Todo fue previsto en los preparativos de sus bodas; bueno, casi todo, porque la posibilidad de que una pandemia irrumpiera en medio de la organización y frenara el paso que los llevaría al altar, no estuvo en el radar de ellos ni en el de nadie.
Seis parejas de novios que vieron cómo el nuevo coronavirus se trajo abajo en solo minutos sus minuciosos planes de matrimonio, conversaron con Revista Dominical del nada grato episodio, que eclipsó uno de los momentos cruciales de sus vidas.
Si bien, algunos de los enamorados se le plantaron al covid-19 y ahora son marido y mujer; el brote que ha cobrado la vida de miles de personas en todo el mundo, alteró de una u otra manera el “sí, acepto” o la tan anhelada luna de miel.
“Las parejas están muy tristes porque obviamente todos los planes cambian ahora. La elección del momento del año en el que se van a casar es una decisión muy importante de los novios, porque de la fecha dependerá el éxito del concepto que quieran dar a la celebración”, comentó Amalia Ramírez, wedding planner que ha debido alterar la programación de varios de los casamientos que tiene a su cargo.
“No hemos cancelado ninguna boda, lo que se ha hecho es reprogramar. De momento se han cambiado de fecha bodas que teníamos para marzo, abril y mayo, cada una con logísticas muy diferentes”, refirió Jeffrey Cervantes, director de Costa Rica Wedding Planner.
Jennifer Velásquez también tuvo que reacomodar en el calendario 24 enlaces que organizaba. “Son cambios de fecha y todas las movimos, en principio, para setiembre y los meses siguientes”, indicó Velásquez.
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Caída
Las impresiones de estos expertos se reflejan en el número de inscripciones de matrimonios que se registran en el país, cifra que mermó sustancialmente en la primera parte del 2020.
El Departamento Civil del Tribunal Supremo de Elecciones informó que durante el primer trimestre del 2020 se inscribieron un total de 4.405 matrimonios, 1.346 registros menos comparado con el mismo periodo del 2019.
Si se observan los datos de manera aislada, es más evidente la sensible caída de inscripciones, principalmente para marzo, mes en el que las autoridades costarricenses anunciaron las medidas de aislamiento social que se aplicarían en el país, para contener la propagación del covid-19.
En enero, la institución ‘matriculó’ 1.591 matrimonios (171 menos respecto a enero del 2019); en febrero se casaron 1.988 parejas (125 más que hace un año); mientras que marzo cerró con solo 826 inscripciones, 1.300 registros por debajo comparado con el mismo mes del 2019.
Las parejas que hablaron con Revista Dominical tuvieron la dicha de que contaron con el buen corazón de proveedores que ‘congelaron’ cualquier solicitud de ellos hasta nuevo aviso; sin embargo, hubo algunos que se quedaron hasta con los anillos listos. Estas son sus historias.
Yendry y Ronald pospusieron matrimonio a cuatro días del ‘sí’, ¿y los anillos?
“Lamentamos comunicar: se pospone nuestra boda por motivos de salud a nivel mundial. Esto lo hacemos por el bien de todos. El evento se trasladará para el 26 de setiembre del 2020”.
Fue parte del mensaje que Yendry Rodríguez y Ronald Arias distribuyeron a los 150 invitados que tendría su boda del domingo 22 de marzo, actividad que la pareja decidió aplazar a solo cuatro días del “sí, acepto”.
Cada uno en su lugar de trabajo, al mediodía de ese miércoles 18 de abril la pareja de novios acordó la triste decisión, basados en los anuncios que recién hacía el Gobierno de Costa Rica de declarar al país “estado de emergencia” y de cancelar algunas actividades de concentración masiva por el covid-19.
“La verdad hubo mucha tristeza. Yo me encerré en la oficina y, lo voy a decir, se me salieron las lágrimas; porque a pesar de que dicen que la mujer es la que más espera ese día, yo también tenía esa gran ilusión de poder casarme como las parejas lo hacen normalmente. Fue muy triste”, afirmó Ronald.
