Prometo que fue sin querer queriendo. Esta nota iba a ser de otra manera, pero me dio la chiripiolca y, antes de que alguien me calmara con un golpe en la espalda, decidí que un homenaje a Chespirito debía ser a su manera, así que... ¡Síganme los buenos!
No fue que se me chispoteó la idea, sino que sentí que, para hablar del trabajo de Roberto Gómez Bolaños y su legado, primero debo advertir que sí, soy fan, así que todos mis movimientos en esta nota están fríamente calculados, porque yo, a como digo una cosa, digo la otra. Es que hay cosas que ni qué. ¿Tengo o no tengo razón?
Alguien que no sea admirador de Chespirito y su obra podrá decirme: “No me simpatizas”, pero no me afecta. Yo no me junto con la chusma. Así que les pido que lo tomen por el lado amable, ya que es mejor que no me hagan enfadar porque no les doy otra, no más porque...
Y sí, aunque hay detractores de su trabajo, el legado de Gómez Bolaños en Latinoamérica y muchas otras partes del mundo es innegable. ¿Qué cosas, no? Y como dice el viejo y conocido refrán: “No hay peor sordo que el que coma lumbre”. No, así no era: “No hay borracho que no quiere oír”. No, no, así tampoco. “El borracho se quedó sordo por querer oír la lumbre porque acercó mucho la oreja y se quemó”. Bueno, la idea es esa.
El 28 de noviembre del 2014, Roberto Gómez Bolaños falleció a los 85 años, pero que no panda el cúnico: el trabajo de este actor, director, guionista y músico dejó una huella imborrable en varias generaciones, tanto que todavía, a una década de su muerte y a más de 50 años desde que comenzó con sus programas, su legado aún resuena en el corazón y en la mente de todo el continente.
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Tal vez cuando empezó a trabajar, el artista mexicano no lo sospechaba desde un principio, pero con el paso de los años su labor se convirtió en un referente no solo en la comedia, sino también en la manera de hacer televisión.
Su legado es perenne. Muchos gozamos con la torpe valentía del Chapulín Colorado, sentimos empatía con la dulce inocencia del Chavo del 8 o reímos a carcajadas con los berrinches de don Ramón después de recibir una cachetada de Doña Florinda. Cada personaje creado por Chespirito e interpretado con maestría por los grandes actores que lo acompañaron durante más de 25 años marcó un recuerdo no solo en los niños que crecimos viéndolo, sino también en los adultos que disfrutaban de sus programas en familia. Definitivamente, no contábamos con su astucia.
La huella de Chespirito
Con un humor fino y a la vez sencillo, fue como Roberto Gómez Bolaños se convirtió en un ícono de la televisión. La pantalla chica se rindió ante la creatividad de un hombre pequeño de estatura, pero gigante en la facilidad para hacernos identificar con personajes entrañables que aún calan en nuestra memoria y sentimientos. Ha sido una gran barriga, señor placer.
Con él, nos hicimos seguidores del Necaxa, aunque alguna vez le fuimos al Monterrey. Aprendimos que en inglés las cosas se dicen al revés, tocamos guitarra y jugamos al avioncito. Conocimos al rey Salomón y a la reina de Saba y disfrutamos de una versión muy particular de Blancanieves y los siete enanos. ¿Verdad que les suena todo ¡eso, eso, eso!? Podría seguir por páginas y páginas recordando icónicas escenas, pero después no me tienen paciencia.
Gómez fue innovador; su manera de hacer televisión y de abordar la comedia resultó escuela para muchos. Hizo historia con lo que ahora podemos considerar una sencillez extraordinaria, pero que para aquellos años fue revolucionaria. Con sus programas icónicos El Chavo del 8, Chespirito y El Chapulín Colorado, generó empatía, con personajes poco convencionales y fuera de los estándares de los héroes y los mártires. ¡Chanfle, que lo hizo bien!
Parte de ese éxito radica precisamente en la simpleza con la que trabajó desde 1971, cuando se publicó su primera obra televisiva. “Su humor es tan local que termina por volverse universal”, explicó Álvaro Cueva, especialista en televisión, al medio BBC Mundo.
“Pasé momentos muy malos en mi vida, pero cuando veía al Chavo me relajaba y me entraba una tranquilidad muy grande”, había dicho el astro del fútbol Diego Armando Maradona cuando recibió a Gómez Bolaños como invitado en su programa La hora del 10, en 2005. Y sí, con Maradona nos identificamos mucho porque el Chavito, don Ramón, Quico, la Chilindrina y todos sus amigos en la vecindad nos hicieron sentir bien. Sin embargo, hoy ese humor que tanta gracia nos hacía puede que no sea visto con los mismos ojos que teníamos los niños y adultos, 40 años atrás.
