‘La mejor manera de esconder algo es ponerlo a vista de todos’. Esta célebre refrán cobra total sentido cuando hablamos de algunos puntos de San José, por los que probablemente pasamos a diario sin conocer su significado.
Cada vez que algún visitante viene de zonas rurales o de afuera de nuestras fronteras lo usual es sacar los llamados “trapitos de dominguear”. Es inevitable llevarlos al majestuoso Teatro Nacional, mostrar la fachada del edificio de Correos, llevarlos al parque Nacional o a caminar por barrio Amón.
Sin embargo, ese recorrido puede ser aún más provechoso si de antemano conocemos el valor artístico e histórico de algunos lugares que están ahí, justo en frente de nuestras narices. Sin duda, conocer nuestra capital nos ayudará a amarla más.
Hace muy poco, en Ciudad de México, una turista ecuatoriana coincidió con un grupo de ticos. Ella, viajera innata, de inmediato preguntó por recomendaciones de lugares para conocer en una futura visita a San José.
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La respuesta fue unánime e igual de inmediata: “San José es fea”, “No hay nada que ver”, “Mejor se va directo para la playa”, estas y otras frases lapidarias acabaron en un segundo con la reputación de nuestra capital.
En honor a la verdad, tampoco faltaron las usuales e infaltables recomendaciones: “Puede ir al Teatro Nacional” o “Vaya a barrio Escalante, ahí es bonito y se come rico”. Es cierto, pero San José cuenta con otros puntos de interés cultural que no tienen porqué envidiar los goces de Europa.
Explorar la capital
Con el objetivo de redescubrir la ciudad, nos dimos a la tarea de hurgar las calles de San José en busca de otros puntos de interés, quizás menos conocidos, pero no por eso menos importantes o interesantes.
Para lograr esta misión, solicitamos la ayuda de Roberto Guzmán y Jessica Blas, de Chepecletas, grupo que organiza tours en bicicleta que recorren la capital de arriba a abajo en busca de sus encantos. Ambos nos ayudaron a confeccionar una lista, de la que se seleccionaron diez lugares secretos que esconde San José y que quizás no son tan evidentes ante nuestros ojos.
Algunos se quedaron por fuera de esta recopilación. Lo cual, sin duda, es una buena noticia.
“Muchos son lugares por los que pasamos todos los días y ahí están, no nos damos cuenta de su presencia. Identificarlos nos ayudará no solo a apreciarlos cada vez que pasemos frente a ellos, pero también a cuidarlos”, afirmó Guzmán.
Esta lista, que es totalmente subjetiva e incompleta, refleja parte del arte y la historia que forjaron a nuestra capital y, por tanto, a sus habitantes. El recorrido lo hicimos en menos de dos horas a pie, en el orden que se expondrá en este artículo.
Además, durante la caminata aprovechamos para admirar algunos de esos puntos que nos inflan el pecho, como los ya mencionados Teatro Nacional, el edificio de Correos de San José, el Parque Nacional y hasta estuvimos tentados de entrar al Museo del Oro, debajo de la Plaza de la Cultura. La próxima será.
1- Nace una capital
Todos los días, miles de personas transitan por el lugar donde se ubicó la primera ermita que dio origen y nombre a nuestra ciudad capital. Ubicada en calle 2, entre avenidas central y primera, o a la tica, detrás del Banco Central donde hoy está ubicada la tienda Scaglietti, fue en ese lugar donde se construyó la primera ermita dedicada al Patriarca San José de la Boca del Monte, en el año 1737. Hoy solo queda una placa conmemorativa que se pierde en medio del ajetreo diario de la capital.
Su objetivo era agrupar a las cerca de 86 familias que vivían dispersas por ese valle. Sin embargo, la tarea no fue fácil y fue debido a una razón muy sencilla: en ese lugar no había agua, por lo que las familias se resistieron al principio a mudarse cerca de la ermita.
