Caminar más de 500 kilómetros, a los 70 años de edad, es una meta que paso a paso y metro a metro cumplió este 2022 el doctor Juan José Madriz, impulsado por una pasión por el senderismo que acuñó hace apenas cinco años. Nunca en su vida practicó un deporte de alto impacto y mucho menos había entrenado con tanto ahínco para realizar una locura como la que se planteó poco tiempo antes de que la pandemia atacara al mundo: hacer el camino de Santiago de Compostela, en España.
Recién pensionado, a sus 65 años, el doctor Madriz comenzó a gestar el sueño que lo llevaría a caminar en solitario, meditando y haciendo planes para el futuro; sin embargo, la pandemia evitó que su recorrido fuera en España, hacia la Catedral de Santiago de Compostela, en Galicia. Pero como el entrenamiento y la preparación ya habían empezado y llevaba buen ritmo, el doctor Madriz decidió emprender su viaje, pero a la tica.
Esos 535 kilómetros que había planeado recorrer hacia Santiago de Compostela los trazó en Costa Rica: caminó durante 26 días por paisajes nacionales para completar su hazaña. En solitario, por calles sin aceras, por autopistas y hasta alrededor del lago Arenal, Madriz cumplió lo que en un principio tenía todas las características de ser una locura.
“Cuando me pensioné mi primer proyecto de jubilación fue subir al cerro Chirripó, fue un reto grande. Con 65 años logré esa meta y quedé con la afición por caminar y hacer senderismo”, recordó Madriz sobre sus “primeros pasos”. Después de conquistar la cima más alta de Costa Rica, el doctor hizo otros recorridos en el parque Corcovado e hizo caminatas desde su casa, en Pavas, hasta Santa María de Dota y Quepos.
“Un buen día me dije por qué no hacer el camino de Santiago, en España, y empecé a prepararme. En eso llegó la pandemia y se acabó todo el plan de cruzar el Atlántico para ir a caminar a allá”, comentó.
Pero, ¿porqué el doctor Madriz quería hacer ese camino tan intenso y largo? Antes de responder la pregunta, repasemos de qué se trata el camino de Santiago de Compostela.
Durante más de 1.000 años, cuenta la historia, este camino ha conducido a miles peregrinos hasta el santuario del apóstol Santiago el Mayor.
En Costa Rica hay cuatro templos dedicados a Santiago: las ruinas de Cartago, el de Santiago de Puriscal, la iglesia de Río Segundo de Alajuela y en Sarchí”
— Juan José Madriz
De acuerdo con la página web oficial de la peregrinación a Compostela, la tumba del apóstol fue hallada en el año 813 en el monte sagrado de Libredón. Ese lugar se convirtió después en la catedral de la ciudad y, desde entonces, “atraería las huellas de los caminantes” hasta convertirse en un destino no solo de peregrinación y fe, sino de arte, cultura, deporte y turismo.
“Así como las rutas que conducen a Santiago son muchas, múltiples son también las vías para el hallazgo más íntimo, ese que aseguran experimentar todos los peregrinos a medida que avanzan por los caminos de los encuentros fortuitos o de la soledad, de las voces y del silencio, del paisaje umbrío o la seca llanura, en pos de una única meta: Santiago de Compostela”, explica el sitio de la oficial de la caminata.
El doctor Madriz, animado por lo que había escuchado y leído, quería vivir esa singular e introspectiva experiencia. Retarse a sí mismo y disfrutar de los parajes prometidos, fueron sus motivos para soñar en tan singular andanza.
“En el Camino de Santiago se recorre una parte muy linda de España, es muy interesante y fuerte dependiendo de cómo la quiera hacer, si se arranca en los Pirineos franceses son 700 kilómetros, hay quienes hacen el recorrido de más cerca, con caminatas menores. Entonces, yo me dije que si no podía ir hasta allá para hacer la caminata, entonces que iba a hacer mi propio Camino de Santiago en Costa Rica”, comentó Madriz.
