Costa Rica solía ser un país en el que el plástico, indudablemente, terminaba en nuestros mares, ríos y playas. Ahora, pese a que aún persiste esta problemática, también existe la posibilidad que se transforme en un material reciclado para beneficio del medio ambiente y de toda la población.
A través de la iniciativa Donatapa, una campaña de la Red Costarricense de Turismo Accesible, las tapas de plástico pueden convertirse en rampas y sillas de ruedas de material reciclado, las cuales permiten que las personas con discapacidad o poca movilidad ingresen al mar.
Uno de los beneficiarios de estos senderos y sillas anfibias -que se pueden mojar para estar en el océano de manera cómoda y segura- fue Alexander Brenes, un joven de 19 años con parálisis cerebral.
Oriundo de Los Guidos, Desamparados, Brenes conoció el mar por primera vez el pasado jueves 11 de enero, cuando se inauguró una pasarela con su asiento en la playa Manzanillo, en Limón. Este evento fue un reconocimiento a su laboral ambiental, ya que es embajador de la Red y estudió turismo en su colegio.
Actualmente, 14 playas en las costas nacionales disponen de estas rampas de manera gratuita para su comunidad, mientras que 10 de ellas están equipadas con sillas anfibias y 1 con silla de baño. La mayor cantidad está en el Pacífico, pero poco a poco se expanden por el Caribe.
La ubicación precisa de estos recursos, así como los detalles de las organizaciones que los administran, se puede visualizar en la aplicación Real Travel.
“El fin de la Red es que Costa Rica sea un destino sea mucho más inclusivo. De camino se busca ir haciendo buenas acciones, que no sólo ayuden a las personas con discapacidad, sino a toda la sociedad (...) Ayudar al medio ambiente también nos da una mayor satisfacción, al saber que lo que estamos haciendo tiene un doble propósito”.
— Emilio Zuñiga, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible.
El paso a paso de transformar una tapa en una rampa
De acuerdo con Emilio Zúñiga Cubillo, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible, la producción de una rampa accesible comienza separando los residuos. Es sencillo, ya que solo se necesita retirar la tapa de una botella plástica y apartarla en una bolsa o caja.
En segundo lugar, se donan los tapones. Esto se puede hacer en las instalaciones de la Red, que queda en Escazú, o en los 250 puntos de recolección que están por las siete provincias.
Los puntos son reconocibles, ya que consisten en un recipiente rojo en forma de corazón grande y también llevan el nombre de Donatapa. De acuerdo con Zúñiga, estos se pueden encontrar en los locales de sus aliados por todo el país, como las Tiendas Monge.
Una vez que se juntan toneladas de tapas, estas se transportan hacia la Recicladora El Fénix, la planta procesadora del plástico. Ahí se hace una limpieza, al separar aquellos materiales que no son tapas número 2, 4 o 5.
Luego comienza el proceso de molida en una picadora, para reducir el plástico en pequeños trozos uniformes. Esta materia prima se introduce por la extrusora, una máquina que pasa el plástico por un tornillo en movimiento a altas temperaturas y lo derrite.
Después de colocar el plástico en un molde con forma de tabla, solo queda cortar cada panel y unirlo con los otros mediante un cable especial. El paso final es colocarles mangueras de hidráulico y pintarlas.
Producir una rampa es rápido, ya que cada tabla puede formarse entre 15 y 25 minutos. En total, las pasarelas pueden completarse entre 3 y 4 horas. Así es como, poco a poco, se crean más senderos y van cumpliendo su destino, que es llegar a la mayor cantidad de playas en Costa Rica.
Este mismo proceso se utiliza para fabricar materiales versátiles en otros ambientes naturales, como rampas para las posas o caminos de senderos en los bosques. También se pueden armar productos fáciles de colocar, como postes, mesas de pícnic, basureros y recolectores de reciclaje.
De acuerdo con Zúñiga, un ejemplo asertivo del uso de estos materiales reciclados son los postes de ganadería. Los convencionales deben ser reemplazados cada 4 o 5 años, pero los de plástico tienen una duración de 20 a 30 años.
“Quizás es utópico decir que todo (el plástico de las tapas) lo vamos a utilizar en playas accesibles. Junto con la fábrica se hacen otro tipo de productos que quizá sean más funcionales y más fáciles de colocar, de manera que se pueda procesar ese plástico que se está produciendo”.