Todo ha cambiado; ya no somos los mismos, y las bromas físicas, el bullying y los golpes ya no nos hacen reír. El tiempo y la evolución social han impuesto a estos programas del ayer esa condición de “no envejecer bien”.
Sin embargo, la obra de Chespirito superó la prueba del tiempo. Prueba de ello es que las series que hizo se tradujeron a 50 idiomas, y aunque los programas dejaron de producirse en 1995, fueron retransmitidos en varios países de Latinoamérica de manera ininterrumpida hasta 2020, cuando hubo un desacuerdo entre Televisa y la familia del artista por los derechos.
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Otro punto a favor del humor en las creaciones de Chespirito es que sus personajes son representaciones de personas que existen –todavía– en todo el mundo; son arquetipos sociales que exponen la realidad. El Chavo es un niño pobre y huérfano; don Ramón y la Chilindrina son una familia no tradicional de un padre viudo y desempleado que vela por su hija; doña Florinda y Quico representan a la antigua clase media solvente con una vida “mejor que la de los demás”, aunque también con situaciones íntimas como la viudez y ser un hogar jefeado por una mujer. El Profesor Jirafales es un profesor de escuela pública unidocente, un asalariado que invierte dinero de su bolsa en compensar algunas de las carencias de sus alumnos.
El Chapulín, por su parte, nos muestra que para ser un héroe no hay que tener súper poderes, sino ser valiente y enfrentar los retos pese al miedo. Los Caquitos –Chómpiras y Botija– nos enseñan que hay segundas oportunidades para reivindicarse; que villanos como el Cuajinais o el Tripaseca pueden tener su lado amable, y que siempre, siempre, se puede compartir una torta de jamón y una limonada con los buenos amigos.
“El Chavo fue la representación de un niño pobre como hay en todo el mundo, pero lo quise hacer optimista”, dijo en una entrevista Gómez Bolaños con Televisa. Y es que si bien la serie retrató realidades, siempre mostró algo más allá de los golpes, las bromas y las clases sociales: amistad, trabajo, educación, perdón, arrepentimiento, valentía.
En un análisis más profundo, NatGeo explicó que, si bien los programas de Chespirito parecían estar dirigidos a la niñez, con su mensaje y obra logró capturar a una audiencia adulta por medio del humor con el que retrataba problemas complejos como la orfandad, el maltrato y la pobreza.
“El Chavo del 8 es la representación máxima de la desigualdad social, y la trama muestra cómo la solución a las adversidades de su condición se halla únicamente en la caridad del resto de personajes. Por ello, muchos han criticado negativamente el tratamiento superficial de estas cuestiones profundas y consideran que se trata de una serie que romantiza la pobreza”, manifestó el medio.
Pero, más allá de todo esto y sin aprovecharnos de la nobleza, muchos sabemos bien de qué se trata una garrotera y cómo se cura, además de qué color es un chipote chillón y para qué sirven las pastillas de chiquitolina. Lo que quedará en secreto es lo que había en la bolsita del doctor Chapatín... aunque, al cabo que ni quería saber.
‘Chespirito y yo’
Roberto Gómez Bolaños ha sido inspiración para muchos actores, directores, escritores y artistas de distintas disciplinas. Así lo confirmaron cuatro comediantes costarricenses, quienes no tuvieron reparo en mostrar su admiración por este genio mexicano.
Mario Chacón, de La Media Docena, es un gran admirador del trabajo del azteca. De hecho, cuando Chespirito visitó por última vez Costa Rica en el 2008, con su obra de teatro 11 y 12, él fue uno de los principales impulsores de ese viaje.
“Para mí ha sido una gran inspiración en el tema del humor blanco. Siempre me llamó la atención que, para hacer reír, nunca tuvo que recurrir a la parte vulgar, sino que siempre fue un humor muy familiar, ni siquiera infantil, sino para toda la familia. Era sarcástico, alburero, tenía un gran doble sentido”, afirmó el actor.
Agregó que el trabajo de Gómez Bolaños fue inteligente, especialmente en la redacción de los textos y en la definición de los personajes. Además, consideró que “no era mezquino” y que anteponía la calidad final antes de tomar el protagonismo en sus programas.
Chacón explicó que él, en su trabajo, aplica algunas técnicas que aprendió de Chespirito, principalmente eso de no recurrir al humor “fácil”, sino que haga a las personas pensar un poquito y después reír.
FUENTE: Elaboración propia || Jessica rojas y kimberlyn zamora / LA NACIÓN.
Al momento de elegir un personaje favorito de todo el universo de Chespirito, Chacón afirmó que es una decisión muy difícil, pero que entre los más queridos para él están Los Chifladitos (Lucas Tañeda y Chaparrón Bonaparte), aunque el gran ganador siempre será don Ramón por su humor sarcástico. Si tuviera que escoger uno más, sería El Chapulín Colorado.
