Acepta sin rodeos que acudió a una cirugía estética para deshacerse de la panza que se dejó crecer durante cinco años.
En abril del 2012, Minor Chacón Díaz pagó una lipoescultura para que le extrajeran seis litros de grasa que se habían acumulado sobre su abdomen. El tratamiento le costó poco más de $4.000 (¢2 millones), pero este matemático pensionado está convencido de que la inversión valió la pena.
“Hice ejercicio durante muchos años, pero luego me descuidé al punto de que estaba muy desmotivado para salir de la casa y hacer ejercicio. Quería subirme la autoestima y por eso fui a que me hicieran algo”, dice.
Transcurrió solo una semana entre el momento en que encontró a un médico bien recomendado y el día en que le aplicaron la anestesia ambulatoria para hacerle la intervención. El procedimiento fue tan efectivo y la recuperación tan rápida que, hasta hoy, Chacón no deja de recomendarle esta solución a los amigos que le preguntan cómo cerró su capítulo de gordura.
En Costa Rica y el resto del mundo, cada vez son más los hombres que recurren a las cirugías estéticas. Algunas de ellas son poco invasivas, como la otoplastía –que disimula las orejas “salidas”–, mientras que otras son más severas, como los implantes de silicona en pantorrillas y pectorales, que dan la apariencia de crecimiento muscular en ciertas partes del cuerpo.
En este campo, el catálogo para varones también le ofrece a la clientela reducirse la papada y los costados del abdomen, o bien acudir a la lipoescultura de alta definición con láser, que se usa para definir o proyectar “cuadritos” en el abdomen.
Otros pacientes optan por las inyecciones de grasa glútea, subpectoral o al ensanchamiento del mentón para obtener un rostro con características “más masculinas”.
En algunos países, engrosarse la barbilla es de los tratamientos más cotizados entre los varones. Por ejemplo, en Estados Unidos durante el último año, esta intervención aumentó en un 71%, según datos de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos (ASPS).
En Gran Bretaña, igualmente, fue uno de los 10 procedimientos plásticos más cotizados en el año trasanterior, aunque la cifra más alta correspondía a la rinoplastía (corrección de la nariz), seguida de la reducción mamaria y la cirugía de párpado.
En Costa Rica no existen cifras que permitan cuantificar las cirugías estéticas que se realizan cada año y mucho menos que reflejen el incremento de la clientela masculina. Sin embargo, los especialistas en este campo dan fe de que, en los últimos dos años, su aumento ha sido muy evidente.
“Por mucho tiempo en Costa Rica, las operaciones de este tipo eran exclusivas de las mujeres, pero ahora el hombre piensa más en su belleza y ha habido un cambio en su aceptación. Ya no los asusta ser catalogados como metrosexuales. En el consultorio y en la calle, uno se da cuenta de que hay más hombres con cirugías”, comenta el cirujano plástico y reconstructivo Mario Quesada Arce, de la Clínica Lincoln.
Un incremento en la seguridad de los procedimientos estéticos podría ser un factor que atrae a los caballeros. Esa es la posición del presidente de la Asociación Centroamericana de Medicina estética y cirugía cosmética, Dr. Gilberto Rojas Cisneros, quien además cree que ellos se convencen de dar el paso por el hecho de que muchos de estos tratamientos se hacen con anestesia local y las cirugías son poco invasivas.
El boom de la cultura de la belleza también es un gancho innegable para más personas quieran emular a los famosos con cuerpos esculturales, entre esos, muchos hombres.
Consultados para este artículo, ambos médicos coinciden en los rasgos que más perfilan al cliente masculino de las cirugías.
Se trata de hombres profesionales, con edades entre 35 y 50 años, casados o con una pareja más joven que ellos. Son pacientes que llegan al consultorio en busca de mejorar su apariencia para rejuvenecerse, en ansias de complacer a su media naranja. En el caso de estar solteros, los hombres buscan convertirse en productos de mayor atractivo en un mercado muy competitivo.
“Casi no vienen hombres solos; de diez que vienen, ocho están acompañados por su mujer”, comenta Rojas, y asegura que la misma conducta se repite en el caso de las clientes femeninas.
Aventajados
Después de una intervención plástica o estética, los hombres suelen recuperarse más rápidamente que las mujeres, pero además, el cambio en su físico suele motivarlos a convertirse en personas más deportistas que antes.
Minor Chacón, operado hace más de un año, confirma que eso sucedió en su caso, ya que –antes de la lipoescultura– el exceso de grasa abdominal le impedía realizar actividades físicas con comodidad y disciplina, a pesar de que había intentado bajar de peso por medio de rutinas de ejercicios.
“Para mí, la cirugía fue como un trampolín para retomar mi vida deportiva de nuevo. Me ayudó a cambiar algunos malos hábitos”.
Para él, el factor económico podría ser una traba para que más hombres acudan a las intervenciones plásticas.
En el mercado local, el perfilado de los “cuadritos” del abdomen puede tener un valor de entre ¢1.250.000 y ¢1.750.000, mientras que la reducción de la papada puede costar cerca de ¢750.000.
Como esta última, las cirugías cosméticas de refinamiento facial son otras de las tantas posibilidades plásticas y estéticas que tienen los clientes hombres.
En materia de correcciones del rostro, se ofrece arqueamiento de las cejas, ritidectomía (para eliminar las arrugas) o una inyección de toxina butolínica (aplicación de botox) en los labios, entre otras.
Sin embargo, son menos los que se realizan las intervenciones de este tipo. Rojas Cisneros, quien además es director médico de la Clínica y Spa Esthétique, asegura que los hombres que se someten a estas operaciones tienen mayores riesgos de que la cirugía sea más evidente que en el caso de una mujer. “Ellas cuentan con mecanismos para tapar o disimular que se hicieron algún cambio en la cara, ya que se maquillan, pero los hombres no contamos con esas posibilidades. Morfológicamente, la cara del hombre es muy diferente y hay operaciones que no se pueden corregir”.
Seguridad
Como se indicó, la otoplastía y rinoplastía son opciones cotizadas por los hombres para la cara. De hecho, la corrección estética de la nariz es una de las intervenciones faciales más comunes. Entrevistado para este artículo, un joven costarricense de 25 años que prefirió no revelar su nombre, aseguró que, en su caso, la decisión de hacerse este procedimiento hace siete años “fue una maravilla”.
“Estaba acomplejado por tener la nariz muy ancha; me hacían muchas bromas por eso. No lo pensé dos veces apenas cumplí la edad mínima para operarme (18 años). Mi propósito era meramente estético, pero cuando me la hicieron, se dieron cuenta de que tenía el tabique desviado”, asegura.
Sus papás le financiaron la intervención, que en su momento costó $2.500 (hoy ¢1.250.000).
El joven asegura que después de la operación, tuvo que pasar por un proceso de adaptación porque hasta frente al espejo creía ser una persona diferente. Cuando se lo preguntan, no tiene ningún inconveniente en aceptar que se operó y además añade que eso le ayudó a mejorar su autoestima.
Aunque no hay procedimientos médicos exentos de riesgos o complicaciones, los pacientes de la medicina estética y la cirugía plástica pueden aminorar el peligro deben tomar precauciones acudiendo a establecimientos con los debidos permisos y con condiciones de asepsia adecuadas.
Además, es vital asegurarse de que los profesionales estén capacitados, que sigan protocolos con estándares internacionales y que utilicen suministros médicos de marcas aprobadas por el Ministerio de Salud.