Consabido y hasta trillado es aquello de que “las apariencias engañan” pero a ver: tras observar las primeras imágenes de una Elize Matsunaga de contextura menuda, estatura más bien pequeña y con aquella cadencia propia de la pronunciación del portugués, es casi imposible imaginar lo que ya sabemos que vamos a ver en Elize Matsunaga: érase una vez, uno de los true crime de Netflix.
Vamos a los hechos y luego al contexto: el 19 de mayo del 2012, Elize Matsunaga le disparó en la cabeza a su millonario marido, el heredero de origen japonés Marcos Matsunaga, descuartizó su cuerpo y lo desmembró en seis partes (cabeza, brazos, pecho y piernas).
Después colocó los restos en varias bolsas de plástico, las introdujo en el ascensor del lujoso edificio de apartamentos en que vivían la pareja y su hijita Helene, de año y un mes en ese momento, y las llevó a un área boscosa de las afueras de Sao Paulo, donde se fue deshaciendo de ellas una a una.
Como quedaría en evidencia en las tomas de diversas cámaras de seguridad, Elize regresó de madrugada y no bien amaneció, empezó a urdir un torpe plan de coartadas que pronto fue contrastado por la policía, cuyas sospechas sobre el vínculo de la esposa con la desaparición del reconocido empresario se agigantaron hasta que, una semana después, durante los operativos policiales, fueron apareciendo los trozos del cadáver de Marcos desperdigados en el montículo boscoso en las afueras de Sao Paulo.
El espantoso crimen conmocionó a Brasil y al mundo entero, y ocupó los titulares durante años a medida que se desarrollaba el caso. Pero no es sino hasta ahora que en Elize Matsunaga: érase una vez un crimen, la mencionada docuserie de Netflix, Matsunaga rompe su silencio y de qué manera.
Sus decires transitan en medio de un asombro creciente, no solo porque a lo exhaustivo de cuatro capítulos de 50 minutos (prácticamente imposibles de no ver de un solo tirón) se empiezan a tejer claroscuros más allá de los aberrantes hechos relacionados con el homicidio.
La revista especializada GQ ofrece una atinada reflexión al respecto: “Elize, una joven procedente de un pequeño pueblo del interior del país, y última esposa de Matsunaga, fue pronto un importante foco de la investigación, pero más aún cuando el cuerpo de su marido aparece descuartizado y disperso en una zona rural.
“El juicio posterior enfrenta dos relatos muy diferentes de lo que pudo suceder, ambos probables pero sin grises intermedios. ¿Era Elize una mujer maltratada, no solo por Matsunaga, sino por otros hombres, que se vio empujada a tomar una drástica decisión, o una tipa fría y calculadora que solo buscaba dinero y venganza?”, se cuestiona la mencionada publicación.
Pero bueno, la diferencia de esta a otras historias del género true crime es justamente que la serie no se enfoca en descubrir la culpabilidad del protagonista, sino más bien en la historia de la culpable confesa.
Tratándose de un caso en el que la víctima era un heredero de ascendencia japonesa, de la multimillonaria empresa de alimentos Yoki, la historia reviste elementos insondables, esos en los que han tratado de incursionar los documentalistas estrella de Netflix una vez que lograron lo que nadie antes: la voz primaria de todo lo acontecido por parte de Elize.
Importante aclarar que la ley brasileña considera algunas peticiones de sus privados de libertad para que puedan interrumpir su condena y salir de la cárcel durante una semana, en la que visitan a sus familiares y pasan unos días como civiles antes de volver a prisión.
En el documental saltan algunas alertas previas al crimen que parecen evidenciar que se trataba de una pareja “extrema”, por decir lo menos. Tenían una serpiente como ‘mascota’ y filmaban, entre risotadas, la forma en que el reptil acechaba a un ratoncito blanco hasta que lo atrapaba y lo engullía.
Elize accedió a ese beneficio y, desde el primer momento, Netflix documentó sus pasos y realizó múltiples entrevistas con ella y con otras partes involucradas, tanto allegados de la mujer como de Marcos.
Elize aseguró que su única razón para acceder al documental es tratar de que su hija Helene, hoy de 10 años y bajo la custodia de los abuelos paternos, pueda saber su verdad, y hasta reveló su intención de luchar por su custodia cuando reciba la libertad total, al cumplir su condena de 19 años.
Familiares y amigos de Marcos lanzaron el grito al aire. Una de sus más allegadas declaró a Netflix que Elize era una cínica y que seguía cometiendo errores, empezando por acceder al documental sin importarle los escabrosos detalles que iban a salir a la luz pública no solo en Brasil, sino en el resto del mundo.
Pero ya la historia de la historia, había echado a andar.
