Doña Magda recorre todos los días los callejones de un pequeño pueblito español en medio de San José. Pasa por las calles Jericó, Pacayas, Cahuita, Barva, Atenas y Tobosi; ve con ternura y algo de nostalgia las tejas de los techos avejentadas y quebradas. Se sienta a veces en las gradas que rodean el céntrico kiosko que, aunque ya están desgastadas por el paso del tiempo, siguen fuertes esperando revivir aquellos buenos años cuando la música reunía a gente de todas las edades a su alrededor. El Pueblo, el centro comercial guadalupano que ha visto pasar historias buenas y otras no tanto, hoy sigue aferrado a la vida pese al rótulo de “Se vende”.
Se le notan los años y el abandono en muchos lugares. Aquellas pizzerías que calmaban el hambre nocturna de muchos y los bares donde sonaba tanto trova como reggae ya no cantan como lo hacían antes. Aún así, El Pueblo insiste en aguantar al paso del tiempo, quizás porque algunos todavía creen en él.
Cocoloco, Bongos, Café Boruca, Manhattan, Tarrico, Ebony, Fiesta Latina, Friends, La Cocina de Leña, Lukas, Papa Pez... la mayoría de estos nombres solo quedan en el recuerdo, y los que aún reciben público lo hacen amparados en una tradición de cerca de cuatro décadas.
Hace unos meses trascendió la noticia de que el famoso Centro Comercial El Pueblo estaba a la venta, que los condóminos del lugar buscaban cerrarlo porque, aunque tiene una hermosa infraestructura, la construcción ya no se ajusta a las nuevas peticiones que se le hacen a las edificaciones en el país. Sin embargo, aún le sobreviven a El Pueblo algunos locales icónicos que se rehúsan a cerrar, que siguen vivaces y con ilusión de quedarse allí.
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Uno de los ejemplos es el local de doña Magda Quirós. Se llama La Buchaca, es el espacio número 39, tan pequeñito como ella y tan lleno de historias y momentos como los que su dueña guarda en la memoria. Es acogedor, tiene una hermosa decoración y todavía mantiene a la venta las artesanías y pinturas que su fallecido esposo creó; lamentablemente casi no vende nada, pero ella insiste en mantenerse en El Pueblo porque el lugar ha sido parte de su vida desde hace 42 años, cuando abrió el centro comercial y ella y su esposo emprendieron su negocio.
"Ya nada que ver con lo que era antes, esto ya terminó. Sigo viniendo un ratito todos los días porque todavía tengo cosas aquí que ya no me caben en la casa. Mi esposo y yo comenzamos aquí, soy la única que queda de todos los que empezamos en El Pueblo, ya solo quedan los nombres y los recuerdos", dijo nostálgica doña Magda.
Sus vecinos son otros locales de artesanías que, ahora, están convertidos en bodegas. Por las ventanas llenas de polvo con uno que otro vidrio quebrado se pueden ver hermosas pinturas, cerámicas, manualidades hechas en madera; pero todo, al parecer, lo que hace es acumular polvo y tiempo.
En un breve recorrido por las instalaciones se puede ver que, a su manera, El Pueblo insiste en existir. En sus callejones hay locales que aún intentan darle vida al viejo pueblito, todavía hay un estudio fotográfico (que es de los más antiguos del lugar), algunos restaurantes icónicos, uno que otro bar que opera los fines de semana, oficinas de servicios de leyes, de recursos humanos, salones de eventos vinculados a los restaurantes y hasta una venta de batidos; pero son pocos en comparación a lo que hace unos 10 años aún se vivía ahí. Ni qué decir de décadas anteriores.
De los 138 locales de El Pueblo si acaso un tercio de ellos están en funcionamiento, el resto sigue siendo propiedad de los dueños, pero se han convertido en bodegas o simplemente en espacios abandonados. Todavía quedan, eso sí, aquellos refranes y mensajes que adornaban las paredes, una que otra banca en los pasillos, uno que otro sobreviviente de lo que fue uno de los centros de recreación más importantes de la provincia de San José.
