Faltaba un mes para que comenzara la demolición del edificio que albergó la Penitenciaría Central en San José, esa en la que ocurrieron crímenes sangrientos, violaciones y delitos de todo tipo.
En aquel entonces, a inicios de la década de 1990, la idea era que ese terreno, que estaba completamente descuidado y al que rara vez alguien entraba, se convirtiera en una gran central de autobuses, pues nadie quería rescatar un sitio que antes de cerrar sus puertas, a finales de 1979, fue una cárcel asociada con muerte y degradación humana.
Para esa misma época, Gloria Bejarano, primera dama de la República, buscaba de forma desesperada un edificio que le permitiera replicar un Museo de Niños como el que había visto en una visita a Venezuela. Se había enamorado de la idea de que los niños aprendieran mientras jugaban.
Ya había persuadido a su esposo, el entonces presidente de la República, Rafael Ángel Calderón. Sin embargo, él le dijo que debía convencer al Consejo de Gobierno de que en Costa Rica era necesario un lugar de este tipo. Bejarano no lo dudó dos veces y planteó su proyecto a los ministros; todos le dieron el visto bueno.
Su siguiente paso fue asegurarse que alguno de ellos le ayudara a conseguir el lugar para construir aquella visión. Bejarano recuerda que, en ese momento, el ministro de Ciencia y Tecnología, Orlando Morales, le dijo que el único que tenían disponible era la Penitenciaría Central, pero que estaban por “tirarla”. Su respuesta fue: “Quiero ir a verla”.
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“Nadie estaba muy conforme con hacer la visita, pero fui sin saber qué esperar. Este era un lugar al cual nadie le daba pensamiento, más bien había un rechazo automático por lo que era la Penitenciaría; este lugar representaba la vergüenza nacional. Sin embargo, cuando comencé a subir la cuesta, resulta que lo que yo me encuentro es un castillo que, claro, había que ver con ojos de cariño, porque estaba despintado, sin techo y la fachada blanca con un portón celeste espantoso”, relata.
Iba decidida a entrar allí, recorrer la infraestructura y descubrir si el lugar le servía. Al entrar, doña Gloria asegura que el mal olor era insoportable y había murciélagos, ratas y hasta culebras, pero tenía claro que en ese momento ella era la visitante y que los animales habían hecho del inmueble abandonado su hogar.
Conforme avanzaba, se encontraba con pasillos interminables y corredores amplios. Se convenció de que esto era lo que buscaba.
“Simple y sencillamente me volví loca y salí con la idea de que aquí se podía hacer un complejo cultural. El edificio pedía a gritos que se hiciera algo con él: o sea, ¿cómo íbamos a tirar este edificio? Tenía una belleza arquitectónica de principios de siglo y era como un tesoro escondido que iba a ser demolido”, dice.
Recuerda que el siguiente paso era convencer a su esposo y a los ministros de que el sitio se podía remodelar para construir el espacio cultural que tenía en mente. Como en aquel momento grabar y tomar videos no era tan sencillo como hoy en día con un celular, doña Gloria dibujó en hojas de papel todo lo que vio en Venezuela, con la intención de replicarlo en las salas del museo que quería para los niños.
Con el visto bueno de todos, comenzó oficialmente la construcción del Museo de los Niños. Finalmente, el 27 de abril de 1994 abrió sus puertas al público entre la curiosidad y la expectativa de los costarricenses.
“Sabía que si traía gente para que viera el lugar iba a pasar lo que pasó: dijeron que estaba loca, que no era posible, pero yo seguí. Los bomberos limpiaron y trajimos privados de libertad para que limpiaran el lugar: se les consiguió comida, se les consiguió un salario. El Estado tiene recursos; hay que saber encontrarlos y ponerlos a funcionar en un proyecto común”, afirma.
