Empiezo yo. La verdad es que si he escuchado historias es porque yo también he contado las mías. Todo empezó hace más de un año. Fue, sobre todo, por curiosidad y también porque luego de años de pandemia y de respetar rigurosamente mi burbuja social, sentí que era bueno socializar. Explorar mundos nuevos. Así conocí las apps de citas y también a Gabriel.
Elegí usar Bumble y recuerdo que supe por primera vez de esta dating app (aplicación de citas en español) al ver un Tweet (cuando X se llamaba Twitter). Decía que era más segura para las mujeres, que incluso cuando se hacía match (que ambas personas se gustaban) era la mujer quien decidía hablar.
Empecé a explorar. Estas aplicaciones son casi que un catálogo en el que personas colocan varias fotos, una corta y nunca se sabe si sincera biografía y datos básicos para darle una idea al otro de quien sos.
Años atrás había conocido otra de las apps de citas más famosas: Tinder. Solo que esa vez nunca hablé con nadie, solamente quería descubrir la dinámica. Recuerden que hasta Ben Affleck usó esas plataformas para conseguir novia (por cierto, lo rechazaron).
De personalidad soy precavida, entonces dejé Tinder, no sentí que era para mí. Con Bumble fue diferente.
Ahí hice match con Gabriel. Todo parecía bien. En mis treintas tengo claro lo que busco y esas cosas que son innegociables. Inicialmente, mi interés era conocer personas nuevas. Ver qué pasaba. Él me agradó porque desde el comienzo fue una persona educada y me parecía interesante su mundo como neurólogo.
Las conversaciones de la aplicación pasaron a WhatsApp y conforme más hablábamos, más interesante me parecía. Eso sí: nunca estuve del todo confiada. No sé si era mi intuición o mi “instinto periodístico”. Sentía que algo no calzaba. Mi conversación fue llevando a Gabriel hacia la verdad.
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Mi anécdota no es la única aquí. Por eso, antes de terminar de contárselas, les presento las de otras personas que se han topado con situaciones tan variadas que resultan increíbles. Es muy posible que casos así ocurran en las apps de citas y van desde lo más tradicional, que es cuando una persona desaparece sin explicación (haciendo ghosting) hasta acontecimientos más complejos.
De todo hay en la Viña del Señor y de todo hay en el mundo de las apps de citas, como digo y afirman los siguientes relatos.
Aunque (por dicha) no todo es sorprendente, lamentable o chistoso. También hay finales felices. Y en otro artículo les cuento las historias de Ana y Valery.
Por ahora les comparto los relatos y chascos de J. J, Saúl, Francisco, Génesis, Darío y Annie.
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“Se pasó de filtros”
Tres meses después de terminar con su novia, J.J vio en las aplicaciones de citas una alternativa para empezar a conocer nuevas personas. El asistente administrativo, de 26 años, descargó Tinder y tras días de utilizar esta plataforma hizo un match con una joven que trabajaba en el sector de la salud.
“Hice match con una enfermera de un hospital josefino, me dijo que tenía 29 años. En las fotos se veía muy linda y guapa. Decidimos salir y vernos en San José. Yo soy de Cartago. Cuando nos encontramos ella iba saliendo del hospital con mascarilla y al vernos se quitó el cubrebocas”.
Cuando la muchacha se retiró el trozo de tela que cubría la mitad de su rostro, J.J se sorprendió al punto de que no podía procesar lo que estaba pasando.
“Literal no era como se veía en las fotos. Se pasó de filtros, yo no sabía qué hacer en ese instante. Era otra persona y aún así salimos a comer y todo. Pero ya después nos dejamos de hablar”, comentó.
El muchacho cuenta que logró disimular su asombro y que tuvieron una cita que salió bien, aunque no se volvieron a ver. Considera que él tampoco cumplió las expectativas de ella.
“Un tiempo después decidí eliminar esas apps, para no pasar esa misma experiencia y además no había tantos matchs o me dejaban hablando solo. Ahora en este momento me enfoco en la universidad y el trabajo”.
“Una muchacha me dijo que si quería hacer un trío”
Saúl, un médico general, empezó a utilizar las apps de citas para socializar. Él es una persona que está dentro del espectro autista y consideró que estas opciones eran una buena idea para conocer gente.
“El filtro de la aplicación no te permite decir lo que andás buscando. Es una gran gama, como meterse al mar para ver qué sacás”.
El joven cuenta que en año y medio ha usado las aplicaciones de Tinder y Bumble, donde ha tenido varias experiencias.
