“Tengo muchas opciones para ganarme la vida, pero me gusta el hecho de poder usar mis conocimientos intelectuales y mi cuerpo para ganar dinero”, declaró Yvette Luhrs después de relatar su paso por la Universidad de Ámsterdam para especializarse en “estudios de medios y pornográficos”, atraída por su interés en “la sexualidad” como tema.
Esta y otras declaraciones sin filtros, además de pinceladas biográficas están contenidas en una extensa entrevista realizada a la holandesa de 36 años por la agencia EFE, y que no tardó en generar reacciones al ser replicada por los principales medios de comunicación mundiales.
Para empezar, Yvette asegura que se prostituye por “amor a la sexualidad”.
Empezó siendo actriz porno y después probó espectáculos de webcam en Internet, hasta que el año pasado pasó a la prostitución en el Barrio Rojo, ejerciendo en clubes, en shows en vivo en los (famosos) ventanales de la zona y como “escort” (dama de compañía), “viendo diferentes trabajos en la industria” sexual y ratificando que el distrito de Ámsterdam ofrece “un lugar seguro para trabajar de forma independiente y con cohesión social”, declaró.
En la mencionada entrevista, Luhrs consideró “muy poco feminista decirles a las mujeres que no están en su sano juicio porque deciden ciertas cosas”, como ejercer la prostitución, idea que quiere defender desde el Parlamento de La Haya en caso de ser elegida, en los comicios de los cuales también saldrá la nueva composición del gobierno.
Imposible continuar sin recordar el precedente que sentó en los años 80 la famosísima Cicciolina, cuyo nombre real es Elena Anna Staller, húngara de nacimiento pero nacionalizada italiana, y quien se volvió un gigantesco mito como actriz porno en las últimas décadas del siglo pasado: películas, programas de televisión, revistas... la estrella de talla internacional vio crecer aún más su fama cuando logró ocupar un asiento de la bancada de diputados de la cámara italiana, desde 1987 a 1992.
De toda su gestión, son muy recordadas algunas anécdotas, como cuando se ofreció a tener sexo con Sadam Hussein a cambio de que acabara la guerra, y además luchó por legalizar la prostitución y la adopción por parte de parejas homosexuales.
De vuelta a Holanda y a Yvette Luhrs, ella asegura que la decisión de dar el paso a la política empezó con la pandemia, después de que se prohibiera ejercer la prostitución por ser considerada una “profesión de contacto” arriesgada para los contagios con el coronavirus. Sin embargo, las “trabajadoras sexuales” no tenían acceso a ayudas del Gobierno al no ser autónomas, ni tener contrato.
“El trabajo sexual está en medio de las dos opciones, y por eso nuestro gobierno decidió que no iba a dar ninguna ayuda financiera, lo cual es extraño porque las trabajadoras sexuales pagan sus impuestos y la seguridad social. Mi comunidad ha sufrido”, asegura la aspirante política, sobre todos sus “compañeros”, incluidas personas LGTBI que se dedican a la prostitución.
Todos ellos organizaron durante el último año protestas y escribieron cartas al Ejecutivo de La Haya, solicitando que se les permita volver a ejercer o se les incluya en los esquemas de ayudas sociales, pero no han recibido “ninguna respuesta, ni hubo ningún cambio”, aseguró la dirigente.
Esto la llevó a sumarse a BIJ1, que podría irrumpir por primera vez en el Parlamento neerlandés, según las encuestas, siendo el “primer partido de Europa fundado por una mujer negra”, la presentadora Sylvana Simons, para luchar contra el racismo y la discriminación, y ahora también “combatir los estigmas que rodean” la prostitución y “luchar por los derechos de las trabajadoras sexuales” en Países Bajos.
“Da igual lo que hagas como ciudadano, las grandes decisiones se toman en La Haya y ahí es donde tenemos que estar”, subrayó Luhrs, que lamentó que, durante las últimas dos décadas, las prostitutas holandesas han perdido “más de la mitad de su espacio legal de trabajo” debido a la reducción de licencias a los burdeles y clubes.
Reconoce que “el trabajo sexual es un tema un poco difícil para la gente, también para los municipios, por lo que hay muchas reglas falsas, como si se puede o no trabajar desde casa, se debe o no tener una licencia, se puede o no obtener una (…) lo que hace difícil a las trabajadoras sexuales ser sus propias empleadoras” y que acaben dependiendo de los burdeles.
