En principio, ligar es un asunto muy sencillo. Consiste en ver la pantalla del celular. Aparece un rostro, un par de fotos más, algunos conocidos, otros no. Si no me llama la atención, deslizo su cara a la izquierda con un ligero movimiento del dedo. Aparecen más personas desconocidas. Si me atrae alguno, deslizo a la derecha. Si nos gustamos, podemos conversar; quizás, vernos luego. Es tan fácil...
Al menos, así es en Tinder , la de moda entre docenas de apps para teléfonos inteligentes que están transformando la forma en la cual hombres y mujeres buscamos amor, sexo casual, amistad y, bueno, “lo que aparezca”, como escriben algunos usuarios en sus perfiles.
En Costa Rica la disfrutamos tanto que el país se ubica entre los principales 50 mercados de la app , dijo un representante a La Nación .
Tinder no revela datos específicos por territorio, aunque se estima que tiene más de 50 millones de clientes en 196 países y territorios.
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La mayoría de las aplicaciones funcionan basadas en la ubicación del usuario, sumadas a preferencias determinadas por uno mismo. En Tinder, uno crea su cuenta ligada al perfil de Facebook (que se mantiene privado), determina el radio de búsqueda, si quiere ver hombres, mujeres o ambos, rango de edad y ya está: empieza un juego que parece de azar.
Según la app , puede enviarle mensajes y fotos y, eventualmente, conocerse en persona. Así, existen Badoo, Bumble, Hornet, Scruff, Hinge, Her... Cada una apunta a un tipo de público particular y crea un supermercado emocional que, pasillo a pasillo, rebosa de opciones.
Aunque las compañías son reservadas con sus datos por distintas estrategias comerciales, es evidente la penetración cultural que han tenido en Costa Rica (según Sutel el 90% de la población tiene acceso a Internet móvil; 94% de la población de la GAM urbana usa teléfonos inteligentes, dice Red506 ).
Tinder estima que cada día, dedos ticos se deslizan 1.000.000 de veces por sus pantallas, diciendo “me gusta” o “no me gusta”. A modo de comparación, en España son 15 millones. Costa Rica es el primer mercado de la app en Centroamérica. ¿Por qué somos tan asiduos en esta exploración del amor? ¿Qué queremos encontrar cuando abrimos Tinder?
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Mirar a todos
Una noche en setiembre, en un bar de barrio La California, activé cuatro aplicaciones simultáneamente para probar el tipo y frecuencia de interacción que podía obtener sin escribir primero. (Aclaración: soy usuario ocasional de varias apps mencionadas en este artículo).
Mi fotografía en las apps no era nada clara ni brindaba información concreta sobre gustos y preferencias. No obstante, recibí 11 mensajes en menos de dos horas.
Uno puede responder y quedar para verse; también puede prolongar la conversación por varias semanas hasta estar seguro. Casi siempre, la charla empieza con: “Hola”. A veces, de una vez llegan una carita feliz y la pregunta: “¿De dónde sos?”. Pronto uno quiere enterarse de lo básico. Lo principal es: “¿Qué estás buscando?”.
Tinder no fue la primera de este tipo de plataformas. Desde fines de los años 90, servicios de citas como Match.com y OkCupid habían traído a la era digital las citas a ciegas populares desde mediados del siglo XX.
En estos servicios, uno escribía sus características, decía qué quería y allí le buscaban la “media naranja”. En las nuevas apps de ligue, el asunto es, más bien, ver qué se puede encontrar.
Con la llegada del smartphone , la pionera fue Grindr, en el 2009, app que, mediante tecnología de geolocalización, permite interactuar con hombres gais que se encuentren cerca del usuario.
“Grindr ha reemplazado al bar gay y los sitios de citas en línea como la mejor manera para que los hombres gais conozcan a la persona correcta, en el momento correcto, en el lugar correcto”, afirma la empresa en un documento informativo.
Cada día, la usan dos millones de usuarios, que envían 70 millones de mensajes diarios, según datos de la empresa, y es la más popular exclusiva para hombres que buscan a hombres en el país.
Mediante un formulario en La Nación , solicitamos a nuestros lectores que compartieran anécdotas de uso de Tinder y Grindr, dos de las más conocidas. Recibimos más de 60 respuestas, solo la sexta parte de mujeres. En ninguno de los casos que citaremos se consigna el nombre real de la persona.
