A un costado del Gimnasio Nacional, en La Sabana, hay una pequeña placa con el nombre Eddy Cortés, única señal visible de que así se llama el recinto deportivo. Puede que pase inadvertida para los atletas y público asistente que a diario se congregan ahí, pero para los que conocieron al deportista, su legado y valentía, el reconocimiento va más allá de un rótulo de metal.
El gimnasio del parque metropolitano empezó a funcionar en 1960, aunque en ese momento no tenía techo. Fue el presidente Mario Echandi quien inauguró el lugar, que en un principio se usó para corridas de toros. Un par de años más tarde se le hizo el homenaje a Eddy Cortés al ponerle su nombre al espacio dedicado al deporte. ¿Por qué? Pues porque él fue una de las piezas más importantes en la construcción del inmueble.
Eduardo Cortés Aguilar, conocido como Eddy, nació el 2 de setiembre de 1927. Desde pequeño demostró habilidades para el deporte, que con el paso de los años desarrolló, primero en el fútbol y después en el judo.
Según contó su hijo, el periodista y escritor Carlos Cortés, en su juventud (allá por los años de 1940), Eddy fue portero de equipos destacados de la época como Orión y Libertad, y también militó en el Deportivo Saprissa y el Club Sport Cartaginés.
Después de su paso por los estadios de fútbol, se interesó en el judo cuando, en la década de 1950, el sensei Orlando Madrigal regresó de Cuba y trajo la disciplina al país.
“Generó un interés muy grande de ticos deportistas que ya habían dejado la actividad regular. El judo permite practicarlo con mayor edad y eso ayudó. Él fue parte de esa primera generación de judocas, tanto así que una semana antes de que lo asesinaran, había ganado el subcampeonato nacional de judo”, agregó Carlos Cortés, quien sabe de la historia de su padre a partir de lo que le han contado amigos y familiares.
El escritor no conoció a su progenitor, ya que nació meses después de que lo mataran.
Cortés logró alcanzar el grado de cinturón negro en judo y, por su desempeño deportivo y conocimientos en el ámbito, en 1958 fue nombrado como subdirector de la Dirección General de Deportes. En esto tuvo que ver la relación cercana que mantenía con Antonio López Escarré, quien fungía como director en ese momento.
“Fue una especie de viceministro de deportes. A partir de ese momento, el esfuerzo administrativo de su gestión fue la construcción del gimnasio”, agregó el autor de Cruz de olvido y El año de la ira.
Amigos y familiares le contaron al hijo del deportista que el Gimnasio Nacional fue el proyecto de vida de Eddy. Se entregó de lleno a la construcción, todos los días iba a inspeccionar cómo evolucionaba la obra. Sin embargo, no pudo verla terminada porque se finalizó hasta 1963, casi un año después de su muerte.
“En el 62 se da el asesinato y al año siguiente, cuando se terminó la construcción, se le hizo un homenaje a él por toda la dedicación y el esfuerzo que hizo para que se concretara”, agregó Cortés.
Eddy Cortés, atleta y persona noble
A Eddy Cortés lo mataron “a traición” y a quemarropa la tarde del 16 de abril de 1962. Exactamente una semana antes del asesinato, Cortés consiguió el título de subcampeón nacional de judo en una pelea en la que se enfrentó contra Rafael Barquero.
Cortés perdió la pelea, pero haciendo alusión a su apellido y a la nobleza que las artes marciales inculcan en sus practicantes, Eddy dio una muestra de gran espíritu deportivo. Según una nota que publicó La Nación el 18 de abril de 1962, el judoca sabía que su contrincante tenía una lesión en una rodilla y que durante el combate evadió en todo momento hacerle daño a Barquero en esa parte del cuerpo.
“Judocas amigos de mi papá me contaron que había sido muy cuidadoso. Que si hubiera querido forzar la pelea, hubiera podido dañar a su contrincante. Sin embargo, él se portó lo más noble posible para no valerse de la lesión. Quedó en segundo lugar, pero estaba muy contento porque lo que le interesaba era el espíritu deportivo”, afirmó Carlos Cortés.
¿Cómo murió Eddy Cortés?
Por esa misma nobleza, Eddy se encontró con la muerte. El deportista recibió al menos cinco balazos en la espalda mientras se encontraba en el bar del antiguo Club Unión, en San José.
El suceso fue registrado en los noticieros, la radio y los periódicos de la época, tanto por las dramáticas circunstancias del crimen como también por la relevancia de Cortés en el ámbito deportivo como atleta y dirigente.
Carlos Cortés narra lo sucedido a partir de los recuerdos que le contaron personas cercanas y por los documentos judiciales que años después pudo conseguir.
Ese 16 de abril de 1962, por la tarde Eddy llegó al bar del Club Unión, donde encontró a un hombre aplicándole una llave marcial a un amigo suyo llamado Óscar Solera. El atacante era Federico Starke.
Starke tenía a Solera contra la barra del bar. Eddy reaccionó para ayudar a su amigo, así que inmovilizó a Starke y lo tiró al suelo. Al levantarse, el hombre, muy molesto, le aseguró a Eddy que lo iba a matar.
“Salió del Club Unión, fue a su casa, buscó la pistola y se devolvió. Antes de que llegara, los saloneros le habían advertido a mi papá que se fuera, pero no hizo caso. Cuando Starke regresó, se acercó y le disparó por la espalda”, contó Carlos Cortés, quien no supo la forma en la que fue asesinado su padre hasta que tuvo en sus manos el expediente judicial, pues nadie le había querido contar los detalles de lo que ocurrió.
Cuando Eddy falleció, su esposa Julieta tenía pocos meses de gestación. Según explica Carlos, era un embarazo de alto riesgo porque ella sufrió una pérdida de un bebé antes, así que la orden médica fue que mantuviera reposo siempre.
Doña Julieta se enteró por la radio sobre la muerte de su esposo. “La tensión en la familia era ver cómo iba a salir el niño porque en ese momento no había tanta tecnología, no se le podían dar pastillas para los nervios. Ella no pudo asistir a la vela ni al funeral”, agregó Carlos, quien nació cinco meses después de la muerte de su padre.
El funeral de Eddy Cortés fue transmitido en la televisión nacional; su vela se realizó en capilla ardiente en la Dirección de Deportes.
Para Carlos Cortés, el que la historia de su padre no sea muy conocida refleja el poco conocimiento sobre personajes importantes en el desarrollo del país. “Deberíamos de reflexionar sobre la memoria colectiva, nos estamos olvidando de todo”, concluyó.