“En Tinder podés encontrar personas solicitando sexo, otras plata, algunas buscando cosas reales. Se presta para eso. Pienso que en Tinder no está tan valorada la seguridad de la mujer. En Bumble la mujer tiene la iniciativa, si hace match ella es la que decide hablar”, dijo Saúl.
El doctor contó que una de sus vivencias más extrañas fue topar con una muchacha que se le presentó como swinger (práctica sexual entre novios o esposos que están de acuerdo en encontrarse con otras personas e intercambiar pareja).
“De primera entrada me dijo que si estaba dispuesto a hacer un trío de dos hombres y una mujer (ella, su pareja y Saúl). Después de eso no tuve más conversación”, confió el hombre, quien entró a las aplicaciones buscando algo muy diferente a esa propuesta.
Además de esa invitación, Saúl recuerda que dos diferentes mujeres le solicitaron dinero con historias muy similares de supuesta necesidad. En tanto, otras le pidieron fotos desnudo, cree que con fines de extorsión. En ningún caso accedió.
“Sigo usando las aplicaciones, la tendencia es la misma. Si hay que ser muy precavido, pero bueno, no todo el mundo mantiene una conversación continúa. Estoy claro con lo que busco, de hecho existen como buscadores dentro de la misma app donde podés buscar personas para tomar café, para charlar, etcétera. Yo me mantengo en la categoría de amigos”.
“Salí con dos chicos sin saber que eran hermanos”
“Esta es una de esas historias que pasan con bastante frecuencia… aunque uno no lo crea. De hecho, me tengo que mantener en anonimato debido a que aún no hay final”, empezó Darío, de 32 años, quien entre risas aún trata de comprender cómo, sin proponérselo, salió con dos hermanos (no a la vez, claro).
“Cuando uno se encuentra soltero y, especialmente si salió de una relación tóxica, es normal que todos te sugieran probar suerte en dating apps para encontrar alguien con quien pasar tiempo y hacer esos planes en pareja que no les miento, son bonitos.
“Así lo hice marzo de este año, un match por acá, otro por allá, y por supuesto el colágeno que no puede faltar. Con esto me refiero a chicos en sus veintes”.
En esas interacciones, Darío decidió salir con Sebas (nombre ficticio), quien es 12 años menor.
“Fue un plan tranquilo. Nos vimos en Starbucks para hablar y conocernos; todo estuvo bien y al final me ofrecí a llevarlo hasta su casa, y al llegar nos besamos para despedirnos de una forma un poco apasionada, pero no pasó a más.
“Durante los días siguientes y como toda una persona de 20 años (lo sé porque ya pasé por ahí) Sebas me estuvo escribiendo a cada minuto. Sin embargo, y por trabajo, yo no paso pendiente al teléfono, por lo que él me recalcó que andaba buscando a una persona que tuviese tiempo para él, perfil que no calzaba con mi comportamiento, y decidimos dejar todo ahí”.
Ese match no funcionó para Darío, quien después de un tiempo intentó retomar la relación con su exnovio. Hace unas semanas ellos terminaron definitivamente y como si de sincronía se tratara, un muchacho que siempre había llamado su atención en tiempos universitarios, empezó a escribirle por redes sociales.
“Ale, como lo llamaremos, me empezó a escribir por Instagram e invitó a salir. Todo estuvo más que bien, conectamos un montón, me habló de sus hermanos, sus gatos y su familia; me divertí y encontré que tenemos mucho en común. Así que cuando Ale me ofreció seguir el plan en su casa, cocinar algo y ver una película, acepté”.
En medio de la alegría de compartir con alguien agradable, Darío condujo sin notar que se acercaba a terrenos conocidos. Cuando ya estaba muy cerca del destino empezó a sospechar.
“Noté que Ale vive en el mismo barrio que Sebas, de hecho pensé en decirle: ‘ay, ¿conocés a Sebas?’, pero me contuve. En eso Ale me dijo: ‘dame un toque, voy a ir a abrirte el portón’. Se bajó del carro y empezó a caminar hacia la misma casa que solo meses atrás era el destino de Sebas. La escena era la misma: un chico se bajaba de mi carro y se dirigía a la misma casa”.
Cuando esto pasó, este comunicador lo entendió todo.
“En ese momento mis neuronas empezaron a hacer sinapsis y conectaron todo: mi crush (amor plátonico) de universidad es el hermano mayor del ‘colágeno’ que dejé de ver por intenso. En ese momento decliné a la invitación, pero aún sigo viendo a Ale y evadiendo planes en su casa y sintiendo ‘no sé qué’ cuando me habla de su hermanito”.
