La inocencia se perdió en el pueblo de Guachipelín de Escazú (y en toda Costa Rica) el 19 de noviembre de 1985. Una niña de apenas ocho años desapareció cuando iba de regreso de la escuela a su casa. Su familia la buscó incansablemente, los vecinos se sumaron, las autoridades hicieron lo posible por hallarla; pero no fue hasta cinco días después que Evelyn Bustos Villavicencio fue encontrada sin vida en un cafetal.
A la pequeña la habían asesinado de una manera brutal: recibió 17 puñaladas y fue abusada sexualmente. Su cuerpo estaba semienterrado en un hueco y fue tapado con algunas hojas y basura del cafetal. Los niños ya no estaban seguros porque en Guachipelín rondaba El Chacal, nombre que se le dio al individuo responsable del atroz crimen.
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El asesinato de Evelyn conmovió a la sociedad de la época. Aquello de que los chiquillos se fueran solos a la escuela con sus compañeritos quedó en el olvido, los juegos de horas y horas en la calle estaban prohibidos, las familias empezaron a cuidar más a los pequeños porque existía el temor de que alguno fuera atacado por algún criminal parecido al Chacal.
“Recuerdo que la gente andaba muy conmovida con la familia de la niña, así como también había una mezcla de rabia, impotencia y temor. Todo el mundo, especialmente las mujeres, andaban con mucho temor en la calle, tanto por ellas como por sus hijos”, narró Miguel Rojas Campos, quien para cuando sucedió el caso de Evelyn tenía 16 años y vivía en Alajuela.
“Cuando era niño de escuela, antes de que pasara lo del Chacal, todos los niños salíamos a jugar a veces hasta a kilómetros de distancia de nuestras casas. Mis papás y todos los padres de la época no se preocupaban porque no existía el peligro ni la malicia de que algo nos fuera a pasar, inclusive en las noches”, agregó Rojas.
Con él concuerda Luz Rojas, vecina de Alajuelita, cantón al que la familia Bustos Villavicencio se mudó tras la muerte de su hija. “Había un enojo muy grande por lo que le pasó a la chiquita. La gente estaba muy brava y pedía que lincharan al Chacal, como se le empezó a decir. Los chiquitos ya no podían salir tranquilos porque había mucho miedo, más que eso pasó muy cerca de aquí”, contó Luz.
La indignación de las personas por el crimen trascendió Guachipelín, tanto así que el día que se dictó sentencia por el asesinato, en la sala había más de 100 personas esperando escuchar el castigo que se le iba a imponer al acusado.
Por el asesinato fue condenado Luis Fernando Hernández Ramírez a 25 años de cárcel. El hombre fue señalado por testigos y las autoridades habían logrado dar con él por medio de un retrato hablado —el primero que se hizo en el Organismo de Investigación Judicial (OIJ)—. Además, otras pruebas técnicas incidieron en su condena.
A continuación los detalles de esta dolorosa historia que marcó un antes y un después en la sociedad costarricense.
Desaparición
En un día normal de clases, los estudiantes de la Escuela de Guachipelín de Escazú salieron un poco antes de lo esperado porque las maestras del centro educativo tenían una reunión.
Evelyn y una compañerita siempre viajaban juntas, pero ese martes 19 de noviembre de 1985 la amiguita estaba enferma, por lo cual Evelyn caminó sola hasta su casa. La distancia entre la escuela y el hogar era de aproximadamente dos kilómetros y medio.
Vecinos y otros niños dijeron que vieron a Evelyn pasar por la casa de su amiga, pues en apariencia ella fue a saludar y a preguntar por su salud. Después de la visita siguió con su camino.
Durante la mañana de ese día un hombre extraño a la comunidad rondaba la escuela, también se le vio visitar bares y otros locales comerciales en los alrededores del pueblo. Cuando las educadoras lo vieron cerca de los niños le preguntaron quién era y él se identificó como un vendedor de clubes de viajes.
Había mucha confianza, bajo esa perspectiva se tomaban decisiones que en algún momento no se pensaban que iban a incurrir en un riesgo. En este caso de Evelyn lo que pasó fue eso, que había confianza. Ella generalmente iba acompañada a la escuela, pero ese día se movilizó sola”
— Gerargo Castaing, ex investigador del OIJ
Todo transcurrió con normalidad en el barrio hasta que llegó el mediodía y Evelyn no había regresado a casa. Su hermana mayor fue a buscarla en bicicleta a la escuela, pero no la encontró. Sus padres José Bustos y Polonia Villavicencio empezaron a buscarla, los vecinos también. Se dio aviso a las autoridades a eso de las 7 p. m.; la niña no aparecía y la angustia de la familia era grande.