De cómo comenzó todo
A principios de junio del 2012, cuando el tema estaba hirviendo, el bloguero de El País de España, Juan Arias, le ponía puntos a las íes conforme iban trascendiendo los espeluznantes detalles:
“La mujer ha confesado. Asesinó a su marido de un tiro en la cabeza, después lo descuartizó y desparramó en la calle los trozos de su cuerpo. No se ha tratado de un crimen en el mundo de la marginalidad y de la miseria de las favelas de la ciudad de Sao Paulo, la mayor y la más rica metrópolis de América Latina”, decía el encabezado, replicado también en la prensa brasileña en gigantes titulares ante el increíble desenlace.
“El asesinado y descuartizado, es Marcos Kitano Matsunaga, el famoso director ejecutivo y nieto del fundador de una de las mayores empresas de alimentos del país, la Yoki, que acababa de ser comprada por la norteamericana, General Mills, por casi dos mil millones de reales para ampliar su mercado en Brasil”, continuaban las crónicas de la prensa en el momento.
Para entonces Elize llevaba tres años de relación con el empresario, lo que había culminado en una boda soñada, acorde con el calibre económico de Marcos.
Las fotos de la boda son elocuentes. Pocos apostaban por aquel final feliz en vista de que Marcos había encontrado a Elize en un lugar de citas con escorts por Internet. Ella había estudiado enfermería pero siendo de muy bajos recursos económicos, se decantó por la prostitución de lujo para realizar su sueño de estudiar abogacía.
Pero la pareja terminó enamorándose, al punto de que Marcos dejó a su esposa de entonces y formalizó su relación y casamiento con Elize. Por fin ella tenía el apalancamiento emocional y económico y, tras varios infructuosos intentos y tratamientos, finalmente lograron concebir una hija.
Así nació Helene, la inspiradora de sus tantas batallas, pero las que no fueron suficientes ante las supuestas infidelidades de Marcos, las cuales volvían loca a Elize. Ella narró que al poco tiempo del nacimiento de la hija, Marcos se fue alejando de ambas y tras sospechas de infidelidad, ella contrató a un detective privado que comprobó sus sospechas. Era el principio del fin. Los reclamos de la mujer llegaron a su punto clímax la noche en que desbordó toda su ira, como ya se narró.
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Revive la polémica
El tema, por supuesto, ha sido tremendamente debatido en medios y programas brasileños, con la pregunta sombrilla estelar “¿Cómo le explicás a una nena, a tu propia hija, que no solo le diste un tiro de gracia a su padre, sino que lo destazaste en trocitos y lo fuiste a tirar como basura?”, se preguntaba un reality show en Sao Paulo, en el 2016, cuando Elize desde la cárcel dijo que lucharía por obtener la devolución de su hija en cuanto saliera de prisión.
Obviamente los padres de Marcos, quienes se adjudicaron la custodia tras la muerte Marcos, y no sin hacerle pruebas de ADN a la bebé, solo por la precaución ante los rumores de que Elize también había sido infiel, asumieron a Helene con toda la protección posible.
Tras la gigantesca difusión que ha tenido el documental de Netflix, la familia del padre asesinado ha cerrado compuertas legales de todas las formas posibles para evitar que se abra un vínculo madre e hija.
Aunque los familiares de la víctima se han mantenido herméticos, sobran quienes los apoyan en el gigante país del sur, con preguntas como: “¿Qué le van a decir? ¿Cómo le van a explicar, si su madre llega a acceder a visitas, cómo le hizo lo que le hizo, cómo contarle que a demás de matarlo, lo hizo picadillo?”, dice un lector de la cadena gigante O’Globo, replicado por muchos quienes esbozan ese mismo clamor.
De vuelta en el 2012
Juan Arias, bloguero de El País mencionado antes, escribió en junio del 2012, apenas unas semanas después de lo ocurrido. “El macabro asesinato perpetrado en la Sao Paulo de las grandes fortunas está sin embargo amasado con una serie de ingredientes que forman un extraño mosaico. El marido, en su segundo matrimonio, con un buen vivir, era un gran coleccionador de armas. Ambos, él y la mujer iban a la escuela de tiro y eran grandes expertos. Con una de las armas de la colección, Elize habría matado al marido con un solo tiro en la cabeza”.
Durante el documental, Elize habla de su arrepentimiento. Hay momentos en que llora por su hija, pero hay otros en los que habla de su pasado conjunto con el esposo al que pocos años después haría trocitos y se ríe al recordar anécdotas de sus buenos tiempos. Una conducta incomprensible.
Y agrega más ironías que revisten la historia. “También era un matrimonio creyente que frecuentaba desde hace tres años la Iglesia evangélica bautista. Y no les faltaba nada en su lujosa habitación de Villa Leopoldina de cerca de un millón de euros”, puntualiza.