Han pasado 30 años desde entonces y el lugar sigue siendo el mismo, pero diferente. Hay más salas, aunque ya no está ni Franklin Chang ni Clorito Picado, pero sí sigue allí el tren y el helicóptero, así como continúan las frecuentes excursiones escolares que recorren sala por sala con sus uniformes.
Ojo a este par de datos: desde su apertura, el Museo del Niño ha recibido más de nueve millones de visitantes, mientras que anualmente recibe unas 320.000 personas.
¿Y Franklin Chang?
Por años, uno de los objetos más comentados del museo fue el robot de Franklin Chang, el cual se movía y hablaba como el astronauta costarricense. De hecho, el científico había prestado su voz para el animatronic.
Según Bejarano, se le encargó a la misma fábrica que le hacía los robots a Disneylandia, así como las figuras mecánicas del científico costarricense Clorito Picado y de la escritora Carmen Lyra.
Sin embargo, ninguno de los tres emblemáticos robots está ya en el museo y ahora solo forman parte del recuerdo de quienes tuvieron la oportunidad de verlos. Los tres debieron desecharse, pues dejaron de servir.
“Se descompusieron. El problema que tenemos, en muchas ocasiones, es que hay que buscar cómo darle mantenimiento al museo, que es una institución de carácter privado. Nosotros no somos ni siquiera institución adscrita al Ministerio de Cultura; somos una institución de carácter privado que ejecuta su proyecto Centro Costarricense de Ciencia y Cultura en un bien público, gracias a una concesión que le da la ley de usufructo del edificio, pero el mantenimiento del edificio y el 70% del presupuesto del museo lo generamos nosotros”, explica Bejarano.
La entidad también recibe un 8% de la Ley 7972, de Impuestos sobre Cigarrillos y Licores para Plan de Protección Social. Este se incluyó un par de años después de que se inauguró el museo.
Ocasionalmente la organización realiza convenios con los diferentes ministerios, como el de Cultura y el de Educación Pública, que destinan dinero para que se monten ahí obras de teatro basadas en libros que los estudiantes tienen que leer de forma obligatoria, como Los árboles mueren de pie, Don Quijote de la Mancha o El Principito, con el propósito de que escuelas y colegios vayan a disfrutar de la puesta en escena.
Sin embargo, la mayor parte del dinero con el que se mantiene el complejo proviene de alquileres, entradas y donaciones. El problema, según la exprimera dama, es que no es ni fácil ni barato darle mantenimiento a semejante castillo.
“El mantenimiento de este lugar es alto. Y no es solamente en pintura, canoas y techos, pues ahora tenemos una adorable invasión de mapaches provenientes del río Torres que nos rompen los techos todos los días del mundo y, entonces, hay que estar arreglando”, afirma la también exdiputada.
De hecho, reconoce que los patrocinios siempre son bienvenidos. Aunque actualmente muchas salas son patrocinadas, hay otras que no tienen ese respaldo, necesario para el mantenimiento de los diferentes espacios. Por ejemplo, Colgate mantiene desde hace muchos años una sala sobre salud bucodental y el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) tienen una que muestra cómo funciona la electricidad, las plantas hidroeléctricas y otros temas relacionados con la labor de esa institución.
Sala Clorito Picado
La sala del científico costarricense Clodomiro Picado, que por mucho tiempo fue una de las más icónicas del museo, debió cerrarse... no quedó otra opción.
Esto se debe a que el Hospital San Juan de Dios, que era el que le prestaba al museo algunas cosas del renombrado científico costarricense, conocido como uno de los precursores del descubrimiento de la penicilina, pidió devolverle todo lo que tenían en exhibición de Picado.
“Nos requirió todas las muestras que había del trabajo de don Clorito: las serpientes y toda la información que había. Entonces, ahora estamos trabajando para convertir este lugar en un pequeño auditorio donde los educadores puedan dialogar con los estudiantes sobre el museo o. bien, que puedan recibir talleres especiales”, dice Bejarano.
