Nunca había participado en una cita a ciegas y mucho menos en una grupal, pero la noche de un viernes cualquiera, en Barrio Amón, San José, nos reunimos 17 hombres y 17 mujeres que nunca nos habíamos visto. El plan era que, en siete minutos de conversación, pudiéramos encontrar al amor de nuestras vidas o, al menos, un mejor amigo.
En otras palabras, un grupo de solteros y solteras nos juntamos para vivir en carne y hueso lo que en los últimos años se ha reducido a dar like o next en aplicaciones como Tinder o Bumble. Pero esta vez nos pudimos ver a los ojos, oler aromas, analizar sonrisas, hablar de temas cotidianos, de nuestros gustos, y hasta de sexo; pero con la gran diferencia de que era cara a cara.
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La actividad fue organizada por el DJ costarricense Lawrence Casal, quien tuvo la idea de hacer un Speed Dating al estilo de la película Hitch, de Wil Smith, y llevarlo a Amón Solar. Según nos contó, hubo mucha demanda de mujeres que querían sumarse al experimento social, pero pocos hombres. Aún así, la lista de invitados se depuró a 17 y 17. Había personas de todas las edades, de diferentes lugares del país, con distintos gustos y profesiones.
Nadie sabía el nombre real de los demás. Todos escogimos un nickname para usarlo durante el evento. No se permitía hacer preguntas sobre direcciones, redes sociales, números de teléfono o cuáles eran los lugares de trabajo; toda esa información se reveló hasta al día siguiente de las citas (esto lo explicaremos más adelante).
Con la ventaja del anonimato me aventuré a ser parte del Speed Dating. Cabe aclarar que los participantes sabían que una periodista iba a ser parte de la actividad y que un fotógrafo iría para registrar en imágenes las citas. Manteniendo el respeto hacia las personas que asistieron, las fotos que aquí publicamos no muestran sus rostros.
Los 17 en siete minutos cada uno
Cuando los invitados llegamos a Amón Solar, esperamos las indicaciones de la organización en la recepción.
Yo me hice a un lado del establecimiento, estaba recostada en la pared y veía mi celular mientras esperaba. Traté de no hacer mucho contacto visual para evitar alguna incomodidad. Algo parecido hicieron varias de las personas que iban llegando, aunque sabíamos que adentro nos iba a tocar hablar.
La mayoría de los participantes llegaron solos, pero vi a un grupo de tres amigas con un amigo. Ellos posiblemente asistieron juntos para apoyarse.
Los organizadores nos dieron un sticker con nuestros nuestros nicknames. Cuando estábamos todos identificados, las mujeres ingresamos al lugar donde se iban a realizar las citas.
El lugar fue alumbrado con una luz tenue. Las mesas estaban adornadas con un mantel de color rojo, pétalos de rosa y una vela encendida. Había música suave y algo romántica, apenas para calentar el ambiente que se completaba con las copas de vino.
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Cada mujer ocupó una de las mesas, la decisión fue al azar. Curiosamente yo escogí una cercana a la puerta, pero la incomodidad de la silla me hizo cambiarme a una que estaba vacía al lado del equipo de sonido. Cada mesa estaba identificada con un número y yo me quedé con la 1.
Los organizadores nos entregaron tres hojas de papel. En una de ellas estaban los nicknames de todos los participantes (hombres y mujeres), allí cada persona debería de marcar con un check si le había gustado la otra persona (para amistad o para algo más) y con una X, si no. Las otras dos estaban en blanco y servirían para hacer apuntes de detalles relevantes de cada persona.
Todas estábamos sentadas. Nadie hablaba, solo se escuchaba la música de fondo. Cuando los hombres ingresaron al lugar, ellos también debían de elegir a cuál mesa ir. El barullo después de su arribo fue impresionante. Para ese momento, debo de aceptarlo, la incertidumbre de lo que iba a suceder a me atacó. Llegaron los nervios, la ansiedad. ¿Quién se sentará conmigo de primero? ¿A cuál le llamaré la atención? ¡Qué complicado sentirse calificada y también calificar! Al final de cuentas es un tema de exponernos.