Comenzaron los comentarios de unos y otros. Algunos niños dijeron que habían visto a un hombre extraño cerca de la escuela, incluso algunos contaron que el sujeto les había dado un cubo (una especie de herramienta para quitarles las candelas a las motos y a los carros). Otros vecinos contaron que el hombre se veía sospechoso, que andaba bien vestido y que curiosamente tenía un problema al caminar: juntaba las rodillas y ladeaba uno de sus pies hacia adentro. Esa particularidad más adelante fue clave para la resolución del caso.
Desde el martes y hasta el viernes la búsqueda siguió por parte de familia y particulares, también con el apoyo de los oficiales de la Guardia de Asistencia Rural de Escazú y la Guardia Civil. Ese viernes 22 de noviembre agentes de la Sección de Delitos Varios del Organismo de Investigación Judicial se sumaron a las averiguaciones.
El cuerpo de la niña apareció el sábado 23 a las 9 a. m. en un cafetal. Fue hallado por unos vecinos que hicieron grupos de búsqueda.
El caso de Evelyn siguió siendo noticia en los medios de comunicación durante varios días por la indignación y el miedo que se vivía, ya que las autoridades no habían detenido a ningún sospechoso del crimen. Días antes y después del homicidio, en Guachipelín de Escazú se dieron avisos de hombres que se mostraban desnudos a niñas y mujeres en los alrededores del pueblo, lo cual aumentó la preocupación.
Los vecinos se organizaron para pedirle a la policía más seguridad en el sector, además ya no dejaban que sus hijos salieran a jugar tranquilos y los acompañaban a la escuela. Según una nota publicada en La Nación, las personas de Guachipelín ya no querían salir de sus casas solas, había mucho miedo.
“En los años 80 la sociedad costarricense era todavía de tipo patriarcal, entonces en las comunidades todas las personas estaban bien identificadas, había mucha interrelación entre los vecinos y las familias. Generalmente se conocía a los delincuentes que había, que eran ladrones que hurtaban o los adictos. El control social era muy efectivo”, explicó Gerardo Castaing, investigador retirado del OIJ, criminólogo forense y quien también fungió como jefe del organismo.
“Había mucha confianza, bajo esa perspectiva se tomaban decisiones que en algún momento no se pensaban que iban a incurrir en un riesgo. En este caso de Evelyn lo que pasó fue eso, que había confianza. Ella generalmente iba acompañada a la escuela, pero ese día se movilizó sola”, recordó el especialista.
El primer retrato hablado
¿Cómo dieron las autoridades con el sospechoso? Como mencionamos antes, la prueba testimonial de los vecinos fue de suma importancia para la investigación y ahí es donde entra a jugar un papel muy importante el talento de un hombre que trabajaba como conserje en el OIJ.
Hernández contó que se encontró a la niña en un lugar solitario y que la invitó a apear naranjas en un potrero. En determinado momento Evelyn empezó a gritar por lo cual él le dio un golpe en la cara que le hizo perder el conocimiento.
“A raíz de los aportes de unos vecinos y de unos niños de la zona se logró hacer un retrato hablado, el primero en la historia del OIJ”, afirmó Castaing.
El artista encargado de realizar de manera empírica ese retrato hablado fue Marvin Calderón Badilla, quien para el momento del caso de Evelyn trabajaba en limpieza en el organismo. En una entrevista con el diario La Teja, en el 2017, Calderón recordó que cuando empezó a laborar en la institución preguntó dónde era la unidad de retratos hablados y la respuesta que recibió era que no existía.
Calderón le contó a su jefe que él era dibujante y le mostró varios de sus trabajos. Tiempo después le llegó la oportunidad de ayudar a esclarecer un crimen: el de Evelyn.
“El secretario general llegó y me dijo: vamos para que usted haga algo, un retrato o algo así del hombre que mató a esa niña. Habían mandado a traer a unos estudiantes de la Universidad de Costa Rica para que colaboraran.
“Llevaron a un compañero de Evelyn, a una hermana de ella y a un muchachito más grande. Ellos me dieron la descripción del personaje ese y yo hice el retrato con la ayuda de lápices de dibujo, una especie de borrador y una hoja de papel”, le narró Calderón a La Teja.
Sin experiencia, de manera empírica, pero con las ganas de ayudar, Calderón hizo el retrato que se publicaría en los medios de comunicación para pedirle a la ciudadanía información sobre el hombre que se veía en la imagen.
Las pistas que los testigos fueron dando ayudaron al camino de la investigación. Había datos importantes que se tomaron en cuenta: primero lo que menciona Castaing sobre el control social que existía en la época, pues el que todos los vecinos se conocían fue clave, dado que el hombre extraño que rondaba Guachipelín el día de la desaparición de Evelyn llamó la atención de los residentes.
