Cuando le digo a doña Estrella que a sus 88 años está mejor que yo, se ríe. Piensa que es un chiste, pero se lo digo en serio. Cinco hijos, diecinueve nietos, cuarenta bisnietos, un tataranieto y ella todavía sigue siendo un roble.
Su sonrisa se asoma seguido, su memoria no la traiciona, su optimismo lo envidia cualquiera, su energía es inquebrantable y el amor por el país que la vio crecer continúa más intacto que nunca.
Le pregunto cuál es su secreto para envejecer así y me cuenta que lleva una vida ordenada. Se entretiene, dice. Va a misa todos los días, hace yoga dos veces a la semana, come bien, se cuida más. Seguirle la pista a su numerosa descendencia la llena de ilusión.
Me parece que a su lista se le escapa algo: el haber servido a su país con tanta convicción por el bien común debe dar mucha paz mental.
Doña Estrella Zeledón Lizano me atiende en la sala de su casa. Cuatro días antes hablamos por teléfono. Le comento que la quiero conocer y ella me contesta que con gusto me recibe.
La entrevisto en su guarida. En ese refugio ubicado en Escazú inundado de recuerdos de quien fue su compañero de luchas, su cómplice y el amor de su vida: el presidente de la República de Costa Rica desde 1978 hasta 1982; el admirado y criticado, don Rodrigo Carazo Odio.
“Esta es una casa abierta”, dice. Muestra más interés en nuestra conversación que en el resultado de la entrevista que se vaya a imprimir en esta publicación. “Ya esas cosas pasaron para mí. Pero me encanta hablar con gente joven, porque hay muchas cosas que uno quiere transmitirles”.
Hablar con doña Estrella es como bucear en libros de historia –quitando todas las partes aburridas– y sumergirse en su mundo de recuerdos sobre cómo este país se ha construido.
Doña Estrella disfruta recordar, y quien la escucha no puede evitar sentir una adictiva hipnosis con sus palabras.
Me cuenta sobre su niñez, sobre su noviazgo con Rodrigo Carazo, sobre su matrimonio, sobre su papel como primera dama, sobre los ataques que recibió la gestión de su esposo (la cual se desarrolló entre una de las peores crisis económicas que ha visto el país), sobre el contexto político actual.
Dos cosas me quedan claras. La primera: personajes como doña Estrella se encuentran casi nunca. La segunda: Estrella Zeledón Lizano nació adelantada a su época.
Una niñez despierta
A la carismática exprimera dama se le reconoció su lucha desde Casa Presidencial por los derechos de los niños, de los ancianos, por impulsar el proyecto de creación del Museo de los Niños, del Parque de Diversiones, por promover la construcción de parques recreativos como el Parque del Este, el parque Laguna de Doña Ana y otros más.
De 1981 a 1985 formó parte del Consejo Ejecutivo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO).
Fue décadas antes, sin embargo, que comenzó a tejerse el destino de una niña atenta. El crecer rodeada de una familia de políticos y de poetas hizo que germinara en ella desde pequeña una inquieta conciencia social: responder a la vocación para servirle al pueblo era el camino natural a seguir.
La bisnieta deexpresidente de Costa Rica, Saturnino Lizano y nieta del autor de la letra de nuestro Himno Nacional, José María (Billo) Zeledón, vivió su infancia en Paseo Colón.
“Ahora yo me doy cuenta de la suerte que tuve en ese sentido. En ese tiempo, ya a las cinco de la tarde nos metían a los chiquillos para que dejáramos de jugar y nos alistáramos para comer. Nos metían a todos en las casas para contarnos cuentos”, recuerda Estrella. “Ahí es donde vienen los cuentos del Cadejos, de La Llorona y todos esas leyendas de espanto. Pero mamá y los abuelos de nosotros, para que no nos asustáramos, tenían otro sistema: nos contaban cuentos de su vida. De la historia, de política, sobre cómo se hizo el himno, cómo era Billo chiquillo”.
En una época sin televisión, sin aparatos electrónicos y con pocos juguetes, la interacción humana era vital y la comunicación interpersonal era protagonista.
