Vivir a la sombra de un gigante puede ser tanto una ventaja como un predicamento. Elizabeth decidió hace mucho verle el lado amable al asunto y en vez de morir en el intento de competir con su vecino Nueva York, más bien optó por convertirse en un feliz complemento de la Gran Manzana.
Aunque está a pocos kilómetros de las luces neoyorquinas, Elizabeth en realidad pertenece al estado de Nueva Jersey, donde no resalta como una de sus ciudades más emblemáticas... y Elizabeth lo sabe. En el imaginario figuran con fuerza otras urbes vecinas como Trenton, Paterson o Newark, pero es justo esa falta de posicionamiento a lo que Elizabeth le apuesta hoy: para todos los efectos se trata del secreto mejor guardado de Nueva Jersey.
En la parte formal, esta comunidad podría resumirse en dos grandes activos: su ya mencionada cercanía con los atractivos de Nueva York, y un mall faraónico que sirve como punto de peregrinación para todos los que no reniegan del consumismo y el shopping ofertero.
Sin embargo, bajo esa primera capa se esconde una ciudad orgullosa de su herencia histórica y de su pluriculturalidad, en la que los migrantes han encontrado refugio y entendimiento, y donde toda Latinoamérica se ha fusionado en una armonía de sonidos, sabores, ritmos y risas.
A un lado, Newark
Decir que es poco lo que se sabe de Elizabeth es quedarse corto. Para muestra lo sucedido en el aeropuerto de la vecina ciudad de Newark, donde un oficial de migración se extrañó de que un periodista costarricense le dijera que el motivo de su visita era conocer a fondo lo que Elizabeth ofrece al turista.
“¿Elizabeth? ¿En serio?”.
Lo anterior sucedió en diciembre pasado, cuando un grupo de comunicadores de Ecuador, El Salvador, Colombia y Costa Rica visitaron la ciudad, por iniciativa de las autoridades de Elizabeth (Revista Dominical fue uno de los tres medios costarricenses participantes). El viaje coincidió con la apertura de la ruta San José-San Salvador-Newark por parte de Avianca.
Ponerlo el ojo a Nueva Jersey, iniciativa de la aerolínea, era cuestión de lógica, en vista de la abundante colonia centroamericana radicada ahí (el estado estadounidense donde es más problable escuchar un “mae” en alguna esquina).
De Newark no vamos a hablar, que ya mucho se ha dicho. Elizabeth, ubicada a pocos minutos de distancia del aeropuerto de su ciudad hermana, es la que nos ocupa, justo por lo poco que sabemos de ella.
Su gente no tiene empacho en resaltar ante el visitante su enorme referente: el mítico mall The Mills at Jersey Gardens. Y la razón le asiste.
Previo a seguir en esta línea descriptiva, hay que dejar algo claro: solo alguien con amor por las compras puede verle el atractivo a un gigantesco bloque de concreto como el Jersey Gardens. Para quienes desdeñan el consumismo, la caza de ofertas, y las horas invertidas en cambiadores de ropa, un sitio como este no representa una experiencia placentera.
En Elizabeth no se sonrojan al decirlo: el interés de la ciudad está en los consumistas, los del shopping, los que se comen el cansancio con tal de adquirir productos de marca a precios ridículos en comparación con lo que pagarían en sus países de residencia. ¡Bienvenidas sean todas las tarjetas de crédito!
Es curioso, al menos para los recién llegados, el énfasis que los habitantes de la ciudad ponen en su descomunal centro comercial. Taxistas, recepcionistas de hotel, meseros, choferes de Uber, funcionarios públicos, el alcalde: no importa con quien se hable, todos en algún momento le preguntarán lo mismo, “¿ya visitó nuestro shopping mall?”.
El Jersey Gardens es el outlet mall más grande de Nueva Jersey y el más cercano a la ciudad de Nueva York. Incluye más de 200 tiendas, y tiene transporte directo a Manhattan, por medio de un servicio de bus.
Recorrer sus pasillos es un ejercicio lingüístico, pues muchos de sus compradores son turistas latinoamericanos y europeos. Sin embargo, el mall también atrae a muchos visitantes venidos de Nueva York, y la razón es sencilla: Nueva Jersey cobra solo 3% de impuestos de ventas en ropa y calzado.
