Si lo piensa demasiado, a Ligia Madrigal suelen asaltarle los nervios. No es para menos. Aproximadamente en dos años años estará escalando el monte Everest y tiene claro, con toda la conciencia de una deportista extrema, que será una de las andanzas más intrépidas de su carrera.
Pero la ultramaratonista tica congela esos pensamientos para no dejarse abatir. Sale de su casa, entrena fuerte y ya más fresca en sus ideas hasta bromea con el tema y no pierde de vista su ‘loco’ objetivo: ser la primera costarricense en conquistar la cima del mundo, en el 2021.
Aún así existen periodistas necios, como yo, que no la dejan en paz e indagan insistentemente en esos miedos que aparenta no tener. Cada respuesta de Madrigal es tan serena que, mientras hacemos trekking en un cerro escazuceño, parece que estamos hablando de subir a la Cruz de Alajuelita y no al traicionero coloso de los Himalayas.
“El Everest es duro de superar, pero se puede vencer. Todo depende de la persona que lo intente", comenta Ligia, tajante y hasta sonriente.
"Las personas que han sufrido por allá o tenido accidentes es porque no han tenido la preparación adecuada. Quizá tienen el dinero para hacer la expedición pero no la condición”, concluye Madrigal, muy segura de su estirpe de atleta élite, dominadora recurrente de los alpes italianos y de la ultramaratón más dura del mundo: la Tor des Geants.
-¿Y qué piensa su esposo, su familia?-, le consulto.
“Todo bien”, responde.
Ya Federico Escalante –a quien por mucho tiempo no le hizo nada de gracia la idea–, apoya al 100% el sueño de su compañera de vida, mientras que a sus padres Ligia los mantuvo en una especie de standby con la noticia.
“Hace un tiempo mis papás me hablaron y me dijeron que lo pensara muy bien. Que eso era peligroso. Yo les dije que tranquilos, que eso era solo una idea, que no se había concretado nada todavía”, narró Ligia entre pícaras risas.
Pero no: por este medio les confirmamos que Ligia sí va para el Everest. “La mulita”, como la apodó su padre por razones obvias, hará nuevamente de las suyas. Ni modo.
El primer entrenamiento
Ligia Madrigal no irá sola al Everest. Warner Rojas, quien en el 2012 se convirtió en el primer tico en alcanzar la cima de la montaña nepalesa, irá con ella hasta hacer cumbre con la bandera de Costa Rica al hombro.
Ese detalle es importante, pues Rojas y Madrigal irán allá para celebrar el bicentenario de la patria, lanzando desde lo más alto un mensaje contundente a todos los ticos.
LEA MÁS: “Sí, lo logré, estoy en la cima del Everest”, escrito por Wárner Rojas, montañista costarricense
“El mensajes es que la limitaciones no existen, solo en nuestra mente. Que podemos ser capaces de todo. Por eso también va Ligia, pues aplica para mujeres y para hombres”, resume Rojas.
Ligia y Madrigal se conocen desde hace 20 años y aunque algunas vez pelotearon la idea de subir juntos el Everest, la concreción del proyecto vino hace apenas algún tiempo.
“Yo le dije que no le tenía miedo al Everest, pero sí respeto. Me dijo que si me gustaría intentarlo y yo respondí que me apuntaba. Que me gusta tomar grandes retos”, dijo Ligia, en una entrevista realizada por La Nación, el año pasado.
Fue el mismo Warner el que terminó convenciendo a Federico de que su esposa era capaz de cumplir salva la gran epopeya y que no había nada de qué preocuparse. Entonces, todo bien.
Pasaron los meses y ahora helos aquí. Es 8 de mayo del 2019, es un día nublado en Escazú y tanto Ligia como Warner Rojas está listos para su primer entrenamiento oficial a fin de subir al Everest.
Desde hace tiempo ambos deportistas se vienen preparando por aparte pero juntos, pensando en la montaña de 8.848 metros de altura.
La casa de Warner es el punto de partida. Los actores están temprano en el lugar con la intención de hacer una caminata relajada en uno de los cerros que rodean el lugar. Algo que, por supuesto, no es usual en ellos.
“Esta vez vamos a hacer algo suavecito, para que ustedes lleguen bien, tranquilos”, le comenta Ligia a Jeffrey Zamora -el fotógrafo de La Nación-, quien no puede disimular su alivio.