— Emilio Zúñiga Cubillo, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible
Ventajas del plástico reciclado
Crear senderos o sillas de ruedas con plástico reciclado tiene dos ventajas innatas: ayudar a que las personas con discapacidad puedan hacer valer sus derechos de utilizar espacios públicos, y reducir el impacto de la contaminación ambiental.
De acuerdo con el presidente de la asociación, la vida útil de los productos va desde los 5 hasta los 10 años y depende de la calidad de los materiales secundarios. Esto quiere decir que las ruedas, metales, tornillos o divisiones podrían fallar antes de que se deteriore el plástico.
Los artículos reciclados también le ganan, por mucho, a otras opciones como las rampas de madera convencionales; puesto a que estas pueden funcionar por alrededor de un año, debido a la humedad y el comején del trópico.
Además, las rampas de plástico resultan prácticas porque se pueden enrollar y desenrollar a conveniencia, cumpliendo con la legislación sobre la Zona Marítimo Terrestre (N. 6043), la cual prohibe la instalación de estructuras fijas en las orillas costeras de Costa Rica.
“Nosotros proveemos algo que se quita y pone. Ahí logramos, por lo menos desde un punto de vista práctico funcional, no tener que estar gestionando ningún tipo de permiso, porque es como llegar a la playa con una sombrilla o poner una silla”, agregó Zuñiga.
Costo de producción y alquiler de los productos
Aunque no se puede determinar la cantidad exacta de tapas necesarias para formar una rampa o una silla, puesto a que cada una tiene diferentes tamaños y contexturas, sí se puede calcular por el peso.
Según explicó Zúñiga, el proceso de extrusión transforma el estado de las tapas pero no cambia sus materiales, por lo que los productos finales están hechos completamente de plástico. Esto quiere decir que, para producir una pasarela común de 70 kilos, se necesitarán 70 kilos de tapas.
En cuanto al costo de producción, se necesita ¢1.300 para procesar un kilo de plástico. Este monto incluye el transporte, la limpieza y la separación, así como la transformación del material y el ensamblaje del producto.
Normalmente, las sillas anfibias de otras marcas tienen un valor de $5.000 en el mercado. En cambio, la producción de los asientos en la Red cuesta $1.000 y para las rampas nacionales el precio es de $350.
Por ello es que la organización también brinda apoyo a los turistas nacionales o internacionales que desean alquilar estos elementos por su cuenta, a cambio de una donación.
Por ejemplo, el préstamo de una silla anfibia tiene un valor de $50 por día, mientras que las sillas de baño se alquilan por $10 diarios. Según el presidente, esta opción es más cómoda para los usuarios, ya que no los obliga a comprar un producto nuevo.
¿Cómo inició Donatapa y cómo lo administran?
La Red Costarricense de Turismo Accesible nació en el 2017, con el propósito de sensibilizar a las personas y posicionar a Costa Rica como un destino accesible. Eso sí, sus integrantes mantienen la idea de que se deben hacer un poco de ajustes para convertirlo en un paraíso mucho más inclusivo.
Con este objetivo en la mira, resultaron evidentes las limitantes que existen en el país en cuanto a la falta de equipo de accesibilidad, así como la necesidad palpable de impulsar la causa social, ambiental y cultural en la población.
“La gente apoya mucho las causas medioambientales, está como en el ADN de los ticos. ¿Y cómo hacemos para que la gente se motive tanto con una casa medioambiental? Bueno, de ahí florece la idea de implementar playas accesibles a través del reciclaje”.
— Emilio Zuñiga Cubillo, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible.
Por eso es que, con mucha prueba y error, en el 2018 lanzaron la campaña Donatapa e impulsaron el proyecto de playas accesibles. Desde entonces, la meta es proporcionar sillas de ruedas para baño, sillas de ruedas anfibias, cambiadores de baño accesibles y pasarelas de plástico reciclado a las comunidades.
El modelo de la pasarela también se ha mejorado con el paso del tiempo. Originalmente cada panel tenía un ancho de un metro, pero rápidamente se dieron cuenta que, para que dos sillas de ruedas puedan pasar al mismo tiempo, se necesitan tablas de mínimo un metro y medio.