El auditorio se llamará Clorito Picado. La idea es que siempre esté “presente el espíritu de don Clorito”, explica doña Gloria.
Precisamente en esa sala se encontraba el emblemático robot del doctor, que también dejó de funcionar y fue desechado.
Helicóptero y tren
Hasta la fecha, el tren y el helicóptero expuestos en el Museo de los Niños siguen siendo algunos de los elementos favoritos de los pequeños visitantes. Estos vehículos se encuentran en el jardín trasero del museo y están allí desde el día de la apertura.
Pero, ¿cómo llegaron? “Son dos medios de transportes que trajimos desde un principio, que hoy en día yo no sé si podríamos movilizarlos por la ciudad con el tráfico vehicular que tenemos, pero estos trenes vinieron en plataformas y fueron introducidos en plataforma. Lo mismo pasó con el helicóptero”, explica la fundadora.
El que se exhibe era uno de los vagones que se utilizaba como transporte en el ferrocarril al Pacífico.
“Nos lo dieron en usufructo para exhibirlo, conscientes de que en aquel momento el tren estaba perdiendo vigencia. Entonces, la idea era que los niños pudieran recordar la importancia que tuvo el tren en las épocas en que transportaban todos los productos de la Meseta Central hacia la exportación”, explica la exprimera dama, que hoy funge como miembro honorario de la Junta Directiva del museo.
Por otra parte, el helicóptero tiene una historia especial. En esa aeronave salió el Equipo SWAT que capturó a los sujetos que durante tres días mantuvieron secuestrados a 20 magistrados de la Corte Suprema de Justicia, así como a tres auxiliares judiciales, en 1993.
Al igual que estas piezas, en el museo permanecen otras atracciones icónicas, como la plataforma que simula un temblor o la emblemática casa de las torrejas.
Tecnología en reversa
En un inicio el Museo de los Niños se planteó como un recorrido con un orden lógico, en el que primero estaba el pabellón de los derechos de los niños, luego se hablaba del espacio, que además hacía especial énfasis en Franklin Chang. Posteriormente, se abordaba la Tierra y fenómenos que afectan al ser humano, como los temblores y los volcanes.
El recorrido seguía por los ecosistemas de Costa Rica y la evolución de la vivienda costarricense, el comercio, la idiosincrasia y el transporte. Desde el principio, el objetivo era que los pequeños pudieran palpar y experimentar con sus manos.
“Empezamos el museo con cosas muy manuales porque la idea es que haya una interacción con el niño porque, a través de la interacción, el niño asimila el conocimiento o, como decimos en Costa Rica, ‘les cae la peseta’. Y ahí es cuando jalas la palanca de una polea y la experiencia propia de eso te da conocimiento”, cuenta Bejarano.
Sin embargo, conformé avanzó el tiempo, la tecnología fue acaparando más espacio y el museo trató de estar a la vanguardia. Empezó “a meter cualquier cantidad de tecnología” para estar actualizados, pero ahora quieren dar un paso atrás.
Entendieron que los niños viven de la tecnología y han dejado de jugar de forma interactiva sin un teléfono, tableta o computadora
“Un celular lo tienen todos los niños y no me interesa que vengan a aquí a seguir pegados a un teléfono no me interesa. Estamos viendo la forma en que los niños vuelvan a la experiencia de primera mano. Las salas están teniendo una renovación y el enfoque que se le da a cada una ha ido variando conforme a los niños”, asevera Bejarano.
De primer mundo
La idea inicial era que este fuera un museo que tuviera tecnología, que fuera interactivo, pero que también fuera entretenido y que los niños aprendieran de todo lo que ven en los libros de la escuela y que, además, pudieran ponerlo en práctica.
Según doña Gloria, había que aprovechar que no había demasiados lugares de entretenimiento infantil asequible para que al momento de su inauguración, en 1994, con el fin de que el museo tomara fuerza entre la población.