Darío inició una cuenta regresiva para contarle la verdad a Ale antes de que “todo explote”.
“Cuando uno se encuentra soltero y, especialmente, si salió de una relación tóxica, es normal que todos te sugieran probar suerte en dating apps para encontrar alguien con quien pasar tiempo y hacer esos planes en pareja que no les miento, son bonitos”, Darío, usuario de apps de citas
“Hay lobos vestidos con piel de oveja”
Francisco, de 30 años, no confía en las aplicaciones de citas porque “nunca sabés con lo que te vas a topar”. Este periodista llegó a Tinder cuando se daba un aire de su relación a distancia.
“Estaba pasando por una crisis con mi pareja actual. Nos dimos un tiempo y decidí ligar con alguien más cerca de mi casa porque la otra persona era de muy lejos. Me salió un tipo superinteresante. No era buen mozo, pero a mí me importaban sus sentimientos. Tenía un trabajo en una institución importante. Empezamos a escribirnos y nos dimos nuestros teléfonos”.
Francisco recuerda cómo aquel hombre “le bajó el cielo y las estrellas” y pronto empezaron a tratarse con adjetivos cariñosos. Cuando menos lo esperó, todo cambió.
“Un día noté que él estaba muy extraño. Me bloqueó de las llamadas, me dejaba en visto. Luego buscó arreglar las cosas. ¡Hasta habló con mi mamá adoptiva! Otro día nos topamos y hasta se me hincó. Le dije que no era plato de segunda mesa”.
Con esto último, Francisco confió que ese hombre supuestamente estaba separado de su exesposa. Cuenta que un día que lo llamó, quien le contestó fue una mujer y eso lo hizo sospechar y comprender por qué “el sujeto” había cambiado tan drásticamente su forma de tratarlo.
“Nunca me dijo quién era la mujer que me atendió la llamada. Yo le di mi corazón y valioso tiempo. Lo lloré, pero eso me hizo darme cuenta de que mi pareja valía la pena. Las plataformas de citas no son nada de lo que parece. Hay personas que son lobos vestidos con piel de oveja”.
‘El primer día que nos vimos me pidió ser la novia’
Génesis tiene cerca de un año usando la aplicación Bumble. En este tiemṕo dice que ha encontrado “de todo”. Sin embargo, siempre hay historias que resaltan.
Antes de entrar en detalle, la joven, de 22 años contó que un factor común que ha detectado es que en estas plataformas las personas “pierden calidez humana y hasta la cortesía”. Pocas veces hay saludos.
“Todos van al grano y sin rodeos. La primera pregunta es: ¿Qué andás buscando? La otra: ¿Cuándo salimos?”.
De sus anécdotas, la muchacha, quien trabaja en desarrollo de proyectos de bienestar e inclusión estudiantil en una universidad, resalta dos: una positiva y otra negativa.
“La primera es sobre un chico que conocí y desde la primera conversación todo fluyó súper bien. Ambos coincidimos en que buscábamos algo casual. A pesar de lo casual, nos conocimos y nos hicimos amigos. Más allá de un ligue, se hizo mi amigo. Nos llevamos muy bien”.
La segunda experiencia trajo consigo varias red flags (banderas rojas o señales alarmantes en cualquier tipo de relación).
Génesis recuerda que conoció a un joven y decidieron verse. El plan parecía muy tranquilo. Fueron por un café. El encuentro resultó ameno y a ella le pareció bien aceptar la invitación que él le hizo de ir a la casa.
Lo que él tenía planeado jamás le pasó por la cabeza a Génesis. ¡Apenas era la primera cita!
“Al llegar a la casa de él descubrí que la mamá estaba esperando para conocerme. Es decir: él coordinó con su mamá para que ella me conociera la primera vez que salí con él (risas). Yo me sentí incómoda y de todos modos ya debía irme, por lo que le indiqué que me retiraba”, recordó.
Las sorpresas no quedaron ahí: cuando ella salió a esperar su transporte, él la acompañó y decidió romper la tensión del momento con una pregunta:
“Me dijo que si quería ser su novia y que si quería me daba la copia de las llaves de su casa (risas). Solo le dije que no, que gracias. Esa fue mi última conversación con él”.
“En las apps de citas es común que todos van al grano y sin rodeos. La primera pregunta es: ¿Qué andás buscando? La otra: ¿Cuándo salimos?. Se pierde la calidez humana”.