Y así fue, el doctor realizó todo un estudio previo para montar su recorrido. Los entrenamientos diarios que hacía, caminando varios kilómetros desde su casa hasta sitios en Alajuela o La Sabana, cargando un chaleco con peso, los fue combinando con viajes en carro para hacer una exploración de los lugares que iba a recorrer. Su idea era estudiar el terreno, los hoteles y lugares de descanso donde iba a pasar las noches; estos recorridos los hizo muchas veces en compañía de su esposa Ligia Badilla.
La familia: preocupación y un apoyo incondicional
La esposa del doctor Madriz -doña Ligia-, y sus hijos Juan Carlos y Mauricio, le dieron todo el apoyo que necesitaba. Sin embargo, no dejaron de preocuparse por la locura que emprendió su ser querido.
“Una aventura de este tipo requiere planificación, disciplina, sentido común y un poco de osadía. Pero la sensatez tiene que imperar, uno no puede decir: ‘me estoy muriendo, pero sigo’, jamás; si se está muriendo pare, no se trata de morir”, advirtió Madriz.
Las preocupaciones de la familia eran diversas, pero el ímpetu de Madriz las fue calmando, al menos un poco. Además, la tecnología fue una buena aliada para tranquilizar a la esposa y a los hijos, ya que idearon un plan para mantenerse en contacto constante con el caminante: una aplicación telefónica para ubicar al doctor en tiempo real y también la comunicación vía telefónica fueron fundamentales durante la aventura.
“Nos dio mucho susto y temor, primero porque él iba solo y segundo porque es muy riesgoso el hecho de caminar en carretera, ya que la mayoría no están aptas para un caminante. Pero le dimos todo el apoyo, ya vimos que su decisión estaba tomada y nada podíamos hacer”, recordó doña Ligia.
De acuerdo con la página web oficial de la peregrinación a Compostela, la tumba del apóstol fue hallada en el año 813 en el monte sagrado de Libredón. Ese lugar se convirtió después en la catedral de la ciudad y desde entonces “atraería las huellas de los caminantes” hasta convertirse en un destino no solo de peregrinación y fe, sino de arte, cultura, deporte y turismo.
“Mis hijos antes de salir le hicieron prometer que si alguna vez estaba cansado o ya no podía, que se detuviera. La idea era que disfrutara, no que fuera un sacrificio”, contó la esposa.
“Dichosamente no hubo un momento en que yo dijera que iba a tirar la toalla, todo dependió de una buena preparación”, agregó Madriz.
Santiago, la meta; Costa Rica, el recorrido
Algo que el doctor Madriz tenía muy claro desde el principio, era el lugar donde iba a terminar su caminata. Como la idea era llegar a una iglesia dedicada al apóstol Santiago, el doctor analizó varias opciones. “En Costa Rica hay cuatro templos dedicados a Santiago: las ruinas de Cartago, el de Santiago de Puriscal, la iglesia de Río Segundo de Alajuela y en Sarchí”, comentó Madriz. Con estos destinos identificados, el doctor se decantó por el templo puriscaleño, diseñando una ruta para completar los 535 kilómetros de camino.
En el plan de aventura, la caminata estaba señalada para efectuarse en febrero, pues por razones climáticas era el mejor momento, según el doctor. Además de hacer un estudio minucioso del recorrido, Madriz se asesoró con especialistas en nutrición, ortopedia, acondicionamiento físico y hasta cardiología.
“Quise asegurarme de que no me estaba embarcando en un reto para el que mi cuerpo no estuviera preparado”, comentó.
Planeó una dieta especial para la caminata (que aclaró no siempre se pudo cumplir al pie de la letra), con un desayuno muy fuerte para poder caminar al menos ocho horas seguidas por día. Por la tarde hacía una segunda comida fuerte, tipo almuerzo/cena, y en horas de la noche comía una fruta.
Las etapas de recuperación las aplicaba cuando llegaba a los sitios de descanso, como hoteles o cabinas, que había alquilado previo a salir en la caminata. “Me bañaba por la noche, ponía los pies en alto al menos media hora y a eso de las 8 o 9 de la noche ya estaba listo para dormir, porque al día siguiente salía muy temprano para evitar las horas de sol fuerte”, afirmó.
En cuanto a la parte técnica, el doctor se había preparado muy bien. Portaba la carga necesaria para sobrevivir a los días y noches, así como a situaciones inesperadas o riesgos de salud.