“Me gustaba mucho cuando salían de la vecindad del Chavo. El capítulo donde se fueron a vivir a la casa del señor Barriga es de mis favoritos porque era como romper la rutina”, aseveró.
En el caso de Natalia Monge, actriz, comediante, imitadora y comunicadora, su relación con Chespirito la lleva más allá y, como buena fan, aplica frases, dichos y hasta acciones de los programas del mexicano en su vida diaria.
Contó que en su casa, por ejemplo, le enseñó a su hija cómo es que llora La Chilindrina y que cada vez que sale de paseo evoca el viaje a Acapulco en aquellos icónicos episodios que grabaron Chespirito y compañía en la famosa playa mexicana. Incluso, cuando algo le provoca miedo, hace como si le diera la garrotera.
“Uno lo interioriza como parte del paisaje y la vida, pero con el paso del tiempo y con mi vida en la comedia, lo empecé a ver con otros ojos. Su legado sigue siendo material de redescubrimiento constante. Ahora que soy mamá, lo veo en las conductas típicas de mis hijos, y siempre me hacen recordarlo a él”, comentó Monge.
Para la artista, Chespirito era “tan genial” que no solamente es de admirar su interpretación como actor, sino la capacidad creativa que tuvo para ironizar, además de la chispa para hacer chistes. “También aprovechó la oportunidad de hacer crítica con humor, como se ve en El Chavo del 8 y El Chapulín Colorado. Es una escuela similar a la de Norval Calvo”, manifestó mientras se declaró fan total de El Chavo por su dulzura e inocencia y la capacidad que tenía de hacer reír y llorar al público.
“El trabajo de Chespirito me inspira en la obligatoriedad de tener oportunidades para ser creativa tanto en mi faceta de comediante como de comunicadora. Hay que tener un buen tino humorístico para meter una chispita, aun cuando sea en una entrevista que no sea de humor”, expresó.
Más joven, pero también influenciado por Chespirito, el comediante Davis Núñez reconoció a Gómez Bolaños como un genio.
“Ha sido parte importante de mi vida como comediante. Lo vi desde niño y ahí fue donde le agarré el gusto a las risas. Me encantaba escuchar las risas de los programas, aunque eran grabadas, eran mi parte favorita”, recordó Davis.
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Otro aspecto que alabó, y en el que coincidió con Chacón, es la creatividad a la hora de formar los personajes. “En mi inocencia de niño, no entendía que eran la misma persona haciéndolos, hasta que un día me dije que El Chavo y El Chapulín se parecían”, contó entre risas.
Davis confesó que siente una admiración muy grande por el trabajo que realizó Ramón Valdés de la mano de Gómez. “Me encantaba su naturalidad; a como era en entrevistas, así era en el set”, dijo. En cuanto a los programas, lo que más le cautivaba era la inocencia de El Chavo, ya que para el “niño” todo era muy literal y se pasaba de inocente.
“Todavía me encanta ver el capítulo donde don Ramón le enseñó al Chavo a tocar guitarra y Quico también quería, por lo que le enseñó el profesor Jirafales. Al final, los dos terminaron jugando ping-pong con las guitarras”, narró.
Núñez afirmó que Chespirito lo sigue influenciando en su carrera como comediante, especialmente en el uso de humor blanco para sus presentaciones. “Procuro que mi show sea apto para todo público y que, cuando me van a ver, lo disfrute el niño, la señora, el joven, todos. Es todo un reto porque hacer comedia solo con este recurso, sin decir malas palabras o hacer chistes de doble sentido, es muy difícil”, explicó.
Otra artista de la comedia nacional que se declaró admiradora de Chespirito fue Katherinne González, imitadora del programa Pelando el Ojo.
“Lo admiro por la capacidad que tenía de hacer humor de una forma tan inteligente y blanca para llegarle a todas las edades. Los guiones que hacía eran, para mí, dignos de un genio de la comedia. He visto algunos capítulos de El Chavo y son obras de arte”, comentó.
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Reconoció, como sus colegas, que es fácil caer en la comedia obvia, pero que Chespirito dio cátedra de cómo evitarlo. Además, afirmó que el equipo de trabajo y sus compañeros en el set de grabación agrandaban aún más a los personajes con sus interpretaciones, lo que valió todavía más para el éxito arrollador que tuvieron espacios como El Chavo del 8.
“Otra cosa que admiro de él es que su éxito no llegó joven. Su reconocimiento llegó siendo ya adulto, y eso refleja que fue fiel a su don y talento. No se rindió y trabajó duro por años para que algún día alguien le diera la oportunidad de hacer su proyecto realidad”, finalizó la artista.
Han pasado diez años desde que el genio del humor dejó este mundo, pero su obra no morirá porque ¡tenía que ser Roberto Gómez Bolaños!
Chespirito, gracias. Muchas gracias. No hay de queso, no más de papa.