A punto de cumplir 100 años de existencia, el Club Unión siempre ha lucido como el distinguido vecino del barrio. Ese que todos los días vemos, pero del que poco -o casi nada- sabemos.
Ubicado en pleno corazón de San José, cada día miles de personas pasan frente a él sin imaginar cómo es este edificio por dentro, ni mucho menos sospechan de los secretos que alberga.
Algunas de las más ilustres figuras que han visitado nuestro país han pasado por este lugar. Por ejemplo, el aviador Charles Lindbergh; el expresidente sudafricano y Premio Nobel de la Paz, Nelson Mandela; el exsecretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan y el fallecido duque de Edimburgo, el príncipe Felipe, figuran dentro de la exclusiva lista de notables visitantes.
Asimismo, desde su apertura, en 1923, el Club Unión ha homenajeado a todos los presidentes de Costa Rica con una gala en su honor, justo en la noche de su toma de posesión. En realidad, casi todos, ya que en este casi siglo de existencia solo ha habido una única excepción a esta regla.
En 2018, el mandatario electo y actual presidente de nuestro país, Carlos Alvarado Quesada, no solo rechazó asistir, sino que ni siquiera respondió a la invitación al evento en su honor para conmemorar su ascenso al poder ni tampoco aceptó la membresía honoraria que se extiende a aquellos mandatarios electos que no sean ya socios. La mayoría lo son desde antes de ganar los comicios.
Una idea errónea sobre el club -y que se ha mantenido, incluso hasta el presente- es que solo se permite el ingreso de hombres. Si bien esa norma prohibitiva existió, y se mantuvo durante casi medio siglo, lo cierto es que desde la década de los 80, las mujeres ya pueden ser socias e incluso hay una que es parte de la Junta Directiva, según explicó Braulio Sánchez, fiscal y coordinador de la comisión de Cultura del Club Unión.
“Ya hay socias y directivas mujeres, como es el caso de Julieta María Aguilar Urbina que es una de las integrantes de la Junta Directiva. Así que ya esa etapa se superó, desde los años 80″, destacó Sánchez.
Antes de conocer un poco más a este elegante josefino, es importante conocer un poco del contexto histórico que lo vio nacer en la aún joven Costa Rica de principios del siglo XX. También repasaremos cómo el café jugó un papel fundamental para su aparición.
Grano de oro
En el año 1808, cuando el gobernador español-cubano Tomás de Acosta introdujo el llamado grano de oro en nuestro territorio, el café vino a cambiar esta tierra de labriegos sencillos. En ese año Costa Rica se convirtió en la primera provincia española en empezar a explorar el cultivo de este fruto.
En el centro de lo que es hoy nuestra ciudad capital, con la clase trabajadora a escasos metros de distancia, convivían las familias consideradas más adineradas de aquel entonces.
Según explicó el historiador Raúl Arias, entre los años 1830 y 1837, se dieron las primeras exportaciones de café en grano hacia la ciudad de Valparaíso, en Chile, y se empezó a ver el potencial económico que podía tener el cultivo.
“Ricos comerciantes como Juan Rafael Mora, Vicente Aguilar y José Rafael Gallegos decidieron invertir en el nuevo modelo productivo, estableciendo el ciclo completo de producción-beneficiado-comercialización, con miras a la exportación directa al prometedor mercado globalizado británico”, explicó Arias.
Fue así como en 1840 se realizó la primera exportación de café de Costa Rica hacia Inglaterra y, consecuentemente, se consolidó la formación de una opulenta oligarquía cafetalera en nuestro país.
Producto de la nueva riqueza empezaron los viajes -de negocios y placer- a Europa, al menos dos veces al año en las familias más adineradas. Asimismo empezaron a enviar a sus hijos para que se educaran en el Viejo Continente, quienes a su regreso al terruño empezaron a conformar un efervescente sector empresarial.
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“Las familias adineradas mandaban a sus hijos a estudiar a Inglaterra, Francia y Alemania. Se graduaban de médicos de grandes universidades y, a su regreso, se convirtieron en empresarios y empezaron a querer vivir en un barrio más exclusivo”, relató Arias.
Para entonces, ya el auge económico había empezado a transformar las áreas urbanas de Costa Rica, en especial San José, donde empezaron a construirse edificios del estilo neoclásico europeo como el Teatro Nacional, Teatro Variedades, Edificio de Correos y Telégrafos, Hotel Costa Rica, Banco Anglo Costarricense, Banco de Costa Rica (antiguo Banco de la Unión), entre otros, así como amplios y hermosos jardines.