A continuación un detalle. El día de la primera y esperada práctica, los recientes acontecimientos que derivaron en la muerte de unas 10 personas en el Everest, por un atascamiento de alpinistas en la cima, no había sucedido todavía.
Eso no, pero sí hubo un deceso que compungió a Wagner desde temprano. Mientras se preparaba un café en su cocina, Rojas trataba de mantener contacto telefónico con unos colegas suyos en el extranjero.
Un amigo suyo, de nombre Richard Hidalgo, acababa de morir mientras intentaba escalar el monte Makalu (8.463 msnm), la quinta montaña más alta del mundo que está ubicada a unos 19 kilómetros al sureste del Everest.
“Es una lamentable noticia...Va hacer un año que nos despedimos en el campo base del Makalu y hoy esta montaña lo llama a otras cumbres. Richard, te llevamos en nuestro corazón, gracias por haber estado en este sendero llamado vida”, publicó Warner esa misma mañana en su perfil de Facebook.
Al parecer Blanco murió de forma natural mientras se encontraba descansando en uno de los campamentos. O bueno, al menos eso fue lo que pudo conocer Warner mientras se paseaba de un lado al otro y enviaba mensajes de audio por Whatsapp.
“Creo que tenía alguna condición que no conocía, eso parece”, comenta Warner con pesar.
Para este periodista, desconocedor completo del deporte de las montañas, las ultramaratones y cualquier actividad catalogada como “extrema”, noticias como estas impactan sobremanera. Ya imaginarán el por qué, en aquel nublado día de mayo, insistí tanto en el tema de los miedos.
“A mí me gusta el frío"
Antes de comenzar a caminar Warner llama a Ligia, toma su laptop y le da click a algunas carpetas del recuerdo.
De inmediato, fotos y videos en las altas cumbres son las protagonistas de una especie de introducción técnica, bastante informal, en la que Warner comienza a relatar a Ligia algunas de las cosas con las que se puede topar durante la escalada.
En unos de sus primeros comentarios, Rojas ratifica lo que todo el mundo habla, pero que solo quien lo ha vivido puede dimensionar con exactitud: el frío y las condiciones climáticas en el Everest son cosa de otro mundo.
“Ah, pero a mí me gusta el frío", espeta Ligia.
Warner, en tono un tanto sarcástico susurra: “Vamos a ver si te va a gustar ese frío (de 40° a 45° grados bajo cero) ”.
A pesar del comentario, a Warner no le cabe la menor duda de que Ligia es la mujer indicada para hacer historia para Costa Rica. Por eso la invitó a ir y por eso están ahí esa mañana.
“Física y mentalmente, Ligia tiene todo para lograrlo. No tengo duda. Lo único que hay que hacer con ella es modificar su entrenamiento habitual y conocer cómo reacciona su cuerpo a la altura”, comentó.
Es oportuno recordar que en el 2008 y 2011, la alpinista tica Gineth Soto intentó cumplir la misma hazaña, pero por condiciones del tiempo abortó la misión en ambas ocasiones.
Esta vez, aunque la fe está puesta es que todo será diferente, Warner es claro en afirmar una cosa: “vamos con todo para adelante, pero si las condiciones no son las adecuadas nos devolvemos, no vamos a arriesgar. No quiero devolverme a contarle a Federico ni a nadie que Ligia ya no está”.
Pero no es la primera vez que Ligia sortea montañas nevadas y condiciones realmente adversas. Corriendo en La Petite Trotte à Léon (PTL), por ejemplo, Ligia confesó que su vida estuvo en riesgo.
“En esa competencia, la más técnica que he hecho, uno compite en parejas, sin guía y en campo traviesa por muchos kilómetros. A una le ponen un GPS para localizarla, le dan cuerdas y depende de la etapa le dan arneses y demás equipo para sortear algunos tramos”, recordó la atleta.
“Ese día no nos lo dieron, nos dijeron que en esa etapa no se necesitaba pero no fue así. Hubo tramos muy complicados, con acantilados y todo. Ese día yo pensé: –si mi esposo supiera donde estoy en este momento no lo aprobaría–. Puedo decir que en esa ocasión sí expuse mi vida”, agregó.