También le agregaron pintura amarilla a los bordes de las rampas, para que las personas con discapacidad visual puedan tener una ruta marcada.
Por otra parte, la Red se asegura de que, al entregar una rampa, haya una organización local encargada de darle mantenimiento y cuidar el material. Esto garantiza que se protegen las donaciones de posibles robos y que se enjuagan los materiales para quitarles la sal del mar cada vez que se utilizan.
En ese mismo sentido, la asociación visita cada zona una o dos veces antes de hacer las donaciones, realizando las capacitaciones necesarias para informar sobre los materiales y cuál es la manera adecuada de recibir a las poblaciones que harán uso de los mismos.
Después de la inauguración de la rampa o la silla, continúan trabajando con las organizaciones locales, ya que vuelven a visitar las playas para darle seguimiento a los procesos y evacuar dudas.
También manejan una línea de contacto en todo momento, en caso de que algún material se rompa o se desgaste. En esas ocasiones, la Red se encarga de proveer un nuevo dispositivo, según la necesidad.
Ayudar más allá de separar las tapas de las botellas
Para que el proyecto de playas accessible funcione, es esencial que cada persona separe correctamente sus residuos. Es decir, que no boten basura tradicional u otros materiales como cartón o papel en los contenedores de tapas.
Además, para cumplir con el objetivo se necesita de capital humano y económico. Según Zúñiga, solo en sus instalaciones físicas reciben aproximadamente dos toneladas de tapas a la semana, y al no contar con los fondos suficientes para procesarlas de inmediato, estas quedan almacenadas hasta encontrar patrocinadores dispuestos a invertir y donar el proyecto a una comunidad.
“Cuando vos tenés un volumen de dos toneladas, encontrar esos benefactores que paguen la transformación de esas rampas se complica muchísimo más. ¿Entonces qué es lo que está pasando? Que estamos llenando las bodegas con un montón de plástico. Y la idea no es agarrar un problema de aquí y pasarlo allá, nunca se ha tratado de eso”.
— Emilio Zuñiga, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible.
Una de las soluciones para combatir esta problemática es asociarse con entes externos, nacionales e internacionales, que financian parcialmente o totalmente el proceso de construcción de una rampa o una silla de ruedas accesible. Por ello es que la Red busca conectarse con municipalidades, empresas privadas u otras entidades que deseen ofrecer el servicio a una zona costera.
De acuerdo con el presidente de la asociación, el hecho de gestionar contactos y entablar una conversación con la Red ya representa otra manera de ayudar a la causa, la cual va más allá del aporte económico.
Para apoyarse con sus labores, la asociación también emite certificados digitales -y voluntarios- para las personas o empresas que quieren donar sus tapas de manera física en el centro de recolección de Escazú.
Así, al pagar ¢1.300 por un kilo de tapas donadas, la persona se asegura que ese plástico tendrá una gestión correcta. El certificado también representa un beneficio, ya que una persona o empresa con responsabilidad social puede demostrar su apoyo constante con una causa ambiental.
Una vez que se hace la entrega en las instalaciones, la Red mantiene un control sobre quién dio la donación, la cantidad de tapas que donó y la fecha en que lo hizo, para llevar un control de los residuos en bodegas y los que ya fueron procesados.
“Te garantizás que ese plástico que estás entregando se le va a dar una correcta gestión, no se va a convertir en un problema y no se va a terminar botando”, agregó Zúñiga.
Otra manera de sumarse a esta causa social y ambiental es participando en los voluntariados de la Red Costarricense de Turismo Accesible. Estos se ofrecen para grupos o empresas y consisten en capacitaciones sobre el propósito del proyecto y las donaciones; enseñando que una tapa desde cualquier esquina del país puede ayudar a formar una mejor Costa Rica.
Para participar en estos voluntariados, se puede contactar a la Red a través de su sitio web o la dirección de correo electrónico info@costaricaturismoaccesible.com.
“La gestión ambiental de cualquier cosa tiene un costo. Si uno verdaderamente quiere que la economía circular avance y que el plástico deje de ser una basura y se convierta en un material funcional, se necesita de un poquito de ayuda”.
— Emilio Zuñiga, presidente de la Red Costarricense de Turismo Accesible.