José Arroyo nació en Alajuela, aunque desde muy temprana edad lo llevaron a vivir a Barrio México, en San José. Entró a la carrera de Arquitectura en la UCR, pero no la terminó, pues comenzó a trabajar en hotelería. Hoy tiene 65 años.
En ese sector, este adulto mayor trabajó mucho tiempo de manera informal y por ende nunca alcanzó la cantidad de cuotas necesarias para su jubilación. Ahora, dice que “le pone el pecho” a las consecuencias de aquellos años.
Arroyo vive solo en un cuarto que alquila. A pesar de ser padre de tres hijas, estas ya son mayores, por lo cual puede dedicarse a Uber y salir adelante con los pocos gastos que tiene.
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“Por desgracia, personas con mi edad, por no haber cotizado para una buena pensión y todo ese asunto, tenemos que trabajar en este tipo de plataformas. Por eso uno tiene que aguantar una serie de abusos. No es por irse contra las aplicaciones que son la fuente de trabajo de muchos costarricenses, pero no hay paridad con uno que es el que pone el carro, la gasolina y se levanta temprano a trabajar 12,14 o 16 horas”, comentó.
Don José llevaba unos 6 años como conductor de Uber y acumula más de 40.000 viajes. Según relató fue víctima de un asalto mientras trabajaba, un domingo a las 5 de la mañana, en Purral, Goicoechea. Según narra, quien perpetró el asalto era un sujeto bien vestido y por eso, él asumió que iba rumbo al trabajo.
“En esto, si uno se pone sumamente descortés o delicado no recoge a nadie. Toda persona que uno recoge es desconocida y no se sabe qué va a pasar. Si a mí en la noche me sale un viaje hacia la León XIII, Los Guido o Purral y la persona viene con su uniforme de trabajo, yo la llevo con mucho gusto. Lo que no hago es aceptar viajes por esas zonas, a no ser que uno vea que es una persona que sale de su casa y da síntomas de confianza”, comentó.
Ese día andaba más de ¢100.000 en efectivo, pues siempre acostumbraba portar billetes para poder dar cambio. Además, le robaron una cadena que le regaló su madre y le trataron de sustraer dos teléfonos; aunque pudo recuperar uno.
Él interpuso la denuncia ante las autoridades y reportó el asalto a la plataforma, pero asegura que la empresa no se preocupa por proteger a los choferes en esas situaciones. Incluso, realizó el reconocimiento de su victimario, y a partir de ese momento se desentendió del caso.
“El muchacho del OIJ me dijo: ‘amigo, lo hubieras atropellado’; pero mi condición de ser humano no me lo permitió. Además, ¿para que me metan a la cárcel?. Según el agente, yo nada más le explicaba al juez que me asaltaron y no pasaba nada. Pero bueno, por dicha no pasó a más y aquí estoy vivito y coleando”, relató.
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Arroyo recuerda que ese día volvió a su casa e hizo la gestiones para abrir sus cuentas en el otro celular y así poder continuar trabajando.
Actualmente, Arroyo continúa dedicándose a las plataformas de transportes de pasajeros. Afirma que el modelo de estas empresas entra en conflicto con nuestro contexto social, muy diferente al de otras latitudes. Considera que la desprotección que viven los conductores se sufre especialmente en países como Costa Rica, con problemas de inseguridad y una cultura donde no siempre abunda el respeto.
“Hay también personas muy cultas en la calle, a las que uno les da el servicio. Pero normalmente uno recoge a gente que, no sé… se para el sol a verla”, aseveró.
Constantemente le preguntan si su oficio es rentable, a lo que él responde que para generar dinero debe trabajar muchas horas al día, de domingo a domingo. Dice que logra salir adelante porque, dado su estilo de vida, sus gastos son mínimos.
Su rutina suele empezar a las 4:30 de la madrugada, para hacer una pausa cerca de las 10 a.m. Continúa después de almuerzo durante la tarde, hasta completar entre 10 y 12 horas diarias en el carro.
Aunque tiene un vehículo propio, alquila uno para trabajar, en vista del gran kilometraje al que se somete un auto que se utilizan para hacer servicios de transportes. Por la renta del carro paga ¢90.000 semanales al dueño e invierte ¢12.000 diarios en gasolina.
“Hay varias personas que llegan a decirme que están pensando en renunciar al trabajo y ponerse a trabajar con el carro. Yo les digo: ‘háganlo, pero se van a meter en lo que no deben’. Si usted tiene aguinaldo, le pagan horas extra, trabaja 8 horas de lunes a viernes y tiene seguro ¿Qué está buscando, por Dios, amigo? (risa)”, contó con humor.