Algunos nos contaron que les ha servido para obtener citas rápidas y sexo casual; tres nos dijeron que se casarían con personas que conocieron en Tinder.
Laura, de 25 años, nos contó que había conocido a su novio vía Tinder. “Hace casi un año, después de un buen tiempo de estar sola, creí que era oportuno empezar a conocer gente nueva para así poder establecer una relación”, escribió.
“Me di cuenta de que de mis amigas la mayor parte ya están o casadas, con hijos, o en relaciones muy formales de las cuales ya no salen tan seguido o no lo hacen del todo (y eso que tengo 25 años) y salir a buscar gente a mí no se me da”, añadió.
De cuatro matches o coincidencias que tuvo en Tinder, solo salió con un hombre, a un restaurante. Siguen siendo pareja.
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Cerca de todos
Apps como estas nos cumplen la vieja promesa de Internet de conectarnos. Son una forma de sortear ciertas barreras para encontrar amistad o noviazgo según intereses comunes, pero el uso predominante parece ser el de buscar una pareja romántica o sexual. “He conocido a todo tipo de personas: amigos y encuentros casuales”, escribió José sobre su experiencia con Grindr.
Para presentarse en este tipo de plataformas, uno elige fotos buenas, escribe un texto breve donde detalla qué busca y qué le interesa.
Es lo que uno haría (¿hacía?) en un bar luego de sonreír a la distancia, acercarse un poco y, quizás, comprarle una cerveza a alguien.
Además, es gratis, aunque todas las apps tienen versiones premium que mejoran la experiencia con resultados más específicos.
Al ser tan escueta la información, es inevitable que la primera interacción se base en lo superficial. También, puede ser que ocurran hallazgos graciosos: en Tinder he coincidido con empresas de mariachis y de jeans “levantacolas”; en Grindr, he visto a personas que venden lotes, buscan trabajo o que ofrecen entretenimiento para fiestas, entre otros.
“La tuve más de un año y no logré siquiera hablar con una sola persona. Son apps basadas en lo superficial, en qué tan bien luzcas y qué tan provocativas sean tus fotos”, comentó Ricardo.
En setiembre, un artículo de Vanity Fair provocó una violenta reacción de parte de Tinder. En el reportaje , se afirmaba que la cultura de citas en las grandes ciudades de Estados Unidos se encontraba en declive debido a los resultados instantáneos de Tinder y la compresión de los rituales de cortejo a pocas frases, emojis y fotos. Además, enfatizaba la promiscuidad y la facilidad para ser infiel con la pareja.
Tinder replicó en Twitter que habían ayudado a “millones” a conectarse de diferentes formas; por ejemplo, cuando uno se muda a una nueva ciudad, cuando va de viaje, para hacer amigos...
“Recibimos cientos de historias cada mes de personas que se conocieron en Tinder y que ahora están comprometidos o casados”, escribió un vocero de la empresa por correo electrónico.
Juliana, quien vivió fuera del país, nos escribió que su uso de Tinder fue “increíble”: “Me encontré conociendo lugares maravillosos con gente del lugar; conocí personas superinteresantes que me hicieron replantearme mi vida y conocer diferentes percepciones; hice amigos que quiero con todo mi corazón y a quienes, ahora en mi país, espero a finales de año... y sí, ¡me enamoré!”.
"It has been a fairytale that all started with Tinder!" -@AshleyAttwood #SwipedRight story: https://t.co/I4aVJOUrCJ pic.twitter.com/ZolE4kluD9— Tinder (@Tinder) octubre 28, 2015
Amar al azar¿Cuáles pueden ser algunas características del uso de estas apps en la sociedad costarricense? “(En Costa Rica) es muy usual tener amigos en común o ya conocernos por estudio, trabajo o hasta por el deporte que practicamos”, sugiere Luis (34 años) al comparar su uso en Estados Unidos y el país.
“El usar una aplicación como Tinder sí nos lleva a conocer personas fuera de nuestro grupo de amigos, por lo que se necesita un poco más de interacción previa al planear salir o conocerse en persona. Creo que en general seguimos siendo un poco desconfiados”, añade.
Quizás sea cierto: nuestra etiqueta de “citas” no es tan codificada como la estadounidense. Además, hasta hace relativamente poco, la cultura de entretenimiento urbano era dispersa y poco intensa, por lo que los espacios para socialización se reducían a círculos pequeños.
