E l campeón del pueblo se produce en Virilla Music, un estudio de grabación improvisado en un pequeño rancho de latas, a la orilla del río del mismo nombre.
Será el segundo disco del Transformer, el rapero más famoso de La Carpio –ubicado en el distrito josefino de La Uruca–, y quien usa la música como catapulta para promover la inclusión social de la comunidad que, desde hace diez años, es su hogar.
Tengo la mente de un loco y el corazón de un guerrero; si esta guerra muero, tiene que ser peleando, no se equivoque porque solo no ando, me acompaña mi Dios que me ha dado esta voz, la habilidad de hacer rap de una manera veloz, tengo letra como arroz. Mi munición es mi tinta, el Transformer comenzó y no me cambien la cinta, dice la canción.
Es un nicaragüense de 28 años, quien se confiesa enamorado de Costa Rica. Vive en la zona conocida como Las Gradas, en el sector de “La primera parada”, una de las más conflictivas, según él mismo nos cuenta mientras bajamos peldaños rumbo a la casa de su productor. En el camino, la gente lo saluda y los niños chocan el puño con él, con cierta admiración.
– ¡Transformer, necesito 100 pesos!– le grita un muchacho a la distancia.
– Conseguite 200 y me das los otros 100 a mí– le responde el músico.
El productor es Adonis Bernard Cruz, un muchacho de 19 años que reside con su madre y su padrastro a cinco pasos del Virilla. En su dormitorio es donde levantaron el estudio de grabación.
El muchacho se salió dos años del colegio para trabajar en construcción y así ganar dinero para comprar una computadora y una interfaz, mas ya volvió a las aulas, siguiendo el consejo del Transformer.
“A las oportunidades, no solo hay que sacarles el jugo; hay que exprimirlas”, dice el rapero quien es un referente de la lucha social en La Carpio, por su historia y por su primer hit , Soy de la Carpio (del disco Inspiración de vida ), tema que se convirtió en un himno de la comunidad.
La gente la tararea por las calles con cara de orgullo y algunos intentan rapearla ante el paso del Transformer, identificados con su contenido: Aquí no es todo matar y robar; a las cinco de la mañana, las paradas están llenas de gente que se dirige a trabajar, gente buena, gente que trabaja. Las megaconstrucciones están hechas por gente de aquí, de la clase baja … en incrementar la economía del país nosotros somos los primeros…”
El video de la canción ha sido visto más de 136.000 veces en YouTube, lo que dio a conocer a Transformer tanto en el ámbito social como en el musical.
El rapero fue invitado por el grupo nacional Seka a presentarse con ellos en el Rock Fest y en la Semana U de este año. De igual forma, la organización Acción Joven lo contactó para realizar una serie de programas de inclusión en la comunidad.
Motivado, Transformer empezó a formarse por medio de lecturas y capacitaciones y tejió redes de apoyo con la empresa privada para implementar estrategias dirigidas a rescatar a la comunidad de La Carpio de los males sociales.
“La música me está llevando donde quiero: a incidir en la sociedad, la economía, la cultura. De nada me sirve ser un hombre con éxito en el rap, si ese éxito es solo mío. He visto cómo la marginación y la falta de educación han hecho que se pisotee a La Carpio y se violen sus derechos, queremos recobrar esos derechos”, manifiesta el rapero, quien solo concluyó el sexto grado de primaria, pero iniciará en enero el bachillerato por madurez.
De asaltante a líder
A estas alturas, usted se estará preguntando el porqué del seudónimo del músico y cuál es su nombre real. Para responder a tal inquietud, debemos viajar al pasado, cuando el rapero tenía 20 años.
En ese entonces, el futuro Transformer, Douglas Antonio Contreras Segura, llegó a Costa Rica proveniente de su natal Ocotal (al norte de Nicaragua) escapando de pleitos entre pandillas y tras haber estado en la cárcel.
Instalado en La Carpio, se dedicó a asaltar junto con una barra oriunda de “La cueva del sapo”.
Antes de delinquir, Douglas se ponía un pañuelo y una gorra, para no ser reconocido por sus víctimas. “Yo les decía a los compas: ‘Suave que tengo que ir a transformarme’, y me quedé como el Transformer, yo fui de los delincuentes más bravos que hubo por acá”.
De asaltante y pandillero , mutó a consumidor de drogas e indigente: “Toqué fondo, no valía nada”, recuerda.
Hasta que un día, con la ayuda de una iglesia evangélica, pudo vencer la adicción y darle un nuevo cauce a su vida.
Cinco años han pasado del cambio. Como recuerdo, le quedan los tatuajes con sus iniciales D.A.C.S. que, en ese entonces, explica, también significaban “drogas, alcohol, calle y sexo”.
Decidió emplear su talento musical –que había descubierto cuando era adolescente en competencias de free style en Nicaragua– para contar su historia de superación y prevenir a otros de caer.
Ahora su norte va más allá; no se trata solo de rescatar individuos. Su mira está ahora en la colectividad.
“La Carpio tiene varios problemas, pero todo empieza por la falta de educación. Tenemos una escuela fragmentada y no hay colegio; los jóvenes terminan esquineados y, sin motivación, ni esperanza, surge la delincuencia y la desintegración familiar”.
Actualmente, trabaja en desarrollar una escuela de fútbol, un programa de reciclaje comunitario y en generar vías de reinserción al sistema educativo. Otro objetivo es crear una enorme bolsa de empleo de los miembros de la comunidad.
“Quiero una remodelación total de La Carpio; un colegio técnico, mejor infraestructura”, añade.
En cuanto a lo musical, asegura que la fama no le importa. Que cuando esta llegue, si es que llega, no tendrá tiempo para ella, pues estará atareado luchando por su gente. Por lo pronto, sigue trabajando en El Campeón del pueblo.
Alto todo el mundo, al piso, este es un asalto, y me entregan ahora mismo la xenofobia y el racismo; la discriminación y el egoísmo, para que la desigualdad pare y que el pobre más atencional acapare y se acabe la avaricia de los corazones.