En la sala de operación donde nació Kaelan, hoy de dos años, la escena era inusual. A Adriana, su madre biológica, le permitieron ser acompañada durante el proceso de cesárea por su pareja Mónica, la otra mamá de la niña, y por Rodrigo, el padre. Ese día de abril, junto a la criatura, nacía también una particular familia.
Seis meses después de la llegada de Kaelan, el diverso trío decidió que lo mejor para su crianza era que “Rodri” también viviera con ella. A diferencia de otras parejas homoparentales, para Mónica y Adriana era importante que él tuviera una presencia fuerte en la vida de su hija y que no fuera solamente un donante de esperma.
“Yo respeto a las lesbianas y los gais que quieren ser los únicos dos padres o madres de la familia. No creo que (tener padre) sea necesario para que un niño sea completo, pero por mi historia y mi relación con mi papá, yo quería que mi hija tuviera uno”, dice Adriana, profesora de inglés de 32 años de la Escuela de Lenguas Modernas de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Ese fervor de madre lo compartía con Mónica, estadounidense de 29 años, a quien conoció en la Universidad de San Diego, EE.UU., mientras hacía una pasantía y que hoy ya lleva cuatro años de vivir en Costa Rica y ser su pareja.
Desde la casa que comparten, en medio de los juguetes de Kaelan y de varias de sus mascotas merodeando mientras la niña toma su siesta vespertina, Mónica, Rodrigo y Adriana compartieron su historia con Revista Dominical .
“Al principio, no sabíamos exactamente la manera en que íbamos a tener hijos, pero sí que sería la forma correcta para nosotras. Empezamos a hablarlo y pensamos que un padre debía ser alguien en quien confiar, que no se ponga a dictar las reglas ni que tenga una forma patriarcal de ser”, cuenta Mónica, también profesora de la UCR, en Lenguas Modernas.
Ya para entonces, Rodrigo, profesor de inglés y educación primaria de 23 años, era amigo cercano de la pareja y a pesar de ser un hombre gay, tenía también el sueño de ser papá, aunque no supiera cómo.
En nuestro país, las personas homosexuales no tienen derecho a casarse legalmente, formar sociedades de convivencia y mucho menos, adoptar niños. Las opciones se reducen a alquileres de vientres, donaciones de esperma o fecundaciones in vitro en el extranjero.
Con esas limitaciones presentes, Adriana tomó la batuta (aún la lleva consigo en lo que a su familia se refiere) y le propuso la idea a ambos. Eso sí, tenía que ser ya porque ella no quería ser una mamá “vieja”.
“Yo dije: es ahora o nunca, no me puedo dar gustos con eso del momento, es mi sueño y me caen superbién, es la oportunidad para hacerlo. Nadie está preparado para un hijo. A usted le pueden dar una idea pero hasta que no lo pase, no lo sabrá”, expresa Rodrigo, estudiante de licenciatura que tomó el rol de “amo de casa” y niñero de su propia hija, mientras termina sus estudios.
El plan se puso en marcha y, fieles a su esencia diversa escogieron el nombre del nuevo miembro de la familia sin saber si iba a ser hombre o mujer, pues Kaelan es “unisex”. Su significado, según la investigación de los tres padres, es “que viene de gente guerrera”. Ella llegó y el pequeño ejército empezó una revolución.
Extraordinariamente ordinarios
En la casa de Kaelan todos son vegetarianos, excepto su mamá Adriana que es vegana; conviven seis gatos y dos perros, pues se declaran amantes y rescatistas de animales; son asiduos visitantes de la Feria Verde de Aranjuez cada sábado y cuidan de una pequeña huerta que ellos mismos sembraron en el jardín de la casa. En ese hogar tampoco hay televisión, ya que el contenido al que tiene acceso la niña es cercanamente vigilado; todos son feministas y nadie cree en la violencia, la religión ni en Dios.