Yendry reconoce que también hubo lágrimas de su lado, pero con su prometido buscaron refugio en la paz de Dios, en quien creen fervientemente. Por eso, la pareja se aferra a la popular frase de “Dios sabe porqué hace las cosas”.
“Como mujer es el día que uno más sueña. Desde pequeña yo creo que sueño con ese día, por eso lloré, por frustración y entre todo eso le decía a Ronald que gracias a Dios que no era porque ninguno se había arrepentido, o porque nos hubiera pasado algo o a algún familiar. Fue por algo que se nos salió de la manos, pero como hijos de Dios sabíamos que la voluntad de Él siempre es buena, agradable y perfecta, y eso nos trajo mucha tranquilidad”, destacó Yendry.
Fue el segundo golpe al que le tuvo que poner el pecho la pareja. Una semana antes ya habían decidido cancelar la luna de miel, que sería en Cancún (México), cuando todavía los planes del matrimonio seguían firmes para el domingo 22, a las 10 a. m. en Rancho Santa Mónica, en Rosales de Alajuela.
Sí pero no
Si los heredianos hubiesen querido, habrían podido celebrar la ceremonia y la fiesta, eso sí, respetando los lineamientos que recién había emitido el Ministerio de Salud, que hasta ese fecha significaba, entre otros aspectos, el funcionamiento a medio aforo de sitios que promueven actividades con presencia de gran cantidad de gente, como la boda de esta pareja. Aunque lo valoraron, la idea no los terminó de convencer.
“La boda es una vez y nosotros queríamos un recuerdo bonito de esa fecha. Sabíamos que si hacíamos la actividad acatando las disposiciones del Ministerio de Salud se iba a perder esa paz porque no habríamos podido hacer muchas cosas, pero principalmente no habríamos podido abrazar y besar a nuestros familiares en una fecha tan especial para nosotros”, comentó Yendry.
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Como es natural, al aplazar el enlace debieron mover todas las fichas de un dominó que controlaban ellos con la ayuda de una wedding planner y a pesar de que prorrogaron la boda a muy poco tiempo del día original, todo se pudo mover sin mucha complicación y “solo" perdieron ¢60.000 de unas rosas que, con otros tipos de flores, serían parte de la decoración.
El tema de los anillos lo matizan con la misma gracia con que ahora hablan de la anécdota con La Nación y amigos. Las alianzas ya estaban listas y la plata (metal con que fueron confeccionados) ya estaba grabada con la fecha del 22 de marzo; sin embargo, el traslado de la boda les permitirá ahorrar un poco más de dinero para hacer unos nuevos anillos, esta vez en oro blanco (como el de compromiso) y con la fecha de setiembre, que sigue sin ser oficial por el mismo coronavirus.
Lejos de la nostalgia, el domingo 22 de marzo, antes de las 10 a. m., la pareja conservó el carácter distendido que le dieron al tema luego y muy cerca de esa hora Yendry comenzó a apresurar a su futuro esposo. “Yo le decía a Ronald que nos iba a agarrar tarde, que viera la hora y que la boda era a las 10. Ese domingo, recuerdo, hizo una mañana espectacular”, enfatizó la futura esposa.
Angie y Jorge se casaron el 18 de abril con solo los testigos y el abogado
A mediados de marzo anterior, los planes de boda de Angie Tenorio y Jorge Berrocal se comenzaron a tambalear.
Días antes, Costa Rica había registrado su primer caso importado del nuevo coronavirus, noticia que, sumada a los reportes internacionales de los estragos que causaba la pandemia en Europa, eclipsó la ilusión de la pareja por una boda tal y como la venían preparando desde un año antes.
Los porteños se habían comprometido el 14 de febrero del 2019 y un mes más tarde comenzaron a organizar el matrimonio asesorados por una wedding planner. El enlace se programó para el 18 de abril del 2020 en el Rancho Santa Mónica, en Rosales de Alajuela.
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Como cada detalle de la boda, la pareja eligió minuciosamente la fecha del enlace, que debía ser durante época de verano por las intenciones de ellos de ambientar su matrimonio como una gran fiesta de campo para 80 invitados y con el atardecer de fondo. Sería a las 4 p. m.
