El día que Elian Villegas supo que iba a ser ministro de Hacienda, tuvo que responder preguntas casuales al presidente de la República, Carlos Alvarado. “Primero empezó a preguntarme un sinnúmero de cosas, así como las que me está preguntando usted, como casual”, recuerda Villegas. Y luego el mandatario le pidió que le “echara una mano” con el Ministerio de Hacienda. Casi nada, en un año como el 2020, con una pandemia que ha empeorado las finanzas públicas hasta rozar la crisis. Con la misión de levantar al país en equipo, como uno de los capitanes.
En resumen, la crisis se debe a que el Estado capta mucho menos dinero del que gasta. Y la deuda interna aumenta año con año.
Don Elian (sin tilde; porque no es “Elián”, como muchas personas insisten en llamarlo) sabe que su cargo es temporal, volátil y agotador. Su tiempo en familia se ha acortado sobremanera en los últimos meses, y es algo que le duele, pero él se mantiene positivo y enfocado en su trabajo sin pensar en el futuro. “Es una realidad dolorosa, pero eso viene con el cargo”, dice. “Aún falta un año y medio para pensar en mi futuro”. En su puesto, le toca pensar en el país.
Así describe el primer pensamiento que cruzó su mente cuando supo que sería ministro de Hacienda:
“Una enorme responsabilidad de saber lo dura que iba a ser la tarea. Sentir un peso importantísimo. Pero también con esa alegría interiormente, de que es un reconocimiento. Y esas dos cosas reunidas eran algo por lo que tenía que alegrarme”.
En tiempos del coronavirus y la crisis, sus días comienzan a las 8 a. m. y finalizan pasadas las 8 p. m. Tres veces por semana estudia inglés avanzado de forma virtual, entre 6 a. m. y 8 a. m., cuando no tiene reuniones tempraneras. El tiempo diario que logra pasar con su familia oscila entre dos y tres horas. Esos momentos los dedica a Patricia, su esposa, y a sus tres hijos: Tomás, de 18 años; Daniel de 15 y Andrés de 10.
La vida de Elian Villegas Valverde, géminis de 52 años, se reparte principalmente en cuatro lugares: su oficina, en el Ministerio de Hacienda; la Asamblea Legislativa, que visita dos o tres veces por semana; la Casa Presidencial, y su casa, en barrio La Granja, San Pedro de Montes de Oca.
Matemáticas desde pequeño
Villegas también proviene de una familia de tres hermanos. Él es el ‘cumiche’. Sus dos hermanos mayores se llaman José Luis y Eddy, y eran los que ayudaban a su padre en actividades agrícolas cuando eran niños. El pequeño Elian se quedaba con su madre, que atendía una pulpería.
“De chiquillo vivíamos en una casa de madera en medio de un potrero. Mi mamá se llevaba el caballo y se iba a dejar almuerzos. Nos quedábamos mis hermanos y yo en la casa, en el pasillo. Y nos dejaban una botella de agua dulce. Como esas de salsa Lizano, negras. De esa botella nos guindábamos los tres y tomábamos agua dulce (ríe). Eran otros tiempos. No había peligro, no llegaba nadie por esos lados. Tampoco había PlayStation ni televisor”.
Por ahí de sus 6 o 7 años, su madre lo dejaba a la entrada de la pulpería y él recibía a los proveedores. Hacía los pedidos y también avisaba cuando venían clientes. “Bujcan, mami, bujcan”, vociferaba. También recibía el dinero y daba vueltos. Así aprendió a contar con agilidad.
“Eso me dio una gran facilidad para los números. Esa experiencia me permitió desarrollar cierta habilidad. Si pedían solo 4 o 5 cosas, yo sacaba los cálculos mentalmente. ‘Es tanto’, les decía. Ya si era mucho, yo apuntaba. Pero yo lo hacía muy rápidamente y eso me facilitó mucho la agilidad para la matemática. Esa tradición de pulpero es parte de lo que me toca incorporar hoy sanamente todos los días”, rememora el ministro desde su despacho, en el centro de San José.
Villegas nació en Potrero Grande de Buenos Aires, en Puntarenas. A sus 4 años se mudó con su familia a Pérez Zeledón, y allí vivió hasta sus 16 años, cuando se trasladó a la Gran Área Metropolitana para estudiar Derecho en la Universidad de Costa Rica (UCR).