Tal atractivo fiscal hace fácil de entender el que los clientes ingresen desde buena mañana al Jersey Gardens y salgan, extenuados, al rayar la noche, con las manos cargadas de bolsas con logos de las casas de moda más cotizadas del mercado.
Sobre el consumismo podríamos decir mucho, la mayoría en contra, pero no vamos a negar lo obvio: cuando la oportunidad de viajar a Estados Unidos se presenta, el tico promedio incluye el “salir de compras” en su itinerario, incluso por encima de las paradas turísticas. Para muchos es inimaginable el dejar pasar la oportunidad de adquirir en $25 lo que aquí le costaría ¢25.000.
Por esto, hipocresía de lado, Elizabeth le abre los brazos a los compradores orgullosos de su oficio.
Ciudad hotel
Elizabeth cambia de perspectivas a medida que uno se aleja del suelo. Con solo subir algunos pisos en cualquier edificio, la vista muta y para bien, pues al fondo es imposible ignorar los rascacielos de Manhattan.
Las luces de Nueva York parecen estar al alcance de la mano y Elizabeth, en lugar de apantallarse, saca provecho. Bien lo explica Jennifer Costa, directora de la Organización de Mercadeo de Elizabeth como Destino: “La gente puede pasear en el día en Nueva York y en la noche dormir en Elizabeth, pagando tarifas de hotel mucho menores que en Manhattan”.
Su ciudad ha desarrollado una amplia infraestructura hotelera, precisamente en función tanto de la cercanía del concurrido aeropuerto de Newark como también de la Gran Manzana, con tarifas que efectivamente son mucho menores que las del hospedaje neoyorquino.
A lo anterior además suma un servicio de trenes expedito, que en cuestión de 25 minutos lo tendrá en Nueva York. Incluso, si lo prefiere, también puede moverse en bus entre ambas ciudades a un precio más módico, aunque con el consiguiente aumento en tiempo de traslado.
Sabor del nuestro
Superados los rasgos obvios de Elizabeth, una mirada más cuidadosa le llevará a descubrir la verdadera alma de la ciudad, una que no tiene que ver con compras frenéticas o paseos a ciudades vecinas.
Esta comunidad se precia de que su cultura es multicolor, en todos los sentidos. Los flujos migratorios conformaron en Nueva Jersey una nutrida diáspora latinoamericana, y Elizabeth es uno de sus crisoles (según el más reciente censo estadounidense, casi el 50% de la población de la ciudad es de origen hispano).
Dicha diversidad se plasma en las calles, donde el español es un idioma de uso común. No es aventurado afirmar que un turista latino que no sepa inglés puede sentirse tranquilo ahí, pues es probable que en la mayoría de los comercios encuentre al menos una persona hispanoparlante.
La vida nocturna y gastronómica también evidencian la mezcla cultural, y en el centro de la ciudad hay por doquier restaurantes especializados en cocina salvadoreña, cubana, dominicana, colombiana, ecuatoriana, peruana, guatemalteca...
¿Y Costa Rica? Bien representada, no solo por los frecuentes anuncios de cerveza Imperial en tiendas de abarrotes, sino también porque Elizabeth aloja el ya mítico Olga’s Place, uno de los pocos bares-restaurantes ticos que operan fuera de nuestras fronteras. Ahí es común que se reuna la colonia nacional residente en Nueva Jersey y alrededores, tanto por el menú inspirado en la cocina del terruño, como por la transmisión de los partidos del campeonato nacional de fútbol y de la Selección.
La ciudad también invita a acercarse a la historia. Fundada en 1664, Elizabeth (entonces Elizabethtown) fue la primera capital de Nueva Jersey, lo que le dio un rol central en la Guerra de Independencia estadounidense.
El centro histórico de la ciudad conserva edificaciones intactas de siglos atrás, y los monumentos en honor a los héroes independentistas están por doquier. Para Elizabeth, su pasado es la mejor carta de presentación.
Así, aunque un monumental outlet mall sea su principal activo turístico, Elizabeth quiere que la conozcan a fondo, en confianza. La ciudad ya sirvió la mesa, y el menú incluye más que shopping y a su famoso vecino.