“BIJ1 defiende la despenalización del trabajo sexual, sentar a la mesa a las trabajadoras sexuales a la hora de debatir una nueva ley, y darles la posibilidad de trabajar de forma independiente”, destaca.
Para ella, la prostitución es “una manera de vivir, de obtener dinero, de llevar un plato de comida a la mesa, de sobrevivir, y si estás contra eso, eres antifeminista”, asegura, añadiendo que “vivimos en una sociedad capitalista y eso hace daño a mucha gente”, refiriéndose a abusos laborales que ocurren en otras profesiones.
“Es una de las vías que la gente tiene para sobrevivir y no puedes decir que el trabajo sexual está mal solo por estar hablando desde un punto de vista feminista. Creo que está mal que la gente tenga pocas oportunidades laborales, que viva en la pobreza porque sus gobiernos no los cuidan por igual, que haya gente haciendo su trabajo bajo el abuso de sus jefes o clientes. El trabajo sexual, como trabajo, es solo un empleo más”, insistió en la mencionada entrevista.
Yvette promueve la “descriminalización y no la legalización” porque normaliza la prostitución y permite a quienes la ejerzan “ir, de forma abierta y libre, a la policía cuando algo va mal, o al médico cuando necesiten cuidados”, aunque reconoce que no hay ninguna política legal que se ha demostrado eficaz en la prevención de la trata, pero “luchar contra el estigma ayuda”.
La confirmación de sus decires
Justamente, el año pasado The New York Times encargó a Patrick Kingsley, corresponsal internacional y a Laetitia Vancon, fotoperiodista, realizar un recorrido en automóvil de más de 6000 kilómetros para averiguar sobre la reanudación de actividades en el continente europeo después de las cuarentenas por el coronavirus.
En junio, los periodistas llegaron a Ámsterdan, justo cuando la ciudad estaba por abrir tras la cuarentena, excepto por su famoso Barrio Rojo, que tendría que esperar un poco más.
Entonces entrevistaron a varias de las afectadas, cuyas versiones concuerdan con las batallas que quiere dar la hoy prostituta más famosa de Holanda, dentro y fuera del país.
“Los Países Bajos están lentamente reanudando sus actividades, desde los salones de belleza hasta los restaurantes, los gimnasios y los saunas, pero los burdeles y el museo de la prostitución están cerrados hasta nuevo aviso.
“Las luces rojas seguían encendidas sobre los escaparates de De Wallen, el principal barrio rojo de Ámsterdam, pero los escaparates estaban vacíos.
“Las calles que están a un lado de los canales, que casi siempre están atestadas de turistas, estaban desiertas. Los burdeles y el museo de la prostitución estaban cerrados hasta nuevo aviso”, escribió Kingsley e ironizó ligeramente:
“Prohibido tomar fotografías de las trabajadoras sexuales”, decían los rótulos colocados encima de los escaparates de los burdeles. ‘Multa: 95 euros’. Pero en los escaparates no había trabajadoras sexuales que fotografiar, ni tampoco turistas que las fotografiaran”.
Para entonces, hasta los gimnasios y saunas tenían fecha de apertura para principios de julio, mientras que a las trabajadoras sexuales holandesas se les pidió que esperaran hasta setiembre y, lo que provocó que muchas empezaran a sufrir serias carencias económicas o bien, que trabajaran en secreto con el riesgo de ser descubiertas y meterse en un problema legal.
Exactamente este tipo de situaciones fueron las que propiciaron la postulación de Yvette Luhrs a la diputación.
Charlotte de Vries, el nombre profesional de una acompañante que trabaja en Ámsterdam, le contó al Times que normalmente atendía hasta siete clientes por semana. Pero no bien comenzó la cuarentena cuando de la noche a la mañana se quedó sin un centavo de ingreso, el que rondaba aproximadamente en $1.500.
De Vries contó en ese momento que aún tenía algunos ahorros, pero no era el caso de muchas de sus colegas: unas 400 tuvieron que acceder a la ayuda de un fondo de emergencia recaudado por voluntarios, que les ofrecía unos $45 para necesidades absolutamente básicas.
