléctricas.
La mole
El centro comercial siempre ha tenido el parqueo en el centro y los locales a su alrededor y al inicio toda su estructura –pisos, paredes y muros– eran de concreto o adoquines. Ahora el lugar cambió su piso por cerámica, aunque mantiene su forma icónica.
“Queríamos darle el diseño de la plaza colonial que tenía el parque al centro y la iglesia y la escuela a los lados”, cuenta Jaime Pardo, uno de los que inició el proyecto.
La empresa Hogares de Costa Rica construyó el Centro Comercial de Guadalupe y después de realizar algunos estudios determinó que los barrios del sur debían ser el siguiente objetivo.
“Encontramos un terreno que tenía dos alturas y quisimos aprovecharlo para hacer algo diferente. Iba a tener varias entradas y más de 100 locales y eso era algo revolucionario”, señaló Pardo.
Él era el gerente comercial del proyecto, es decir, se encargaría de vender los locales una vez que estuvieran construídos.
Pardo no chista cuando este periodista le dice que era un proyecto ambicioso; es como decirle a un padre que su hijo necesita anteojos cuando ya acumula varias facturas por lentes. Los recuerdos de la construcción están llenos de incertidumbres, que por suerte ahora dan risa.
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“Recuerdo que construimos el puente que conectaba La Gloria con la otra parte del centro comercial pero aún hacía falta que entraran varios camiones con material, ¡y con ese puente no pasaban! Tuvimos que desinflar las llantas de los camiones para no tener que tumbarlo”, explicó Pardo.
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Si alguien conoce la historia de este centro es Marcos Vega, quien fuera uno de los peones que trabajó en la construcción y que ahora cumple 25 años trabajando en el centro comercial como misceláneo.
“Solo existía el Centro Comercial de Guadalupe, entonces este lugar se volvió la novedad, pasaba en un llenazo siempre”, recordó. Señalando el parqueo rememmora los conciertos con grupos como Los Hicsos y hasta Las Chicas del Can.
Don Marcos es algo así como el marido de alquiler del centro comercial y por eso los dueños de cada local le tienen estima por su entrega y cuido de cada detalle.
“¿Ve ese pino de allá? Ese lo decoramos todo para Navidad”, contó don Marcos. Cada año se sube religiosamente a lo más alto del árbol y lo llena de luces para inaugurar la Navidad en el centro comercial. Aunque su jubilación está cercana, él dice que el centro comercial siempre será su segunda casa.
Habitantes
“Un centro comercial tiene que tener de todo y tiene que estar bien distribuido”, cuenta Jaime Pardo. Él fue uno de los fundadores del GCCS y actualmente es co-dueño con otros empresarios.
El Centro Comercial del Sur, a diferencia de los otros malles, se administra como condominio y así no tiene un solo dueño, sino varios.
“La mayoría de los dueños querían estar a la par del Perimercados, pensando en que iban a lograr atraer más clientela. Pero la gente que va al súper no compra nada más, había que ordenarlo”, señaló Pardo.
Así, puntos de interés como la sucursal de la tienda de departamentos La Gloria (ahora extinta), el área de comidas y las zapaterías tenían que estar distribuidas, para que la gente fluyera en el inmueble.
La apuesta funcionó y la popularidad del centro comercial empezó a crecer.
“Los dueños no lo entendían muy bien (la distribución de las tiendas) pero hubo que insistir. Yo me mantuve como administrador para que no perdiera esa dirección”, señaló Pardo. Años después le sucedió doña Fanny Navas, quien fue administradora por casi 20 años del Centro Comercial del Sur.
Actualmente hay 105 locales de 75 dueños.
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“Yo me acuerdo que tuvieron que construir el tercer piso porque todo era planché y cuando llovía se filtraba el agua a algunos locales, obviamente les salía mejor construir ahí que solo tapar las goteras”, dijo entre risas Jorge Collado, que precisamente tiene su local en la tercera planta.
El doctor Collado, un microbiólogo que tiene casi 40 años de tener su laboratorio en el centro comercial, recuerda a inicios de los años 80 que adquirir un local andaba por los ¢20.000.
“Yo estaba terminando de estudiar y no sabía muy bien cómo estaba el mercado por aquí, pero me vine y aún con las dificultades he estado aquí mucho tiempo”, recordó el doctor Collado, que ya roza las ocho décadas de vida.
Él recuerda que trabajó ahí algún tiempo pero se “enredó” con platas y terminó dejando el local. Trabajó en INCIENSA y a finales de los años 80 regresó a comprar un local en la tercera planta del edificio, que por ese entonces costaba más de un millón de colones. Con mucho orgullo enseña los microscopios con los que ha trabajado toda la vida y algunos “juguetes” más nuevos.
Durante nuestra visita una mujer se le acercó al doctor y le preguntó sin rodeos: “¿aquí hacen pruebas de embarazo?”. “Uuuuh”, exclamó don Jorge, “montones hemos hecho... Si son gemelos le hacemos descuento”, bromeó.
Una inquilina más reciente en Jennifer Sibaja, dueña del salón de belleza Oh la la, también en el tercer piso, cerca de otros salones y tiendas que venden repuestos de celulares.
“Por aquí no pasa mucha gente, pero no hace falta, la mayoría de la clientela la conseguimos por redes sociales”, contó Sibaja.
“Es una ventaja que no pase mucha gente en frente, las clientes vienen y no pagan parqueo y puede llegar en pijamas que no se topan a mucha gente y así se sienten más cómodas”, aseguró.
El parqueo precisamente es otro de los atractivos del centro comercial, puesto que nunca se ha cobrado su uso. En el momento en el que este periodista y el fotógrafo visitaron el centro comercial, el estacionamiento vio todo tipo de sucesos: desde carros que confundieron las vías hasta un auto piloteado por un rasta que le pasaba corriente a un vehículo más pequeño, que por sus rotulación se sabía era del Ministerio de Hacienda.
“Aquí ha pasado de todo”, dijo don Marcos Vega. “Pleitos, gente temblando del susto después de un par de terremotos,... Son cosas que pasan, pero aquí sigue todo en pie”.
El mall de su gente
El 30 de noviembre de 1979, el Centro Comercial abrió sus puertas con 30 locales comerciales y un piso destinado a consultorios médicos. Para celebrar la inauguración organizaron una retreta.
“Vea yo tengo 70 años y yo estoy muy joven para saber qué era una retreta”, dijo en son de broma Jaime Pardo, quien aseguró que la idea de organizar este baile de jóvenes con papás presentes era enviar una señal: este sería un lugar para toda la familia.
Él recuerda que ese día desde “la torre” del centro vio la cantidad de gente e hizo lo que cualquier administrador haría: se asustó.
“Estaba medio San José ahí, si se abría la tierra se desaparecía la mitad de la población”, sentenció.
Desde ese día las actividades en el centro comercial no pararon. Los aniversarios los festejaban con conciertos de Marfil, y aún se hacen desfiles de faroles el 14 de setiembre y se celebra el Día de la Madre y de el Padre.
“Tratamos de darle a la gente actividades gratuitas, porque sabemos que la gente viene aquí esperando que sea cómodo”, señaló Cerdas.
“A veces pensamos en dejar de lado algunas actividades y la gente llama... ‘¿Cuándo hacen el bingo?’, ‘¿A qué hora empieza el acto cívico de los faroles?’ y no hay forma de decirles que no lo vamos a hacer. La comunidad lo espera”, finalizó la administradora.