Para diciembre, la boda estaba prácticamente lista a fin de ser montada el esperado sábado de abril. Durante los meses siguientes Angie y Jorge se encargaron de otros detalles más personales, como la búsqueda del traje del novio, la selección de anillos, recuerdos, entre otras tareas que, solo alimentaban las ansias de los enamorados por la llegada del día cero.
Sin embargo, a la ilusión de ambos le cayó un baldazo de hielo cuando comenzaron a barajar la posibilidad de aplazar el matrimonio por el invitado 81: el covid-19.
“Empecé a hacerme la idea de que no nos podíamos casar el 18 de abril. Estaba tranquila porque uno tiene más conciencia de que primero es la salud”, comentó Angie, quien paradójicamente es justamente una trabajadora de la salud.
“Mis compañeros me decían que qué iba a pasar, que estaban preocupados porque esto (el coronavirus) se iba a empeorar. Algunos de ellos hasta dijeron que se les complicaría ir”, agregó Jorge.
Al bullicio externo se sumaron las consideraciones personales de los novios, quienes pusieron en la balanza a los familiares que son parte de la población vulnerable frente al coronavirus. “Teníamos mucha preocupación porque aunque se hiciera la boda, mucha gente no iba a ir. Estábamos estresados”, subrayó la novia.
Un sí sin fiesta
A esa altura, el calendario les recordaba que solo faltaba un mes para el gran día y en medio de esa incertidumbre, atenuada todavía más por un trámite bancario para la compra de la casa que debían realizar como marido y mujer, tomaron la decisión de casarse la fecha prevista, eso sí, aplazando la celebración con los invitados.
“Me frustró un montón porque teníamos un año de preparar ese día con mucho amor. Cuando decidimos que se cambiarían los planes, me dio mucha ansiedad, pero ya lo superamos”, dijo Angie.
El enlace se llevó a cabo en Esparza, en la oficina del mismo abogado que los casaría al aire libre en Alajuela y en vez de tener 80 invitados solo tuvo cuatro, dos de ellos los testigos. Los otros dos que estuvieron en la particular ceremonia civil fueron el abogado y su esposa. Esta última se encargó de las fotografías.
La pareja dio el “sí” pasado el mediodía de ese sábado 18 de abril, poquito tiempo después de que el novio saliera de su trabajo en Caja de Ande de Puntarenas. Posterior a ello, los ahora vecinos de San Antonio de Coronado celebraron en su casa solos con un vino, una cena y una llamada a sus familiares.
¿Y los invitados? Semanas antes a la fecha de la boda, todos recibieron un mensaje virtual ilustrado con una foto de la pareja, donde se les avisó del aplazamiento de la celebración, a octubre.
La pareja dijo que en la nueva fecha recrearán la ceremonia civil, lucirán el traje entero y el vestido blanco que tenían para la ocasión y están resignados a los ajustes en el formato original de la boda, algunos de los cuales deberán cambiar debido a las lluvias propias de la época. Pero no todo es gris, la prórroga les permite soñar a los esposos con algunos detalles más, como la posibilidad de tener fuegos pirotécnicos, que llevarán hasta el cielo la felicidad por sellar su amor, esta vez con familiares y amigos.
Josefina y Wilberth ‘salvaron’ la boda de sus sueños porque adelantaron fecha
Si el hotel DoubleTree Cariari hubiese tenido alguno de sus salones de fiesta disponible para el sábado 21 de marzo, Wilberth Ballestero y Josefina Loría habrían contado una historia muy diferente de su boda.
En un principio la pareja había elegido esa fecha para sellar su compromiso amoroso. A esa altura de marzo era un buen momento para dar el sí, pero cuando llegaron a concretar el alquiler del salón, la fecha ya había sido ocupada.
Les ofrecieron espacio para una semana antes (el sábado 14), y mientras lo pensaron y se decidieron, alguien más ocupó esa vacante. No les quedó de otra que aceptar, en medio de algunas dudas, celebrar su unión el domingo 8 de marzo.
