Menos de un año y medio ha pasado desde que se detectó, por primera vez, fentanilo en Costa Rica. La droga, contrario a lo que se pensaba, parece no haber encontrado terreno tan fértil en el país, al menos por ahora.
El fentanilo es un potente opioide sintético hasta 50 veces más fuerte que la heroína, capaz de matar a una persona adulta con tan solo dos miligramos. Desde su desarrollo en 1960, se utiliza en la medicina para tratar dolores intensos en pacientes con cáncer u otros padecimientos. Al igual que otros opioides, tiene una alta capacidad adictiva y su letalidad en Estados Unidos despertó temor desde los años 90.
Desde 2017 comenzó a resonar en Costa Rica la palabra fentanilo, cuando empezaron a circular videos que mostraban las calles de ciudades estadounidenses llenas de personas bajo los efectos de la sustancia. Mientras causaba estragos en el norte, aún se percibía como una amenaza distante en esta parte del continente.
Sin embargo, el 21 de noviembre de 2023, pasó de ser una preocupación lejana a una realidad palpable. La sustancia anunció su presencia en el país tras la caída de una banda dedicada a comercializar la droga.
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En una vivienda en Tibás, la Policía de Control de Drogas (PCD) incautó 101 pastillas y 103,25 gramos de polvo de fentanilo, traído desde México. El grupo mezclaba el opioide con otras drogas como éxtasis, ketamina y metanfetamina para venderlo.
“Hoy, nuestro país inicia una nueva etapa histórica con la presencia del fentanilo”, aseveró en ese entonces Mario Zamora, ministro de Seguridad.
Desde esa fecha, el fentanilo alimentó la incertidumbre sobre la dirección que, en adelante, tomaría el país. No obstante, menos de un año y medio después del primer hallazgo, no se perciben mayores efectos de la droga en el país. Por ahora, los decomisos se mantienen sin variaciones significativas y no hay evidencia de que se produzca fentanilo en el territorio nacional.
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En 2023, la PCD decomisó 1.201 pastillas en las que se determinó la presencia de fentanilo. En 2024, fueron 1.104 dosis.
“Es sumamente peligroso y creo que por eso la reacción ha sido una reacción muy intensa”, dice Luis Eduardo Sandí, psiquiatra del Instituto sobre Alcoholismo y Farmacodependencia (IAFA), donde labora desde hace 38 años.
Recientemente, el decomiso de 32.000 pastillas que presuntamente contenían la droga volvió a poner a las autoridades en vilo. Un resultado de laboratorio positivo habría colocado al país en un panorama más critico frente a la sustancia, pero no fue así. Tras dos meses de especulación, los análisis arrojaron que se trataba de éxtasis con cafeína.

Por ahora, dice Michael Soto, subdirector del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Costa Rica no está en una situación de alta vulnerabilidad, pero no descarta un “futuro complejo”. ¿Qué podría cambiar la situación?
¿Por qué nos salvamos?
De alguna manera, la cultura de consumo de drogas en Costa Rica podría estar retrasando una crisis de fentanilo como la que enfrenta Estados Unidos. Repasemos la historia.
La crisis de los opioides en Estados Unidos comenzó a gestarse hace tres décadas. En los 90, arreciaba la primera ola de muertes por sobredosis relacionadas con opioides de prescripción médica, debido al aumento en la emisión de recetas, según The New York Times. De acuerdo con el medio, el repunte en las prescripciones se atribuye a la compañía farmacéutica Purdue Pharma por lanzar y promover de forma agresiva el opioide conocido como Oxicodona, en apariencia, sabiendo que ocurrían abusos con la sustancia.
Su capacidad para generar adicción hace de los opioides un arma de doble filo: un consumo constante durante cuatro semanas basta para crear una dependencia, acompañada de un síndrome de abstinencia que provoca fuertes síntomas físicos y psicológicos, lo que lleva a que la única manera de alcanzar el alivio sea consumiendo. A la vez, para muchas personas representa la única alternativa para aliviar un dolor físico incesante.
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Para 2008, el aumento en las prescripciones para tratar el dolor comenzó a asociarse con las muertes por sobredosis. Las recetas entonces disminuyeron, pero sin la compañía de alternativas para tratar los malestares o ayudar a quienes ya habían generado una adicción. La heroína, una droga derivada del opio cultivado en granjas, sumamente adictiva, surgió como remplazo y desató en 2011 su propia crisis.
Dos años más tarde, en 2013, publicó el Times, los cárteles de la droga se percataron de que podían reducir el costo de mano de obra, fabricación y transporte sustituyendo la heroína por un polvo más fuerte fabricado en laboratorio: el fentanilo.