Fue hasta 13 años después que se logró, desde el río Torres, traer el agua y facilitar el asentamiento alrededor de la edificación. Así se sentaron las bases de la que se convertiría en nuestra ciudad capital en 1823. La próxima vez que pase por ahí, busque la columna blanca con un mosaico que conmemora los 200 años del otorgamiento del título de ciudad a San José, por parte de las Cortes de Cadiz, en 1813.
2- El primer “rascacielos”
Muy cerca de donde nació San José se ubica el hermoso edificio del antiguo Almacén La Alhambra, en calle 2, entre avenidas central y 2º, es decir, 150 metros al sur del edificio central de Correos de San José. Esta espectacular construcción cuenta con dos distinciones especiales en su historia.
La primera es que se le consideró como el primer “rascacielos” de Costa Rica, ya que por primera vez, en nuestro país, una edificación llegó a tener tres pisos. Además, también fue el primero en contar con un elevador, toda una novedad para la época.
El edificio fue encargado en Bélgica, desde donde se mandaron todas las piezas metálicas ennumeradas, desde los techos, paredes y escaleras, para ser ensamblado como una especie de rompecabezas gigante. Para este trabajo su propietario, Ramón Rojas Troyo, contrató a un arquitecto e ingeniero belga, según el relato del arquitecto Andrés Fernández, en su blog.
Según explicó Jessica Blas, de Chepecletas, desde el inicio se pensó en que la parte superior fuera la residencia de los dueños y abajo un almacén. Hoy día se ubican varias tiendas en la primera planta. Un dato curioso es que el edificio costó ¢40.000, todo un dineral para la época.
3- Un Amighetti para todos
En la plazoleta ubicada al frente de la Iglesia del Carmen, en el cruce entre calle Central y avenida 3, luce imponente un mural inspirado en el grabado de 1969 El niño y la nube, una de las obras creadas por el destacado pintor, grabador y escritor nacional Francisco Amighetti (1907-1998), uno de los artistas más prestigiosos de Costa Rica.
Esta obra de arte se pierde en medio del bullicio josefino, los vendedores ambulantes y transeúntes apurados, que pasan a su lado sin determinar este trabajo que honra al ganador del premio Magón (1970) y quien también fue declarado benemérito de la Patria en el 2010.
4- Primer cafetal
Es difícil imaginar que, en el puro corazón de San José, existió una vez el primer cafetal de nuestro país, pero así fue. Una modesta placa hace constar que en 1816 el presbítero Felix Valverde (1758-1816) tenía sembrado en ese lugar un cafetal, sin imaginar que ese fruto llegaría a convertirse en el grano de oro y base de nuestra economía en años venideros y hasta la actualidad.
La placa, desapercibida por muchos, se ubica en la entrada de lo que es hoy una tienda, en el lugar en que se entrecruzan la avenida Central con la calle Central, es decir, 100 metros al norte de la Catedral Metropolitana.
La placa fue colocada ahí en 1988 por Sinterfacafé, como un homenaje al clérigo que vislumbró la riqueza que encerraba ese grano y quien se dedicó a fomentar su cultivo entre la población de la época.
5- Dolor y esperanza
Desde diciembre del 2008, nuestra capital cuenta con una habitante más en la ciudad. Se trata de una escultura que honra el recuerdo de Ana Frank, la niña judía que, junto a su familia, vivió el horror de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
La obra de arte se ubica al costado sur de la Catedral Metropolitana y es una donación de la Embajada del Reino de los Países Bajos. En su pedestal menciona la frase “Mi sueño es la libertad”, extraída del famoso diario que la pequeña escribió mientras se escondía en un ático en Amsterdam.
Tras ser descubiertos, ella y sus familiares fueron llevados a un campo de concentración, pero su legado persiste como un símbolo de esperanza en medio de las atrocidades de la guerra.
6- Arte en libertad
Todos los días, miles de costarricenses caminan al lado, muchos sin saberlo, de una verdadera obra de arte. Fue creada por un artista que fue reconocido con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de pintura, en 1963, y el Premio Nacional de Cultura Magón, máximo galardón cultural costarricense, en 1981.