Un obispo de la mencionada iglesia ofrece a Netflix una declaración que genera más extrañeza aún sobre el mediático caso, cuando narra que semanas antes del atroz crimen, fue llamado al lujoso apartamento para que bendijera con agua bendita cada habitación y en general, cada aposento de la casa, incluyendo cocina, cuarto de estar, hasta la cochera. “Se me acabó el agua bendita y tuve que volver por más y seguir hasta terminar. Fue muy extraño. Luego pasó lo que pasó”, dice el reverendo.
Lo que sí fue un hecho, quizá fortuito en una vivienda de millonarios, fue que la policía se extrañó al realizar sus primeros allanamientos en la vivienda y haber encontrado “demasiados” refrigeradores en el lugar. Solo que ni en el peor escenario podrían haber anticipado lo que descubrirían después, cuando miembros de búsqueda de la policía hallaron en un sembradío trozos de un cuerpo, hasta que al final, alguien descubrió la cabeza del millonario empresario, entre los restos desperdigados en el camino. Bingo.
De los tantos tenores extraños de este caso: la mujer, tras confesar el crimen con sus más tétricos detalles, participó también en la campaña nacional de entrega voluntaria de armas y recién encarcelada, donó tres ejemplares de su colección, una de ellas idéntica a la que pertenecía la bala que mató a su marido.
También es escalofriante constatar, por la propia voz de Elize en el especial de Netflix, que los conocimientos que recibió en la carrera de enfermería la habrían guiado a trozar el cadáver de su entonces esposo, tras la última gran pelea.
El corolario ocurrió cuando emplazó a Marcos, la misma noche del crimen, al mostrarle las pruebas del seguimiento obtenidas tras el seguimiento del detective privado.
La discusión --ha declarado ella a la ley y más recientemente a Netflix-- pasó de castaño a oscuro en momentos y, aunque la noche sería una velada de comida rápida y unos vinos, ella se encegueció mientras él bajó a recoger la pizza.
De hecho, es surrealista observar cómo el esposo sale del ascensor en modus relajado y luego lo aborda, pizza en mano. Pocas horas después, es su mujer la que toma el ascensor... con los trozos del marido de Marcos en varias maletas. Ya amaneciendo regresa a su apartamento, como se ve en el video, para en la mañana siguiente envía mensajes desde el celular de su esposo a familiares y allegados, en los que se hace pasar por Marcos y les indica que está bien pero que saldrá de la ciudad... palabras más, palabras menos.
El calibre de la premeditación de Elize le implicó 25 años de cárcel. Sin embargo, con descuentos por buen comportamiento, la mujer podría salir en pocos meses tras cumplir 11 años de condena.
En las exhaustivas entrevistas a Elize, ella asume su mea culpa y manifiesta que aún no se explica su conducta al destazar el cuerpo de su esposo, sin haberle bastado con matarlo de un solo y certero plomazo. Hay muchos claroscuros en sus declaraciones. Incluso, en ciertos segmentos en los que bromea y se ríe tras contar --fotos en mano-- las estrambóticas experiencias que vivió con su exmarido durante los muchos viajes de placer y aventura que realizaron por varios países del mundo.
Extrañezas
Pues bien, la salida semanal de Elize, en que aprovechó para viajar a su lejano pueblo natal en el que la recibió su longeva abuela, la viuda negra, como se le apoda en su país, se conmueve hasta el tuétano al ver cómo ha sufrido su abuela, mejor dicho, madre de crianza, quien la acoge con lágrimas, abrazos y deseos de fe.
Este es uno de los momentos en los que más se “humaniza” a la mujer.
Netflix alborotó el panal en torno al caso y, según los críticos especializados, lo hizo sin tomar partido en una respetuosa relación de hechos en la que, por momentos, da la impresión de que las dos partes tienen razón.
El análisis de GQ aporta la esencia de la gran duda: “Elize Matsunaga: Érase una vez un crimen señala un enigma muy inquietante sobre la condición humana: ¿Qué lleva a una persona a matar de una manera tan brutal?”.
Pero quizá, el planteamiento que deja abierto el portal argentino Infobae, resume la sensación de la gran mayoría de espectadores: “El juicio culminó el 5 de diciembre de 2016 tras siete días de duración. El jurado condenó a Elize Matsunaga a 19 años, 11 meses y 1 día de prisión. En este punto, la mini serie plantea el interrogante acerca de la justicia machista.
“¿Se le hubiera dado la misma condena si hubiera sido femicidio? ¿Por qué se hizo tanto hincapié en el pasado de Elize como prostituta y en la “vida de princesa” que llevaba desde que se casó con Marcos?”.
Y cierra con la gran pregunta que surge, sobre todo porque los hechos se dieron en un país gigante con una alta crisis de criminalidad y barbarie en los barrios bajos, las famosas favelas... “¿El caso hubiera sido igual de mediático si Marcos Kitano no hubiera sido un empresario multimillonario?”.