Pero la mayoría terminó trabajando en secreto, caso de Rosie Heart, también entrevistada por el Times, quien ofrece servicios de acompañante en Ámsterdan y Londres e integra un sindicato llamado Proud, integrado por sexoservidoras. Al ejercer su oficio de forma subrepticia, contó la mujer, se volvían más susceptibles y quedaban desprotegidas al correr más riesgos con los clientes agresivos.
“Antes de la crisis del coronavirus, si un cliente se ponía violento, acudíamos a la policía’, señaló De Vries. “Pero ahora no podemos porque no es legal lo que estamos haciendo”.
Las dificultades que enfrentan las sexoservidoras neerlandesas se deben a las desigualdades del apoyo gubernamental. Pese a que la prostitución es legal en los Países Bajos, muchas trabajadoras sexuales prefieren no declarar su profesión ante las autoridades por lo estigmatizante de su oficio o porque no tienen todas las licencias que requieren para estar al día con las leyes.
De acuerdo con datos obtenidos de SekswerkExpertise, una encuestadora holandesa, de 108 sexoservidoras consultadas, 56 % habían solicitado ayuda por la crisis del coronavirus: solo el 13% lo logró.
De las que no solicitaron, casi una de cada tres comentó que ya sabía que no cumplía con los requisitos y una de cada seis dijo que le preocupaba declararse trabajadora sexual ante las instituciones de gobierno porque se podría revelar su identidad.
Ni qué decir de la crisis total en la que cayeron las prostitutas migrantes, totalmente a la deriva por su condición de ilegales.
Otro tema que también constituyó una de las luchas de Yvette Luhrs fue el absurdo --según sus palabras-- que constituía el hecho de que los saunas abrieran junto a las tiendas y otros negocios, cuando supuestamente en estos había muchos más riesgos (por compartir fluidos a través de la humedad circulante) que en el ejercicio de la prostitución, que no necesariamente incluía contacto cara a cara e incluso se podía evitar la penetración o bien, utilizar profilácticos, lo usual.
Heart, la sexoservidora mencionada antes, también manifestó su postura por lo que consideraba totalmente injusto: “Ahora los estilistas pueden volver a atender a sus clientes y ponerse frente a su rostro para cortarles el fleco”, comentó Heart. “No estoy diciendo para nada que nos permitan trabajar como siempre, claro que no”, añadió. “Pero si dicen que todos pueden volver a trabajar, excepto las sexoservidoras, algo está mal con ese razonamiento”.
Como es sabido, la crisis del oficio de las sexoservidoras se decantó en todo el orbe por cuenta de la pandemia de la covid-19. Ejemplos sobran, pero uno de los más rimbombantes fue la quiebra, en setiembre pasado, de El “Pascha”, el mayor burdel de Europa, ubicado en la ciudad alemana de Colonia, que tiró la toalla luego de cinco meses sin actividad.
“En cierta manera es inimaginable, pero he tenido que presentar ante el Tribunal Administrativo la solicitud de suspensión de pagos. Estamos acabados”, confirmó el gerente Armin Lobscheid, en declaraciones al diario local Express y replicadas por el sitio 20.minutos.es
El burdel, en el que trabajaban 120 prostitutas, se quedó sin reservas para afrontar los gastos del edificio de diez plantas y pagar a sus 60 empleados entre operarios, cocineros, peluqueros, electricistas, masajistas, personal de limpieza y de seguridad.
Advirtió, asimismo, que “todos en el sector saben que el negocio del sexo sigue activo, pero de una manera que nadie realmente celebrará; es decir, en el anonimato y sin contribuir a Hacienda”, y agregó que la situación “pone en peligro a las meretrices, ya que como la demanda se mantiene, ahora se reúnen con los clientes en hoteles, apartamentos, vehículos y caravanas y ya no tienen protección y se ven expuestas a la indefensión frente a proxenetas y clientes, ya que difícilmente pueden acudir a la policía si ocurre algo” culminó con gran amargura.
A la fecha, los rebrotes en varios países de Europa han propiciado nuevos cierres y la continuación de las estrictas medidas que, a no dudarlo, afectan a millones, pero seriamente a quienes ejercen el llamado “oficio más viejo del mundo”.