“Lo conocí en Tinder y pedí permiso al Gobierno de España para casarnos”
Annie ha usado apps de citas varias veces. La mayoría de las ocasiones no pasaron de una cita. Lo tiene todo muy claro: si la persona no le agrada no vuelve a salir con ella.
Esta mujer, de 31 años, empezó a utilizar Tinder, aunque describe que “se volvió un lugar complicado”.
“Últimamente, he usado más Bumble porque es un sitio donde tengo el control y no hay gente ofreciéndome tríos, que en eso se ha convertido Tinder. Si me encuentro gente que ya conozco les hablo más a ellos. Hay tema de inseguridad, me da un toquecillo de temor salir con gente que no sé quién es, aunque antes era diferente”.
A Annie varias personas le han dicho que cómo se toma en serio las apps de citas, porque en ellas la mayoría de personas buscan “solo sexo”. A ella le ha pasado todo lo contrario.
Dice que con un “casi algo” tuvo una “relación intensa” por más de dos años.
Antes del “casi algo”, término que se usa para describir la relación entre dos personas que no le ponen una etiqueta a lo que tienen, Annie estuvo a punto de casarse con un español que conoció en una aplicación de citas mientras ella estaba en Europa.
“En el 2017, en Tinder, conocí al mae por el que le pedí permiso al Gobierno de España para casarme. Todo fue supercurioso. Él abrió Tinder solo por hacerlo, yo también y terminamos enamorados. Eso fue en febrero. En mayo del año siguiente le pedíamos permiso al gobierno español para casarnos porque él vivía en una región donde era requisito hacer eso o si no yo no me podía quedar”.
Los trámites se demoraron más de lo esperado y Annie regresó a Costa Rica.
“Que procesaran la solicitud podía tardar hasta un año y yo no me quise quedar ilegal allá. Decidí volver y esperar desde aquí y me fue mejor. Me salieron oportunidades laborales mucho mejores y la posibilidad de construir casa y ya para esto la relación estaba un poco afectada”.
Annie dice que estar separados afectó la relación y que cuando vivieron juntos no fue tan maravilloso como creía que sería. Los dos acordaron terminar.
“Aún recuerdo lo gracioso de estar firmando papeles para solicitar casarnos y yo le decía: ‘te conocí en Tinder”.
***
Volvamos a mi caso con Gabriel. Recuerdo que entre una conversación y otra, en las que mencionábamos lo precavidos que había que ser en estos tiempos al conocer a personas por medios digitales (¿quién no quedó con un trauma después de ver la serie You en Netflix?), él aceptó hablar con la verdad.
“No soy médico y claramente no trabajo en un hospital”, confesó.
“Ves, internet puede tener sus engaños”, le escribí junto a un emoji.
Gabriel se excusó y me dijo que en realidad trabajaba en el mundo de las finanzas y que en todo lo demás que me había dicho “sí había sido él”. Pidió una nueva oportunidad y dijo que no quería que “por causa de su error” dejáramos de hablar.
Un no-negociable para mí es la mentira. Si hay una sola, la confianza nunca será la misma. Inmediatamente se disipó mi interés. Preferí dejar nuestras charlas virtuales allí, no sin antes sugerirle no volver a hacerlo y recordarle que una profesión no hace mejor a una persona que a otra.
Gabriel me contó que desde que estaba joven, se le había dificultado “hacer clic con las mujeres” y pensó que diciendo que su profesión era la neurología se convertiría en alguien más atractivo. Hasta ahí llegamos. Nunca nos vimos en persona.
Mientras escribía esta experiencia, fue inevitable que se escaparan mis risas. Todavía pienso: “es que pasan cosas que son de no creer”. Y es que sí, debo admitir que la anécdota con Gabriel no es la única que me ha tocado vivir en las apps de citas. Por dicha ninguna se ha tornado negativa, pues han sido más que todo inesperadas y sorprendentes. La mayoría no han pasado del chat de la aplicación, que por ahora tengo inactiva.
Al final termino repasando mis anécdotas con amigas o amigos que han tenidos sus chascos en tiempos en los que muchas relaciones y no relaciones empiezan en un app de citas.
Después de profundizar en mis pocas vivencias, y de leer varios relatos de otras personas, mi recomendación es que al usar estas plataformas sean precavidos, que se aseguren que la persona con la que hablan es real y que sus intenciones son buenas para ustedes. Finalmente, en internet poco es lo que parece. Si se los diré yo después de descubrir la verdad de Gabriel.