“Era fundamental crear una cultura de museo porque el museo no solo es un lugar estático: es un lugar que te remonta al pasado, que te enseña tus raíces, que te ayuda a entender tu presente y a proyectar tu futuro. Entonces, claro, si los pueblos no entienden de dónde vienen, no saben para dónde van. Un país sin cultura se muere”, dice.
Las entradas cuestan actualmente ¢2.500 para niños y ¢3.000 para adultos; sin embargo, por mucho tiempo se cobraron solo ¢1.000 para hacerlo asequible a todas las familias, de forma tal que un niño pudiera ir a disfrutar un día acompañado por su papá, su mamá o, incluso, sus abuelos.
De hecho, ha ocurrido que en ocasiones a las personas no les alcanza para pagar la entrada y aun así se les permite entrar. La intención es que el museo reciba siempre niños; ¿para qué tener un museo vacío?
Además, la renovación de salas es frecuente para que este sea “un museo de primer mundo”.
“Sabemos que este es el único paseo que tienen algunas personas y tenemos que mantenerlo en capacidad de que la gente pueda pagar. Esto es invertir en educación, pero también es invertir en la felicidad de las familias. Al final, la cultura es lo que le da a una sociedad la capacidad de soñar, la capacidad de imaginar, la capacidad de crear. Siempre he creído que uno no le puede negar a los niños de Costa Rica la oportunidad de tener un museo de primer mundo, ¿por qué si podemos hacerlo?”, comenta Bejarano.
Si bien mucho ha cambiado de 1994 a la fecha, al final, el objetivo del Museo de los Niños sigue siendo el mismo: que todos se vayan con una sonrisa más grande que con la que entraron. Esa es la señal que confirma que en aquel lugar que un día fue triste y lleno violencia, hoy solo hay risas y mucha ilusión.
Puntuales
- Se tardó más de ocho años en abrir el Museo Penitenciario, pues se buscaba tener suficientes relatos para contar la historia de la Penitenciaría Central de la forma más completa posible.
- Muchas de las paredes originales de la Penitenciaría Central se conservan hasta la fecha, al igual que algunos grafitis, pisos y portones de las celdas.
- Gloria Bejarano hizo la momia que se encuentra dentro de la sala egipcia. Se llama Ramsés Ignacio y la elaboró en la mesa de su casa.
- La sala más grande del Museo de los Niños es la de los dinosaurios, que son robots. Cuentan con sonido y movimiento.
- La segunda sala más grande se llama Scriptum: El arte de escribir, la cual tardaron tres años en completarla, pues pasó por una extensa investigación.
- Los guías del Museo de los Niños son principalmente jóvenes estudiantes universitarios, quienes trabajan medio tiempo (ya sea en la mañana o en la tarde) para que puedan cumplir con sus estudios.
- Los guías no siempre están en la misma sala y deben tener conocimiento de todo lo que hay en el museo para que puedan explicar y evacuar las dudas de los visitantes.
- Antes de la pandemia de covid-19, el museo era visitado anualmente por aproximadamente 330.000 personas.
- La Penitenciaría Central estaba inspirada en las cárceles europeas del siglo XIX, con un tipo de diseño de arquitectura panóptica; es decir, que contaba con una rotonda con pabellones para que los policías pudieran vigilar.
- Actualmente, el Centro Costarricense de Ciencia y Cultura cuenta con el Museo de los Niños, el Auditorio Nacional, la Galería Nacional y un anfiteatro.
- El Museo de los Niños empezó con 21 salas y hoy hay 46. No se quiere quitar ninguna, pues todas “representan la aspiración de un niño”.
- Museíto y Museíta, personajes emblemáticos y conocidas botargas, son unos niños de siete años y siempre van a tener esa edad. Estos hermanos gemelos son parte del lugar desde sus inicios e, incluso, cuidan y viven en el Museo de los Niños.
- En el museo aseguran que allí no asustan. Consideran que existen mitos y leyendas por la historia de la infraestructura.