Walter Gavitt Ferguson Byfield, símbolo y exponente por excelencia del calipso limonense, falleció este sábado 25 de febrero e Cahuita. El legendario músico tenía 103 años y su muerte se da solo dos días después de que la Asamblea Legislativa lo declarara Ciudadano de Honor de Costa Rica. Compartimos la siguiente nota del 2020 como homenaje a su vida.
El hogar de Walter Ferguson, en Limón, es punto de encuentro para los fanáticos de la música, pero lo que pocos de ellos saben es que, por muchos años, esa casa a la entrada del Parque Nacional Cahuita fue también un lugar en donde cientos de cahuiteños encontraron cura para sus males.
“La gente lo buscaba mucho cuando tenían un golpe, una torcedura o algún dolor porque él les ayudaba a arreglarlo. No sé cómo él se hizo conocido por eso, pero una vez ayudó a uno y luego siguieron llegando personas por la casa”, cuenta Bernald Ferguson, uno de los hijos mayores del centenario músico.
Don Walter se dio a conocer también por ayudar a quienes tenían dolores de muela o querían sanarse la piel picada por el mosquito que da papalomoyo.
A sus 100 años, Walter Ferguson sigue viviendo en Cahuita pero ya no hace de curandero, pues no oye, ni ve bien y tiene dificultades para desplazarse.
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Pero 23 años atrás, una doctora argentina se encargó de registrar un poco de su conocimiento y el de otros cahuiteños en cintas de casete, que ahora se pueden escuchar por primera vez en el sitio de La Nación.
En las cintas de 1997 se puede escuchar en la voz de don Walter |explicar los beneficios de plantas como el cowfoot (conocida como Santa María) o del madame feet, para curar el papalomoyo.
“La sorosí ayuda mucho para el azúcar. Esto no cura la diabetes, pero te ayuda", se oye diciendo a Ferguson con la misma voz que ha cantado temas emblemáticos como Cabin in the Water.
Oyendo a Ferguson, uno se transporta a Cahuita, una comunidad en la que los remedios nacen en la tierra y que tanto han servido a sus familiares y conocidos.
Remedios
Don Walter no era como el personaje de la canción del yerberito que andaba promocionando sus servicios en la calle, al contrario, la gente iba a buscarlo o él se topaba situaciones en las que él podía colaborar. Aquí no había nada de “con esa hierba se casa usted”, sino más “yo he tomado esta opción...”.
“Mi papá no se consideraba médico, solo decía ‘yo para esa palpitación he tomado esta hierba, cowfoot’ y la gente le hacía caso. Él dice que eso le ayudó mucho a estar bien”, señaló Bernald.
Mucho del conocimiento de plantas medicinales de Walter Ferguson venía de las mujeres mayores de la comunidad, quienes mantuvieron vivo ese conocimiento por medio de la tradición oral, inciando por doña Sarah Byfield, mamá de don Walter.
“Mi abuela era como una enfermera y la gente también la buscaba mucho por eso. Hubo una señora aquí, Miss Isick, que curaba hasta neumonía, aunque no sé cómo lo hacía, pues ella murió antes de que yo naciera”, comentó Bernald, de 72 años. A todas luces, hablamos de conocimiento que va mucho más allá de la época de nuestros abuelos.
Hace algunos años, tener un accidente o un problema de salud en Cahuita “era salir a las 8 de la mañana y llegar a Limón centro hasta las 4 de la tarde”, recordó Bernald de la época en la que no había carretera a Limón centro. Si era un asunto urgente la gente debía buscar soluciones con lo que hubiese a mano.
Bernald Ferguson oyó de voz de su padre –así como lo oímos con las grabaciones– varias historias de remedios caseros, siendo una de las más importantes una que vivió don Walter en carne propia.
“De niño lo mordió una serpiente y había un señor que curaba eso, pero lo habían prohibido porque era un método complicado. La policía misma no dejaba que se usara ese remedio y un hombre se murió por no llegar a tiempo al hospital
“Cuando picaron a mi papá (don Walter), de alguna forma un poco clandestina mi abuelo le consiguió el remedio. Es una piedra que se mete en la herida y esa piedrilla extrae el veneno y cura a la persona. Mi papá cuenta que al día siguiente ya se sentía bien”, explicó Bernald.
¿Lo usaría?
En la casa de don Walter Ferguson o en la finca de la familia, que queda a cinco minutos en carro, se encuentran muchas de las plantas que don Walter utilizaba para curar.
“Cuando hay un golpe, él cree mucho en la naranja agria (como remedio). Hay que poner el jugo en una olla a calentar hasta lo más caliente que uno aguanta y lo pasa por la piel para sanar los moretones”, explicó Bernald.
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Eso sí, cuando alguien llegaba a casa de don Walter con una fractura o quebradura, la solución siempre era enviarlo al hospital.
Pero los remedios de Ferguson iban más allá de los moretes.
“Me contaba mi papá que como a sus 60 años, vio a un niño vecino de acá llorando y cuando preguntó qué pasaba le dijeron que el niño no podía orinar, estaba tapado. Y él dijo ‘ok, deme un chance’, y se regresó a casa. Acá teníamos un palo de nísperos y él tenía algunas semillas secas”, recordó Bernald.
Don Walter machacó las semillas y le dijo a la madre del niño que le hiciera un té con ese polvo, a lo que ella procedió de inmediato. Luego don Walter se topó al niño jugando tan feliz que no podía creer que fuera el mismo chiquito que lloraba hacía un rato.
Walter Ferguson también se hizo fama por curar a la gente de las picaduras del mosquito de papalomoyo, que dejan grandes –y feas– cicatrices en la piel. Su hijo recuerda una historia de una señora que conocieron mientras predicaban por los pueblos aledaños.