“Llevaba una mochila que pesaba unos 5-6 kilos y cuando cargaba agua subía a 7 u 8. Las tenis fueron traídas especialmente para la caminata, usaba camisetas de manga larga. También usé una faja con dos cantimploras para el agua y un sombrero que me cubría la nuca”, recordó.
Curiosamente, las tenis que usó para el recorrido de 535 kilómetros ya las había utilizado para entrenar previamente y, al finalizar su travesía, están “enteriticas”, dijo.
También usó guantes especiales y bastones como apoyo en ciertos trayectos. Además, cargó con ciertos medicamentos y ungüentos para aliviar el dolor muscular (sí, el Cofal y el Zepol no podían faltar).
La gran aventura
La salida fue el 8 de febrero, el martes después de la primera ronda de elecciones presidenciales en nuestro país.
El diseño de la ruta tuvo como salida Pavas. De ese punto, la primera parte de la caminata lo llevó a Alajuela, para luego continuar a Grecia, Naranjo, Zarcero, Ciudad Quesada, Chachagua y La Fortuna de San Carlos. En este último sitio descansó un par de días.
El recorrido siguió por el lago Arenal (al que duró tres días en rodear), Tilarán, Los Tornos de Monteverde, Santa Elena, Guacimal, Sardinal y El Roble de Puntarenas. En El Roble se encontró con su esposa y unos amigos, allí descansó dos días.
La tercera etapa inició en el Hotel Fiesta, de ahí se dirigió hacia Pozón, Orotina, Tárcoles, Jacó, Esterillos, Parrita y tuvo un descanso de dos días en Quepos. Por último, comenzó su trayecto hacia Puriscal.
Durante la caminata hubo momentos muy fuertes, debido al cansancio natural de un recorrido a pie tan extenso, ya que por día recorría en promedio 30 kilómetros (unos días más, otros días menos) en aproximadamente 17 horas.
“Una de las partes más difíciles fue de Parrita (Puntarenas) a Mastatal (Puriscal) porque son tirones fuertes de 30 kilómetros. Después, para llegar a Santa Marta, son otros 30 y para llegar finalmente a Santiago es una pura cuesta de 11 kilómetros. Ahí se suben 1.000 metros de altura en tres días, en 71 kilómetros”, recordó.
Otro punto que fue muy pesado fue el camino entre Tilarán y Los Tornos de Monteverde.
“Me enfrenté a la lluvia hasta que llegué a La Fortuna, al viento durante todo Tilarán hasta llegar a Guacimal, al calor desde Sardinal de Puntarenas hasta Quepos y también al polvo, porque la carretera de Parrita a Puriscal tiene como 12 a 14 kilómetro de asfalto y todo lo demás es lastre, piedra y polvo”, recordó el caminante.
Las ampollas en los talones llegaron en la bajada de Zarcero a Ciudad Quesada. Cuando caminó de Ciudad Quesada a Chachagua se le hizo una ampolla en la base del dedo gordo del pie.
“En esos momentos paraba unos 15 o 20 minutos para ponerme vaselina y hasta hielo para calmar el dolor. Tuve ampollas durante 10 días”, recordó. Sin embargo, físicamente esa fue la única dolencia del doctor en su travesía, pues por suerte no tuvo ningún otro acontecimiento doloroso.
Recuerdos
Por supuesto que un recorrido de 535 kilómetros deja muy buenos recuerdos y anécdotas. Según contó Madriz, fueron más los buenos momentos que los malos.
“Hubo una experiencia un poco surrealista y pasó cuando me quedé a dormir en un lugar que no pude ver antes de la caminata. Era una estructura de madera abierta, no tenía ni puertas ni ventanas, y a su alrededor no había nada, solo bosque. Me sentía como en la casa de Tarzán. Así dormí una noche, pero como los pueblos nuestros son muy sanos y hay tanta gente buena, estuve bien”, narró.
En la memoria de Madriz quedarán muchas imágenes, sonidos y hasta olores que lo llevarán a recorrer el país cada vez que los recuerdos lleguen a su cabeza. “La ventaja de caminar es que uno puede parar cuando quiera, manejando no. Se puede ver todo lo que hay, se escuchan los pájaros, las sierras, los ruidos de la montaña, se disfruta del olor a café tostado, a fogón de leña, a lechería y, por qué no, hasta de boñiga. Es una experiencia enriquecedora”, dijo.
