A Atenas de Alajuela, además de conocerla como el lugar con el mejor clima de Costa Rica, ahora se le conoce por ser la casa de uno de los chifrijos mejor recomendados del país: el de la Chicharronera Don Yayo. En los últimos meses, lugareños y turistas deben hacer fila los fines de semana en espera de un espacio y aquellos que van en carro se tienen que parquear por allá, lejísimos, y hacer peregrinaje hasta el lugar.
La locura ha sido tal, cuenta Aracelly Gutiérrez -tercera generación en el lugar e hija del dueño, Eddy Gutiérrez- que hace poco impusieron un récord: 3000 chifrijos durante un fin de semana. El chicharrón y los frijolitos desatan pasiones insospechadas.
Durante 56 años, la familia Gutiérrez Porras ha tenido negocios en Los Ángeles de Atenas. Primero, la matriarca, doña Mary Porras, puso una pulpería y cantina. Don Yayo, su esposo, tenía una carnicería en el pueblo y la gente se acostumbró a decir que iba donde Yayo, aunque él nunca se encargó de aquel comercio. Desde hace 35 años, Eddy tomó la estafeta del negocio familiar: se concentró en el restaurante y bar en la Chicharronera Los Ángeles. Cuando murió su papá, él le puso el nombre que ya el pueblo le había dado: Chicharronera Don Yayo. En esta empresa, a él lo acompaña su familia: doña Laura Alas Flamenco, su esposa, sus hijas, así como un equipo de unas 10 personas que trabaja en el lugar.
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¿Cuál es el secreto del chifrijo ateniense que mueve masas? Doña Laura asegura que el amor que le ponen al negocio. Por su parte, don Eddy y Aracelly, más pragmáticos, apuntan a que se trata del chicharrón y de la calidad del chifrijo que ofrecen en tres presentaciones: desde una boquita hasta un tazón grande.
El de don Yayo es un chifrijo con una gran particularidad y que solo paladares conocedores saben reconocer: sobre un poco de arroz y una buena porción de frijoles tiernos con pellejo, se coloca una mezcla de chicharrón de pierna y de cachete.
Con cada bocado, el comensal siente la mezcla de sabores: por un lado, la pura carnita, sequita y sabrosa de los trozos de pierna; por el otro, todo el sabor de la grasita del cachete en pedazos tostados por fuera y suavecitos por dentro.
Más de uno, le dice al dueño: “¡Qué rica panzada!”. Sin ufanarse de su experiencia y conocimiento, él saca a su interlocutor del error y le da una lección de cortes y detalles sobre tipos de chicharrón, digna de una familia de carniceros. Una clase de ubicatex sin fanfarronería alguna.
Ah, otro detalle que diferencia a este chifrijo: todo el relleno del chifrijo (que por supuesto incluye arroz en el fondo y pico de gallo) es contenido -y sostenido- por unas tortillitas tostadas y yuquitas fritas. ¡¿Qué?! Así como lo lee: yuquitas fritas: suaves adentro y tostadas afuera. Curiosa adición e insospechado buen complemento. Claro, es una fiesta de carbohidratos. A Aracelly, quien es nutricionista, le preguntamos si ella también come chifrijo. Inmediatamente afirma que sí y agrega: “Todo es cuestión de balance”.
Aunque la locura del chifrijo de Don Yayo ha sido motivada por los videos del Tour del Chicharrón, realizados por las cuentas de Jale a Comer (del publicista y food blogger Roberto Biasetti) y Fuego Tico (del parrillero Federico Mora), esta versión se la recomendaron a ellos porque ha ido conquistando a la gente, se ha movido de boca en boca e, incluso, había sido incluida en otros listados de la popular boca.
Heber Méndez, de 36 años, y su amigo, Marco Villegas, llegaron por su dosis de vitamina ‘Ch’ un martes casi a las 11 de la mañana. ¿Por qué prefiere este chifrijo? “Por el sabor del chicharrón. Este chifrijo es el más rico del país”, asegura Méndez, vecino de Atenas, con certeza y orgullo. “Por eso hasta vinimos a desayunar chifrijo… (Sonríe y corrige) Bueno, fue un brunch”, dice antes de irse.
A la familia de Don Yayo, este boca a boca los emociona porque han sido muchos años de trabajo y esfuerzo: “Han sido muchos años de ver qué le gustaba a la gente”, cuenta don Eddy. Su chifrijo, cuentan las hijas, nació de una sambumbia de ingredientes, que hasta morcilla tuvo; evolucionó hacia una patrulla, otra boca tradicional con los omnipresentes arroz y frijoles, y se transformó en el chifrijo que atrae a multitudes.
“No ha sido fácil”, reconoce el dueño. “Tener un restaurante es muy sacrificado. Uno sacrifica a la familia y el tiempo. Se trabaja mucho. Nosotros abrimos todos los días (de 11 a. m. a 10 p. m., aproximadamente”. Sin embargo, también destaca que ese negocio le permitió criar a sus hijas y que sean profesionales.
Actualmente, afronta esta ola de fama reforzando el personal el fin de semana, ordenando horario y recibiendo las críticas, aunque algunas sean duras. “De las malas críticas también se aprende”, aceptan don Eddy y doña Laura. Aracelly, siempre ejecutiva, afirma que también se reúnen con su equipo para ir afinando el servicio.
Para que se hagan una idea de lo que mueve esta chicharronera de Atenas, estos datos: compran 500 kilos de pierna de cerdo y 500 kilos de cachete de cerdo a la semana.
Aunque el menú es más nutrido, el chifrijo reina donde don Yayo. Suficientes razones hay para darse una escapada a Atenas. Recomendación: ir entre semana o armarse de paciencia si encuentra el lugar desbordado.
Además de los lugareños, a donde Don Yayo llegan visitantes de Cartago, la Zona Sur, San José y Puntarenas, por ejemplo.