Cae como una guillotina. El atardecer de un domingo no se parece a ningún otro atardecer. Parece que el sol pulsa el hard reset de la semana: hasta aquí llegaron las horas libres. A partir de aquí comienza el lunes.
“Después del mediodía del domingo empieza a decaer el estado de ánimo de la persona. Empiezan a sentir sentimientos de frustración, se sienten tristes. Sienten que se les está acabando el tiempo”, describe la especialista en terapia de conducta y docente de la Universidad de Costa Rica, Marcela León.
El “síndrome de domingo” no es una alergia al tiempo, no es un resfríado hacia las responsabilidades. No es una idea pasajera de que los domingos son un mal día.
No es tampoco un padecimiento nuevo, existen registros de publicaciones de psicología desde hace varias décadas aún cuando, a la fecha, la investigación estadística es limitada.
Los estadounidenses lo bautizaron con un nombre casi musical que oculta cuán angustiante puede ser para quien lo padece: Sunday night blues (la “tristeza de los domingos en la noche”, en español).
“Esto se va extendiendo al punto de que pasan la noche en limpio, en blanco, no duermen. El síndrome va aumentando y se cronifica”, dice León.
La psicóloga asegura que es un síndrome “multiaxial”: varias causas pueden ser detonantes de los cuadros de tristeza, estrés, ansiedad, depresión. Cada caso tiene sus particularidades.
“Las mujeres tenemos una ventaja porque somos más expresivas por socialización. Somos más de quejarnos, hacer el berrinche y hablar. En el caso de los hombres, por el asunto de la masculinidad malentendida y patrones patriarcales, tienden a callar más las cosas”, ejemplifica la psicóloga.
Aunque no es regla, es muy común que la ansiedad también provenga de las condiciones de trabajo.
“Hay personas que tienen antecedentes de ansiedad previos y otros tienen una situación laboral que está detonando esa ansiedad. Puede ser una sobrecarga: la gente que estudia y trabaja”, añade León.
Después de todo, el fin de semana es el tiempo convencionalmente destinado para el descanso, sin embargo, también es un espacio en el que muchos organizan actividades que no caben dentro del resto de los días.
“Muchísimas personas trabajan de lunes a sábado y solo descansan el domingo. Eso es sumamente cansado y no lo podemos controlar.
Hay familias que se obligan a salir los domingos y no se toma en consideración la jornada laboral de estas personas que están saliendo de trabajar. La persona entra en cansancio crónico”, detalla León.