“Por eso es que yo la vena política la tengo desde chiquitilla, seguramente. Porque sabía cosas que en primer lugar, no se enseñaban en la escuela, y en segundo lugar, eran vivencias que yo conocí. Hasta después fue que yo comencé a analizar todas esas cosas de mi vida”, cuenta doña Estrella.
“Me di cuenta que me lo habían enseñado mis abuelos desde que yo ni siquiera estaba en la escuela. Cuando yo llegué a la escuela y estudié sobre la dictadura de los Tinoco, yo ya eso me lo requete sabía porque Billo me lo había contado, porque él fue uno de los combatientes de esa dictadura. No es lo mismo analizarlo en la escuela, que vivirlo desde que estás chiquita. Porque te familiarizás con nombres de políticos y después sabés quienes son”.
La sensibilidad social también le llegó desde la práctica. Vivía al lado de La Pitaya, “un barrio de gente pobre pero muy digna y honrada”. Ricos y pobres eran de los mismos.
El clasismo no había echado raíz. Todos convivían, compraban la comida en la misma verdulería, jugaban juntos. “Eso me educó mucho a mí en la concepción social del trato en la política. Todos éramos iguales”.
Durante la escuela, su papá fue nombrado gerente en el Banco Nacional de Limón y vivieron tres años en la provincia caribeña: otra etapa de su vida que marcó su visión de mundo.
“Como mi papá no era empleado de la bananera, yo no estudié en la escuela americana de la zona, si no que lo hice en la escuela del lugar, Rafael Yglesias. Como mis compañeras eran negras, nunca tuve prejuicios contra los negros”, cuenta. “La primera de la clase era una negra, la que sabía pintar más lindo era una negra, la que hacía tal cosa era una negra. Eran personas que yo admiraba. Qué importante es eso en la vida... porque no tuve una educación clasista, sino una educación muy variada”.
El Macho
Tenía unos 13 años cuando conoció a el macho de ojos claros que sería su compañero de vida por más de siete décadas. Se acompañaron mutuamente hasta el 9 de diciembre del 2009, día en que falleció a sus 82 años por complicaciones cardíacas.
“Ellos vivían muy cerca de mi casa. Por Paseo Colón también. Cerca de mi casa había una pulpería, de don Chico Soto. Él vivía 50 metros al sur. Yo vivía enfrente de Chico, como a 50 metros. Hacíamos bailecillos a las 4 de la tarde. Invitábamos a los del otro barrio, o invitábamos a los de barrio Amón. Todo era en barrios. Él vivía en ese barrio de La Sabana”.
“Rodrigo era un muchachón muy guapo. Le gustaban unas muchachillas del colegio Sión (donde también estudió doña Estrella) pero del otro barrio. Nos hicimos amigos. Yo soy más o menos de la edad de él, que era un poco menor”, recuerda.
Como eran amigos, él le mandaba saludos a las muchachas que le gustaban y doña Estrella cumplía.
“Varios meses después, un amiguillo que era de apellido Pozuelo se peleó con Rodrigo. Llegó y le dijo no sé cuanto, Rodrigo llegó y le pegó. Los muchachos del barrio se pusieron furiosos e hicieron a Rodrigo a un lado. Esa noche había un baile de esos de barrio. Ellos dijeron: ‘que no vaya Macho’. Todas las mujeres nos pusimos juntas porque Rodrigo se había peleado con este muchacho porque había sido malcriado con una de nosotras. Entonces claro, las mujeres apoyábamos a Rodrigo”.
En grupo, las mujeres fueron a hacer justicia. Juntas lo sacaron de su casa para llevarlo al baile. Ese mismo día, Rodrigo le confesó a Estrella que le gustaba.
“Yo le dije: ‘vamos a ver, porque sos muy picaflor. No me gusta así’. Le dije: ’dame una semana de tiempo para decirte si sí o si no. Pasó como una semana y le dije: ’bueno, está bien. Pero si sos picaflor te vas”.
Rodrigo nunca se fue.
El camino al poder
Cuando doña Estrella terminó su bachillerato, El Macho Carazo y ella contrajeron matrimonio. Con la oficialización de su relación comenzaron también a conocer el camino del cual no se apartarían nunca: la carrera política de Carazo empezó a alzar vuelo.
