La primera vez que escuché el nombre de Lorena Bobbitt fue en 1993, en un avance de noticias de la cadena internacional CNN. Tenía 17 años y estaba por ingresar a la universidad. La presentadora reseñaba un juicio en Virginia, Estados Unidos, de una inmigrante latina, llamada Lorena, que le cortó el pene a su esposo. “Vieja loca”, pensé.
A partir de ahí, y gracias a que teníamos en casa una antena parabólica que me permitía ver algunos canales de noticias de Estados Unidos, me embarqué en una travesía con el fin de alimentar el morbo que me producía esta increíble e inaudita historia: mujer desquiciada y vengativa mutila el pene de su marido. “¡Pobre hombre”, me decía para mis adentros.
El hecho de que esa mujer era violada, golpeada y maltrata a diario por su esposo poco me importó. Es más, creo que ni siquiera me lo plantee. Los medios de comunicación en Estados Unidos, y en el resto del mundo, tampoco. El héroe y protagonista aquí era un pene reconstruido: ¿mantendría sus mismas facultades?, ¿se verá igual?, ¿tendrá el mismo tamaño?
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Esas, y miles de preguntas más, nos haríamos millones de personas alrededor del mundo, muertos de las risa por las bromas que rodearon este caso. Sí, nos reíamos de la desgracia de una mujer que era brutalmente violada en la intimidad de su casa.
¿Vieja loca?, ¿pobre hombre? Aquí los únicos locos y pobres fuimos todos los que nos dejamos seducir por la fiesta mediática, y hasta que vi este documental llamado Lorena –disponible en el servicio de streaming Amazon Video Prime– entendí lo equivocado que estaba, al dejarme cegar por el machismo. Hoy siento vergüenza de lo que dije, pensé y me reí. ¡Perdón, Lorena!
Fenesí mediático
Cuando alguien preguntaba sobre el caso de Lorena Bobbitt, yo levantaba la mano. Me creía un experto y, por eso, cuando anunciaron la docuserie de cuatro capítulos, me alisté con palomitas en mano para verlo y rememorar esa vieja historia de hace 25 años.
El primer capítulo es un resumen de cómo se vivió la cobertura mediática cuando se dio a conocer el suceso, que ocurrió el 23 de junio de 1993.
En esos primeros 60 minutos todo era como lo recordaba hace un cuarto de siglo: bromas, chistes y risas, en medio de un primer juicio en el que se acusaba a John Bobbit de abusar sexualmente de su esposa. Era tal y como lo recordaba. ¡Seguía siendo el experto en este caso!
En esa oportunidad, ese primer proceso no pudo ser televisado y por un tecnicismo legal del estado de Virginia, el jurado solo podía considerar los hechos ocurridos cinco días antes del incidente para culpar al imputado.
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Además, para poder declarar culpable a un esposo de violar a su pareja en esa época se debía cumplir dos requisitos: que estuvieran separados al momento del crimen y que la víctima sufriera un daño permanente, físico y psicológico, después del abuso cometido en su contra. Bajo esas circunstancias, para nadie fue una sorpresa que se declarara inocente a John Bobbitt.
Fue en los siguientes tres capítulos que fui dejando de lado las palomitas por el asco que sentí al darme cuenta de que yo había sido parte de todo ese circo mediático y que del caso de Lorena Bobbitt no sabía nada. ¡Solo conocía la versión del pene mutilado!
En un segundo juicio, que se desarrolló dos meses después del primero, Lorena era la imputada y estaba siendo juzgada por agresión. Es decir, podía parar en la cárcel. Claro, para muchos era lo que merecía una vengativa mujer que quiso castrar a su marido.
A diferencia del primero, ese juicio sí fue televisado, y los medios de comunicación, principalmente en el país del norte, empezaron a transmitir todo lo relacionado con el proceso judicial, enfocándose en la recuperación de John Bobbitt. ¿Una mujer agredida? De nuevo, a quién le importa.
Las decenas de testigos y los reportes de la Policía que presentó la defensa para corroborar cómo Lorena era brutalmente golpeada y violada sin piedad quedaron en el olvido, cuando los medios de comunicación decidieron que lo importante era cómo había recobrado sus facultades un pene mutilado.
Programas como Saturday Night Live o The David Letterman Show no dejaban de alimentar sus ratings a costa de las desgracias de Lorena: “Qué bueno que encontraron el miembro, hubiera sido raro verlo en un cartón de leche” (donde se muestran a personas desaparecidas en EE UU)”, o “El menú de hoy está patrocinado por Lorena Bobbitt: salchichas a la parrilla”, reseña El País de España.
Pero quizá, las peores bromas las realizó el comediante Howard Stern. La personalidad invitaba con frecuencia a John Bobbitt a su programa de radio e, incluso, años más tarde, le financiaría una cirugía para alargarle el pene, que terminó siendo un fiasco.
“No creo que él la estuviera violando... Ella no es tan hermosa" o “Ningún detestable merece lo que hizo esa psico-perra”, decía mientras miles de radioescuchas se reían. ¡Nadie decía nada!
Al final del segundo juicio Lorena fue declarada inocente por haber actuado bajo un estado de “perturbación mental temporal”. Sin embargo, la obligaron a internarse un mes en un centro psiquiátrico, mientras su esposo empezó una gira por todo Estados Unidos, aprovechando la publicidad que recibió.
Conciencia
El gran mérito que tiene este trabajo documental, que estuvo bajo el mando de Joshua Rofé (quien solo tenía 10 años cuando ocurrieron los hechos), y el ganador del Óscar Jordan Peele como director ejecutivo, es que sin ser invasivos, moralistas o sentimentales, logra mostrar la realidad más allá de lo que muchos solo quisimos ver: un pene mutilado.
También nos ayuda a reflexionar de cómo nunca, en estos 25 años, nadie más se detuvo a pensar en las razones del porqué Lorena le cortó el pene a su esposo.
En los cuatro capítulos, Rofé no necesitó poner a Lorena como una víctima: aquí las únicas víctimas éramos nosotros que gracias a nuestra ignorancia y desinformación, convertimos a un abusador en la estrella pop del momento, que hizo de todo para mantener la atención: desde ser actor porno hasta oficializar matrimonios en Las Vegas. ¡Qué mal que estábamos!
Lo más importante es que esta producción nos ayuda a sensibilizarnos con la problemática de la violencia doméstica, lo poco que sabemos de las víctimas y la pobre ayuda que reciben, y nos hace cuestionarnos cuánto hemos cambiado en 25 años.
Una pregunta muy válida de hacerse en este Día Internacional de la Mujer cuando, recientemente, Estados Unidos elige como presidente a un hombre que ha sido acusado de acoso y meses después se destapa uno de los mayores escándalos en Hollywood: el de Harvey Weinstein y la manera en la que atacó y abusó de muchas actrices aprovechándose del poder que tenía. Este tipo de violencia también nos ha hecho reflexionar cuando un expresidente y Nobel de la Paz de Costa Rica fue acusado de agresión sexual.
También nos ayudó a conocer a la víctima más allá de lo que la hizo famosa y cómo esta ecuatoriana se sobrepuso a las burlas de un país entero, rehizo su vida y creó la Fundación Lorenas Red Wagon para ayudar a sobrevivientes de violencia doméstica.
De la vida de John Bobbitt... mejor se los dejo de tarea para que vean el documental.
Finalmente, me quedo con una de las frases que dijo al final del documental una de las actrices porno que conoció a John Bobbitt: “Cortan millones de clítoris en África y nadie escucha una palabra al respecto, pero cortan un pene y se paraliza un país. Es un mundo de hombres”.