Allí, Kaelan es feliz. En su cuarto hay gran mural de Totoro, su personaje animado favorito. Ya despierta de su siesta, la pequeña enseña entusiasta esas pinturas, regalo de su mamá Mónica. Con su risa y energía, se asegura de ser escuchada y no tiene reparos en ser una pequeña diva cuando pide un paseo en bicicleta o quiere caminar independiente entre la gente.
Por estos días, su palabra favorita es “two”. Es lo que responde cuando le preguntan cuántas mamás tiene y cuántos años va a cumplir. Como era de esperar, al ser hija de tres educadores de inglés, esa lengua es parte de su crianza. “Mommy”, “daddy” y “baby” son palabras que dice claramente.
La niña ya ha visitado dos veces a su familia de Estados Unidos. Con tres abuelos y tres abuelas, los chineos y los regalos sobran. Con tres salarios –Rodrigo empezará a trabajar pronto–, las necesidades parece que se solventarán más que bien.
“La forma de ser familia la descubrimos orgánicamente; no teníamos idea, pero ahora que tenemos esto, no me lo imagino de otra manera. No sé cómo lo hacen entre solo dos personas. ¡Es una locura! Ya entre tres es difícil”, comenta Mónica en inglés, pues aunque habla perfecto español, los nervios de contar esta historia en un medio de comunicación por primera vez, la hacen sentirse más cómoda en su lengua natal.
Ser padres
Esa forma a la que Mónica se refiere es llamada por algunos “copaternalidad” y se define como el acuerdo entre personas que no son pareja para tener un hijo en común. El acuerdo es cada vez más utilizado por personas solteras o, como en este caso, por parejas homosexuales que desean evitar los vientres de alquiler, bancos de semen y el excesivo costo de estos procedimientos.
En Argentina, por ejemplo, el diario La Nación reportó en marzo pasado que luego de la aprobación del matrimonio igualitario, las consultas sobre este formato se quintuplicaron en las organizaciones encargadas de brindar apoyo a personas gais. Mientras tanto, en Estados Unidos ya operan redes sociales que ponen en contacto a gente que busca la copaternalidad.
Para la psicóloga especialista en temas de familia y sexualidad, Margarita Murillo, esta forma de organizarse es más común de lo que se cree, si se parte de que “una familia es un grupo de personas que se unen para protegerse y ser feliz”. “A veces es un tío o una abuela quienes crían a los niños. Existen muchos tipos de familias”, agrega la experta.
En nuestro país, aún no se reportan casos similares al de esta historia. Ni siquiera en el Movimiento Diversidad, representante de la comunidad LGBTI del país, registran una historia de este tipo, reconoció el vocero de la asociación, Marco Castillo.
“Pienso en la comunidad (LGBTI), en darles esa idea… Muchos no han pensado en eso y siento que hay mucha lesbiana y mucho gay que quiere hacerlo pero no saben cómo. Esa idea de tener familia se bloquea y en las organizaciones tampoco hay apoyo. Pero esto es como cualquier otra familia donde un niño es criado por la abuela y la mamá, por personas que no son necesariamente papá y mamá”, apunta Rodrigo, quien tiene un novio estable al cual Kaelan identifica, sin confundir con un padre más.
Adriana está convencida de que en 10 años esto será común también en Costa Rica. De hecho, una pareja de mujeres amigas de la familia escuchó la historia y, al observar cómo funciona, les pidió ayuda para organizarse. Adriana y compañía les pusieron en contacto con otra pareja de gais con el mismo sueño y, aunque no fue posible identificar a los involucrados, los intentos ya se están haciendo.
“Le queremos decir a la comunidad que sí hay maneras y que ‘ellos no nos vencerán’” (lo dice en inglés). Si no podemos casarnos, si no podemos hacer inseminación artificial; pues bueno, podemos organizarnos nosotros y nosotras en modelos distintos de familia que no tienen que ser mamá, papá e hijos. Hay muchas otras maneras de ser familia”, expresa la más vehemente de este particular grupo.