Carazo, economista de profesión, inició siendo munícipe en Puntarenas. Posteriormente fue director del Banco Central (1960-1965), presidente ejecutivo de la Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE), gerente del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (1954-1959), diputado del Partido Liberación Nacional (1966-1970), presidente de la Asamblea Legislativa (1966) y secretario general del PLN.
Abandonó Liberación Nacional en el 69 y fundó el partido que lo llevó al poder: Renovación Democrática, una coalición entre calderonistas y demócratas cristianos.
“Fue muy ajetreado. Trabajábamos todo el tiempo. No era porque iban a ser las elecciones o no. Los políticos antes teníamos que conocer Costa Rica. No cada cuatro años ni turísticamente, sino ir a todo lado, entrar a las casas de la gente, saber cuáles eran sus necesidades”, comenta doña Estrella. “Eso era lo que se hacía. Casa por casa. Sabíamos que la gente de Guanacaste tenía necesidades así y asá, que la gente de Cartago tenía tales cosas, que la gente de Limón eran así”.
A punta de voluntariado, doña Estrella se las ingenió para impulsar proyectos desde su cargo de primera dama. Así y con mucha ayuda.
“Yo en Casa Presidencial puse un sistema. Como yo no podía recibir a toda la gente, llamé a las esposas de los ministros y les dije: ‘ustedes me tienen que ayudar. Unas vienen el lunes, otras el martes, otras el miércoles, a atender a la gente porque no les íbamos a decir que no’”, cuenta.
“Ellas se involucraron mucho conmigo. Además, era mucho más fácil, porque le decían a sus maridos que eran los ministros que estaba pasando tal cosa, que había que hacer tal otra, y los convencían. Ve, el poder de la mujer. Imagínese que hubiera tenido que solicitarle algo al ministro de Salud. No, no. Franca Calvosa, esposa de él, me solucionaba montones con casas para la infancia, con casas para niños abandonados, también”.
La crisis azotó
El carismático político de la gran sonrisa que se ganó la confianza de los costarricenses en campaña tuvo una de las administraciones más polémicas que recuerda el país.
Aferrado a su ideal de defender la soberanía nacional a toda costa, a Carazo se le recordará siempre como el primer gobernante latinoamericano que se le plantó al Fondo Monetario Internacional.
El bloqueo financiero internacional que vino como resultado, sumado a una crítica subida mundial en los precios del petróleo, provocó que la inflación alcanzara el 90%, que el colón se devaluara en un 500% y que los alimentos básicos duplicaran su precio.
Carazo se mantuvo firme: “El país no se puede vender por migajas”, dijo entonces.
“El Fondo Monetario llegó a decirle a Rodrigo que no hiciera más escuelas, que no hiciera más hospitales porque la situación estaba muy difícil y Costa Rica tenía que pagar la deuda pública”, cuenta doña Estrella. “Rodrigo les dijo: ‘no, aquí lo único que se va a cerrar es esa puerta cuando usted salga y la del aeropuerto cuando coja el avión, pero el Fondo Monetario no le dice a Costa Rica lo que tiene que hacer’”.
Los costarricenses se lo reclamaron. Las largas filas en los estancos (almacenes del gobierno con productos básicos a precio barato) son recordadas aún por muchos.
“La gente habla de los estancos. Bueno, los estancos eran del Consejo Nacional de Producción y Rodrigo los mantuvo a como fuera. Decían que se hacían grandes colas. Señores, ¿por qué se hacían grandes colas en los estancos? Porque la gente quería comprar más barato, no porque no hubiera. El Consejo de Producción tenía, y así se defendían de La Gran Vía y de los grandes importadores y de personas que manejaban la producción nacional. Los estancos fueron de una gran ayuda”.
- ¿Fueron frustrantes las críticas?
- Era muy fuerte. Pero cuando vos estás en una lucha, tenés que ganarla. Tenés que salir adelante. No era tanto lo frustrante, si no lo doloroso de darse cuenta cómo engañaban al pueblo. Los periódicos tenían su política. No hacían ver la versión del presidente ni que era una crisis mundial. Todo se lo achacaban a él para que el partido perdiera las elecciones. Fue muy duro, pero fue muy bonito. Rodrigo siempre decía que no se preocupaba por las críticas, no porque le gustaran, si no que decía: ‘la historia me juzgará’.