El recuento de fotos y videos, tomados por él mismo, llevó a Warner a hablar de muchas cosas. Recordó a la compita “vaga y hartada” que, con su mala actitud y arrogancia, hacía de la escalada un pequeño infierno para todos, y al adulto mayor que, en encerrado en una tienda de campaña, trataba de salvar sus dedos pues los tenía hinchados y completamente congelados.
“Ya había perdido las uñas y su nariz peligraba. Estaba metiendo los dedos en agua caliente, pero como no aguantaba esa sensación, le tuvieron que inyectar anestesia para soportar”, afirma Rojas.
Las imágenes eran impactantes y no provenían de ninguna cinta de ficción; con ese tipo de personajes y situaciones se podría topar Ligia y para todo hay que estar preparado. La mente, en la traicionera montaña, es el órgano que mejor debe estar entrenado.
También hubo imágenes de rescates de emergencia y de las “escaleras” que utilizarán como puente para cruzar las grietas. Además hablaron de la ceguera que podría ocasionarles la altura –si no utilizan bien los anteojos–, los trajes especiales y del tanque de oxígeno de 7 kilos que tendrán que cargar en el último tramo del ascenso.
El maestro, por si fuera poco, dice que arriba no da tanta hambre, pero puede que ganas de vomitar sí. Adelanta que toser mucho será normal y que no se extrañe Ligia si le sale sangre por la nariz o incluso la vomita.
Todo suena de extremo cuidado, pero pensando en Ligia a Warner le preocupa más un pequeño gran detalle: la convivencia en las tiendas de campaña.
“Creo que esto es lo que más te va a costar Ligia”, le dice Warner conociendo las características personales de su pupila, una mujer súper activa.
“Podrían ser de 24 hasta 72 horas metidos dentro de las tiendas. No se puede hacer nada ahí, mientras uno espera que el clima mejore afuera. Es difícil: quédese ahí y cuente chiles”, bromea.
Ante la advertencia Ligia no arruga la cara: “En las competencias que he hecho ya me ha tocado sortear un frío cabrón. La he pasado feo. Además uno corre de día y de noche, por lo que creo que en el Everest más bien voy a poder descansar un poco en la tienda (se sonríe)”.
Pero Ligia obvia un pequeño gran detalle: Warner advierte que por la altura y por la escasez de oxígeno no se puede dormir en la tienda. O se duerme poco, muy pero muy poco.
Además la cosa se complica más para una mujer. El periodo menstrual o hacer las necesidades fisiológicas en esas condiciones fue tema ineludible de conversación.
Es que claro, “pelarse el ‘nelfis’ a los cuatro vientos, con ese frío, no es nada bonito”, atestigua Warner.
Por suerte Ligia ya tiene sus trucos para esos momentos incómodos. Aunque bueno, contará con los consejos y la experiencia de Warner para sortear otros menesteres de la convivencia en las alturas.
Caminando
Ligia y Warner cumplieron con lo pactado. El primer entrenamiento por las montañas escazuceñas fue una caminata suave que en lugar de ejercicios arriesgados gravitó en conversaciones muy peculiares entre los caminantes.
Más específicamente hablaron de negocios, sí, de negocios.
Para que Ligia y Warner puedan escalar el Everest necesitan reunir unos $100.000 entre ambos. Por eso, mientras se preparan para lograr el objetivo, sus mentes se concentran en hallar formas creativas para conseguir el dinero.
Por el momento, una marca de hidratación muy reconocida ya ofreció comerciar un sabor con el nombre de ambos y por ahí tienen adelantada la promoción de un “todo terreno” para una compañía automotriz.
Pero hará falta más. Mucho más. Sobre todo porque en la preparación al Everest, los expedicionistas tendrán que escalar otras montañas y sufragar las gastos de esas misiones.
El monte argentino Aconcagua, por ejemplo, es parte de los cumbres que tienen en la mira.
“Sé hacer cuerdas, rapel, no soy nada chapa. Confío en mí, por eso a veces me preocupa más la parte económica que otra cosa. Tener esa parte resuelta, para poder entrenar sin pensar en nada más", confiesa Ligia.
Warner secunda a su compañera recordando que en el 2012, un mes antes de subir el Everest, no tenía la plata completa para subir. "¡Fue muy estresante!”, expresó.
También, mientras un claro de montaña deja admirar todo San José desde la altura, Ligia y Warner hablan sobre los trajes especiales que llevarán al viaje y hasta de la importancia de hallar una mochila adecuada a la contextura de cada uno.