La psicóloga Margarita Murillo reafirma esa posición e indica que es impensable que la sociedad pretenda que los gais y lesbianas no formen familias, pues antes de su identidad y orientación sexual, son personas con deseo de trascendencia. “Si lo que cuestiona la gente es que las madres y el padre sean homosexuales, entonces ya estamos hablando de otro rollo, estamos hablando de homofobia; no de si son familia o no”, señala.
Una lucha de y por la comunidad
Aunque para los padres heterosexuales amigos de la familia, el arreglo de Mónica, Adriana y Rodrigo parece ideal en términos financieros y de repartición de las tareas y atención de los hijos, la situación está lejos de ser perfecta en otros frentes.
La condición migratoria de Mónica es irregular. Al no poder casarse con su pareja de años, debe renovar un permiso de trabajo cada 12 meses en un proceso costoso y engorroso, en lugar de obtener su residencia, como lo haría cualquier otro extranjero miembro de un matrimonio heterosexual.
A pesar de que ambas han recibido el apoyo de la Escuela de Lenguas Modernas, reclaman a la UCR una política institucional que asegure y proteja a las parejas del mismo sexo trabajadoras de la universidad, tal y como ya lo hacen en el país empresas del sector privado. El último paso que dio la institución fue declararse libre de discriminación por orientación sexual y género el pasado 5 de julio del 2011.
Se consultó a través de la oficina de prensa de la entidad, acerca de los posibles avances en el reconocimiento de derechos para otras poblaciones de la universidad, pero al cierre de edición no se recibió respuesta.
“El Estado tiene que darnos nuestros derechos legales, nosotros pagamos impuestos pero no tengo los mismos derechos. Es inmoral. No se trata de si a usted le parece lo que yo hago, es que yo también soy una ciudadana de este país y sin embargo, no existo. Si yo me muero mañana, mi pensión no va a ninguno de ellos; eso está mal”, reclama Adriana.
El camino no parece allanarse pronto. Marco Castillo, representante del Movimiento Diversidad, indica que ninguno de los proyectos que impulsa la organización (sociedades de convivencia, uniones de hecho y matrimonio igualitario) contempla la adopción de niños, copaternalidad o la protección a este tipo de parejas. En este momento, las agrupaciones del sector apenas esperan la convocatoria de un texto sustitutivo a sesiones extraordinarias de la Asamblea Legislativa, por parte del gobierno.
Asimismo, a nivel legal, Mónica no tiene derechos sobre Kaelan. “Costa Rica no posee legislación que ampare esta supuesta relación parental múltiple; debemos ceñirnos a la legislación que ampara la relación paterno filial biológica. Por tanto, solo la madre y padre biológicos poseen los derechos y deberes inherentes a la paternidad. La pareja de la madre biológica no tiene jurídicamente ningún tipo de relación con la bebé”, aclara la abogada especialista en derecho de familia, Alejandra Grandoso.
Esto no detiene a Mónica, Rodrigo, Adriana y Kaelan porque también tienen una respuesta para eso: muy pronto, Mónica podría concebir un hijo de Rodrigo (por inseminación) y extender así la familia. Kaelan tendrá un nuevo hermano o hermana, también de nombre unisex, que no fue revelado para no ser “agüizotes”.
Una vez más, sin el apoyo del Estado, esta familia se procurará sus propios derechos. “Ahí también hay protección legal. Los dos van a tener el mismo apellido y el mismo papá. En el peor escenario, si nos morimos los tres no los pueden separar porque son hermanos, ese es nuestro plan”, cuentan.
Pero las luchas no acaban. Todos los días derriban prejuicios dentro y fuera de la comunidad LGBTI. Amigos, familiares, vecinos, maestros y doctores han comprendido y aceptado su unión, aunque en el papel no sonara tan cuerda.