“Nos asustamos porque había que correr más, pero como no era una boda tan grande, sino muy familiar, accedimos a que fuera en ese momento. Corrimos un poco para ciertas cosas, pero vimos la respuesta de Dios, porque ese fue el último fin de semana que se pudo tener una boda ‘normal’ en el país y sin ninguna de las restricciones que vinieron pocos días después”, explicó Josefina.
La ahora esposa se refiere a que dos días antes de su matrimonio, el Ministerio de Salud había confirmado el primer caso importado del nuevo coronavirus en Costa Rica y para el domingo del casamiento, mientras ellos estaban en el furor que significa la ocasión para las parejas y sus familias, las autoridades elevaron la cifra de contagios a cinco.
El incremento de casos llevó a que horas más tarde, el Gobierno costarricense restringiera, entre otras cosas, las actividades masivas, como parte de las medidas para mitigar la propagación del virus en el país.
Bajo ese nuevo panorama, en una fecha más allá del 8 de marzo, Wilberth y Josefina habrían tenido que replantear la celebración de su boda y en lugar de tener 80 invitados, la asistencia se habría tenido que reducir a cerca de la mitad y la recepción también hubiese sufrido ajustes.
Pero no fue así. La pareja pudo realizar el matrimonio de sus sueños sin ningún tipo de restricción y con los besos, abrazos y la festividad que siempre amerita la ocasión.
Ninguno de los dos considera golpe de suerte lo que les sucedió, muy por el contrario, en ello lo único que ven reflejado es la mano de Dios. “Nosotros le entregamos nuestras vidas a Cristo hace un tiempo y entonces todos los días ponemos las cosas en manos de Dios y sabemos que nuestros pensamientos son los del hombre, pero es Dios quien decide al final. Estamos superagradecidos con Él”, recalcó Wilberth.
Sin luna de miel
En medio de los preparativos por la celebración, la pareja perdió de vista las últimas horas del avance del virus en el país y en el mundo (a pesar de que venían dándole seguimiento); por eso, en ningún momento de la boda el tema estuvo presente, pero cuando todo acabó, llegó el golpe de realidad.
El covid-19 se esparcía con inclemencia. La cifra de contagios en Costa Rica, aunque siempre discreta, aumentaba día con día y el crucero por el Caribe que la pareja haría como luna de miel comenzaba a perder sentido.
El miércoles 11 de marzo, Wilberth y Josefina viajaron a Miami, ciudad desde donde partiría el añorado paseo, pero el sentimiento de ambos a esa altura era otro: querían que les cancelaran la travesía.
“Cuando llegamos a Miami teníamos mucha incertidumbre, no nos sentíamos seguros y queríamos que nos cancelaran el crucero. La compañía enviaba correos con algunas restricciones a pasajeros, pero ninguna hablaba de cancelación total”, contó Wilberth.
El día antes al abordaje, la firma que ofrecería el paradisíaco recorrido informó que no saldrían y les dio la posibilidad de reprogramar el viaje hasta diciembre del 2021 o de solicitar el reembolso. Wilberth y Josefina prefirieron la devolución del dinero y horas después estaban abordando un vuelo para retornar a Costa Rica.
De esa manera la pareja aceleró el regreso para disfrutar de su luna de miel en su nueva casa en Santa Ana, tiempo que, según ellos, solo ha servido para que aceleren ese proceso de adaptación como marido y mujer.
Priscilla e Isaac caminarían al altar el 30 de mayo; ahora será en octubre o hasta el 2021
A fin de tener tiempo suficiente para organizar la boda sin ningún apremio, Priscilla Jaikel e Isaac Moya siempre estuvieron de acuerdo con que el trecho entre la fecha de su compromiso y el del matrimonio debía ser tan amplio como se pudiese.
La pareja se comprometió el 29 de junio del año pasado y muy poco tiempo después concretaron caminar al altar el sábado 30 de mayo del 2020.
El casi año que separaba a un acontecimiento del otro era el idóneo para darle forma a una celebración que tendría como escenarios la iglesia Santa Catalina de Alejandría (en La Uruca) y el hotel Marriot Costa Rica (en Belén de Heredia).
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Con la asesoría de una wedding planner, la pareja trabajó en la organización de un enlace que, si se juzga por el número de invitados –350 en total–, sería de gran pompa. La planificación del evento llevaba el ritmo que siempre procuraron los novios, pero a principios de marzo algo cambió.