Frente a mí se sentó un joven de unos 25 años. Tenía lentes. Su nombre falso era “Elper-dido”, algo que al inicio me pareció gracioso. Comenzamos a hablar.
Entre mis apuntes destacan frases como: “Un poco fresa para mí”, “Muy interesante”, “Muy mayor para mi gusto”, “Muy chiquillo para mi gusto”, “Buen conversador”, “Me hizo reír desde el momento en que llegó” (volvemos al tema de que todos fuimos a calificarnos, esto era parte del experimento).
Me preguntó qué me gustaba hacer en mi tiempo libre. Soy una apasionada por jugar volleyball y, como decimos a lo tico, se me soltó la lengua hablando de partidos y entrenamientos.
Tuvimos una plática entretenida, me pareció buena gente e interesante, aunque no recuerdo muy bien de qué más conversamos. A los siete minutos sonó una campana que nos anunciaba que el tiempo se había acabado. Él se levantó de su silla, tomó su copa de vino y pasó a la mesa número dos.
Los hombres eran los que se cambiaban de lugar. Con cada anuncio de la campana debían ir a la mesa con el número siguiente.
Como yo estaba en la mesa 1, hubo una pequeña confusión que se repitió varias veces y que para mí fue bastante incómoda. La mesa 17 estaba al fondo del lugar y cada vez que alguien llegaba ahí, no sabía qué hacer o a cuál mesa dirigirse.
Varias veces me quedé un rato sola mientras llegaba la nueva cita. Cada espera fue un golpe para la ansiedad.
Sobre las mesas había dos cajitas de cartón con preguntas. Una era de color blanco y contenía preguntas básicas como cuáles eran los hobbies; la otra era de color negro y contenía consultas sobre sexo. Estas cajitas servían para ayudarse a generar conversación. Yo las usé tres veces como apoyo cuando las charlas no eran fluidas.
Poco a poco fueron pasando por mi mesa los hombres. Me topé con diferentes personalidades: unos eran extrovertidos, otros se mostraron muy interesados en lo que yo tenía que contar, otros por su parte costó que hablaran. Hubo uno que, desde que se sentó frente a mí, no paró de hablar y no me dejó decir ni una sola palabra.
Entre mis apuntes destacan frases como: “Un poco fresa para mí”, “Muy interesante”, “Muy mayor para mi gusto”, “Muy chiquillo para mi gusto”, “Buen conversador”, “Me hizo reír desde el momento en que llegó” (volvemos al tema de que todos fuimos a calificarnos, esto era parte del experimento).
Hablando de este muchacho que me hizo reír desde el momento que llegó, su manera de ser me llamó mucho la atención. Yo soy una persona de hacer bromas y él también. En eso pasamos todo el rato, diciendo “tonteras” y haciéndonos reír.
Próxima edición
La organización confirmó que habrá una segunda edición del Speed Dating, pero esta vez será open mind, las personas que se inscriban deben de estar de acuerdo en tener las citas rápidas tanto con hombres como con mujeres.
Será el sábado 22 de abril, a partir de las 5 p. m., también en Amón Solar. El precio de inscripción es de ¢10.000 e incluye una copa de vino. Para mayor información puede contactar a Lawrence Casal al WhatsApp 7061-9572.
Tuvo mi like inmediatamente. Pensé que me gustaría mucho conocer más sobre él, sobre su sentido del humor y, ¿por qué no decirlo?, físicamente también me llamó mucho la atención.
En otra cita topé con un muchacho que se abrió mucho con una pregunta de sexo, la cual tomamos de la caja. Soy muy abierta de mente, pero no estaba preparada para las fuertes declaraciones que hizo al respecto del tema. Entonces, una X.
Hubo uno que se mostró desentendido, aunque creo que era un poco tímido. Tuvimos poco contacto visual. Otro era, para mí, algo egocéntrico, pero me dejó una frase que me gustó mucho: “Estamos para creer, crecer y vivir. Somos instantes”, dijo.
El chico agregó, además, que su intención de participar en esta actividad era porque sentía que su vida era muy sistemática, que siempre hacía lo mismo y que buscaba una mujer que se la desordenara. Ojalá que la haya encontrado.