“Nadie que pase más de media hora con nosotros, no piensa que esto es maravilloso. La vivencia está ahí. Lo único que tiene que hacer es ver a Kaelan y ella es una niña feliz, segura y maravillosa”, expresan los orgullosos padres, mientras ella juega en un pequeño tobogán de plástico instalado en la sala de su casa.
No obstante, las cejas levantadas las encontraron en el lugar menos pensado. “Lo más interesante fue tener esta idea heterosexual de dos padres y en lugar de eso, empezar a presentar tres. Para mis amigas lesbianas fue como: ¿van a tener un hombre con ustedes? ¿Serán sus sisterwives (hermanas-esposas)? Lidié con eso principalmente en la comunidad gay porque no están acostumbrados a ese tipo de relaciones familiares”.
“Muchos quieren tener una imagen espejo, dos madres, dos padres. No piensan en comunidad, en apoyarse los unos a los otros y organizarse en formas diferentes a las heterosexuales”, dice Mónica, ahora más en español que en inglés; los nervios han disminuido.
Críticas por su forma de vivir y hacerlo público y el bullying en las escuelas o entre conocidos son riesgos latentes para esta familia, pero aún no los experimentan y tampoco les tienen miedo. “Cuando un niño dice tengo dos mamás, el otro le responde: ‘¡qué chiva!’ y sigue jugando. Son los papás de estos los que les meten la homofobia”, dice Adriana.
Para Rodrigo, educador de primaria, una posible discriminación en instituciones educativas no tendría sentido, pues el pilar básico del sistema es la diversidad, según lo establece la teoría y los mismos programas de enseñanza costarricenses. Por suerte, en el kínder al que asiste Kaelan, la familia fue bien recibida y los tres padres son tratados de la misma manera.
Rompiendo libretos
Entonces, si aún no lidian con vibra negativa a su alrededor, ¿por qué hacerlo público y exponerse al acoso y las críticas?
“El aspecto activista de nuestra familia priva y cuando algo está mal en el mundo, las cosas se pueden cambiar. Ella (Kaelan), mis hijos, son los que van a cambiar el mundo”, responde decidida Adriana, minutos antes de observar a la niña jugar feliz y seguir hablando de ella conmovida casi hasta las lágrimas.
La actitud de esta familia es no tenerle miedo a los demás, menos cuando se trata de hacer valer sus derechos. Ellos no se piensan mejor que las familias heterosexuales, pero sí reconocen las ventajas de la suya.
“Somos como un trípode. Adonde camina uno, se mueve el otro. Si uno está de mal humor, la energía de los otros dos lo balancea”, explica Rodrigo. Así lo hicieron cuando los momentos más emocionales de Adriana durante el embarazo y la lactancia sobrepasaban la paciencia de alguno.
Eso sí, saben que este no es un paso fácil. “Tiene que ser algo muy meditado. Con personas con tu misma forma de ver el mundo, la religión y estilo de vida”, añade Adriana.
Para la psicóloga Margarita Murillo, un paso de este calibre solo puede estar dictado por la confianza y el amor. Ella recomienda a quienes tengan una idea similar no aislarse del resto de familias diversas o heterosexuales, para así promover la tolerancia.
Mientras sus padres siguen hablando, Kaelan le enseña a este visitante el álbum de fotos que le hicieron desde el día en que nació. Es tan grueso, que a ese paso, necesitarán uno por cada dos años de vida de la pequeña. “¡Mommy!, ¡Mommy!, ¡Daddy!, ¡Baby!”. Así va identificando en cada foto a los miembros de su familia y, con inocencia frenética, quiere llegar hasta el final del libro dedicado a su vida, aún incompleto.
“No necesitás seguir el libreto que la sociedad escribió para vos. Hay distintos tipos de familia y múltiples formas de expresar amor. Mientras tu familia y la forma de hacer las cosas estén rodeadas de amor, esas son formas positivas de estar en el mundo”, concluye Mónica, quien en este momento ya podría estar cargando en su vientre al nuevo miembro de este moderno clan.