Estudió en la escuela La Repunta y en el Liceo Unesco, en San Isidrio del General. Él se considera oriundo de esa ciudad. De hecho, es socio del equipo de fútbol generaleño, que le regaló una placa de reconocimiento que el ministro muestra felizmente por videollamada.
Sus hijos le dieron el gusto de apoyar también al ‘PZ’ por un tiempo, pero un día los dos mayores, Tomás y Daniel, lo abordaron para pedirle permiso de cambiar de conjunto. “Es que queremos ganar campeonatos”, fue su excusa. Y ahora son fanáticos del Saprissa.
Elian Villegas es un hombre de familia. Se le nota cuando habla de sus seres queridos.
Su madre falleció hace poco más de un año, pero su padre sigue viviendo en Pérez Zeledón, en una finca donde todavía trabaja la tierra a su gusto. Y también atiende un par de vacas. La fecha que más le gusta al ministro no es Año Nuevo ni Navidad, pero sí es una reunión tradicional que se hace en su familia casi todos los años, unos días antes de Navidad.
“Ese día se destaza a un chancho y se hacen los primeros chicharrones. Luego se saca la carne para los tamales caseros que hacemos. Es la parte más bonita de diciembre para mí, estar ese día con la familia. Aún no hemos planeado si lo haremos este año, pero ya lo voy a sugerir en el chat”, comenta.
A cargo del INS y ahora de Hacienda
El Gobierno anunció que Villegas sería el ministro de Hacienda a finales de mayo, en plena contención de la pandemia. El ministro anterior, Rodrigo Chaves, había presentado la renuncia unos días atrás por desacuerdos con el Ejecutivo. Antes de tomar el cargo, Villegas fue el presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Seguros (INS) por cinco años. Al rememorar esa etapa, es cuando más desvela su vocación de servidor público.
“Lo que tratamos de consolidar en el INS fue trascender de ser una institución pública y ser una empresa. Porque cuando usted atiende a alguien, usted tiene al frente a un cliente, y no a un usuario. Eso genera una diferencia importantísima: cuando usted está frente a un funcionario, el poder está del lado del funcionario. Cuando usted está frente a un cliente, el poder está del lado del cliente. Eso implica que se mejora el servicio, y eso fue lo que buscamos”.
El que Carlos Alvarado lo nombrara ministro de Hacienda fue un signo de confianza de que había hecho bien las cosas en el INS, considera Villegas, quien acumula más de 25 años de trabajo en medio del mercado financiero como abogado, consultor en pensiones, seguros, temas bursátiles, de banca y también como asesor del Banco Mundial.
Pero no todo ha sido vítores en su carrera. Este año, cuando lo nombraron jerarca de Hacienda, un grupo de economistas se quejó públicamente de que el ministro no compartiera esa profesión con ellos, ni estuviera en el Colegio de Ciencias Económicas de Costa Rica.
Y su antecesor, Rodrigo Chaves, suele criticar las decisiones de Villegas y del Gobierno públicamente en sus redes sociales.
¿Le afecta que el exministro Chaves critique públicamente las decisiones y acciones de Hacienda?, le preguntamos. Respondió que a él, en lo personal, no le afecta. Pero sí lamenta que eso ocurra.
“A veces lo lamento porque me parece que eso afecta al país, eso afecta al ministerio, eso afecta el precio de los bonos que nosotros colocamos. Algunas personas, y no me refiero solo a don Rodrigo, sino también a otras personas, a veces no entienden la importancia de su voz. Tienen la capacidad de ser más escuchados que otras personas, pero eso implica también una responsabilidad. ¿Que si a mí me molesta o no? Eso no es relevante. Pero es mejor usar la voz de forma positiva”, expresa Villegas.
Y así cierra la entrevista, con preguntas no positivas, positivas, pero sí curiosas y que le sacan una sonrisa por videollamada.
¿Su libro favorito?
“El Nombre de la Rosa, de Umberto Eco”. (Librazo recomendado. Tiene buen gusto literario el ministro Villegas, porque también recomienda a Fiódor Dostoyevski).
¿Su canción favorita?
“I Want to Know What Love Is, de Foreigner. Sobre todo una versión en vivo”.
¿Su película favorita?
“A River Runs Through It” (1992).
¿Cuál es el plato que le sale más rico?
“Costillas de cerdo. El domingo pasado las cociné, de hecho”.
¿Cuándo fue la última vez que bailó?
“¡Uyuyuy! Esa está difícil (ríe). Hasta tomé clases de baile, pero mi esposa decidió que nos retiráramos después de ver que era misión imposible”.