Es difícil precisar cuánta gente está visitando los Cerros Pasquí, en Oreamuno de Cartago, pero lo que sí es cierto es que cada fin de semana es mayor la cantidad de personas que llegan atraídas por las fotos que ven en las redes sociales.
Todo el fenómeno empezó con algunos rótulos informativos a la orilla del camino, colocados allí por la Comisión Nacional de Emergencia (CNE) y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC). Los rótulos tenían el propósito de informar a los vecinos acerca del lugar donde viven y los cerros con los que conviven, pero dado que el camino es más accesible que antes mucha gente que visitaba el volcán Irazú empezó a transitar por ahí, se informó y comenzó a tomarse fotos para compartir en redes sociales.
“Así se disparó esto”, asegura el vulcanólogo Guillermo Alvarado Induni.
Pero, ¿qué es lo que más llama la atención de los turistas?
Pues básicamente los paisajes, en el que destaca la laguna del cráter La Olla, al pie del cerro Méndez (no cerro Pasquí como todos lo conocen). El Pasquí, en realidad, se ubica un poco más abajo, aunque hay que decir que a toda la zona se le conoce como campo volcánico Las Cazuelas Pasquí, de acuerdo con Alvarado Induni.
Se trata de una secuencia de cerros cónicos con su respectivo cráter, en forma circular, semejante a una cazuela, y de ahí el nombre. Estos peroles, como también se les conoce, se ubican en la cima de las elevaciones por lo que no se pueden ver desde el camino. Solo existe una excepción, el cráter de La Olla, que no solo está a nivel de la calle sino a la orilla de la misma.
Y no solo eso; a la finca donde se ubica La Olla también se puede ingresar e incluso bordear la laguna que se ha formado con las aguas residuales de las lecherías cercanas (por eso el olor a boñiga). Hasta hace poco, incluso, se podía ingresar al lugar sin ninguna restricción, pero desde hace aproximadamente un mes el dueño de la finca cobra ¢2.000 por persona.
La tarifa permite la estadía en el lugar por tiempo indefinido, con derecho a usar servicios sanitarios.
Pero el propietario de la finca no es el único que se ha visto beneficiado con la llegada masiva de turistas nacionales. Otros, como don Rubén Poveda, convirtieron en soda la troja de la finca para vender comidas típicas. En algunas casas cercanas alquilan el baño por ¢300 colones y de paso venden repostería y hasta plantas (suculentas).
En algunas ocasiones, además, llegan comerciantes de comunidades cercanas a vender productos como fresas, que se producen muy bien en los alrededores. Además no se puede dejar de mencionar a los guachimanes, quienes por ahora son los que controlan el tránsito.
“Está muy bien que la gente esté visitando estos lugares. Alrededor de los volcanes hay muchas cosas para disfrutar y aprender, y lo mejor de todo es que es al aire libre” comentó el vulcanólogo Paulo Ruiz Cubillo. Además, como le decía don Quijote a su amigo Sancho: “el camino es siempre mejor que la posada”.