Actualidad tambaleante
La conversación viaja al presente, a un mes de la segunda ronda electoral entre el candidato oficialista contra el candidato evangélico que ha llegado más largo en unas elecciones presidenciales de Costa Rica.
Le pregunto a doña Estrella cómo se siente y qué piensa. Ella no pierde el optimismo ni por un segundo. Tampoco la cautela.
“Esta Costa Rica ha sido construida por generaciones. No por el tiempo de Rodrigo Carazo, ni del otro. Cada uno en el tiempo que estuvo y con las posibilidades que tuvo hizo algo por Costa Rica. Por eso es que tenemos este país. Está bien, veamos todos los problemas que tenemos, veamos todos los defectos que hay, frenemos todas las irregularidades, frenémoslas pero de verdad. Pero por favor, colaboremos”.
No titubea al decir que estamos frente a un peligro grande al que hay que prestar cuidado.
“Yo soy muy religiosa, voy a misa todos los días porque me gusta. Pero hay poderes religiosos que precisamente como son religiosos nadie los ataca. Pero que nos pueden invadir y ahí sí que podríamos tener una cosa muy seria”.
El progresismo de doña Estrella no se esconde: está a favor de la educación sexual, de los derechos de personas sexualmente diversas, de la igualdad de género y de la búsqueda de la justicia social.
“¿Qué es luchar por la familia? Luchar por la familia es ver que tengan entradas para poder vivir, o sea, que haya empleo. Que haya vivienda, que haya escuelas, que tengan facilidades para poder ir, que haya seguridad, combatir el narcotráfico. Esos son problemas de ya, que se están viviendo”, agrega.
“Entonces por favor, abran los ojos. Es la suerte de nuestro país. Que no se digan mentiras, que no se exageren las cosas y que pensemos que todos tenemos derecho a vivir aquí. A mí esa enseñanza me quedó de cuando viví en Limón. Aprendí a querer a las negras, a admirarlas. No somos iguales, pero todos somos costarricenses. Luchemos todos juntos. Dentro de cuatro años ya estamos otra vez en elecciones”.
Al frente
Al final de la entrevista, doña Estrella me lleva a recorrer los rincones de su casa. Me lleva a la oficina de su esposo. Sobre el escritorio, todavía reposa la placa: Licenciado Rodrigo Carazo O.
En la pared del fondo cuelga un cuadro que me enseña con detenimiento: un buey jala una pesada carreta con carga, mientras dos campesinos la empujan al final.
“Unos chinos se lo regalaron. Me decía: ‘es que eso es lo que es uno. Uno es un animal de carga liderando todo el país, pero tienen que empujar. Si no, no se puede’”. Doña Estrella se refiere al lema que llevó Carazo en campaña: ¡Yo doy el cuerpo, voy adelante, yo voy de frente, yo doy la cara, porque ustedes vienen detrás!
Me cuenta además una historia que escuchó de Franklin Chang cuando regresó de una de sus misiones al espacio.
La historia la marcó: en una charla, el astronauta contaba que salió de la nave a tomar unas fotos de la Tierra. “Decía: ‘yo la vi linda y redonda y pensé que ahí estaba mi gente’. Los otros astronautas que estaban ahí dentro de la nave estaban presionando porque querían tomar ellos sus fotos. Era creo que un chino, un norteamericano… eran diferentes. Él veía ahí su casa, pero era la casa de todos ellos también. Todos sintieron lo mismo. Claro, date cuenta que son cosas que te impresionan. En esa bola estábamos todos nosotros y no nos podíamos ir de ahí”.
La narración provoca escalofríos, la relación con el contexto político actual de nuestro país es ineludible.
Le confieso a doña Estrella que tengo miedo. Temo por el rumbo que está tomando el país, temo por el futuro.
Ella me contesta con una frase. “No hay que temerle a lo que depende de uno”.
“Uno ha vivido, lo importante es cuando pasen los años, uno pueda decir: viví. Para bien, para mal, para lo que sea. Porque no siempre es maravillas. Pasás por partes muy feas, pero seguís adelante. Después volvés a ver para atrás y te das cuenta todo lo que viene detrás. El día de hoy pasa y pasó. Hay que aprovechar el tiempo. Yo me pongo a pensar que yo lo aproveché”.
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