Revista Dominical

El país cafetalero, ahora en nuevo libro

Vivimos en un país donde se respira olor a flor de café y aún se almuerza en cafetales. Ha sido el cultivo del grano de oro el que, con el paso de los años, ha transformado la geografía rural y urbana.

Las zonas urbanas se han expandido ganándole terreno a los cafetales (izquierda). | FOTO: LUCIANO CAPELLI PARA LN

Durante gran parte del siglo pasado, Costa Rica fue conocida como “el gran cafetal con luz”. Aquella frase describía con elocuencia a un país bordado por enormes extensiones desiguales de siembras de café que, sin ningún trazado u ordenamiento previo, tapizaron por décadas la región.

El encuentro de los ticos con el grano tuvo consecuencias inmediatas en la historia de la Costa Rica que fue colonia y, hasta la fecha, las historias en torno al café se siguen escribiendo solo que ahora en las páginas de un libro que logró capturar, en fotografías, el pasado y el presente cafetalero del costarricense.

Nación cafetalera

Bajo el título Café de Costa Rica: el Espíritu de una Nación , el texto recoge la historia de cómo el café se consolidó en el país con la primera oleada de colonos que se instalaron en estas tierras.

Finca La Indiana en Santo Domingo de Heredia, donde el clima lluvioso pinta sobre el cielo estos arcoíris. | FOTO: LUCIANO CAPELLI PARA LN

Para inicios de 1800, este producto ya formaba parte de la economía nacional y comenzaba a ser visto como palanca para sacar a muchos campesinos de la pobreza.

A pesar de la consolidación de una oligarquía cafetalera, el recuento de aquellos años refleja una realidad incuestionable: el café sacó a Costa Rica de la miseria y le permitió aspirar a una vida más holgada.

Se dice en el libro que el primer cafetal del país estuvo a cien metros del sitio donde actualmente se ubica la Catedral metropolitana.

Con los años, los campesinos fueron agregando regiones al mapa cafetalero y entonces se establecieron las ocho áreas donde se cultiva actualmente el grano.

Hoy el país produce café desde Tres Ríos, pasando por el valle occidental, hasta la región brunca, donde muchos de los habitantes originarios y quienes hoy recogen el café no poseen cédula de identidad costarricense.

Tradiciones

Las técnicas de cultivo, la geografía y la tierra de cada una de esas ocho zonas poseen los ingredientes secretos que han colocado al café de nuestro país entre los más apreciados del mundo.

La Cafetalera Aquiares fue fundada en el siglo XIX. La foto (centro) muestra una escena típica de la cosecha. | FOTO: LUCIANO CAPELLI PARA LN

Luciano Capelli hizo la fotografía y es uno de los responsables de la edición del libro que, entre sus historias, recrea una Costa Rica con olor a flor de café y una sociedad donde todavía se almuerza en los cafetales.

“Hay tradiciones muy curiosas que hasta la fecha se mantienen. Por ejemplo, en los cafetales llama la atención la manera en la que se conversa a gritos. Dos personas a más de 50 metros de distancia que conversan como si nada”, cuenta Capelli.

Actualmente, según los datos del Instituto del Café de Costa Rica , más de 50.000 familias siguen cultivando el grano en nuestro país y cerca del 46% del café proviene de cooperativas integradas por pequeños productores. Son estos quienes velan por mantener la calidad del producto.

Laura Esquivel, directora del Instituto del Café, cuenta que han trabajado para retomar técnicas de siembra y de recolección del grano que hagan del café costarricense un producto diferenciado y especial.

Por ejemplo, en algunas zonas se ha vuelto a sembrar árboles alrededor de las plantaciones para que la calidad del grano mejore.

En el pasado, el sol se usaba para apresurar las cosechas. Eran tiempos diferentes en los que la cantidad vencía a la calidad de la producción.

Finca cafetalera que sobrevive a orillas de la autopista General Cañas, camino al aeropuerto, donde el tránsito de miles de vehículos contrasta con este paisaje (arriba). | FOTO: LUCIANO CAPELLI PARA LN

El tico y su café

Pese a que los ticos han crecido en medio de cafetales, Esquivel lamenta que muchos de ellos sean “malos tomadores de café”. Se refiere a quienes consumen el café industrializado que viene en bolsa desde la pulpería.

Añade que mucho de ese café comercial que compra el tico promedio es tostado con caña y esto hace que baje la calidad del producto.

“La gente suele decir que le gusta más el café comercial porque lo siente más fuerte, y es que se ve más negro. Pero, en realidad, la tinta que se ve en el agua después de chorrear el café es consecuencia del azúcar de la caña quemado”, explica.

Así, el libro pretende saldar la deuda que por años se ha mantenido con un sector cafetalero lleno de historias que todavía no se conocen: las de una cantidad de productores nacionales cuyo trabajo es usualmente reconocido solo por el paladar extranjero.

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