La mochila será confeccionada a la medida, gracias a un patrocinador, por lo que Warner hizo un alto en el camino para indicarle a Ligia la medida perfecta con respecto a su espalda.
Y así fluyó todo. El primer entrenamiento rumbo al Everest podría resumirse en una experiencia relajada, optimista y básicamente informativa.
Lo duro, sin duda, vendrá luego.
Advertencias, decisiones, muertes
Al terminar el entrenamiento, Ligia y Warner regresaron al punto de partida.
Warner corrió a calmar el hambre con una papas fritas y Ligia a coger un taxi para devolverse a casa.
Todo normal. Excepto porque Warner olvidó advertirle a Ligia algo importante: el acribillamiento mediático que le espera.
“Cuando yo subí al Everest a mí, sin misericordia, me dijeron vago y que fuera a buscar brete. Eso fue lo menos”, expresó Rojas.
“No quiero imaginar como va a ser con ella, que además es madre y mujer. Eso es otra cosa que tendremos que hablar y prepararnos mucho mentalmente”, agregó.
Warner tocó un tema sensible. Ligia es madre de Fernanda, una niña de 12 años que, luego de ver la cinta Everest (2015) quedó impactada e intentó persuadirla de sus intenciones.
“–Mamá, mamá, por favor no vaya–me pidió. Pero bueno, yo ya le expliqué que esa película es más drama que otra cosa. Que igual, en las carreras que yo hago habitualmente, me podría pasar un accidente”, relató Madrigal.
“Aunque, bueno ya sabemos que ahí (en el Everest) las estadísticas cambian un poco. Pero vea, luego de explicarle más bien me dijo que hasta quería ir al campo base", agregó.
Y desde entonces este “necio” periodista no volvió a saber nada de Ligia y de Warner. Pero claro, tras las diez muertes acontecidas en los pasados días en el Everest, fue obligatorio hacerles una llamada.
Tocó insistir, otra vez, con el tema de los riesgos, de los miedos, de las precauciones.
“Warner, ¿qué opina usted de lo que pasó en el Everest? ¿Modifica sus planes de algún modo? ¿Lo llamó Ligia asustada o algo por el estilo?”, le pregunto.
Luego de explicar que todo se debió a un exceso de permisos concedidos por Nepal y de que todas las expediciones decidieron subir al mismo tiempo aprovechando un oasis de buen tiempo, Warner reveló que sí, que Ligia lo contactó.
“Me puso un mensaje por Whatsapp, con clara sensación de preocupación. No de temor, pero sí de preocupación. Ya luego la tranquilicé y por el mismo motivo juntos tomamos una determinación que va a hacer histórica”, respondió Warner.
Warner y Ligia no subirán al Everest por la cara sur, como es habitual para muchas expediciones. Tomarán el lado norte, por China, donde las regulaciones en materia de expediciones son más fuertes.
El escalador tico dice que los chinos son muy temperamentales. Que de repente pueden parar toda la expedición y echar todo el esfuerzo por la borda. Eso suena a defecto, pero en este contexto, podría ser una virtud.
¿Y qué tiene de histórico subir por allí?
Sí Ligia logra hacer cumbre, no solo se convertirá en la primera tica en subir el Everest, sino en la primera centroamericana en lograrlo por el lado norte.
Además, como detalle curioso del destino, Ligia podrá así hacer un homenaje especial a su actual patrocinador: la marca de implementos The North Face.
Y aunque esa decisión los tranquiliza, nada aplacará sus naturales temores.
“No importa tener miedo, más bien es un factor importante en la montaña. Te mantiene alerta, a no confiarte en nada. Mucha gente ha muerto por eso”, reflexiona Warner.
LEA MÁS: Temporada de escalada en el Everest suma siete fallecidos
Ligia, por su parte, apela a la humildad para derrotar al coloso.
“Yo ya sé que la montaña te doblega. Eso he aprendido en mi experiencia. Uno lo que debe es mentalizarse porque de fijo van a pasar cosas complicadas, ponerse serio y concentrarse en encontrar las soluciones”, finalizó la atleta.
Y así, montados en su ride, ya es difícil que algo los detenga. Desde ya se siente el frío, pues la aventura al Everest comenzó aquel día.