Se trata de un mural que el pintor y escritor costarricense Manuel de la Cruz González creó al costado este de lo que es hoy el Ministerio de Hacienda, donde antes estaba el Banco Anglo; a escasos pasos del Teatro Nacional. De la Cruz González es reconocido por ser uno de los pioneros en el arte abstracto en Costa Rica.
Durante la época del Anglo, incluso se llegó a pintar en su totalidad de color blanco. Asimismo, los colores que posee en la actualidad no son los que el artista utilizó durante la creación original. Al estar expuesto, corre el peligro de ser dañado.
Actualmente tiene unos rayones de pintura. Otro mural que este artista creó al costado norte del parque Morazán, en el edificio de Las Arcadas, se perdió.
7- Noble patria, tu hermosa bandera
El Edificio Metálico que alberga la escuela Buenaventura Corrales es parada obligatoria de todo visitante que llegue a San José. Así que la próxima vez que le corresponda ser anfitrión y lleve a sus invitados hasta este punto podrá compartirles un dato curioso: en el costado este de esta edificación fue el primer lugar en el que se cantó el Himno Nacional de Costa Rica, en la voz de los estudiantes de las escuelas de San José, el 15 de setiembre de 1903.
Así consta en dos placas ubicadas en el parque España. En la primera se conmemora este hecho, mientras que la segunda contiene la letra del himno escrita por José María Zeledón. La música del himno había sido compuesta, medio siglo antes, por Manuel María Gutiérrez, en 1852.
8- Fragmento histórico
El 9 noviembre de 1989 caía el muro que, por 28 años, dividió en dos al pueblo alemán a lo largo de 43 kilómetros. El muro de Berlín, símbolo de represión, se venía abajo a manos de sus ciudadanos que con cada mazazo veían más cerca su sueño de una Alemania reunificada. Uno de esos fragmentos vino a parar a Costa Rica, como un símbolo de cambio.
Con una altura de tres metros y un ancho de un metro, el fragmento del muro fue donado por el gobierno alemán en 1994 por solicitud de nuestro país y, paradójicamente, se ubica detrás de la rejas de la parte trasera del Ministerio de Relaciones Exteriores o Cancillería, también conocida como la Casa Amarilla, en un lugar inaccesible para el público, aunque si es posible verlo desde la acera.
Una placa colocada en la parte inferior contiene la siguiente leyenda: “La caída del muro de Berlín constituye una aurora de libertad, no solo para los berlineses, sino también para todos los pueblos de la Tierra”. De un lado de la estructura se pueden observar los grafitis hechos por quienes estaban del lado de la República Democrática Alemana, mientras el otro permaneció gris.
9- El sol como reloj
En la esquina sureste del Centro Nacional de Cultura (Cenac), al lado del portón de metal, se ubica una obra que suele pasar desapercibida para los transeúntes. Enmarcado bajo la leyenda “TEMPVS FVGIT” (el tiempo es fugaz) luce portentoso un reloj cuya hora la da el astro rey: el Sol.
Se trata de una obra diseñada por el escultor Juan Manuel Sánchez (1907-1990) y que tiene una particularidad. Debajo de las manecillas se ubica una tabla de correcciones que se debe utilizar, dependiendo de la época del año, para sumar o restar minutos a la hora.
“Ahí debe estar el origen de la hora tica”, bromea Jessica Blas, de Chepecletas. La banda alrededor del reloj contiene imágenes en relieve que representan los signos del zodíaco.
10- La primera cañería
La fuente de Moisés se ubica en la entrada oeste del hospital Calderón Guardia. Sirve como un recuerdo del lugar donde se ubicaron los antiguos tanques de agua que abastecieron a la ciudad capital a partir del año 1868, gracias a la primera cañería subterránea de hierro.
La fuente contiene una referencia al Salmo 105, versículo 41, en la que Moisés golpea una roca de la cual brota agua para saciar a un niño sediento. “Abrió la roca y las aguas brotaron, y por la tierra seca corrían como ríos”, reza en inglés una leyenda, que es una réplica de la original.