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Desde entonces, las muertes se dispararon. Más de 107.000 personas fallecieron en Estados Unidos en 2023 por una sobredosis; casi el 70% se atribuye al fentanilo, según la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
Entre 1999 y 2019, a esta crisis se le atribuyen 500.000 muertes, de acuerdo con el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). Aunque los datos más recientes indican que los fallecimientos disminuyen, el país norteamericano está lejos de controlar la crisis, aún aguda.
“Caso contrario es en Latinoamérica y en Costa Rica. Aquí, fentanilo existe farmacéutico; toda la vida ha existido, lo hemos tenido a disponibilidad en el sistema de salud y, sin embargo, se usa poco, porque tenemos una prescripción muy regulada. (...) Desde hace muchos años, cualquier médico que esté prescribiendo más, el sistema lo detecta e, inmediatamente, hay una intervención de las autoridades de salud. Eso nos ha salvado”, dice Luis Eduardo Sandí, psiquiatra del IAFA.

Sandí trabaja en la Clínica Especializada para el Tratamiento de Personas con Trastorno de Consumo de Opioides y asegura que en su consultorio solo ha atendido a una persona por consumo de fentanilo ilícito. Era estadounidense.
“La droga de preferencia acá (en Costa Rica) son los estimulantes, la cocaína, el crack y las anfetaminas. No tenemos esa plataforma de consumo de opioides en el país (...) Ocuparíamos mucho tiempo para que se desarrolle una cultura de consumo de opioides, que no existe en este momento”, explicó el psiquiatra.
Ocuparíamos mucho tiempo para que se desarrolle una cultura de consumo de opioides, que no existe en este momento
— Luis Eduardo Sandí, psiquiatra del IAFA
En 2022, la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias Psicoactivas reveló que en Costa Rica, unas 2.800 personas usaron fentanilo alguna vez en la vida. Esto representa menos del 0.05% de la población total del país.
Por ahora, explica Sandí, la tendencia se inclina a que las personas con problemas de consumo de opioides dependen de medicamentos prescritos y no de fentanilo ilegal, como sí ocurre en el norte. Pese a ello, reconoce que es un potencial peligro, pues el 95% de los casos de sobredosis producto de esta droga son involuntarios.
Según reporta la CDC, en 2023, el 46% de las muertes por sobredosis en Estados Unidos fueron opioides combinados con drogas estimulantes como la cocaína y metanfetamina.
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Si hay consumo más extendido de fentanilo en Costa Rica, sería en esa modalidad, y eso basta para despertar alarmas.
De acuerdo con Fernando Ramírez, director del Instituto Costarricense sobre Drogas (ICD), las investigaciones en el país arrojan que el fentanilo ilícito se está mezclando con otro tipo de sustancias para potenciar sus efectos y generar mayor dependencia hacia nuevas sustancias psicoactivas, similar a como ocurre en el resto de América Latina.
“Nuestros ciudadanos no están buscando el fentanilo directamente, nuestros ciudadanos lo que están es siendo engañados por sus propios dealers o vendedores quienes se los están incorporando ahí poco a poco por una cuestión de abaratamiento”, afirmó el jerarca del ICD.

Una dosis de cocaína combinada con fentanilo resulta más potente. Enlazar ambas sustancias le permite a los dealers cobrar más por una dosis, alegando que el sentimiento será más potente por la “calidad de la cocaína”, aunque no sea así. A la vez, abultan su mercadería sin que esto refleje un incremento en los costos, pues el fentanilo es una droga más barata de producir y más fácil de traficar.
Aunque para Ramírez es lejana una crisis por fentanilo similar a la estadounidense, reconoce que su mezcla con otras sustancias puede ser mortal y que eso mantiene a las autoridades en alerta.
“Eso es lo que vuelve más peligrosa la distribución de este tipo de droga, que el consumidor no se está dando cuenta en muchos casos que está consumiendo y realmente puede causar hasta la muerte”, indicó Stephen Madden, director de la PCD.
De acuerdo con los datos al 1.º de abril de 2025, el OIJ analiza la presencia de fentanilo en 22 cadáveres cuyos decesos ocurrieron en 2023. 20 de ellos fueron descartados, pues se determinó que estuvieron en centros médicos recibiendo un tratamiento. Los dos casos restantes habrían sido personas adictas, pero se mantienen en investigación.
La ruta del fentanilo
El fenómeno del fentanilo en América Latina se ha focalizado en Guatemala por la recepción de precursores, en México por la fabricación de la droga y en Estados Unidos por su consumo. Para Michael Soto, subdirector de la Policía Judicial, el hecho de que en Costa Rica no se perciba una crisis cercana asociada al fentanilo radica en que la comercialización de esta droga, como la de todo el resto, es un tema económico.
Estados Unidos es un mercado que supera los 340 millones de habitantes; esto resulta atractivo para las estructuras criminales como Jalisco Nueva Generación o la fracción de los Chapitos en Sinaloa, que en México fabrican el fentanilo ilícito para comercializar en Estados Unidos.