“Una vez encontramos a una señora por el lado de Hone Creek que tenía un papalomoyo. Él le preguntó ‘si le doy un remedio, ¿usted lo usaría?’ y ella dijo que claro, porque estaba muy mal. Él fue y buscó unas hierbas ahí mismo en el monte y le dio el remedio. Se vieron semanas después y la señora no tenía palabras para agradecerle”, recordó Bernald.
Para el papalomoyo no hay un remedio único, eso sí, porque según don Walter, lo que puede sanar a una persona no necesariamente funciona con otra. De hecho él usaba tres tipos diferentes de remedios.
“La gente quedó con esa idea de que mi papá curaba y los ayudaba, entonces a veces vienen a preguntar cómo se cura el papalomoyo”, señaló Doreen Ferguson, hija de don Walter.
“Ya él no se acuerda muy bien para qué sirven las plantas, le cuesta acordarse, pero hace unos años se enfermó alguien de la familia y él hizo un esfuerzo (por acordarse). No pudo decir nombres de las plantas, pero se acordaba en qué parte de la finca estaban, y la persona se pudo curar”, agregó la hija.
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Otro remedio importante es el cowfoot, una planta con una hoja de forma similar a la pezuña de vaca, que don Walter ha usado gran parte de su vida para curarse las palpitaciones del corazón. Cuenta Bernald que hace unos meses su padre le pidió un poco de cowfoot pero que si antes era fácil verla plantada a la orilla de la calle, ahora es más complicado encontrarla.
“Muchos terrenos donde había ese tipo de árboles se han ido urbanizando, se llenaron de casas o cabinas, entonces no hay tanta facilidad como antes de encontrar las plantas para hacer remedios”, comentó Bernald.
Herencia
Si hoy se puede escuchar la voz de Walter Ferguson contando sus anécdotas medicinales es gracias a la curiosidad de la doctora Gabriela Mercuri, una argentina que en 1996 llegó a Cahuita como pareja de un tico.
Después en entablar amistad con su vecina y amiga Letty Grant, la doctora conoció en una finca algunas de las plantas medicinales de la zona y decidió levantar una lista con algunos datos.
“Era una época difícil en la que había mucha pobreza. Solo un 2% de la población de Cahuita estaba asegurada y por eso los remedios naturales seguían teniendo vigencia. La necesidad de que pudieran generar ingresos también era urgente”, recordó.
Mercuri fue donde Miss Edith (la dueña del famoso restaurante del mismo nombre), Miss Delrita (conocida por vender patí a la entrada del parque nacional) y otras figuras de la comunidad como Wilfred McLoud, Aníbal Smith y, eventualmente, Walter Ferguson.
El conocimiento de ellos fue heredado de los inmigrantes del Caribe y también de ancestros indígenas que dejaron esta tierra hace mucho tiempo. Por medio de la palabra es que se había mantenido vivo este conocimiento. La doctora afirma que escuchar estas historias en Cahuita le cambió la vida.
“Mi experiencia en Argentina era como jefa de consultorios internos de medicina, trabaja como en cualquier hospital pero ya en Cahuita mi cabeza cambió radicalmente, y decidí dedicarme a la medicina natural”, contó.
Mercuri propuso un proyecto para poner ese conocimiento en papel. Ella planteó a la ONG Proyecto Namasol darle la información a los jóvenes para formalizar los tours de plantas medicinales y así la gente de Cahuita tuviera otras fuentes de ingreso.
Así, en 1997 la doctora se encargó de juntar a un grupo de jóvenes que la empezó a acompañar en las entrevistas.
“Algunos de los entrevistados nos dijeron que cuando la gente migró de Jamaica o Barbados, trajeron semillas porque no sabían si se iban a topar sorosí, por ejemplo, entonces la trajeron pensando en que eso se usa para la diabetes, presión alta y otras cosas. Dicen que era como una planta divina”, señaló Mercuri.
La doctora recuerda con cariño su tiempo con Walter Ferguson y dice que escuchar la grabación de su plática con él la “transporta” de nuevo a Cahuita, en donde vivió dos años.
“Don Walter no nos recibió en la casa sino en una galería afuera con algunas plantas y luego fuimos a caminar por los alrededores y me impresionó la tranquilidad que tenía, la paz para conversar, que era muy amable y muy colaborador, incluso se disculpaba por no tener ciertas plantas. ¡Un amor de persona, de veras! Era una persona con mucha sabiduría y dispuesto a compartirla”, comentó Mercuri.
Turismo
El conocimiento de las plantas medicinales se ha ido perdiendo en Cahuita, al igual que las oportunidades de encontrarse casualmente un saragundí para curar el estreñimiento.
Sin embargo, son los hijos de las personas que entrevistó la doctora quienes han procurado mantener el conocimiento vivo. Uno de ellos es Peck Ferguson, hijo de don Walter, quien formó parte de los talleres de Gabriela Mercuri y ocasionalmente participa de estos tours.
Peck comenta que los guías turísticos de la zona saben algo sobre plantas medicinales, pero hay pocos que se especializan.
“Hay un muchacho que tiene un jardincito en Tuba Creek, cerca de la playa Negra, con plantas medicinales y está haciendo tours. Se llama Fernando Davis, es el hijo de Miss Edith y se le puede contactar ahí por medio del restaurante”, contó Ferguson.
Por su parte la doctora Gabriela Mercuri dice que en sus planes de vida está escribir un libro con las vivencias en Cahuita y ojalá recopilar finalmente en papel todo lo que le contaron los mayores de la comunidad.
“Yo no lo haría por figurar, incluso quisiera que las ganancias fueran para ellos”, afirmó. “Ellos me dieron muchísimo conocimiento y me gustaría que más gente lo conociera”, finalizó.