Para entonces, el coronavirus arrodillaba a Italia, España y otros países de Europa, y los casos se comenzaban a esparcir con más regularidad a este lado del Atlántico. “A principios de marzo teníamos fe de que todo iba a estar bien, porque la gente nos decía que faltaba bastante tiempo (para la boda), que nosotros nos casábamos a finales de mayo; entonces no lo pusimos en tela de duda, pero por ahí del 25 de marzo, nos sentamos y dijimos que pensar en cambiar la fecha de la boda tenía que ser una opción”, relató Priscilla.
Ninguno perdió de vista el avance de la enfermedad los días previos a tomar la dura decisión. “Vimos que aplazar la boda era una posibilidad muy real porque la situación se comenzaba a poner cada vez más crítica, y en ese momento hablamos con María Fernanda (Castro, la wedding planner) y coincidimos que definitivamente había que cambiar la fecha”, agregó Isaac.
Mayo había sido señalado en el calendario porque familiares de ellos en el extranjero tenían vacaciones para ese periodo del año; de ahí la tan calculada fecha a la que se vieron obligados a renunciar por el covid-19.
Reprogramación pendiente
La organización del evento se paralizó y la pareja tuvo que reprogramar uno de los días estelares de sus vidas. Si querían casarse en este año, lo mejor –concluyeron ellos– sería que fuera en el último trimestre del año o si no, hasta el 2021.
Priscilla e Isaac marcaron dos momentos: octubre próximo o mayo del 2021. “No nos ilusionamos con ninguna fecha. Tomamos la decisión de que en octubre porque prevemos que hay una posibilidad alta de que las cosas hayan mejorado para esa fecha; sin embargo, fuimos un paso adelante y pensamos en tener otra fecha posible para dentro de un año. De aquí a dos meses esperamos decidirnos por una de las dos fechas”, precisó el novio.
Priscilla reconoce que trasladar el matrimonio fue triste para ambos porque la ilusión estaba puesta en la fecha inicial que cada vez era más cercana y que los obligaba a tener listos ya detalles como su vestido o los anillos, la luna de miel por el norte de Europa (que ya pospusieron) o la casa, que les será entregada por estos días.
“En algo que siempre estuvimos de acuerdo era en que no queríamos hacer la boda en medio de tanto miedo. No queríamos ese sentimiento en ninguno de nuestros invitados, entonces al inicio estuve tranquila pero sí hay días que me siento supertriste pensando en que nunca nos vamos a casar, porque los eventos masivos serán lo último en regresar”, dijo la novio.
Recalcó que es muy probable que los anillos se queden grabados con la fecha original (la del 30 de mayo) porque fueron diseñados especialmente para ellos por un orfebre y, de no ser nutricionista de profesión, estaría preocupada por olvidar regímenes alimenticios que luego comprometería las medidas del vestido.
Cuando la nostalgia por aplazar la celebración invade a uno o al otro, se afianzan a la idea de que todo sucederá en el tiempo de Dios. “Se dice popularmente pero así lo creemos. Ahorita lo que más nos preocupa es la situación país, las tantas familias que están viendo afectadas sus economías por esto y por la salud de nuestros seres queridos”, manifestó Isaac.
Y como también se han permitido verle el lado más gentil al asunto, dicen que ahora tienen una curiosa anécdota para hablarle a los hijos, cuando estos nazcan y le roben el protagonismo a la fecha que hoy les da añoranza.
Jess y María ‘congelaron’ su boda diversa, que celebrarían a mitad del 2020
Mediados del 2020 fue la altura del año por la que se interesaron Jess Márquez y su prometida María Ramos para celebrar su boda. Junio o julio fue el mes que señalaron ellos en el calendario los primeros días de marzo.
La pareja comenzó a darle forma a su boda casi un mes después de un compromiso que tuvo dos partes: uno días antes de San Valentín en la casa de la pareja en Rohrmoser (Pavas) y otro que se celebró con amigos el propio Día del Amor y la Amistad.