Soto sostiene que el interés económico también se vincula a la ruta que sigue esta droga. A diferencia de la cocaína, que viaja de sur a norte y, en el camino, deja droga en Centroamérica —lo que explica el fuerte consumo de esta sustancia en la región—, el tránsito del fentanilo ilícito no implica Sudamérica.
Por el contrario, se trata de barcos provenientes de China que entran directamente a Guatemala y a México con los precursores necesarios para fabricar la droga.
“Entonces, si una dosis de fentanilo en Estados Unidos cuesta entre $5 y $10, y venden cantidades brutales, bajarla hacia Latinoamérica va a encarecer el procedimiento por el tránsito de fronteras. Esa misma dosis en Costa Rica podría costar $20 o $30, o en Panamá, o en Colombia y en Brasil podría costar más”, dice Soto.
El tránsito hacia el sur resulta menos lucrativo que apostar por un mercado como Estados Unidos, donde el consumo es importante. Aunque Soto coincide en que Costa Rica está lejos de vivir una situación como en el norte, asegura que la entrada del fentanilo es inminente.
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El subdirector del OIJ indica que, cuando el tránsito de esta sustancia se vuelva más masivo —“que lo va a hacer” —, se podrían comenzar a utilizar rutas tradicionalmente atribuidas al trasiego de cocaína, como la que existe entre África y Brasil, como medios para ingresar el fentanilo ilícito o sus precursores y llevarlos hasta Centroamérica.
No es posible determinar cuándo llegará ese momento.
Históricamente, una batalla perdida
“Hemos bajado la bandera de la rendición e izado la de la batalla. Y vamos a ganar la guerra contra las drogas”, decía el presidente estadounidense Ronald Reagan en octubre de 1982.
Más de 40 años después, las grandes potencias siguen sin descifrar una estrategia ganadora para vencer la droga. En Costa Rica, tampoco se ha hallado solución, y el narcotráfico se impregna cada vez con más intensidad. ¿Podríamos lidiar con una crisis de fentanilo?
“Yo lamentablemente creo que desde el punto de vista policial, desde el punto de vista de seguridad, la lucha siempre va a ser dispar y compleja. Hoy la historia de la cocaína nos lo dice”, afirma Michael Soto.
Para él, si bien la policía es necesaria para afrontar el crimen, la resolución de la criminalidad a mediano y largo plazo no tiene que ver con la policía, sino con un asunto estructural en la sociedad: educación, empleabilidad, economía, cultura y deporte.
“Por ahí es donde yo apostaría”, agregó.
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Por el momento, el panorama es desalentador en algunos de estos aspectos. El último Informe del Estado de la Nación, publicado en 2024, señaló “recortes significativos” a la educación pública y al sector salud. Asimismo, el documento detalla que el país registró una clara incapacidad para reducir de manera sostenida la pobreza.
Mauricio Villalobos, fundador de Chepe se Baña, una organización sin fines de lucro que brinda apoyo a habitantes de calle, manifestó a la RD que se prepara para atender una eventual crisis.
“Lo sigo en otro países y sé lo desolador que es. Siempre tengo que ir adelante, me tengo que reinventar”, afirma Villalobos.
“Nos estamos preparando para eso (una eventual crisis)”, sostiene Fernando Ramírez, jerarca del ICD.
La institución, dice el jerarca, tendrá a disposición, en los próximos dos meses, un sistema de alerta temprana para identificar tendencias emergentes de drogas que podrían representar una amenaza y así tener información para diseñar respuestas más eficaces.
El Ministerio de Educación Pública (MEP), por su parte, detalló a RD que cuenta con el protocolo de drogas, pero no lleva a cabo acciones específicas para alguna sustancia en particular. Desde el 7 de marzo, este medio solicitó una entrevista al Ministerio de Salud para ahondar en las estrategias que implementa la institución en prevención de una posible crisis; sin embargo, tras múltiples insistencias, al cierre de esta nota no hubo una gestión.
No obstante, por correo electrónico, la institución aclaró que existe una mesa de trabajo interinstitucional para fortalecer normativa que involucre el trasiego legal de fentanilo, para definir acciones y dotar a las autoridades de implementos para atender decomisos, así como para desarrollar campañas de comunicación.
La mesa está conformada por Salud, Dirección de Inteligencia y Seguridad Nacional (DIS), el ICD, el Servicio Nacional de Salud Animal (SENASA), IAFA, Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (INCIENSA), Ministerio de Seguridad Pública (MSP), OIJ y PCD.
Menos de un año y medio ha pasado desde que se detectó fentanilo en Costa Rica. El país parece estar a salvo, al menos por ahora. La crisis del fentanilo aguarda, pero acecha. La sustancia es potente, silenciosa, ligera y barata. Es solo cuestión de tiempo para que comience a sentirse su presencia.