En una ocasión le preguntaron a Adrián Narío, mejor conocido como El Bananero, cuáles eran sus influencias artísticas. Él fue tajante y, sin pensar mucho la respuesta, hizo la siguiente lista: “Martin Scorsese, Quentin Tarantino y mucha, pero mucha pornografía”.
Uno de los primeros youtubers en Latinoamérica fue todo menos correcto. El Bananero, referente del humor más bizarro, recién cumplió diez años de conservar un canal de YouTube después de tres cuentas que fueron censuradas.
“Me tengo que quedar en el molde cuando me dicen youtuber porque si digo que no lo soy, estoy meando afuera del tarro. Pero la realidad es que estoy antes de que se creara YouTube, soy como paleontológico”, confiesa Narín al diario Clarín.
“Un día descubrí que tenía como 20 mil visitas diarias y me convertí en una celebridad clase B. Con orgullo lo digo: me considero un famoso berreta. No viajo en limusina ni me cojo a modelos pero es un goce constante que me reconozcan en la calle”.
Cuando se habla de veteranos en una disciplina, suele remitirse a las trilladas frases de que “tal persona ha logrado adaptarse al cambio generacional” o “supo reinventarse para calar con las nuevas generaciones”.
El Bananero no calza con esas etiquetas. Ahora tiene 43 años pero hace 14, cuando comenzó una carrera como comediante en la red, tenía el mismo humor: chistes incorrectos, racistas, sexistas y homofóbicos que continúan siendo la dinámica de este rey del internet.
A Narío no le interesa filtrar sus videos como una cuenta de Instagram ni adoptar el estilo audiovisual que le encanta a los youtubers, como los clásicos jumpcuts con música atmosférica. A él lo que le fascina es actuar frente a la cámara, poner a sus dos amigos con un traje de Gorila y Darth Vader para hacer chistes sobre sexo y, de vez en cuando, usar la evidente pantalla verde que tiene en su cuarto para hacer montajes paródicos.
En setiembre, Narío celebró su carrera subiendo un collage de los videos que ocupan su actual canal. Así festejó diez años de estabilidad en una red que, a pesar de señalarlo a diario por su irreverencia, le sigue generando las fantasías (y el dinero) que le basta para seguir en un mundo repulsivo ante los ojos más conservadores.
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Universo de cabeza
Adrián Maximiliano Nario Pérez nació en Nueva Jersey pero, a los 8 años, se mudó a Montevideo, Uruguay. Allí creció y vivió hasta el 2005, cuando migró a Miami, Estados Unidos.
La semilla de El Bananero se sembró en su infancia. Su padre y su madre trabajaban y Adrián quedaba solo en casa, a merced de la televisión en cable sin restricciones. En sus tardes de zapping, descubrió en los canales más altos un mundo infinito de pornografía que le cautivó. A los meses, aprendió a grabar en VHS los videos porno que rápidamente se convirtieron en el insumo ideal para hacer amigos en la escuela y el colegio.
Desde ese momento, Adrián dio sus primeros pasos para crear el glosario que concretaría con libertad un par de décadas después. En su imaginario, desarrolló términos como “pajero” para referirse a amantes de la masturbación, “trolazo” para señalar despectivamente a gays, “petera” para súbditas de la felación, y “poronga”, “pija”, “chota” y otros derivados para referirse al pene.
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Todo su vocabulario se materializó cuando creó El Bananero, cuya historia comenzó en el 2005. Adrián había hecho algunos amigos para bromear sobre sexo y empezó a imaginar personajes en forma de sátira, que fueran groseros, obscenos y sexistas.
Adrián creó su propio sitio web, llamado elbananero.com, donde comenzó a subir videos de poca monta grabados en baja resolución y con una edición amateur. El internet daba sus primeras señales de vida social y Adrián comenzó a compartir los videos con compañeros de trabajo de una empresa audiovisual. Rápidamente sus colegas le contaron de los vídeos a otros amigos y, de un pronto a otro, la leyenda había sido bautizada: sus compinches le colocaron el seudónimo de El Bananero, en memoria de un apodo que una exnovia le puso a Adrián, y el de boca en boca lo acuerparía.
Un año después después de la creación de YouTube, Adrián abrió un canal para subir sus videos. Hizo uno por semana durante los primeros tres meses y, después de un año, su canal registró 20.000 visitas. Era una inesperada estrella de internet, una “celebridad de clase B”, como le gusta llamarse. Fue uno de los primeros youtubers antes de que los youtubers existieran: creaba contenido seriado bajo un estilo propio en una época en que YouTube parecía destinada solo a la divulgación de música.
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Su séquito inmediato fueron colegiales de 15 años ansiosos por gritar diálogos de sus personajes reimaginados. Ya para ese entonces, el Bananero tenía 31 años, pero sus chistes eran dignos de humor de pubertos.
Incluso, en la actualidad, nadie puede olvidar las frases memorables de sus videos, en especial de su serie “trailerazos”, que lo llevó a la fama latinoamericana.
Los “trailerazos” son avances paródicos de las películas de Hollywood reimaginadas por la morbosa mente del Bananero. Cómo olvidar El hombre que araña, parodia en la que Spiderman es concebido como un homosexual ninfómano; así como Harry el Sucio Potter, sátira en la que el mago adolescente descubre las “pajas” y conoce a uno de los personajes más emblemáticos del universo cinemático del Bananero: El Peluca (quien es el guardabosques Hagrid de la película). Este video, que tendría una secuela llamada Harry el drogadicto Potter, obtuvo más de cien millones de visitas el año de su lanzamiento.