Como soy una persona que gusta mucho de tener amigos, dos muchachos jóvenes me atrajeron con ese fin. Ambos me confesaron que tienen problemas de ansiedad social, que les cuesta mucho tener comunicación y contacto con otras personas. Esa fue, precisamente, la razón por la que se obligaron a asistir al Speed Dating, ya que consideraron que era una buena manera de interactuar con otros.
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Uno me pareció extremadamente dulce, muy intelectual. Me contó que estudiaba filosofía. Tuvo mi like.
El otro era aún más tímido. Narró que era de un lugar fuera de San José, que había dejado su pueblo para estudiar en la capital y que vivía solo desde hace mucho tiempo. También tuvo mi like para una amistad.
Un muchacho que estaba ayudando a la producción tuvo que sumarse a las citas rápidas porque uno de los que se anotaron no asistió. “Soy el comodín”, me dijo. Se presentó y contó que él se había ofrecido para ayudar a la producción pero que no tenía intención de ser parte del evento; sin embargo, ocupó el lugar del que faltó para que ninguna de las mujeres se quedara sola durante las citas.
El “comodín” pasó por todas las mesas. Él me reveló que es especialista en comportamiento humano y que fue al Speed Dating para analizar a las personas que participaron. Habrá que esperar a ver cuáles son los resultados de su análisis.
El último muchacho que pasó por mi mesa tenía grandes historias que contar. Pero se dedicó a hablar solo él, yo no quise interrumpirlo.
Hubo momentos en que los siete minutos se pasaron rapidísimo, otros por el contrario se hicieron eternos. Claro está que todo dependía de qué tan interesante y activa era cada conversación.
Los matches
Al final de la noche, los encargados recogieron las hojas con los nombres y las “calificaciones” de todos y todas.
Al día siguiente a cada uno nos enviaron los datos de las personas con las que hicimos match. Solo se entregaban estos detalles si yo y uno de los muchachos nos dimos like; si no era recíproco, no había información.
Recibí los números de teléfono, nombre real y redes sociales de tres personas. De ellos dos me escribieron, al tercero ni yo lo contacté, ni él a mí.
Con uno de ellos estuve conversando un par de días, pero después la charla perdió intensidad. Con el otro hablamos esporádicamente y me sigue pareciendo una persona muy interesante... me sigue haciendo reír.
Resultados
“Todos salieron contentísimos”, explicó el organizador Lawrence Casal. De acuerdo con sus palabras, las personas que asistieron le contaron que la experiencia fue muy agradable, incluso que repetirían de volverse a realizar.
“Muchas personas que se quedaron por fuera por motivos de espacio y tiempo, nos han preguntado para participar en nuevas ediciones. Entre las mejoras que tenemos a la vista es hacer la actividad con una menor cantidad de gente y subir el tiempo de las conversaciones”, agregó Casal.
Una de las mujeres que participó del evento, quien se hizo llamar Pandora, contó parte de su experiencia. Ella es una mujer de 43 años, divorciada y madre de dos hijos. Asegura que para ella es muy difícil salir a conocer gente y que cuando tiene tiempo disponible lo aprovecha para asistir a conciertos y a bailar, pero que esos son espacios de disfrute, no para “ligar”.
Pandora no usa aplicaciones de citas, entonces quiso aprovechar el Speed Dating para relacionarse con otros de una manera segura.
“Pude notar que había muchos jóvenes, menores de 30 años. Fue también interesante conocer a personas que como yo tienen diferentes ansiedades sociales, que les cuesta salir de la casa y que encontraron en esta actividad una manera de interactuar con otros”, dijo Pandora.
La mujer contó que se topó con dos hombres mayores que ella. Le parecieron mucho más interesantes que los jóvenes.
“En mi caso, al verme mayor de 40 y con hijos, para muchos es un next. Hubo matches con muchachos jóvenes con quienes hubo buena química, pero solo para una amistad. Si hubiera otro Speed Dating podría tomarse en cuenta hacerlo por rangos de edades”, agregó.
Al día siguiente, Pandora se topó con que había hecho match con cinco muchachos. Solo conversó por WhatsApp con tres de ellos, pero al final ninguna de las charlas se concretó en nada.