El 85% de usuarios de Tinder globalmente tienen entre 18 y 34 años, según la empresa. Muchas personas no tienen el tiempo o los recursos para asistir a actividades culturales, ir con frecuencia a restaurantes o bares, ni asistir a otros sitios sin compañía.
Entre presas y trabajo, ¿nos da tiempo de ligar en persona? Si no, mejor desde el celular, que llevamos todo el día con nosotros. No es casual que la hora más activa de Tinder en Costa Rica sea de 9 p. m. a 10 p. m., ni que las noches más ocupadas sean las de domingo y lunes.
San José, ciudad de vida nocturna, y Alajuela, ciudad dormitorio, son las localidades con más matches , o emparejamientos, en el país.
Especulando aventuradamente: así como Waze resolvió nuestras carencias de infraestructura vial hasta tal punto que somos uno de sus mercados de uso más intensivo, las apps para ligar han calado hondo en nuestra dispersa vida emocional.
Si a los ticos nos da vergüenza ser tan asertivos, espacios virtuales se encargan de facilitarnos las cosas.
“Te dan la sensación de que tenés el control absoluto para formar una pareja, por más efímera que sea la relación. En el ‘cara a cara’, uno controla menos factores, como el cuerpo. La comunicación no verbal te traiciona más de lo que uno quisiera”, explica Ignacio Siles, investigador en comunicación de la Universidad de Costa Rica.
Barreras de edad, clase y ubicación geográfica se funden y confunden con facilidad (que no es lo mismo que decir que se borran por completo). Eso permite a personas que se sienten excluidas de otras formas de socialización integrarse de forma “segura” en una dinámica de acercamientos que quizás resulten felices.
“Lo he visto en mujeres de más de 40 años. Hay una tendencia a pensar en que sería bonito tener pareja, porque muchas están divorciadas o tuvieron pareja y no funcionaron”, cuenta la psicóloga de la Universidad Nacional, Ana León.
Missing #Summer already. #GrindrLove #Grindr #GrindrXtra #0FeetAway pic.twitter.com/ATsFOqaIwV— Grindr (@Grindr) septiembre 22, 2015
En ese grupo etáreo, quizás la app más popular sea Badoo, aunque en Tinder también crece la proporción de usuarios mayores.En la plataforma t-encuentro , creada por Grupo Nación en el 2013 y con varios planes de pago, hay inscritos más de 28.000 usuarios, hombres y mujeres, de todas las edades.
Según la encargada del sitio, Stefany Soro, muchos de los más activos superan los 35 años. “Gracias, porque por medio de la página pude conocer al hombre de mi vida”, escribió Sofía al sitio.
Según un estudio de la consultora digital Findasense , los adolescentes ticos prefieren Snapchat para ligar (hasta 31% lo usa para sexting o solo ligar vía texto e imagen). “WhatsApp o Snapchat son mucho más utilizados para esta función, y también aseguraron que preferían el cara a cara”, detalló la vocera Paula Antelo.
Muchas de las apps de ligue tienen restricciones de edad, pero las ganas de amar siempre encuentran formas de saltárselas.
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Máscaras
En Internet, nadie sabe que sos un perro, decía una caricatura de New Yorker antes de la saturación de pantallas que vivimos hoy.
En cada perfil de red social que creamos, construimos una presentación de quiénes somos pensando en un otro imaginario. Si el fin es ligar, exhibiremos lo mejor de nosotros. ¿Hace falta algo? Lo inventamos.
“La mayoría de personas no usa foto de perfil por miedo a ser descubiertas, ya que están fuera del ambiente (gay), pero tienen curiosidad; por eso pasa seguido que hay que estar pidiendo foto”, dijo Lucas sobre Grindr, donde dice que solo se encuentra sexo casual.
Es verdad que en las fotos de Tinder o Hornet solo aparecemos en posturas favorecedoras, con una iluminación magnífica y sin mucha panza si la tenemos. Es natural si queremos lucirnos y ser exitosos en el juego de las citas. Empero, tal fijación en la imagen puede tener consecuencias más complejas de las que imaginamos.
“Estas aplicaciones refuerzan estereotipos de belleza y por eso lejos de ayudarme a contactar con personas me ha hecho sentir más solo”, confesó Roberto.