Además, como el hombre había afirmado que era vendedor de clubes de viajes, este detalle específico ayudó a que los agentes delimitaran su investigación a un grupo de personas dedicadas a ese oficio. También la manera de caminar del sospechoso era muy particular y los testimonios fueron muy específicos en ese dato: juntaba las rodillas y uno de sus pies se ladeaba hacia adentro.
El sospechoso fue perfilado como una persona joven, de tez blanca, y con cabello negro ondulado. Con esas pistas la investigación siguió su curso.
La policía judicial convocó en sus oficinas a 2.000 vendedores de clubes de viajes del país para entrevistarlos. El 27 de enero de 1986 ya había un total de 1.990 personas entrevistadas y cuyos datos se registraron en el OIJ, pero ninguna de ellas coincidía con las descripciones... hasta que llegó una que sí.
Un vendedor vecino de Heredia había rechazado dos veces la entrevista, pero ese 27 de enero se presentó a la Sección de Homicidios del OIJ. En una crónica publicada en La Nación el detective a cargo de las entrevistas contó que cuando vio entrar al hombre y lo observó caminar de inmediato entendió que se trataba de la persona que estaban buscando.
Los rasgos físicos coincidían, además el zapato derecho que llevaba puesto el vendedor presentaba la suela gastada hacia adentro. “Desmoronado por las afrentas directas del oficial, en cuestión de minutos, el vendedor de clubes admitió ser el homicida de la niña y ofreció además detalles precisos con los que se localizó, un día después, la cuchilla empleada para acabar con su vida”, detalla la nota de prensa.
Ese hombre era Luis Fernando Hernández Ramírez, de 32 años.
Hernández contó que se encontró a la niña en un lugar solitario y que la invitó a apear naranjas en un potrero. En determinado momento Evelyn empezó a gritar, por lo cual él le dio un golpe en la cara que le hizo perder el conocimiento.
Tras la confesión las pesquisas llevaron a la policía judicial a realizar un allanamiento en la casa de Hernández. Allí encontraron la ropa que él llevaba puesta el día de la desaparición de Evelyn, así como unos cabellos que coincidían con unos encontrados en la blusa de la niña.
A inicios de febrero de 1986 la policía cerró su investigación y le entregó los resultados al Juzgado Quinto de Instrucción, con el informe del caso y la declaración del implicado, los reconocimientos de los testigos, los resultados de las pruebas de laboratorio de los cabellos hallados y el arma homicida.
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Condena
El juicio contra Hernández Ramírez empezó el 9 de abril de 1987. Un total de 20 testigos, entre adultos y menores de edad, rindieron testimonio en una de las salas de la Corte Suprema de Justicia, de San José, lugar que fue “inundado” por decenas de personas que, molestas, querían saber cuál era la sentencia para el sospechoso.
Declararon la amiguita de Evelyn -a quien ella fue a visitar porque estaba enferma-; también un vecino que dijo que vio a la niña dirigirse rumbo a su casa y unas mujeres que manifestaron que a eso de las 3 p. m. del día de la desaparición vieron a un individuo extraño, que por su ropa fina, llamó la atención de una de ellas, quien lo piropeó. Una de las testigos comentó en el juicio que al verle los zapatos gastados le gritó al hombre: “Cómpreles tapillas”.
El juicio se extendió un día más. El 10 de noviembre, a las 5 p. m., se declaró culpable a Hernández Ramírez por los delitos de homicidio calificado y abusos deshonestos. Por estas causas se le impuso una condena de 25 años de cárcel.
Tras la muerte de Evelyn, Costa Rica no volvió a ser la misma. Guachipelín ha cambiado con los años, ya no es aquel pueblito donde todos se conocían, pues ahora los grandes comercios con nombres en inglés y las casas de lujo abundan en el lugar.
También hubo cambios en la familia Villavicencio Bustos, que creció más después de perder a su niña; don Raúl y doña Polonia engendraron cinco hijos, siendo que la menor —que nació en abril de 1987— fue llamada Evelyn en homenaje a su hermana.
Se sabe que los Villavicencio encontraron apoyo por parte de empresas y personas para hacer una casita en Alajuelita y rehacer su vida, lejos de Guachipelín.
Con respecto a Hernández Ramírez, el criminal que todo el país identificó como El Chacal, purgó su pena y falleció el 1.° de febrero del 2019, a los 65 años.
“En su momento este caso fue de gran impacto; en la policía nos impactamos muchísimo porque fue una situación bastante fuerte. Este caso nos preparó porque después viene la masacre de La Cruz de Alajuelita”, concluyó Castaing.
En próximas ediciones de la Revista Dominical ampliaremos sobre otros casos que han forjado la identidad del OIJ a lo largo de estos años.