Madriz tuvo el privilegio que muchos no disfrutamos: poder ver Costa Rica desde la raíz, de disfrutar a flor de piel el entorno. “Este es un bello país, en el Valle Central, Naranjo, Zarcero y Ciudad Quesada esos paisajes son hermosos. En Santa Clara es una belleza ver sus llanuras, en el volcán Arenal ver los potreros llenos de vacas, las flores, después viene la belleza del lago cuando uno lo va bordeando”.
Además agregó: “Luego vienen las montañas de Monteverde y de Tilarán, también se ven cosas hermosas en la bajada de Santa Elena, Guacimal, las vistas del Golfo de Nicoya, las islas, el mar. Después se mete uno en la bajura y empieza a ver pájaros, monos y gente muy buena”.
“Al final se relaciona con el mar y sus atardeceres, el calor. La serranía de Puriscal es bellísima”, complementó.
Algo que siempre atesorará en su corazón, insiste el doctor Madriz, es que conoció a ‘lindas y buenas personas’ en su camino. También recuerda que comió rico muchas veces, en especial una vez que desayunó un picadillo de papaya verde con carne.
“El dueño de un hotel en San Carlos, Carlos Arroyo, cuando le contamos de la travesía me ofreció la habitación de cortesía porque dijo que lo que iba a hacer era algo muy bonito. Muchas veces en el camino paraban los carros a ofrecerme llevarme a donde fuera. En Naranjo alguien me tiró una mandarina, en La Fortuna le compré una pipa a una señora y me regaló un banano para el potasio”, recordó.
“En la carretera Interamericana, donde están ampliando el camino, hay unas trochas y un trabajador me ofreció agua fría y no tenía por qué hacerlo. Ese tipo de personas es el mejor recuerdo que tendré”.
Una de las anécdotas más lindas que vivió Madriz fue cuando se detuvo en una estación de gasolina, en Puntarenas, para comprar agua y una bebida hidratante.
“Paró un carro del ICE, se bajó un muchacho y me preguntó que a dónde caminaba, porque me habían visto hacía unos días en Guanacaste. Me felicitó y me preguntó si me podía hacer un regalo. Me dijo ‘yo no sé de qué religión es usted, pero le voy a dar esto para que lo acompañe’. El regalo fue un rosario pequeñito de color azul que se convirtió en un elemento simbólico, es la personificación de cuánta gente buena hay en nuestro camino”.
La llegada
El último tirón para llegar a la iglesia de Santiago de Puriscal fue de 11 kilómetros y los recorrió en dos horas y media. Lamentablemente la parroquia está en abandono, debido a que se dañó en un terremoto, por lo tanto no pudo entrar al edificio.
Sin embargo, sí terminó su camino en el lugar que se había propuesto al principio. El 5 de marzo fue el último día de caminata y al final de su travesía al doctor Madriz lo esperaba su esposa, sus hijos y unos amigos.
“El paso en Puriscal estaba interrumpido porque estaba dañado el puente de Quebrada Honda. Mi familia no me pudo recibir en la iglesia, así que tomé un bus para llegar donde me estaban esperando”, contó.
Madriz terminó de caminar a eso de las 11 a. m. Sus seres queridos lo esperaban al final con los brazos abiertos y una celebración que incluyó globos, aplausos, besos y abrazos. Todos fueron a almorzar para festejar la culminación de la aventura.
-¿Qué fue lo primero que hizo cuando llegó a la casa?-
“Llegué a sacar ropa sucia de la mochila (risas). Pero en la noche, cuando me acosté en mi cama, sentí riquísimo”.
Aunque la decisión de emprender este Camino de Compostela a la tica fue propia y sin ánimo de ser inspiración, el doctor Madriz tiene un mensaje muy importante para las personas.
“No hay empresa pequeña, tampoco hay emprendimientos imposibles, solo hay que tener una buena disciplina. Podrán decir que sí, que 535 son muchos kilómetros, que pasé un mes caminando, pero esto se vive un paso a la vez, un día a la vez, como la vida”, finalizó.