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Insumos sobraban. Antes de la era del cine de superhéroes, el Bananero convirtió al gigante verde en el “Impotente Hulk”, un tipo que padece de disfunción eréctil y debe encontrarse con otro de los personajes más cómicos de su mundo: el doctor Mengueche. También, fue demandado por su parodia de la serie animada He-Man, titulada Iván el Trolazo. Mattel logró que YouTube le cerrara su canal por reclamos de derecho de autor. ¿La respuesta del Bananero a esa acción? “Me chupó un huevo. Abrí otro canal y listo”, canal con el que llegó al millón de suscriptores en el 2016.
Estos “trailerazos” son la mejor inducción al imaginario del Bananero, en el que solo existen extremos en los que ningún frente se salva: a los heterosexuales solo les interesa el sexo y “las pajas”, los homosexuales fornican con cualquier hombre que esté al frente, los negros son ladrones y las mujeres están para satisfacer a los hombres.
Los estigmas musicales también entraron en la ecuación del Bananero. Para los 2000, el reguetón y el pop se hacían un espacio en la cultura popular, aspecto que algunos roqueros resintieron.
Adrián, antes de convertirse en el Bananero, perteneció a la primera formación de Once Tiros, una banda de ska punk uruguaya. Grabó el primer disco y, tras su migración a Estados Unidos, perdió el chance de una vida en la música.
No volvió a vivir de conciertos, pero sus influencias roqueras no pasarían por alto para sus creaciones audiovisuales. Que lo diga en temas musicales icónicos como La balada de Navidad de su Santa Claus violento, así como en la reimaginación homofóbica de Baby para burlarse de Justin Bieber; y también en su versión de Gangnam Style titulada Afganistán, donde él mismo es enviado a este país para, según la historia, dejar de masturbarse. Más recientemente, homenajeó a su personaje El Peluca creando un himno roquero llamado El Peluca Sape.
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Millones y millones de vista ascendieron (y siguen creciendo) a lo que Adrián responde que es una respuesta a su diversión. No le gusta considerarse pionero del contenido seriado en YouTube; las etiquetas “me chupan un huevo”; solo le interesa dar su versión de los personajes de la cultura pop.
Aún así, los “trailerazos” son solo la red de pesca que lanzó Narío para su audiencia. Su personaje, el Bananero, es el que contempla la mayor cantidad de vistas en su canal.
Adrián supo que su personaje estrella, encarnado por sí mismo, sería la mejor manera de esculpir sus locuras. Para finales del 2000 lanzó el video Muñeca System, que le daría pie a su género favorito: el falso tutorial.
Muñeca System es una suerte de anuncio de teletienda en el que se ofrece una muñeca inflable. El discurso es brutalmente descarado en su sexismo y, sin pelos en la lengua, alaba a una muñeca sexual porque no trae las “cargas” que implica una pareja.
Es innegable que todas estas características convierten a Narío en un autor. Es difícil etiquetarlo como un artista (ni a él mismo le interesa adquirir ese título) pero su trabajo revela que es un realizador amante de las películas de serie B, en la que no se resiste por los montajes evidentes y las voces implantadas. Narío un gran editor y sincronizador de voces; además él actúa, dirige, escribe y edita sus videos. Todo solo. Su talento para crear mundos paralelos y videos con firma de autor es absoluto.
De hecho, Narío actualmente trabaja en una productora audiovisual, donde obtiene dinero que complementa con sus ganancias en YouTube.
“Con El Bananero me gano, al menos, lo que me tomo en cervezas: mil dólares al mes”, fue la respuesta que dio el creador cuando se le preguntó por lo que recibió en su canal durante el 2016. Además, Narío realiza giras continentales cada cierto tiempo para ganar algunos dólares extra.
El Bananero aprovecha su fama para hacer giras desde hace cinco años. Perú, Colombia, Argentina, Ecuador, México, Uruguay, Chile, Bolivia y Costa Rica han sido parte de sus visitas.
¿En qué podrían consistir los shows de esta estrella de YouTube? Pues fiel a su estilo impredecible, el Bananero presenta espectáculos antinarrativos en los que tira condones y juguetes sexuales a un enérgico público al que le basta escuchar un grito de “Peluca sapeee” para quedar satisfecho.
De espaldas a la corrección política
Los primeros videos de El Bananero fueron verdaderamente gráficos y, en un comienzo, solían mostrar órganos sexuales. Tras las regulaciones de YouTube, sus videos fueron eliminados de la plataforma y se vio obligado a colocar un cartel de censura para algunos pasajes de sus videos.
“La plataforma (YouTube) es la democratización de la gente creativa, cualquiera puede subir y hacer videos. Muchos lo hacen por la guita, no para garchar como hacíamos antes en las bandas de rock. Ahora está el puto de HolaSoyGermán, el maricón de Rubius, los bloggers que hablan de su vida y a nadie le importa. Está todo hecho como con un filtro que amalgama y no hay nada distinto”, dijo al Clarín.
Narío podrá ser incorrecto, pero no es ningún tonto. Su canal tiene una filosofía que sabe defender e, incluso cuando habla, deja entrever que Bananero y Adrián son dos personas distintas. Adrián es un hombre lúcido, consciente de su arrebatos; excusa su accionar con elocuencia y siempre se comporta amable con sus entrevistadores.
En defensa de su trayectoria, señala que “la educación de los niños es de los papás, no mía”, dice, asegurando que su trabajo es para adultos.
En una antigua entrevista con La Nación dijo que no tiene remordimientos de lo que ha hecho. Si se ha arrepentido de algo fue porque pudo ser “más chotero, más descarado, más fuerte”.
Justamente, su inspiración para seguir haciendo videos es la adrenalina que le generan las posibles polémicas de sus videos.
Cree que, justamente esa irreverencia, justifica el porqué de su éxito. “Yo creo que la gente respeta a alguien que es genuino, a alguien a quien todo le chupa un huevo”.