“Mejor es que digan aquí corrió que aquí murió”. “Panza llena corazón contento”. “La dicha de la fea, la bonita se la desea”. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Más de uno debe de tener un buen recuerdo de esos mensajes pintados a mano en las paredes de El Pueblo, más de uno debe guardar el secreto de un amor pasajero que se selló por una noche en alguna de las bancas del lugar, más de uno cuenta una historia de una birra con un trozo de pizza gigante en la madrugada sentado en las gradas del Pueblo.
La caída
Los bares, aquellos que recibían cientos de personas por las noches son los que han sufrido más la soledad. ¿Por qué? Pueden existir varias razones, pero tal vez una de las más fuertes es que hace al menos una década El Pueblo sufrió los embates de la violencia y también de cambios que afectaron el área comercial no solo del lugar, sino también de muchos otros espacios en San José. Así lo explica Marlon Medina, miembro de la junta de administración de El Pueblo.
“Si bien por muchos años El Pueblo fue un sitio exitoso que gustaba mucho, el turismo empezó a bajar, no solo por los problemas que mayormente se han publicado en los medios, sino que bajó el turismo y eso fue un asunto que nos afectó a todos sobre manera. La apertura del aeropuerto de Liberia provocó ese cambio, ya los turistas que venían a las playas no tenían que quedarse en San José por una o dos noches, sino que iban directo a sus destinos vacacionales”, explicó Medina.
“La cantidad de negocios que había en El Pueblo como las galerías de arte, los restaurantes y las ventas de artesanías se vieron afectadas; a partir de esa época decayó la actividad comercial y la ocupación también bajó. En ese momento fue que otro tipo de negocios tuvieron un auge, el giro se dio hacia los bares nocturnos y de pronto se convirtió en todo un boom”, agregó.
Justamente ese boom que menciona Medina es el que provocó, por la gran cantidad de personas que visitaban el centro comercial en las noches (principalmente por los horarios de cierre), que hubiera situaciones riesgosas en torno al lugar.
Con Medina concuerda Cristian Núñez, gerente del restaurante Lukas. “En ese tiempo (hace una década aproximadamente), el lugar tenía una afluencia de una generación joven, de muchachos que buscaban la diversión. Lo que pasa es que el giro se dio cuando comenzó a llegar la gente al famoso ‘zarpe’ en El Pueblo, pasada la medianoche, y empezaron los problemas porque el centro comercial empezó a tener más controles para poner a la gente en orden”, recalcó Núñez.
“Otro de los temas que nos afectó también fue la apertura del aeropuerto de Liberia porque antes hubo en San José una época muy bonita con varios negocios como Salsa 54 o El Túnel del Tiempo y ya después no venía tanta gente de afuera”, afirmó el comerciante, quien desde hace 22 años trabaja en el centro comercial y ha estado vinculado a diferentes negocios, entre ellos el restaurante Lukas.
Dos hechos que marcaron de manera muy negativa al centro comercial se dieron en el 2011 y 2017.
El primero fue una balacera que se produjo en el parqueo del centro comercial, en un pleito que comenzó porque unos hombres le dijeron piropos a unas mujeres; el resultado fue de tres heridos en el suceso. Seis años después una riña por un vaso de vidrio terminó en la muerte de tres personas.
“Seguimos aquí”
El centro comercial está en venta, sí, pero hasta que no haya una oferta sólida, los locales que aún viven en él se niegan a desaparecer y por el contrario, intentan mantenerse para seguir complaciendo a sus fieles clientes.
Lukas y Papa Pez son dos de los ejemplos más fuertes de que El Pueblo aún respira, tal vez con un poco menos de energía.