Aplican las reservas usuales: uno tiende a ser cuidadoso con quién se conecta, a quién da su número de teléfono y con quién se encuentra. Pero por más cuidado que tenga pueden ocurrir problemas imprevistos (dos usuarios nos contaron de robos o estafas por parte de personas conocidas en apps ).
“Creo que es un medio acorde con los tiempos y tecnología actual. El riesgo de encontrarte con un loco, un pachuco o algo parecido es el mismo que si uno lo conociera en la fila del súper o en cualquier otro lugar”, escribió Lorena, de 44 años.
Ella ha salido con cuatro personas conocidas en Tinder, y con uno lleva más de dos meses de citas. “No la he desinstalado ‘por si acaso’ no me va bien con este chavalo (ja, ja, ja, perdón por la sinceridad)”, añadió.
A fin de cuentas, uno se está transformando en una imagen deseable si quiere conseguir algo por este medio. “Si soy hombre o mujer, habrá actitudes atribuidas a uno u otro género que pueden ser valiosas. Hay que mostrarse exitoso, demostrarse sexi, pero entre los casos que conozco, esto se hace con cierta discreción”, dice la psicóloga Ana León.
En el país no se han realizado muchas investigaciones sobre cómo confeccionamos la imagen que damos a otros en nuestras redes sociales. “En Internet, tratás de construir la mejor versión de vos mismo que sea consumible por otras personas”, explica Ignacio Siles.
Es un momento cultural en el cual delegamos en la tecnología nuestra forma de orientarnos. “Hay una tendencia a querer despersonalizar la decisión y asignarle al algoritmo ese tipo de decisiones, bajo la premisa de que la acumulación de datos es mejor que la percepción subjetiva. La big data es capaz de decirnos mejor que nosotros lo que buscamos”, considera Siles.
El investigador apunta que es curioso que la “magia” de Internet sea saltarse barreras geográficas, pero que las apps más exitosas hayan sido aquellas que permiten conocer mejor y más rápido lo que haya cerca.
Recientemente, he escuchado varias veces un verbo para describir el uso de apps así: “Jugar Tinder”: la elección de pareja se asimila al tablero de dardos o a un naipe, con aparente infinidad de cartas posibles.
“Con Tinder conocí a un par de maes que al menos me gustaban pero nunca llegamos a nada. Grindr es terrible, aunque de ahí cogí con dos maes guapos, pero es como ponerse a escoger frijoles”, escribió Manuel.
Sin afán moralista, una duda que suscita la profunda penetración cultural de estas apps es qué somos en ella. Vivimos una época en la cual la racionalidad de mercado transforma cada aspecto de nuestra vida: el sexo, la primera mercancía, ahora vuelve al primer plano como una forma de insertarnos en la opción de elegir, comprar, consumir y desechar.
Como toda tecnología, es el uso que le damos el que determina su influencia sobre nosotros. “La tecnología se define a partir de uno y uno se define a partir de la tecnología”, dice Siles.
Pero esas opciones de autodefinirnos son menos abiertas de lo que creemos: son cajones que uno llena. “Al final, lo que les interesa a las empresas es obtener ciertos datos para vender publicidad. Los cajones son los clásicos valores de mercado, tienen importancia para el canje publicitario. El tipo de identidad que uno construye es superfragmentaria”, argumenta el investigador.
Por otra parte, también nos hace sentir como que podemos elegir. Sin relegar por ahora al conocerse en persona, suma una opción que no teníamos: vía directa, sin trámites, a confrontar nuestro miedo más fuerte, que es no ser aceptados o amados.
¿Qué es uno en una app así: un producto consumible, una persona autónoma, un fantasma sobre el cual otro proyecta sus fantasías...?
“He conocido hombres que me han preguntado hasta el nombre de mi gato antes que invitarme a salir. Yo creo que solo sirve para subirse el ego de ver match , pero no sirve para mucho”, dice Gloriana. Por otro lado, dice Adrián: “¡Ahí conocí a la mujer que dentro de cinco meses será mi esposa!”.
Tal vez seamos todo a la vez: sujeto y objeto. Ligar es un asunto muy sencillo. Como en un bar, una noche cualquiera, pueden ocurrir docenas de contactos visuales, pero solo uno nos llevará a alguna parte.
¿Cuál es el futuro del amor? Quizás un algoritmo nos lo diga en un par de años.