Márquez dice que los dos fueron igual de importantes. Con el primero prevía medir el terreno, ya que comentó que no siempre el sentimiento de una persona puede corresponder por igual en otra, menos cuando la relación tiene tan poco tiempo para dar el paso (llevaban seis meses de noviazgo).
Como ese día se aseguró el sí. La próxima vez pediría la mano rodeado de amigos, con un nuevo anillo y más aires festivos.
Cuando los preparativos para la boda comenzaron a sonar, el nuevo coronavirus irrumpía en el país con los primeros casos confirmados. Había cautela, pero no preocupación porque su boda aún no estaba tan a la vista.
Pero Jess tuvo que prever otro acontecimiento que le podría representar algún escollo en el camino: la fecha en que entraba a regir el matrimonio civil igualitario en el país. Por eso la fecha de su enlace tenía que ser después del 26 de mayo.
Jess lo decidió así, a pesar de que si hubiese querido casarse unos meses antes no habría logrado sin problema. Hace exactamente un año al venezolano se le otorgó su cédula de residencia con el registro de su nombre y género autopercibido.
Jess es un hombre trans y la entrega de su documento de identidad fue histórico en Costa Rica. A pesar de tener esa ventaja y en consonancia con la lucha que le significó tener el documento con esas características, él encasilla su boda como una celebración diversa.
Dijo que casarse con su prometida en junio o julio buscaba honrar la lucha por los Derechos Humanos Igualitarios que ha propiciado desde diferentes trincheras. Él es periodista.
“Técnicamente lo nuestro no iba a ser un matrimonio igualitario porque soy el primer extranjero trans en Costa Rica en cambiarse de género y mi cédula tiene nombre de hombre y yo me voy a casar con una mujer. Pero para mí era importante casarnos después de la entrada en vigencia del matrimonio igualitario porque soy activista por ese matrimonio y los derechos de la población sexualmente diversa”, refirió.
Hasta el otro año
Él también habló en representación de su prometida de 33 años (Jess tiene 31). Ambos, contó, tienen ahora pendiente elegir una nueva fecha para el enlace civil; sin embargo, ese momento lo proyectan ahora hasta para finales de año o incluso el 2021, que es lo más probable.
La elección de la nueva fecha se les ha complicado por dos razones: son víctimas en sus negocios de la crisis económica que deja el coronavirus a su paso y esperan las decisiones que tomarán autoridades nacionales e internacionales sobre los cierres de fronteras, ya que ambos tienen familia en el exterior que quieren que participen de la boda.
“Decidimos casarnos en la playa y fuera de la temporada alta. Pensamos en una boda pequeña con solo amistades y familia porque Mari y yo somos sencillos y no queríamos nada muy estrambótico”, agregó el futuro esposo.
La boda se realizará, pero cualquier plan está paralizado ahora. Reconoce que en principio con su prometida tuvieron un sentimiento de frustración, pero pronto reaccionaron a que lo importante era seguir juntos y bien, ellos, sus familiares y sus amigos.
“El momento más duro para mí fue cuando el presidente (de Costa Rica, Carlos Alvarado) anunció que cerraría fronteras y que los migrantes no podían salir o entrar. Pensé que la medida iba a estar vigente por un tiempo y que la boda se iba a tener que posponer. Yo no me quiero casar sin la presencia de mi papá y de mi hermano”, indicó. “Fue frustrante”.
Ahora, dice, aprovechan el tiempo en casa para continuar alimentando un sentimiento que, nada lo puede describir mejor que la pieza de John Legend, All of me, el himno de amor de la pareja.
Fiorella y Diego vendrían de Miami para casarse en Costa Rica
Ella es de Grecia de Alajuela y él, de São Paulo –cosmopolita ciudad brasileña– pero los dos se radicaron en Miami hace algún tiempo y fue en la llamada ciudad del sol donde sus caminos se cruzaron y nació el amor que pretendían sellar este sábado 2 de mayo.
Fiorella Castillo y Diego Ferreira hablaron de boda mucho antes de que hubiera anillo de por medio. Por esas conversaciones que venían sosteniendo visitaron Costa Rica hace un año.
