El término “coach” es probablemente uno de los que más aumentó su uso en la era digital. De repente, en las redes sociales se dio una proliferación masiva de estos autoproclamados entrenadores, especie de gurús de Instagram y TikTok que brindan asesoría a sus seguidores a punta de vehemencia y carisma en los más variados campos. Por supuesto, el ámbito del ejercicio, la alimentación y estilo de vida saludable no escapa al fenómeno.
Es claro que mejorar los hábitos alimenticios y lograr la constancia en el ejercicio físico son metas importantes, las cuales se tornan, por muy diversas razones, en desafíos nada fáciles para muchísimas personas. Esto ha sido capitalizado por los “coach de fitness”, quienes ven en este contexto su zona para ofrecer servicios con la promesa de ayudar a los demás.
Sin embargo, y según especialistas en distintas áreas de la salud, muchos de estos asesores que fungen como influencers promueven tendencias peligrosas; todo bajo la idea de que representan un estilo de vida sano. Su contenido, en gran medida, tiene como público meta a las personas con sobrepeso y se enfoca en incentivar que se sientan culpables por su estado físico y disconformes con su apariencia.
Por lo general estos coaches son hombres que rondan los 30 años, que realizan ejercicio de contra resistencia en gimnasio desde hace años y tienen cuerpos con musculatura definida (los de “los cuadritos” y el “six pack”). Poseen una manera de dirigirse al público tajante, que incluso puede parecer hostil, y se presentan a sí mismos como el ejemplo a seguir en cuanto a disciplina, tipo de cuerpo y hábitos de ejercicio y alimentación.
Está de más decir, muchos de sus consejos se originan en el empirismo y las horas invertidas en el gimnasio, sin que sea requisito que respalden sus lecciones con estudios en nutrición, educación física o psicología (aunque sí hay casos de coaches con formación profesional en esas u otras áreas de la salud).
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También es común que estos personajes generen contenido ligado al marketing, la inversión en bolsas de valores, el mundo de las cryptomonedas u otras vertientes de negocios en línea. Además, su público meta es la población masculina y dentro de su discurso suele vanagloriarse la figura del “macho alfa”.
Dentro de los casos más sonados del mundo hispanohablante se encuentra Llados, un creador de contenido español que además vende cursos de 90 días para “convertirte en el hombre que admiras y respetas”.
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Este gurú de las redes sociales ha desatado críticas, pues entre sus seguidores se cuentan gran cantidad de menores de edad. Sumado a esto, han trascendido videos de los cursos que imparte, en los que se le ve tratando de fracasados y dirigiéndose en un tono agresivo a adolescentes que invirtieron dinero para obtener su asesoría.
De acuerdo con Adriana Gutiérrez, psicóloga clínica con un máster en Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), el principal mensaje negativo que suelen posicionar estos asesores es el hecho de que “está en sus manos bajar de peso y cambiar al cuerpo”.
“Se ha demostrado que la mayor parte del peso viene predeterminado genéticamente y es, apenas, de un 20 al 25% lo que se puede modificar con alimentación y ejercicio. De hecho, esa ‘configuración’ genética se ve afectada cuando se hacen dietas. Basta con perder alrededor del 10% del peso para que el cuerpo comience a tener cambios compensatorios, es decir, que se estresa ante la pérdida de peso”, explicó la experta, quien es divulgadora de información científica sobre psicología en Metamentalcr.
“Nuestro cuerpo es aún muy primitivo, el cerebro no entiende que se desea perder peso por apariencia, sino que lo interpreta como una amenaza y eso es lo que genera el famoso efecto rebote en más del 85% de las personas que hacen dietas”, añadió.
Según explica Gutiérrez, la salud mental corre riesgo cuando la persona está constantemente expuesta a mensajes que le instalan culpa. La consolidación de hábitos es uno de los temas más complejos con los que se lidia en psicología, pues está atravesado por múltiples factores externos. Si esto se obvia, lo más probable es que se recurra a martirizarse y construir una relación poco sana con el estilo de vida propio.
“Qué difícil es hacer ejercicio y ‘comer bien’ cuando la situación laboral es compleja, cuando se vive estrés familiar, cuando el costo de vida es altísimo, cuando hay depresión, pereza, falta de tiempo… en fin, tantas variables por considerar. No es tan fácil como solo hacerlo y ya, aún menos si se hace desde un odio corporal o presión por cambiar. Los discursos de gurús fitness suelen carecer de conciencia social”, declaró la psicóloga clínica.
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Por otra parte, Francesca Golfin, nutricionista experta en TCA y deporte, considera que los coach de fitness tienden a ser “todólogos” y que, erróneamente, abarcan muchas áreas técnicas sin tener el conocimiento.
“Es súper entendible, para una persona es muy caro pagar nutricionista, entrenador, psicólogo y fisioterapeuta. Yo siempre trato de pensar que lo hacen con la mejor intención posible, pero, primero, es una intrusión a las otras profesiones, y luego, suele hacerse mucho desde la propia experiencia y normalmente son cosas súper extremas”, comentó Golfin.