“Aquí donde está ubicado hoy el Club Unión es la calle 2, que fue desde mediados del siglo XIX el centro principal de la ciudad de San José y donde vivían los principales cafetaleros. Éramos el único país de Centroamérica que estructuró un motor económico basado en el café, el resto de Centroamérica seguía con la caña y el tabaco”, relató el académico.
“Como resultado de la prosperidad económica, el centro de San José se empieza a despoblar de la gente rica y los peones también se empiezan a ir a los barrios del sur, porque se inicia la construcción de edificios públicos”, agregó Arias.
También empezaron a aparecer los primeros barrios elitistas como Amón, Otoya y Aranjuez, en donde establecieron su residencia las familias más acaudaladas de la ciudad.
Disfrutar de los goces de Europa, además, hizo ver la necesidad entre aquel sector privilegiado de tener en Costa Rica un club social para caballeros, como los que seguramente habían visto durante sus visitas a Inglaterra, entre otras naciones.
“Empiezan a soñar con un lugar donde podían jugar billar, leer periódicos, hablar de política sin que las esposas se metieran en la conversación. Los clubes eran un lugar donde los hombres discutían la realidad política, algo que no hacían en casa”, detalló el historiador.
“Hacia 1918 comienzan las gestiones y se reunían para ver cómo podrían lograrlo. Deciden entonces comprarle a los descendientes de doña Josefa Hidalgo el terreno (donde se ubica actualmente) y contratan al arquitecto Francisco Salazar, de gran fama en Costa Rica, para diseñar los planos del Club Unión”, añadió Arias.
Fue así como el 20 abril de 1923, un grupo de cafetaleros encabezados por Óscar Rohrmoser, Alberto Echandi, Stanly A. Lindo, Roberto E. Smith, Alfredo Mata, Eduardo Beeche, Jorge Hine, Juan Dent y Enrique Wollenweber formaron la escritura constitutiva de la Sociedad Club Unión de San José, con miras a replicar en nuestros lares un sitio exclusivo de reunión y esparcimiento.
Posteriormente se emitieron las primeras 100 acciones, que estos hombres debían vender dentro del sector cafetalero y adinerado con el objetivo de conformar los primeros socios. Cada acción tenía un valor de ¢2.000, lo que permitió amasar el capital inicial de ¢200.000 para echar a andar el sueño de este grupo de caballeros.
Con planos de los arquitectos Francisco Salazar y Jaime Carranza, y con el arquitecto catalán Gerardo Rovira como maestro general de la obra, en 1923 empezó la construcción del edificio que alojaría al Club Unión . La edificación fue construida en el estilo neoclásico europeo para que coincidiera con las más recientes obras que estaban cambiando el semblante de San José.
Finalmente, el 7 de noviembre de 1925, con la presencia del presidente de la República, Ricardo Jiménez Oreamuno, se inauguró el fastuoso Club Unión, convirtiéndose de inmediato en el epicentro de las más distinguidas actividades sociales de la época, ya fueran bailes, bodas y otras reuniones.
“Desde que se inauguró tuvo un enorme éxito porque comenzó siendo un club para hombres. Eso sí, a las fiestas sí podían ingresar las mujeres. Pero con el tiempo las esposas empezaron a protestar y posteriormente se tuvo que modificar el reglamento”, recordó Arias.
El lugar también se posicionó como el punto de encuentro para hallar nuevos socios comerciales y construir alianzas empresariales.
Visita real
Un caso curioso, según narra el historiador, fue cuando el recién fallecido duque de Edimburgo visitó el Club Unión. En 1952, el príncipe estaba de visita en la región y se encontraba en Panamá con su esposa, la actual reina Isabel II.
En ese entonces, Felipe se había comprometido con visitar Costa Rica, pero la reina se tuvo que quedar en el vecino país por un compromiso real.
“En 1952, cuando muere Jorge VI, padre de la reina Isabel, ella asumió el mandato y decidió hacer una gira mundial a las excolonias británicas para presentarse como reina de Inglaterra. Además hizo una serie de visitas en el continente americano. El embajador de Inglaterra en Costa Rica le mandó un mensaje de invitación al duque de Edimburgo, quien le dijo a la reina que tenía el compromiso de venir al país. Ella se quedó en Panamá; mientras el duque vino a Costa Rica porque era muy amigo del embajador y estuvo solo unas horas. El único lugar que visitó fue el Club Unión”, afirmó Arias.
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La inesperada llegada del duque puso a correr al Ministerio de Relaciones Exteriores, que solicitó al Club Unión -según explicó el gerente general Carlos Rivera- la cortesía de hacer una recepción en ese lugar porque no contaban con la logística para recibir al aristócrata inglés ante lo imprevisto de su arribo.