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"Lukas va a cumplir en octubre 35 años y aunque la noticia de que se iba a vender el centro comercial nos afectó porque muchos clientes llegaron preocupados a preguntarnos y hasta hubo baja en las ventas, seguimos vivos, seguimos trabajando con pasión y con muchas ganas", explicó Cristian Núñez.
El tradicional restaurante se mantiene abierto todos los días en horario continuo y su gerente afirma que se están recuperando, pues la zona comercial donde está ubicado El Pueblo (San Francisco de Goicoechea) ha crecido mucho en los últimos años. “Hemos mantenido el concepto de ser un lugar familiar, los almuerzos siguen siendo nuestro fuerte porque ahora hay muchas empresas alrededor cuyos empleados confían en nosotros, siguen prefiriendo nuestra cuchara y el trato personalizado que les damos”, agregó Núñez.
Este restaurante ha sido desde siempre uno de los lugares preferidos por famosos y turistas que visitan San José. Según recuerda Núñez, ellos han atendido a grandes artistas y personalidades muy importantes de Costa Rica. “Aquí ha venido Raúl DiBlasio, Enrique Iglesias, Maribel Guardia, Ricardo Arjona y Paloma San Basilio”, recordó.
Como parte de los esfuerzos que hace Lukas para mantenerse hasta el final, en El Pueblo están sus servicios de catering y un salón de eventos. Ellos aseguran que si el centro comercial llegara a cerrar tienen un plan para no desaparecer como restaurante, así que para tranquilidad de sus clientes Lukas valora expandir sus operaciones a Escazú o Curridabat. “No vamos a cerrar, queremos crecer”, sentenció Núñez.
En el caso de Papa Pez, Nora Sánchez, administradora del restaurante, contó que desde 1993 es uno de los lugares más visitados de El Pueblo, eso sí, tal vez quienes iban en ese tiempo no lo recuerdan por ese nombre, sino por Bar Chavetas, que fue uno de los primeros en instalarse en el icónico centro comercial.
“Hasta que no haya una oferta real nosotros seguimos como siempre, con la misma imagen de hace tantos años, con la misma atención a nuestros clientes y con las ricas comidas. Si en algún momento hay un interés en comprar el lugar, pues tenemos otro plan que sería trasladarnos a otra zona, pero lo que es Papa Pez no moriría”, dijo Sánchez.
En Papa Pez todavía reciben con cariño a personalidades locales como técnicos de fútbol, comediantes y hasta el propio presidente Carlos Alvarado, quien de vez en cuando se da una vueltica por el lugar para saborear una buena sopa de mariscos.
“Hubo una época donde se puso tensa la situación por aquí, pero desde hace unos cuatro años para acá la vida nocturna ha cambiado mucho, se ha tranquilizado porque ya los bares no cierran tan tarde”, explicó Sánchez.
Negocio
La propiedad de El Pueblo mide poco más de 11.000 metros. La idea de construirlo como un pueblito colonial español fue de los desarrolladores originales liderados por el empresario Carlos Lachner, para impulsar el turismo hacia San José.
Como el centro comercial se construyó hace tantos años no fue contemplado para que cumpliera con la Ley 7600 (Ley de igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad), que está en vigencia desde 1996. Ese factor es uno de los más importantes para que hoy el establecimiento esté a la venta.
“Cuando se construyó El Pueblo no existían algunas regulaciones que hay ahora. Por el diseño de la construcción ha sido muy difícil ajustarnos y para lograrlo hay que hacer una gran inversión, así que lo más práctico es hacer algo nuevo. Hay unas personas interesadas en la compra, pero nos piden reservas para no decir quiénes son”, explicó Medina.
La intención de los eventuales compradores es demoler el centro comercial y construir ahí una torre de oficinas con un piso de servicios como comidas y comercio para suplir esos locales. “Estamos en un distrito financiero, aquí no se permite un desarrollo habitacional, solo comercio y oficinas”, afirmó Medina.
Se dice que el precio de la venta de El Pueblo podría rondar los $9 millones, más de ¢5 mil millones.