Gutiérrez se adhiere a este criterio y enfatiza en que muchas de estas personas no poseen una formación como profesionales de la salud.
“Están cometiendo una grave acción al dar recomendaciones generalizadas a un público que no conocen. Lo más grave que he leído es a un influencer del fitness decir que las personas gordas no son inteligentes o aptas para puestos en empresas. Más allá de la poca evidencia científica que tiene esos mensajes, es la falta de humanidad y sensibilidad al decirlos”, afirmó la profesional en psicología.
Un ejemplo de cómo un caso específico se generaliza como positivo para toda la población, es la popular dieta “Keto”. Este plan alimenticio que excluye los carbohidratos, indica Gutiérrez, nació para los pacientes de epilepsia refractaria y se adoptó como la panacea del fitness por la satanización de los carbohidratos.
“Por cualquier lado que se vea, es insostenible mantenerse al día con todos los mandatos o reglas que imponen sobre la comida y el peso. El día de mañana, quizás, dirán que hasta el agua es mala”, expresó con humor.
De acuerdo con la nutrióloga, ha topado con clientes que están vinculados a asesores de este tipo y que reconocen que las restricciones les hacen mal, les generan atracones; pero les cuesta romper con esa situación por la presión del coach.
Por otra parte, plantea que casi en todas las carreras de la salud la información está muy centrada en el peso. Asegura que las guías internacionales recomiendan no utilizar el índice de masa corporal, ni fijarse en la composición corporal (porcentajes de grasa y músculo) como parámetros fiables para determinar la salud de una persona.
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“El índice de masa corporal está obsoleto. Simplemente utiliza talla y peso, y no nos dice nada de su masa muscular, de su presión arterial, de sus exámenes de sangre; ni siquiera de la relación que una persona tiene con la alimentación y el ejercicio. Esto es un problema, porque a las personas con cuerpos grandes se les obliga a hacer dietas y no se les cree que hacen ejercicio. Por otro lado, con quienes son delgados no se les evalúa porque se asume que no pueden tener ningún problema de salud”, recalcó.
Incluso, estas guías dictan que únicamente los atletas deberían realizarse este tipo de mediciones y tan solo unas cuantas veces al año. Además, debe ser el entrenador quien lo maneje para evitar fijaciones obsesivas que lleven a hábitos poco saludables.
“Yo lo puedo decir desde la nutrición: siempre se nos enseña a cambiar cuerpos, a estar buscando moldear cuerpos a cierta forma, dejando de lado la salud de las personas. Hay mucha desinformación, se cree que más flaco es igual a más sano y no es así. No hay guías exactas que dicten cuál es el porcentaje ideal de grasa y los métodos para determinarlo son muy inexactos, pueden variar hasta en un 10%”, relató.
“Imagínese decirle a alguien que tiene un 20% de grasa cuando en realidad tiene 10 o 30; no tiene sentido”, agregó Golfin.
Uno de los mayores riesgos de esta cultura de fitness vía redes sociales, afirma la especialista, es que se cree que perder o ganar peso es una decisión que se puede tomar a la ligera. No obstante, la mayoría de la población desconoce si tiene deficiencias de algunos nutrientes, que se pueden agravar al restringir alimentos en las famosas “dietas”.
Justamente, la nutricionista aprovechó para aclarar que el concepto de dieta se refiere a la alimentación de cada persona, pero que popularmente se utiliza para referirse a planes restrictivos que se realizan durante un determinado periodo.
La idealización de cuerpos
Esteban Gómez, mejor conocido en redes sociales como Steve Diet, es uno de los coach de fitness con mayor repercusión mediática en Costa Rica. Gómez conversó con La Nación sobre los mensajes que promueve, los cuales han generado muchas críticas por su manera confrontativa de expresarse, sus posturas ofensivas hacia la población con sobrepeso y por afirmaciones que no tienen un asidero científico.
Como parte de su discurso, Steve Diet plantea como el ideal el típico “cuerpo de gimnasio”: con un sixpack de abdominales marcados, pectorales prominentes y brazos fuertes. De acuerdo con este coach, toda la población desea cumplir con este estándar, al que posiciona como sano, y decir lo contrario es mentir o buscar excusarse para no ser “la mejor versión de uno mismo”.
“Si no tiene abdominales está gordo. Si no se le ven las venas, es porque tiene mucha grasa. Si no mete ese estándar en su cabeza, nunca se va a transformar”, escribió en uno de sus posteos más recientes en Facebook.
Gómez, por ejemplo, tiene críticas incluso para atletas profesionales cuyas medidas no se ajustan a los estándares de belleza que él busca imponer. Y en los pasados Juegos Olímpicos de París 2024 hubo disciplinas que le dieron para hablar, y no de buena manera.
Por ejemplo, al ser consultado por los lanzadores de bala, quienes pesan más de 100 kilos, respondió que estos deportistas “no están felices al verse en el espejo”.