“Si la reina Isabel también hubiera venido en el viaje a Costa Rica, se hubiera tenido que quedar afuera porque las normas vigentes en ese momento impedían el ingreso de mujeres. No obstante, por extraño que parezca, la monarca no habría protestado porque en Londres tampoco podía ingresar a los clubes sociales para caballeros”, anotó Arias.
‘Ni clasista, ni elitista’
Según Braulio Sánchez, directivo del Club Unión, desde sus orígenes y hasta el presente este lugar nunca ha sido “ni clasista, ni elitista”. De hecho, el único requisito para convertirse en miembro es contar con un padrino que sea un socio actual y que lo presente ante la junta directiva para su consideración.
“Entrar al club es un camino que no es abierto, no es un club de élite ni clasista, es un club que busca las buenas relaciones y la cultura entre los socios, así que hemos tenido mucho cuidado en eso, no es la plata la que define, ni tampoco los conocimientos, es algo más, es el señorío, no es un club de gran cantidad de socios, en este momento somos 425″
— Braulio Sánchez, fiscal y miembro de la Comisión de Cultura del Club Unión.
“Cuando alguien pretende ser socio tiene que tener un padrino que ya sea socio. Su solicitud se somete a un comité de admisión que determina si es candidato o no y luego lo propone a la Junta Directiva, la cual es la que toma el acuerdo. Ha habido casos de comerciantes internacionales famosos que han sido rechazados e incluso exministros que tampoco han sido aprobados”, relató Sánchez.
En ese sentido, el nivel cultural y educativo son fundamentales, ya que la persona aspirante, aunque tenga el capital para pagar las acciones y mensualidades, si no logra causar una buena impresión en su actividad de presentación podría ser rechazada. Y así ha sucedido.
Aunque Sánchez rehusó a ahondar en especificaciones, sí le ha correspondido ser testigo del rechazo de algunos aspirantes que, al menos durante su encuentro de presentación con la comisión de admisión, causaron una mala impresión.
“Entrar al club es un camino que no es abierto, no es un club de élite ni clasista, es un club que busca las buenas relaciones y la cultura entre los socios, así que hemos tenido mucho cuidado en eso, no es la plata la que define, ni tampoco los conocimientos, es algo más, es el señorío, no es un club de gran cantidad de socios, en este momento somos 425″, destacó Sánchez.
Fuego destructor
“En 1983, durante una madrugada se incendió el Club Unión. Los bomberos lucharon con todas sus fuerzas para apagar el fuego y tuvieron que usar las escaleras con el riesgo de que se derrumbaran, pero no fue mucho lo que pudieron hacer y prácticamente hubo pérdida total. El Club Unión tuvo que hacer un gran esfuerzo económico para poder reactivarse y tener lo antes posible el nuevo edificio. Para hacerlo realidad se contrató al arquitecto Manuel Gutiérrez para que hiciera los nuevos planos”, narró Arias.
La Junta Directiva, encabezada por su presidente de entonces, Mario Burgos, se dio a la ardua tarea de recaudar fondos para levantar el edificio de entre las cenizas.
Con la remodelación se cambió por completo el diseño neoclásico original por uno más modernista, con la intención de que hubiera mayor facilidad para futuras ampliaciones. No obstante, por dentro se mantuvo el estilo en la forma más apegada posible a la versión original con la intención de conservar su esencia.
Tan solo cinco años después, el Club Unión realizó una reinauguración con una elegante actividad bailable -no podía ser de otra manera- en la que los asistentes lucieron sus mejores galas.
Por dentro
Al igual que las miles de personas que transitan todos los días por el bulevar,ubicado entre el edificio de Correos de San José y el Club Unión, nunca nos habíamos detenido a pensar cómo es este club por dentro.
Así que cuando el gerente general, Carlos Rivera, nos extendió la invitación a conocerlo por dentro y también explorar algunos de sus secretos, fue una oferta que no pudimos rechazar.
Después de pasar por Seguridad y lavarnos la manos por motivos de la pandemia, el primero en recibir a los socios visitantes es El Chapulín, una escultura del artista nacional Fernando Calvo. La obra está inspirada en aquel personaje josefino que, en grupos de niños y adolescentes, acechaban a los transeúntes capitalinos para tratar de robarles sus pertenencias.
En la entrada al bar del club hay un letrero que dice que después de esta puerta nadie puede entrar sin vestido entero ni corbata, esa fue una norma muy apegada por mucho tiempo. Yo siempre vengo con vestido entero, no por respeto a los demás, sino por respeto a mí porque así me acostumbré”
— Braulio Sánchez, fiscal y coordinador de la Comisión de Cultura del Club Unión.