Aquel viaje pretendía elegir el hotel de playa del país donde realizarían su matrimonio 12 meses después.
Por ser una boda destino (que acontece fuera de la ciudad o del país de donde residen los novios), la pareja requirió de la asesoría de un experto que asumiera todos los pormenores del enlace. Los invitados serían 80 personas.
Jeffrey Cervantes, el wedding planner escogido, recomendó alojar el acontecimiento en el hotel Marriott Los Sueños. El lugar permitía a la pareja tener la playa Herradura y la brisa del Pacífico central costarricense como testigos de ese momento por eso llegaron a un consenso con facilidad.
Tras elegir el destino de la boda, ambos le tiraron a Cervantes las líneas generales de lo que querían. El resto de la planificación se hizo por mensajes o videollamadas de WhatsApp.
Los primeros días de diciembre la pareja voló nuevamente para Costa Rica a finiquitar los detalles del festejo. Para entonces, Fiorella ya lucía el anillo de compromiso, que su futuro esposo le entregó el 2 de diciembre.
Convencidos de que todo el diseño de la boda cumplía las expectativas, regresaron a Miami. El próximo sello costarricense en sus pasaportes sería para cuando aterrizaran para la boda.
Nada incomodaba a la pareja a esa altura, pero con el avance de las semanas comenzaron a tener eco internacional los primeros reportes de que en la ciudad china de Wuhan algo no caminaba bien.
La situación atrajo el interés del mundo y en enero el Gobierno chino ordena poner Wuhan en cuarentena: un nuevo coronavirus que se propagaba con facilidad amenazaba a todo el orbe.
Fiorella y Diego observaban la situación con lupa por el rápido avance que registraba, pero también porque en Asia –continente que a esa altura era el primer epicentro del brote– se ubican los destinos que visitarían en su luna de miel.
Lo inesperado
Aplazar el periplo fue la primera decisión de los muchachos, pero la expansión de la enfermedad ahora tocaba sus fibras más sensibles por ese tiempo: las que conectaban con la ilusión de un matrimonio que, por el panorama, no sabían si se podría llevar o no realizar.
La estocada llegó pronto, cuando los países comenzaron a cerrar fronteras, lo que complicaría a ellos y a sus invitados (la mayoría extranjeros) viajar a Costa Rica, que se aislaría del mundo poco después.
“A principios de marzo se comenzó a tener noticia de los primeros casos (de covid-19) en Estados Unidos y el rápido crecimiento de los contagios. Ahí tuvimos ese sentimiento de que debíamos posponer la boda”, contó el novio.
A la idea no le dieron muchas vueltas. Fiorella y Diego decidieron trasladar su matrimonio para el sábado 4 de julio, pero con la mentalidad dispuesta a que esa fecha podría moverse todavía más.
“Tenemos la incertidumbre de que no sabemos hasta cuándo será la boda y de dónde vamos a ir después. Teníamos muchas emociones por las dos cosas (el matrimonio y el viaje) y las dos actividades las estábamos preparando con igual ilusión. Nos dolió a nosotros y a nuestros amigos, pero no había de otra, la boda representa una celebración muy grande en la vida de las parejas y nosotros queríamos que la nuestra fuera full fiesta y que todo el mundo disfrutara y la pasara bien”, refirió Fiorella.
Los novios quedaron con prácticamente todo listo, excepto los anillos, que aún no habían sido encargados.
“Es un sentimiento muy fuerte porque llevábamos un año planeando nuestra boda y yo soy del tipo de personas que se pone emocional hasta que está muy cerca la fecha de algún acontecimiento importante para mi vida, entonces ya lo estaba para ese momento. Me había visualizado todo y toda esa realidad que tenía se me cayó a pedacitos. Fue penoso”, apuntó Ferreira.
Ahora la pareja espera, con más ansias de la cuenta, que la normalidad en el mundo comience a retornar no solo para dar el “sí”, sino para tener mayor claridad de los nuevos destinos que elegirán para su luna de miel. Por el momento, la idea de disfrutar en algunas partes de África de sus primeros días de casados es la que más convence a ambos; pero hay cautela frente a nuevas ilusiones.
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