El cuerpo “ideal”
Es claro que existe una idealización de cómo debería lucir el cuerpo “sano”, aunque no necesariamente eso implique salud. Pero, ¿cómo puede afectar a la población?
La nutricionista Francesca Golfin recordó que al inscribirse en un gimnasio, no todas las personas tienen como meta un cambio en su apariencia y que muchas buscan hacer ejercicio para mejorar su movilidad. No obstante, la presión social termina orillándolas a obsesionarse con la forma de su cuerpo.
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“Los gimnasios son como la cuna de la cultura de dieta y son esos lugares a los que mucha gente no quiere ir. Primero, hay un millón de espejos donde te ves todas las imperfecciones que todos podemos tener; es una comparativa constante, viendo cuerpos que se tienden a idealizar y de los que no tenemos ni idea de cómo han llegado a verse así”, aseveró.
“A mí me frustra, porque las personas buscan tener un movimiento placentero y no les generamos los espacios adecuados, seguros, inclusivos y que no tengan un enfoque de culpa y miedo. Desgraciadamente, la persona se termina echando las culpas a sí misma, y creo que eso es de las cosas más dolorosas”.
En materia psicológica, Adriana Gutiérrez hizo hincapié en que el perseguir un ideal corporal puede detonar una serie de trastornos de la conducta alimentaria; pues la línea entre “disciplina” y “riesgo” suele ser muy delgada.
“Hay muchos estudios sobre la relación entre el fisiculturismo y la cultura de gimnasios con dismorfia corporal, ortorexia y vigorexia, los cuales son trastornos reforzados por el deseo de alcanzar cuerpos musculosos y tonificados a través de ejercicio excesivo, consumo de esteroides/proteína/suplementos y restricciones alimentarias”, afirmó Gutiérrez.
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Además, comentó que más de la mitad de las personas que buscan bajar peso tiene criterios de un trastorno alimentario. Por esta razón, los coaches que no cuenten con una formación adecuada acaban siendo impulsores para que estos trastornos se agraven.
“Personas con enfermedades crónicas, como la diabetes, están en mayor riesgo de desarrollar estos trastornos, porque suelen llevar planes alimentarios rígidos y otros métodos de control. Tristemente, el promedio de edad en el que inician los problemas de imagen corporal son los 5 años. El bombardeo de mensajes de pérdida de peso y la presión por cambiar empieza desde la niñez. Es muy crudo”, lamentó la psicóloga.
“Es erróneo creer que la lucha mental con el cuerpo o la comida siempre acaba cuando se baja de peso”, añadió.
Pero la idealización de los cuerpos delgados no es algo que surgió de la noche a la mañana, sino que tiene una raíz histórica en la que influyen problemáticas sociales como el racismo y el machismo.
“Al final se busca hacernos más pequeños, ocupar menos espacio y tener menos voz. Si no vamos a la parte de nutrición, implica tener menos energía: es estar cansadas y con una capacidad cognitiva, de razonamiento que esté ahí, como calmadita”, explicó Golfin.
La idealización de determinados tipos de cuerpo y en su contraparte, el desprecio por aquellos que salgan de este modelo, es una cultura generalizada en nuestra sociedad. Esto tiene un impacto real en la salud de las personas con sobrepeso.
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“El estigma de peso llega a tal nivel que muchos médicos se involucran significativamente menos en la relación terapéutica con personas gordas, o que muchas retrasan o no acuden del todo a servicios de revisión médica por temor a que las violenten. Esto se ha correlacionado en estudios con índices mayores de cáncer de cérvix sin tratar y otras problemáticas de salud porque no reciben diagnósticos adecuados, precisamente, porque lo atribuyen todo a su peso”, explicó Gutiérrez.
Incluso, en algunos casos la estigmatización del peso es tan severa que se asocia directamente con ideas suicidas. “¿Es eso promover salud?”, se cuestiona la especialista.
Mientras tanto, la nutricionista fue tajante en invitar a la gente a preguntarse qué hay detrás de la promoción de ciertos cuerpos, hábitos y consumo de productos.
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“Es muy difícil porque hay industrias sumamente grandes que se benefician de todo esto. Por ejemplo, qué fácil sería para mí, si me patrocinara una farmacéutica para ofrecer productos para perder peso y me ofrece un montón de dinero. Al final, en Costa Rica ¿quién va a denunciar? Voy a vender el producto, a la persona no le va a funcionar y se va a ir a otro lugar”, reflexionó Francesca Golfin.
Finalmente, la psicóloga Adriana Gutiérrez recomendó bloquear el contenido de redes sociales que haga generalizaciones sobre la salud de las personas basándose en la apariencia. Además, sugirió optar por servicios de salud e información que no sean peso centristas.
“Conocer que hoy en día la evidencia científica ha avanzado lo suficiente para saber que estos métodos clásicos de pérdida de peso no sirven, y que actualizarse es una responsabilidad ética de profesionales de la salud. Quien se mantenga en el lado contrario está atentando contra la salud, más allá de promoverla”, concluyó.