Tras pasar por la recepción llegamos por fin al imponente lobby, donde una majestuosa escalinata recibe los visitantes, así como múltiples obras de arte que están colocadas por doquier para el deleite de quienes visitan el lugar. Según explicó Rivera, actualmente el Club Unión posee más de 100 obras de arte.
El primer piso es exclusivo para los socios. Además del lobby, este primer nivel consta de un gran y elegante comedor para 90 personas con su respectivo piano, adornado con la obra Patria, un hermoso cuadro de gran formato del reconocido pintor costarricense Rafa Fernández. La pintura mural data de 1989 y sus dimensiones son de 5,20 x 2,10 m, y en la que el autor representó una descripción de nuestra nación.
Como dato curioso, según reveló Rivera, en su momento la obra de Fernández tuvo un valor de un millón de colones, pero actualmente la cubre una póliza de millón y medio de dólares.
“Aquí se hacen muchas exposiciones de arte y, gracias a un acuerdo, los artistas que realizan una muestra deben dejar una obra de arte al club. Así que hay obras de Felo García, Zulay Soto, Fernando Carballo, así como obras históricas que fueron pintadas por personas muy cercanas al club, como la esposa del expresidente Abel Pacheco, Leila Rodríguez, y pintores nuevos que han tenido mucha repercusión”, explicó Sánchez.
Siempre en el primer piso, en el ala norte, se ubica el bar principal. Basta cruzar la puerta para que quienes lo visiten puedan sentir que hacen un viaje en el tiempo. Es como sentirse dentro de una película de los años 30, con sus paredes de madera oscura, espejos y lámparas al estilo de algún club propio de alguna urbe cosmopolita de Europa o Nueva York.
Un letrero en una de las puertas, que da al bar, advierte que a partir de ese punto solo se permite el ingreso de personas en traje entero, como recuerdo de la distinción que requiere esta área, exclusiva para socios y sus invitados.
En el segundo piso, además de más obras de arte, también se ubican los salones principales. Estos espacios se alquilan para realizar eventos como graduaciones, bodas, seminarios y otras actividades sociales de gran envergadura.
El tercer piso es uno de los más visitados por los socios, ya que ahí se ubica un amplio salón llamado Bola 8, el cual contiene múltiples mesas de billar de la más alta calidad. Según relata Sánchez, estas mesas son la envidia de los conocedores de este deporte. En esta planta también se ubica el salón de expresidentes del club y el área de oficinas administrativas.
Además, la tercera planta es el lugar donde los miembros suelen reunirse para hacer tertulias y relajarse. También hay un amplio bar que atiende Jorge Cárdenas, considerado uno de los empleados más queridos del lugar y a quien muchos de los socios, incluidos algunos exmandatarios, corren a saludar antes que a cualquier otra persona.
Con casi 35 años de trayectoria en el Club Unión, solamente interrumpidos por dos períodos en los que se mudó a Casa Presidencial para atender a dos presidentes, Cárdenas se maneja como un pez en el agua en este lugar. Detrás de su barra guarda, como un tesoro, recuerdos de fotografías con algunos de los más distinguidos socios y visitantes.
Con una envidiable facilidad para entablar conversación, este hombre ha presenciado importantes hechos históricos. Es consciente, además, que su cargo es un puesto de confianza, que guarda con mucho recelo.
Recuerda muy bien el incendio que destruyó casi en su totalidad el Club Unión, en 1983, pero rememora con especial afecto los bailes que se organizaron para su reinauguración cinco años después, cuando ya trabajaba ahí. “Eran unos bailes de gala muy parecidos a los años 50 y 60, yo creo que ese tipo de bailes ya no se van a volver a ver”, detalló.
En el tercer nivel también se ubica La Cava, un elegante salón que, gracias a sus amplios ventanales, cuenta con una envidiable vista al edificio de Correos de Costa Rica. En ese lugar en específico se realizan actividades más íntimas como cenas y catas de vinos, entre otras.
Lo que viene
Con respecto al futuro, según explicó Rivera, el club aprovechó la pandemia para realizar importantes obras de mantenimiento en sus instalaciones. Por ejemplo, se pulieron los pisos para que cuando se regrese a la normalidad los visitantes los pueden disfrutar en su máximo esplendor.
También tienen prevista una exposición con tres pinturas del afamado artista Salvador Dalí. Esta muestra aún no tiene fecha, ya que esperan que la mayor cantidad de personas puedan deleitarse con estas obras.
Finalmente, Rivera adelantó que ya tienen listo lo que será el nuevo menú conmemorativo, con los platillos que se servirán en el comedor principal. Esta selección gastronómica es producto de un esfuerzo multidisciplinario, constituido por profesionales como un diseñador industrial, diseñador gráfico, un historiador y un chef profesional. Este equipo trabajó por siete meses para crear la tentadora propuesta.